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La
expresión corporal del niño a través de la música
Por
Cristina Isabel Gallego García.
Lee su curriculum.
Si has observado durante unos minutos a un niño pequeño, seguro que te habrá sorprendido la necesidad que tiene de moverse: anda, corre, salta... no se cansa, y si se sienta un rato, sólo es para volver a empezar con más ánimo un minuto después...
En la etapa infantil ya es capaz de sentir su cuerpo globalmente, integrando las partes afectivas y expresivas. Este periodo se caracteriza por la percepción de la motricidad global, la evolución de la percepción del propio cuerpo, el acceso al espacio orientado (espacio propio: aquel que ocupa el cuerpo; espacio lejano: aquel que se puede conquistar con el desplazamiento de los segmentos y espacio último: aplicación del tiempo conjuntamente a los desplazamientos corporales). Pero, ¿qué relación existe entre el esquema corporal y la música?... Coste define el esquema corporal como la organización psicomotriz global en la que entran en juego todos los mecanismos y procesos de los niveles motores, tónicos, perceptivos, sensoriales y expresivos, a los que hay que añadir el aspecto afectivo. Para Wallon no es un dato inicial ni una idea fija, sino el resultado y requisito de una ajustada relación entre el individuo y el medio... pero no pretendo emplear estas definiciones como base de un “aprendizaje receptivo”; juntos, coordinando nuestros distintos puntos de vista, podemos descubrir la importancia de la música en la expresión corporal del niño.
La educación del esquema
corporal es una pieza fundamental de la educación psicomotriz, ya que el
niño se va adaptando al mundo a través de su cuerpo, y debe conocerlo
para manejarlo con eficacia. Pero si el movimiento de los niños (caminar,
correr, saltar, palmear, balancearse, gatear...)lo unimos al estímulo
musical, supone un descubrimiento emocionante, una mejor comprensión de
ella, que no sucede cuando sólo la escuchan o se mueven sin escucharla. Al
vivirla de forma total por el cuerpo, amplían y enriquecen la vivencia
musical. Con sus gestos,
sonidos, movimientos... adquieren conciencia de si mismos, afirman su
personalidad, se comunican con los demás... La música les permite
intervenir activamente en el medio que les rodea, despertando en ellos
interés, receptividad... y favoreciendo de este modo el camino que los
llevará hacia la autonomía personal. La
rítmica, (expresión corporal de los ritmos musicales) juega un papel
importante en todo programa integral de educación musical infantil.
Willems solicita abiertamente la inclusión de la rítmica como actividad
sistemática y habitual, junto a la iniciación musical en la educación
de los niños. El método Dalcroze para la enseñanza de la música es un
método esencialmente rítmico, parte de la base de que el ritmo es el
elemento de la música que afecta en primer término y con más fuerza la
sensibilidad infantil. Una
música adecuada les puede ayudar en el control del tono muscular, en la
consolidación del predominio lateral, en el descubrimiento y toma de
conciencia de las distintas partes del cuerpo... Podemos partir de
movimientos amplios, estiramientos, jugar con nociones de equilibrio,
desplazarnos por el espacio al son de la música y aumentar de este modo
las posibilidades expresivas del cuerpo, para expresar y comunicar
sentimientos, emociones, necesidades.... Como
dicen Bernal Vázquez, J. y Calvo Niño, Mª L en su libro: “Didáctica
de la Música. La expresión musical en la educación infantil”:
“...la música cumple un papel muy importante, sostener el movimiento,
sugerirlo, justificarlo. Moverse, sentir la vida, tener ganas de expresar
alegría, disfrutar, es danzar. El niño pequeño descubre el mundo moviéndose,
tiene necesidad del movimiento para vivir la música, precisa descubrir el
espacio en el que se encuentra, como una manera de orientarse y enriquecer
los movimientos, descubriendo las cualidades que el cuerpo posee, sintiéndolas.
De esta manera es como se aprende a conocer, respetar, amar el cuerpo y a
comunicarse con los demás”. No caigamos en el error de que los niños, porque sean pequeños, no van a poder disfrutar con el tipo de música que a nosotros nos gusta... Recientemente trabajé con una clase de Educación Infantil un ejercicio de expresión corporal, a partir de las Cuatro Estaciones de Vivaldi y el Sueño de una noche de verano de Mendelssohn. Con esta música inventamos una historia y disfrutamos mucho con la dramatización de la misma. Gracias a la música aumentó su interés por expresarse con el propio cuerpo. Cuando trabajo con niños, disfruto con ellos y me sumerjo por completo en la actividad que estemos realizando. Esto no significa que me olvide de mi papel de adulto, sino que aprovecho el centro de interés que en ellos ha surgido para que la actividad tenga un resultado positivo, y en el caso comentado anteriormente el centro de interés surgió al escuchar la música. Suscribo en este momento lo que dijo en cierta ocasión Pau Casals: “¿Existe un trabajo más importante que el de formar y dirigir el desarrollo de un ser humano?... Yo nunca he trazado una línea divisoria entre la enseñanza y el aprendizaje. Es verdad que un maestro debe saber más que su alumno pero, para mí, enseñar es también aprender”. Y quisiera terminar en esta ocasión con las palabras de Khalil Gibran, pero afirmando que no sólo los padres, sino toda persona que rodee al niño de infantil, puede hacer mucho por su educación: “puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos pues ellos tienen sus propios pensamientos; puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños... Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados, deja que la inclinación, en tu mano de arquero, sea para la felicidad”. ¿Quién sabe si esa felicidad la encuentren en la música?...
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