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Número 16º - Mayo 2.001


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ALUMNOS DE LUJO
Grupo de Violonchelos Sony de la Escuela Superior de Música Reina Sofía

Por Elisa Ramos. Lee su curriculum. 


Ana Lucrecia García, soprano.

El patrocinio de Sony España S.A en colaboración con la Escuela Superior de Música Reina Sofía ofrecieron el pasado día  24 de abril al público salmantino un estupendo concierto promovido por una magnifica causa: apoyar y contribuir económicamente a la labor que la Asociación Salmantina de Esclerosis Múltiple (ASDEM) viene realizando a favor de los afectados en la provincia. El doble de la recaudación total se entregará por parte de Sony España a esta asociación para ayudar a su mantenimiento. A la presencia de las autoridades salmantinas se sumó la de la  Directora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, Paloma O’Shea y la de Domingo Jaumandreu, Consejero Delegado y Director General de Sony España S. A.

Por primera vez en Salamanca  –y al parecer no será la última- los alumnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía mostraron su arte en la Sala Menor del Palacio de Congresos de Castilla y León. En esta ocasión acudieron a la cita los alumnos de la Cátedra de Violonchelo y una de las alumnas de la Cátedra de Canto.  


Dragos Balan

   La Cátedra de Violonchelo, posible gracias al mecenazgo de Sony, cuenta con la titularidad docente de Natalia Shakovskhaya y Urmas Tammik como profesor asistente. Junto a él y bajo su atenta dirección actuaron los alumnos: Dragos Balan, Daniel Bron, Blanca Coines, Michael Dmochowski, Carmen Mª Elena, Javier Gómez Madrigal, Pável Gomziakov,  Antonio Martín Acevedo, Dominik Polonsky y Svetlana Tovstukha.  

La Cátedra de Canto Alfredo Kraus de la Fundación Ramón Areces, cuya titularidad ostenta Teresa Berganza, nos presentó a Ana Lucrecia García, soprano que estudia en la actualidad bajo su dirección y que en el curso 1998-99 ya lo hiciera como alumna de Alfredo Kraus.

El programa reunió variedad de obras y compositores, comenzando por Bach y finalizando en referencia a Bach a través de Heitor Villa-Lobos y parte de sus Bachianas Brasileiras. La velada no pudo comenzar mejor. El nutrido grupo de violonchelos creó un placentero ambiente musical con el Aria de la Suite núm. 3 en Re mayor de J. S. Bach de la que obtuvieron un magnífico partido. El  cuidado fraseo de la melodía, un excelente control en la dinámica y el justo equilibrio de las partes entre los once instrumentistas dieron como resultado una interpretación luminosa. Pudimos apreciar los entresijos de la partitura, su  bella línea melódica y todos los matices del continuo. De forma similar se pudo escuchar con claridad el excelente contrapunto de la Doppelfugue de J.G. Albrectsberger, quien entre 1794-1795 ejerció su magisterio con el genio de Bonn en Viena. Del contrapunto del austríaco pasamos al Himno de Karl Davidoff, composición que fuera escrita  para conjunto de violonchelos por el virtuoso chelista ruso. Los alumnos fueron tomando el relevo para asumir el protagonismo interpretativo de cada obra manteniendo una cuidada técnica acompañada de una expresividad que se transmitía entre ellos y hacia el público. Un público que, si ya había venido aplaudiendo generosamente a la conclusión de cada una de las obras, estalló en emocionados aplausos al concluir la primera parte tras el virtuosismo alcanzado con  El vuelo del Moscardón de la ópera Leyenda del Zar Saltán de Nicolai Rimski-Korsakov. Hubo a quien sólo le faltó ver al príncipe Guidon  sobrevolando la sala.

