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Número 10º - Noviembre 2000


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LA SECCIÓN DEL APÓCRIFO:
MISIÓN CONSERVATORIO.

Avance: La escalofriante crónica de la inauguración del curso en un conservatorio cualquiera relatada por un indefenso apócrifo en manos de un grupo de músicos. Una epopeya de magnitud bíblica con un desenlace inesperado.

Por Antonio Pérez Vázquez

Jueves por la tarde, entro en un edificio grande con grandes columnas en la entrada. Hay gente en el hall que habla sobre cosas que me suenan a música (aunque no puedo demostrarlo). Acabo de entrar en un conservatorio de música, algo que es como una nevera, pero que en vez de conservar comida conserva música (de lo que sí soy un experto es en neveras y su contenido). Siempre pensé que cuando entrara por primera vez comenzaría a sonar una especie de alarma y una voz metálica comenzaría a pregonar: ¡Alerta intruso! En ese momento soltarían a los perros y todo habría terminado. La ignorancia es muy atrevida, y cuando se asocia con la imaginación puede resultar un cóctel explosivo.

El ambiente era relajado y distendido. Las conversaciones abundaban en cualquier punto por el que pasara, sobre todo en la cafetería que, si bien no era muy grande, servía de cubil para los contertulios. Supongo que los que hablaban tan animadamente serán en un futuro titulados en "conservar la música", ¿me equivoco?.

- ¿Tú a qué te dedicas?

- Yo soy conservador de música.

- Pues tengo que hacerte una pregunta.

- Adelante.

- ¿Los CD’s tienen caducidad? ¿Basta con que los tenga en un sitio seco y fresco o por el contrario debería buscarles un sitio en el congelador?.

Quizás me den el premio al peor chiste del año, nunca se sabe. Para los que no se hayan dado cuenta, lo de arriba es un chiste.

Uff, ya me estoy yendo por las ramas. Bueno, tras darme un garbeo por unos cuantos árboles, continúo con relato que nos ocupa.

Cuando dieron las ocho comenzamos a entrar en el salón de actos. Una, dos, tres, cuatro y cinco. Instintivamente conté las posibles salidas del recinto, nunca se sabe, ¿y si la cosa se ponía fea? Lo primero era conservar la consciencia, no fuera a pasar que me citara con Morfeo delante de tanta gente. Qué vergüenza. Yo con un señor tan mayor. ¡Qué vergüenza, yo con un señor! Espero que Adalucamni no lea estas líneas, podría pensar mal de mí. Stop, ya me centro, tranquilidad. Estoy un poco nerviosillo y no sé por qué. Continúo.

Salieron las máximas autoridades del conservatorio al escenario. En ese momento, Morfeo me guiñó un ojo desde lo alto de la tarima como queriéndome decir... "te vas a quedar tronco, chaval"; me puse un poco colorado. Me froté los ojos intentando concentrar todas mis energías en poner atención en lo que decían. Ese vejete no podría conmigo.

Por lo que me contaron, este tipo de actos concentra un buen número de buenas intenciones para el nuevo curso, una especie de nochevieja en la que todos hacemos un propósito de enmienda. "Para este año, nos vamos a dedicar a enseñar música en condiciones", supongo que ese quiso ser el mensaje, como buena directiva que se precie. Pido perdón si este no lo era, pero ya deberían saber que mi percepción de las cosas es ligeramente diferente del resto de los que escriben en esta revista (la verdad es que lo de apócrifo no es por gusto, me lo he ganado a pulso, leñe) y sobre todo con un viejo carroza tirándome los tejos.

El Dios griego del sueño intentó alcanzarme cuando ya habían pasado unos minutos, suerte que conseguí esquivar su maligno rayo somnífero. El pobre señor que estaba delante mía sufrió el impacto de lleno y cayó fulminado en el acto, hay que ver, con su mujer y su hija al lado. Ya no respetan ni la familia.

Algo me decía que la próxima vez no fallaría. Por suerte ya estaban terminando. Un buen recital de piano (que fue lo mejor de la noche) completó el resto de la velada en el conservatorio. Yo 1, Morfeo 0. Ese resultado me llenaba de esperanza, aunque la noche era joven...

El curso había quedado inaugurado y yo había escapado despierto del conservatorio. Misión cumplida. Después de esto me siento con fuerzas de desafiar a cualquiera de los elementos de la madre naturaleza. Quizás exagere un poco, pero no demasiado.

Tras la inauguración nos fuimos (yo y unos músicos amigos míos que intentan sacarme de la ignorancia) de fiesta a mover un poco el esqueleto. Inauguramos la temporada de otoño-invierno en lo que a fiesta nocturna se refiere. A esas alturas Morfeo ya dormía calentito en su camita, lo que no sé es si estaba solo o no, ese salido tiene unos recursos ilimitados. Por lo menos no era yo el que estaba con él.

La noche terminó con mis huesos sentados en los escalones del destino acompañado por la pareja de alcahuetes del viento haciendo que mi corazón se deslumbrara al ver al amor después de mucho tiempo de encierro. Gracias.

Vaya, pues al final creo que Morfeo me rozó un poco. ¡Noooooo...ZZZZZZzzzzzzzz!