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Número 16º - Mayo 2.001


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CINE Y MUSICA: LUCHINO VISCONTI (3-"Cambiarlo todo para que nada cambie")

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


La última película que Visconti dirigiría en los años 50 está, como la anterior, relacionada con la ópera, concretamente con el Barbero de Sevilla rossiniano, que presencian varios de los protagonistas (aunque la cámara no muestra el escenario, sólo a ellos), y también con la elección para la banda sonora, por el compositor Nino Rota, del "Motivo del filtro" del Tristán e Isolda de Wagner.

Noches Blancas es una adaptación de la novela de Dostoievski Las Noches Blancas de San Petersburgo: Mario, un "oficinista temporalmente trasladado", descubre a una joven (Natalia) llorando en un puente, a la que acompaña a su casa, y dice que volverá al día siguiente, en el mismo lugar y a la misma hora. Ella al principio le rechaza, pero termina contándole el motivo de su pena: se había enamorado del inquilino a quien alquiló una vez una habitación libre en su casa; él le dijo que pasado un año volvería a buscarla; el año ha pasado ya, y por tanto ella va al puente todos los días a esperarle, quizás algún día vuelva. En sucesivos encuentros, Mario se irá haciendo esperanzas, se va enamorando de Natalia con un amor totalmente idealista (la película recuerda mucho en ese sentido a las de Frank Capra), pero todo es inútil: un día aparece al fin el antiguo inquilino, y Natalia se irá con él. Moraleja: toda felicidad es efímera. Aunque Mario al menos ha sido feliz unos días: "No es poco, incluso para toda una vida".

La elección del Barbero (ya mencionado en la novela original de Dostoeivski) tiene su razón de ser por ciertos paralelismos que se pueden encontrar entre los personajes de la ópera y los de este film: podemos pensar que Mario representa un papel similar al de Fígaro (que trabaja para que sea otro el que se lleve a la chica), el inquilino al de Almaviva (que, recordemos, quería alojarse en la casa de Don Bartolo), y Natalia al de Rosina. En realidad, no sólo ella: al llegar el inquilino, su propia abuela, con la que vive, se pone a cantar el "Una voce poco fa" (donde Rosina muestra su determinación de salirse con la suya en el tema amoroso, lo que expresa bien los pensamientos de Natalia en ese momento); tal vez la abuela ha adivinado el pensamiento de au nieta, o quizá es que la historia se repite generación tras generación, y la vieja que le previene en contra de ese hombre también fue joven alguna vez. Este encuentro (narrado en flash-back, pues es muy anterior a la aparición de Mario) se enlaza con el de la representación del Barbero al que asisten todos los habitantes de la casa (abuela, nieta, inquilino y criada). Se escucha el tema de Fígaro de la Obertura (para hacer una composición de lugar) y acto seguido el dúo de Fígaro y Rosina del acto I, "Dunque io son": mientras Rosina le pregunta a Fígaro qué hay que hacer para hablar con Lindoro, en el palco Natalia y el inquilino se van acercando; mientras hablan de la carta que Fígaro le pensaba sugerir (y que ella ya tiene escrita, pero finge que le da vergüenza escribirla), con las palabras "Mi vergogno" de Rosina, Natalia apoya su cabeza en el hombro del inquilino (de quien no llegamos a conocer su nombre).

Pero lo que ocurre en la escena no es un símbolo de lo que ocurre en el palco, pues hemos dicho que Natalia "es" Rosina, pero el inquilino no "es" Fígaro, sino el conde Almaviva. En realidad es más complejo: la ópera anticipa la realidad tanto como la realidad anticipa la ópera. Rosina desea verse en brazos de Almaviva (tal como ya lo ha conseguido Natalia), y para ello Fígaro se ofrece a enviar a Almaviva una carta (como se ofrecerá Mario en el futuro a enviar una carta al desaparecido inquilino, escribiéndola sobre un paquete de cigarrillos al dictado de Natalia, antes de que esta le confiese que, como Rosina, la tiene ya completamente escrita).