Después de la excelencia de la primera parte, la segunda  se inició con una versión instrumental de las Siete Canciones Populares Españolas de Manuel de Falla interpretadas en este orden: El paño moruno, Nana, Canción, Polo, Asturiana y Jota. Es difícil no tener en cuenta el encanto de la versión original para voz y piano especialmente cuando se conserva en la memoria la magia de la actuación de Teresa Berganza, a medio año de distancia y en la Sala Principal del mismo auditorio. Sin embargo,  el sonido dulce y melancólico de los violonchelos preservaron el carácter melódico popular que fue acompañado y cantado sutilmente por las cuerdas. En ese ambiente transcurrió el aire popular de El paño moruno,  la intimidad de la Nana, los ricos matices y contrastes de la Canción, la explosión de raíces flamencas del Polo y la melancolía de la Asturiana. Se hicieron perceptibles algunos desajustes en el acompañamiento y afinación de ésta última que intentaron subsanarse antes de abordar la jota aunque  no parecieron arreglarse del todo. Se perdió un poco la compenetración de los intérpretes  con una Jota excesivamente brusca en contrastes, algunos desajustes rítmicos en los tutti y fallos de afinación en el acompañamiento de la melodía. Los pequeños  percances no fueron obstáculo para que los oyentes, que como sucede con frecuencia en esta obra habían venido aplaudiendo ya al final de cada canción, premiaran finalmente a los intérpretes con una calurosa ovación.

Tras un cierto revuelo en el escenario, para acomodo de instrumentistas y cantante, llegó el esperado momento de la interpretación de la Bachiana Brasileira  núm. 5 para soprano y ocho violonchelos de Villa-Lobos. Las cuerdas retomaron la exquisitez olvidando el bache anterior y se compenetraron a la perfección con el tempo y  expresividad de la soprano. Ana Lucrecia García posee una voz con cuerpo y bello timbre que articula con  perfecto fraseo melódico. Hizo gala además de un gusto exquisito al redondear las cadencias con un excelente control de los matices agógicos y dinámicos. Así transcurrió la melodía de la conocida Cantilena, vocalizada sobre la letra A que fue respondida y cantada por el chelo solista  con idéntica expresividad. El canto declamado del poema de la sección central adoleció en algunos momentos de un excesivo volumen sonoro instrumental a pesar de lo cual se pudo escuchar la buena administración de los recursos vocales y la excelente dicción de la soprano. Se percibió también  algún fallo de afinación en el ataque de agudos y un vibrato en ocasiones un poco amplio. La vuelta al aria rayó de nuevo la perfección que se quebró al atacar y mantener la afinación del comprometido y pianísimo La agudo final con boca cerrada. En el Martelo, con sus rápidos cambios de ritmo y registro, volvió a hacerse patente la sincronía del  conjunto vocal-instrumental. Ana Lucrecia nos deleitó con los colores contrastantes y la potencia que la partitura requiere de la voz. Los rápidos cambios del grave al agudo con la alternancia de pasajes en staccato y otros más melódicos sonaron con  perfecta dicción y espléndida expresividad. Los numerosos saltos hacia el registro agudo estuvieron muy bien resueltos aunque el control del agudo final, un poco abierto y ligeramente desafinado, deslució el colofón de la obra. No obstante, fueron muchos más los méritos que los fallos susceptibles de suceder en una  interpretación en directo y que pueden disculparse a favor del resultado global.

De  nuevo el Grupo de Violonchelos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía se organizaron al completo sobre el escenario para dar vida a una magnífica interpretación del Preludio de la Bachiana Brasileira núm. 1. Tras la agitada danza del Martelo, la sala se llenó del lírico sonido  emotivo y sentimental característico de la Modiña. Un tipo de canción de origen popular que, como poesía cantada y con influencias de romanzas y arias de ópera, se instaló en la música de salón de Brasil y Portugal acortando distancias entre la música culta y popular. Villa-Lobos consigue aquí una bella y compleja estilización iniciándose con una melodía al unísono que da paso a un delicado contrapunto entretejido con el discurso simultáneo de melodías asignadas a diferentes voces. El semicírculo de violonchelos actuó como una cadena transmisora cuyos eslabones discurrieron con suavidad sobre un efectivo engranaje.

Si el público disfrutó, otro tanto ocurrió con los jóvenes  intérpretes en los que se percibió en todo momento un saber estar con naturalidad sobre el escenario. El envaramiento no tuvo cabida y sí en cambio el cruce de miradas y sonrisas cómplices que mostraban el placer que experimentaban haciendo música. Ante los insistentes aplausos finales del respetable interpretaron como propina el conocido ragtime The Entertainer de Scott Joplin. Una juguetona versión  para grupo de violonchelos que en tono de divertimento deleitó a músicos y asistentes con un alegre fin de fiesta.

Con tan buen sabor de boca abandonamos el auditorio caminando bajo del cielo de Salamanca, archivando en el cerebro tan memorable velada y esperando volver a disfrutar en el futuro de la presencia de unos alumnos de lujo.