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Número 15º - Abril 2.001


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 YO-YO MA & TON KOOPMAN:
UN ORIGINAL MANO A MANO EN SONY CLASSICAL

 

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


      Para comprender el origen de esta curiosa colaboración entre dos artistas que vienen de mundos tan diferentes, hay que remontarse a 1993 cuando la dirección del Concertgebouw de Amsterdam invitó al conocido cellista americano Yo -Yo Ma a dar una serie de conciertos en esta ciudad. Ma, siempre músico inquieto, dijo que le gustaría tocar un violoncello barroco con un conjunto historicista. No hubo pegas. Dicha institución con fino sentido del "negocio" le puso en contacto con Ton Koopman, clavecinista y director de la Amsterdam Baroque Orchestra, uno de los conjuntos más sólidos en el campo de la llamada música antigua.

Según se dice en el libreto que acompaña al disco, el concierto tuvo tanto éxito y la comunicación entre ambos músicos fue tan buena que ambos decidieron poner en marcha un proyecto de grabación. Este disco llamado "Simply Baroque" (SK 60680) es el resultado de dicho proyecto e incluye dos conciertos para cello y orquesta de Boccherini y varias transcripciones de piezas de Bach hechas por el propio Koopman, un especialista en la música del Cantor de Leipzig. Todo indica que la segunda parte de este disco "Simply Baroque II" fue grabada al mismo tiempo aunque lanzada al mercado posteriormente. También incluye transcripciones de Bach y otros dos conciertos de Boccherini.

Pero Ma no pudo simplemente sentarse ante una orquesta barroca y tocar, sin más. En primer lugar, debió aprender la técnica del cello barroco, instrumento con diferencias sustanciales al que se usa hoy en día, utilizar un arco diferente, acostumbrarse al sonido de las cuerdas de tripa frente a las metálicas, "digerir" la peculiar entonación y afinación usadas por los intérpretes historicistas, apoyar el cello entre las piernas (el cello barroco no usa pica), etc. Ma valerosamente decidió "barroquizar" su propio Davidoff Stradivarius. Para ello contó con la ayuda del prestigioso luthier inglés Charles Beare que cambió varias cosas en el instrumento (cuerdas, puente, etc.) y lo convirtió en un cello casi barroco. El resultado fue extraordinario. Podemos oír un cello con un sonido amplio, muy cálido (propiciado por las cuerdas de tripa) sedoso y aflautado en el registro alto y ronco en el registro bajo, muy similar a los cellos barrocos originales. Después, Ma tuvo que acostumbrarse a trabajar con un reducido grupo de músicos "iguales" en el que todos aportan su granito de experiencia al conjunto y donde, según parece, hay un auténtico dialogo e intercambio de ideas entre músicos, director y solista.

Tras estas necesarias explicaciones para poner la grabación en contexto (y no pensar que todo fue una fulgurante operación de marketing por parte de la casa discográfica) podemos empezar a hablar de la música. De entrada, debemos decir que estamos ante un disco sorprendente por los tesoros que encierra. No sólo el programa está elegido con gusto, conocimiento y dedicación por Koopman sino que tanto las transcripciones -magistralmente realizadas por el holandés- como la interpretación son una auténtica delicia que convierten al disco en perfectamente recomendable y casi obligatorio para los amantes del instrumento, del barroco y de la buena música en general.

Por un lado, tenemos nueve transcripciones procedentes principalmente de cantatas de Bach. Destaquemos la obra inicial "Sei Lob und Preis mit Ehren" de la Cantata BWV 167, cuya alegre música fluye con pasmosa naturalidad gracias al tempo elegido por Koopman. Le sigue la famosa aria para contralto "Erbarme dich" de la Pasión según San Mateo, de una belleza indescriptible con un melancólico cello y un violín ensoñador. Tras el famoso coro final "Jesus, bleibet meine Freude" de la Cantata BWV 147, en el que el Ma hace una cálida lectura de gran aliento, le llega el turno al conocido coral "Ich ruf' zu dir" BWV 639 del Orgelbüchlein, uno de los momentos más íntimos de todo el disco con un mágico acompañamiento de órgano (Ton Koopman) y laúd (Mike Fentross) y la voz del cello elevándose por encima de ellos con suavidad y ternura en perfecta armonía con el título del coral.

Tras este momento de reposo, nos encontramos con un danzarín "Kommst du nun, Jesu, von Himmel herunter" BWV 650, último de los Schübler Chorales donde el cello de Ma suena desenfadado y juguetón acompañado por la seriedad de líneas del trombón (Charles Toet), un contraste de lo más inspirado. Le sigue el "Lass mein Herz die Munze sein", aria de la Cantata BWV 163 aquí en perfecta unión de fagot (Marc Vallon) y cello que hace la voz solista. Es increíble como Ma consigue esa difícil mezcla de ligereza (tan necesaria en esta música) y profundidad. Además, sólo poder gozar del sonido espeso y tristón de este fagot es un placer al que nadie debe renunciar.

Tras algún otro pequeño fragmento, llegamos a la última transcripción de Koopman por la cual debiera haber sido premiado internacionalmente. Nos referimos al famosísimo "Air" de la Suite núm. 3, BWV 1068 en arreglo para dos cellos y bajo continuo. La transcripción cobra vida propia y alcanza en belleza y emoción (casi supera, podríamos decir) a la versión original para orquesta. El derroche de sensibilidad de Yo -Yo Ma y Jaap Ter Linden (uno de los más famosos cellistas barrocos), el perfecto entendimiento entre sus instrumentos, el mimo con el que acometen las frases y esa capacidad para seducir a través de la austeridad y el recogimiento es suficiente razón para atesorar esta grabación. Aquí sobran las palabras...

El disco se completa con dos conciertos para cello de Boccherini que siguen la línea de la piezas anteriores: entusiasmo, virtuosismo, improvisación e intensidad unido a unas soberbias cadencias también escritas por el propio Koopman y poderosamente interpretadas por Ma.

En definitiva, un gran disco con el que Ton Koopman no sólo ha demostrado que es un gran conocedor e intérprete señero de Bach (esto ya lo sabíamos) sino un arreglista de lujo. Yo -Yo Ma a su vez ha sabido apostar por la grandeza de la música más allá de posturas conformistas teniendo que aprender y adaptarse a nuevos criterios interpretativos. Algo que le honra pues le convierte en un músico para quien la capacidad de descubrir es todavía importante y esto en alguien de su prestigio y éxito no abunda precisamente.