El rodaje de Noches Blancas respondió al deseo de Visconti de realizar un película "intimista" tras el costoso rodaje de "Senso", una película que tardase poco tiempo en rodarse y resultara de bajo presupuesto (esto último era imposible tratándose de Visconti, dada su tendencia al derroche). Por ello se rodó íntegramente en estudio, aunque la acción transcurre casi toda en exteriores, con decorados que representan una ciudad portuaria. Mario fue Marcello Mastroianni, quien al parecer deseaba un papel que le permitiera "salir de su permanente condición de taxista" y Natalia estaba interpretada por María Schell, una actriz austríaca que había sido premiada en el Festival de Venecia de 1956, por un jurado del que formaba parte Visconti (y que le costó la ruptura de toda relación con Anna Magnani, despechada por no recibir ningún premio). El veterano actor francés Jean Marais daba vida al Inquilino. En un papel secundario (una prostituta cuyos "servicios" rechaza Mario, por lo que es acusado por ella de no pagarle) encontramos a Clara Calamai, la protagonista de Ossessione; según el propio director, su personaje debía ser visto como una continuación del de Giovanna en su primera película, en lo que podía haber acabado Giovanna 15 años después... Tampoco esta vez la película obtuvo el primer premio en Venecia, y Mastroianni se resignó a volver a hacer de taxista.

A pesar de su actividad en el cine y en la ópera, no decayó el interés de Visconti por el montaje teatral: en 1954 llega Come le follie, de Giuseppe Giacosa (autor conocido sobre todo por ser libretista de Puccini); en 1955 se pone en escena El crisol de Arthur Miller (sobre el tema de "Las Brujas de Salem", título por el que se conoce más bien en español a esta obra), obra inspirada en otra "caza de brujas" contemporánea, la del maccarthismo. Las preocupaciones políticas alternan, como siempre en Visconti, con lo poético: en este caso, con El tío Vania de Chejov, ese mismo año. En 1956 se reponen Muerte de un viajante y La posadera y puede por fin estrenarse la pospuesta Mario y el mago.

En 1957, año del rodaje de Noches blancas y de los últimos trabajos con la Callas, lleva a la escena La señorita Julia de Strindberg, una historia de represión sexual y de diferencias de clase, donde una aristócrata es seducida por un criado y se suicida. En otro registro totalmente diferente, en clave de humor, ese mismo año monta Impresario delle Smirne de Goldoni, con música de Nino Rota.

También es de ese año Maratón de danza, basada en la misma novela de Horace McCoy que fue adaptada al cine por Sidney Pollack en la película que en España se llamó Danzad, danzad, malditos (el título original de película y novela era They shoot horses, don´t they?). El tema de las extenuantes competiciones de danza para ganar algún dinero en épocas de crisis tenía por fuerza que interesar al director de Bellisima. En el montaje (como es habitual en todos los de Visconti), la acción de la obra se trasladaba a Italia. La música correspondiente fue escrita por el compositor alemán Hans Werner Henze, que entonces sólo tenía 30 años, y a quien Visconti había conocido con ocasión del estreno romano de su ópera Boulevard Solitude. Henze alternó el estilo serialista en la descripción de los ambientes, con la música popular de baile de la época (había dos orqestas, una sinfónica en el foso y otra de música cubana sobre el escenario), y Visconti le exigió que compusiera incluso una canción "pop" que se escuchaba al poner un disco.

Visconti volvió a otro de sus temas más queridos (la emigración, el desarraigo que produce dejar la propia tierra) en el montaje de Panorama desde el puente de Arthur Miller (1958), obra que trata de la emigración italiana a Norteamérica, e hizo que los personajes recién llegados hablaran en siciliano, lo que no gustó a Miller. Siguieron otros montajes en 1958-59 hasta que (tras el Duca d'Alba de Spoleto) abandone toda actividad teatral y operística para concentrarse en la preparación de su próxima película. Los resultados justificarían con creces esta dedicación exclusiva, pues Visconti, en su última incursión cinematográfica en retratar la pobreza, "tocó techo" y consiguió una de las películas más grandes, no sólo de su carrera, sino de toda la historia del cine europeo.

Rocco y sus hermanos (1960) no tiene apenas conexión con la música (que es el motivo de esta serie de artículos) aparte de la formidable banda sonora escrita por Nino Rota, pero no podemos dejar de lado una obra como esta, que conmociona a todo espectador que la ve por primera vez. Es la historia de los cinco hermanos Parondi, que emigran desde su Lucania natal (en el extremo sur de la "bota" de Italia), atrasada y pobre, hasta la próspera Milán del desarrollismo de posguerra. Cada segmento de la película se titula con el nombre de uno de ellos, de mayor a más joven: Vicenzo, Simone, Rocco, Ciro y Luca. Vicenzo ya trabaja en Milán como albañil, y está prometido a una bella joven, Gina. La acción comienza cuando llegan a Milán sus otros cuatro hermanos y su madre, Rosario. El padre acaba de fallecer, y el matrimonio de Vicenzo es recriminado por su madre, estallando la disputa entre las familias del novio y de la novia. Finalmemte, la familia Parondi se alojará en una vivienda de ínfimas condiciones, esperando el momento del deshaucio por dejar de pagar el alquiler, y recibiendo entonces el alojamiento que el ayuntamiento de Milán dispensa a los deshauciados (una mera estratagema de supervivencia).

Los hermanos tratan de ganar dinero en cualquier trabajo que se les presente, por muy modesto que sea (por ejemplo, quitar nieve). Rocco encuentra empleo en una lavandería, y su hermano Ciro estudia para encontrar un empleo como obrero cualificado. Pero la tentación del dinero fácil está ahí, materializada en el boxeo, un deporte con el que en poco tiempo se pueden ganar grandes sumas, en lugar del escaso salario que se cobra por un trabajo corriente. Simone, el hermano menos disciplinado para el trabajo, decide hacerse boxeador, siendo incitado a ello por Nadia, una joven a la que conoce cuando es expulsada de su casa por su padre, debido a su "dudosa reputación". A Nadia también le gusta el dinero fácil (el que se obtiene mediante la prostitución) y comienza a salir con Simone, que gasta más de lo que gana y está siempre sin blanca. Para salir con su novia un fin de semana, va a la lavandería de Rocco a pedirle dinero, y aprovecha para "tomar prestada" una camisa limpia; al devolvérsela, a su vuelta, a la dueña de la lavandería, le roba una joya, para dársela a Nadia. Ella se da cuenta de que es robada (aunque él le dice que la compró), y decide devolvérsela a Rocco y poner tierra de por medio.

Algo más de un año después, Nadia se encuentra casualmente con Rocco, que está haciendo el servicio militar (nunca volvió a trabajar en la lavandería desde aquello). Ella acaba de salir de la cárcel, se supone que por temas de prostitución. Le invita a tomar algo, y comienza a enamorarse de un ser tan puro e ingenuo como Rocco, quien le ha dicho que siente pena por ella. Mientras tanto, Vicenzo ya se ha casado con Gina y Ciro se ha hecho obrero de la fábrica de automóviles de Alfa Romeo, pero Simone sin embargo se ha hundido, su carrera de boxeador está abandonada, y para ganar dinero llega a prostituirse ante su antiguo "manager", que es homosexual (hay que decir que las escenas donde se sugiere esto fueron cortadas en su día en varios países, como España).

Las malas compañías que frecuenta Simone le llegan un día con la notica de que Nadia es la novia de su hermano Rocco, y que está irreconocible: en un esfuerzo por regenerarse y comenzar una nueva vida está incluso aprendiendo mecanografía para ser secretaria. Esto no lo puede consentir Simone, que su propio hermano le robe a "su novia", y en la primera ocasión, él y dos "amigos" suyos asaltan a la pareja. Mientras los otros sujetan a Rocco, Simone viola a Nadia delante de su hermano, para "demostrarle" que le sigue perteneciendo. Luego los dos hermanos se pelean y Rocco, gravemente herido, decide vivir con Vicenzo y Gina (que ya han tenido su primer hijo) y no volver a casa de su madre. En un encuentro con Nadia sobre la terraza de la catedral milanesa, el Duomo (escena en la que Visconti pudo rendir un homenaje a su constructor, otro antepasado suyo), Rocco le dice que Simone la necesita: debe, pues, volver con él. Ella queda aterrada, le pregunta si sus sentimientos no cuentan, pero todo es inútil: puede más la solidaridad del "clan" familiar que el amor.

Así, Nadia vuelve con Simone, regresa a su antigua vida de "mantenida", ahora incluso conviviendo en la misma casa de sus hermanos... hasta que Simone es denunciado a la policía, acusado por Morini, su antiguo "manager", de robarle dinero. En realidad, son préstamos no devueltos. Para conseguir un aval, Rocco decide entrar en la misma carrera de boxeador que abandonó su hermano (lo que no deseaba de ningún modo): el empresario Cecchi (el mismo que contrató a Simone) se ha fijado en Rocco, admira su carácter disciplinado, y piensa que puede llegar a ser una figura del boxeo pese a su físico más bien enclenque; a cambio de un contrato por 10 años, anticipará el dinero que se necesita para saldar la deuda de Simone. Esto es ya demasiado para el "tribunal de los hermanos", encabezado por Ciro (el más crítico con Simone, mientras que el bondadoso Rocco está siempre dispuesto a perdonar). Le exigen que se vaya de casa, a cambio de pagar su deuda. Nadia se va también por su lado; las discusiones con la madre (que le echaba la culpa de la degradación de Simone) eran muy frecuentes.

Algún tiempo después, los "amigos" de Simone (que se ha hundido aún más en la abyección) le cuentan que han vuelto a ver a Nadia, y él va a su encuentro. Le pide que vuelva con él, a lo que ella se niega, diciéndole que le odia por haber matado lo único hermoso que hubo en su vida. Entonces él la asesina a puñaladas; al principio, ella recibe la muerte abriendo los brazos en cruz (como Violetta en La Traviata), dándole el último abrazo, pero luego se arrastra gritando que no quiere morir. Será rematada en el suelo.

Simone vuelve con las manos manchadas de sangre a la casa familiar, donde ese día hay una fiesta celebrando el gran triunfo de Rocco en un combate de boxeo (al igual que en la escena final de Carmen de Bizet, Rocco-Escamillo consigue su gran triunfo en la arena mientras Simone-Don José está apuñalando a Nadia-Carmen). Al conocer la horrible noticia, Rocco sigue dispuesto a ayudar a su hermano, pero Ciro le denuncia a la policía (es curioso, para una mentalidad actual, que ser "solamente" un violador no fuera motivo de denuncia; quizás el hecho no había trascendido); unos días después es detenido, lo que comunica Luca, el hermano menor, a Ciro; este le dice que cuando sea mayor comprenderá que hizo lo que debía al denunciar a Simone, y que tal vez cuando él (Luca) sea mayor pueda regresar al pueblo natal ("paese" o país se le llama en italiano), esa tierra que todos añoran con nostalgia infinita.

Rocco y sus hermanos, con un título de resonancias bíblicas (pensemos en José y sus hermanos de Thomas Mann), se basaba en algunos pasajes (violación, pelea entre hermanos) en la novela de Giovanni Testori El puente de la Ghisolfa, aunque el personaje de Rocco es deudor del protagonista de El idiota de Dostoievski: un ser tan puro e incontaminado, y con tanta bondad, que lleva a los demás a la catástrofe. En realidad, el triángulo Rocco-Nadia-Simone puede corresponder al que en la novela del autor ruso forman Michkin, Nastasia y Rogozhin. El nombre del protagonista es un homenaje a Rocco Scotellaro, luchador por los derechos de los campesinos de Lucania, que llegó a alcalde de su pueblo natal y se convirtió en un mito al morir con sólo 30 años.

La película contó en el papel de Rocco con el actor francés Alain Delon, a quien Visconti había conocido en 1958 representando en París el Impresario delle Smirne, y que ese mismo 1960, a los 25 años, saltaría a la fama con el film de René Clement A pleno sol. En el reparto son también inolvidables las actuaciones de otra actriz francesa, Annie Girardot, como Nadia, y de Renato Salvatori como el bruto Simone, cuyo comportamiento con la Girardot en la vida real debió de ser mucho mejor que en la película, pues se casaron tras el rodaje. También aparece Claudia Cardinale, asimismo jovencísima, en el papel de Gina, esposa de Vicenzo. Es obligatorio mencionar la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Giuseppe Rotunno (hasta entonces la única película en color de Visconti había sido Senso) y la magistral banda sonora de Nino Rota, que utiliza, para simbolizar los fuertes lazos familiares, un vals que anticipa al que sonaría en otra banda sonora compuesta por él, la de El Padrino, de Coppola; en los momentos más trágicos, la música tiene alguna reminiscencia del "adiós a la vida" de Tosca.

Todas esas cualidades no sirvieron para que esta obra maestra ganase el primer premio del Festival de Venecia de 1960, aunque sí el Premio Especial del Jurado. Los problemas con la censura (que acusaba al film de "inmoral") fueron tremendos en muchos países, y en la proyección en la propia Milán se ordenó "oscurecer" algunas escenas, como el asesinato de Nadia. Al año siguiente, otra obra de Testori, L'Arialda, que reincidía en los temas de Rocco (ambiente de los suburbios, crudeza sexual, etc) fue retirado del escenario milanés tras la primera representación: de ahí la ya comentada decisión de Visconti de no volver a trabajar en Italia, que afectó a la puesta en escena de un Poliuto de Donizetti con la Callas, aunque volvería poco después para hacer la Salomé de Spoleto. Pero de momento se trasladó con su equipo a París, donde montó la obra Lástima que sea una puta de John Ford, dramaturgo isabelino contemporáneo de Shakespeare.

Lástima... era un espectáculo pensado para la pareja que formaban en la "vida real" Alain Delon y la actriz austríaca Romy Schneider, que deseaba salir de su imagen "de color de rosa" originada por las películas de la serie de Sissi. Y lo consiguió con este montaje de más de tres horas de duración, una orgía de sexo (incestuoso) y de sangre, con enorme presupuesto, un reparto de 60 actores, y cuya música era de compositores de la época, con la participación de Nino Rota.

Y también Romy Schneider fue la protagonista del siguiente trabajo de Visconti para el cine, un episodio dentro del film colectivo Boccaccio 70, junto a otros dirigidos por De Sica, Fellini y Monicelli (este último se acabó suprimiendo en el montaje final). El episodio de Visconti llevaba por título El trabajo, y estaba basando en el cuento de Maupassant Al borde del lecho. La Schneider interpreta a Pupe, esposa del conde Ottavio, que descubre que su marido frecuenta la prostitución, por lo que decide no ser menos que las "profesionales" y cobrarle cada vez que se vayan a la cama. Se da la circunstancia que el nombre de pila elegido para la protagonista ("Pupe", o sea, muñeca) es el mismo que el apodo familiar de la antigua novia de Luchino, con la que había intentado casarse muchos años atrás: tal vez, si se hubiera casado su vida sería tan vacía como la del protagonista del episodio.

Pero ya antes de este rodaje estaba Visconti embarcado en una producción mucho más ambiciosa, donde volvería a abordar, por última vez, la época del Risorgimento italiano (como en Senso) y el ambiente siciliano (como el La terra trema). Poco antes de morir, en 1957, el aristócrata siciliano Giuseppe Tomasi Caro, príncipe de Lampedusa, había escrito un relato basado en la vida de su bisabuelo, que vivió en la época de la unificación italiana. La obra se publicó al año siguiente con el título de El gatopardo, referencia humorística a una familia aristocrática venida a menos, y a su escudo de armas, que si antes contenía un leopardo, ahora el "león" ha decaído hasta la categoría de "gato". Visconti se interesó por la novela desde un primer momento, pues debió hallar numerosas semejanzas entre su propia visión del mundo y la que daba el protagonista.

La acción de El gatopardo comienza en la Sicilia de 1860, cuando el ejército de Garibaldi acaba de desembarcar en Marsala para anexionar la isla al nuevo Reino de Italia. La vieja aristocracia, comprometida con la monarquía de los Borbones, ve que ha llegado su fin: ante la amenaza de una revolución, algunos huyen, lo que al príncipe Fabrizio de Salina le parece una cobardía. Su sobrino Tancredi Falconeri (a quien en la versión doblada al español se le llama "Alfonso", no sabemos por qué) tiene sin embargo las ideas claras: si no puedes vencerlos, únete a ellos. Ante los reproches de ser infiel al rey Borbón, que le dirige su tío, el sobrino contesta que al menos, mejor tener un rey, aunque sea Víctor Manuel de Saboya, que una república; y para convencerle pronuncia una frase memorable que ha pasado a la historia como el símbolo de toda una concepción del mundo: "Si queremos que todo quede como está, es preciso que cambie todo".

El príncipe lo comprende enseguida, e incluso da dinero para la revolución. Al poco tiempo, anunciará al padre Pirrone, su confesor particular: "He hecho un importante descubrimiento político. No ocurrirá nada". La nueva clase media no aspira a destruir a la aristocracia, sino a unirse a ella. Los garibaldinos triunfan, y conquistan Sicilia, pero de hecho, todo sigue igual que antes: así, Don Fabrizio sale como todos los años de Palermo para veranear en su residencia de Donnafugata. Los caminos están bloqueados, pero los soldados les dejan pasar porque da la orden el ya capitán Tancredi Falconeri. En Donnafugata el recibimiento al príncipe (se supone que como todos los años, aunque ya gobiernan las nuevas autoridades) es digno de un jefe de estado, con banda de música y comité oficial esperando al carruaje para cumplimentar a su señor.

Una vez en Donnafugata, al príncipe le llega la noticia de que su hija Concetta ama a Tancredi (se la transmite el padre Pirrone). Pero Fabrizio tiene otros planes para su sobrino; como dirá más tarde, los matrimonios entre primos han perjudicado a la familia. Hace falta "savia nueva", a poder ser de la nueva clase media enriquecida. Y la ocasión se presenta cuando, en una recepción dada en su palacio, acude el nuevo alcalde de Donnafugata, don Calogero Sedara, junto a su bellísima hija Angelica, de la que Tancredi se enamora al instante. Don Calogero es un hombre vulgar y zafio, no sabe cómo ponerse un frac, pero se ha hecho muy rico y lo será más aún por sus buenas relaciones con el poder; como alcalde controlará el plebiscito donde se decide la incorporación de Sicilia a la nueva Italia unida, que se gana por el 100% de los votos emitidos, tras la indicación del príncipe de Salina de que hay que votar a favor. Sin embargo, el resultado ha sido amañado, pues al menos Ciccio, el organista de la iglesia (llamado Luigi en el doblaje español) había votado en contra, por fidelidad a los Borbones, tal como le cuenta a Don Fabrizio durante una cacería; el príncipe le recuerda lo que aprendió de su sobrino, aunque en una versión ligeramente modificada: "Algo habría de cambiar para que todo siguiera como estaba". Tras informarse por Luigi sobre la familia de Don Calogero y su dinero, le comunica que va a pedirle la mano de su hija Angelica para Tancredi.

En la conversación entre Don Calogero y el príncipe Fabrizio para acordar el matrimonio de los dos jóvenes, es imposible llegar más fácilmente a un acuerdo: cada uno desea lo que tiene el otro, luego no hay ningún problema. El novio dará sus ilustres apellidos, aunque su fortuna esté algo disminuida; la novia aportará una cuantiosa dote. Así Tancredi podrá saciar su pasión amorosa, por definición efímera, y su necesidad de dinero, que es permanente. Cuando el cura le había traído la propuesta de Concetta, el príncipe de Salina había definido así al amor: "Yo también sé lo que es el amor: fuego y llamas durante un año, y cenizas durante treinta". Aunque más bien podía pensar en su propio matrimonio, con una mujer tan decente que se santiguaba al recibir un beso de su marido, o que tras tener siete hijos con ella aún no había podido verla por encima del tobillo, por lo cual él se creía en el derecho de acudir a amantes. Quizás a Tancredi le esperaría algo similar si se casara con Concetta, una chica muy formal, como su madre, y que sigue enamorada de él, por lo que rechaza las atenciones de un militar compañero suyo de armas, el conde Cavriaghi. La única discrepancia entre don Calogero y Salina aparece cuando el primero pretende que el linaje de los Sedara "será también ilustre cuando estén listos ciertos papeles"; ante las ínfulas del plebeyo, el príncipe corta la conversación.

Un emisario del gobierno central acude a visitar al príncipe para ofrecerle el cargo de senador del Reino de Italia, desde donde podrá trabajar por su tierra siciliana. En la cena, ambos escuchan a Tancredi contar las "hazañas" del crimen organizado en Sicilia, ya muy activo en aquella época. El delegado gubernamental piensa que esas prácticas desaparecerán en la nueva Italia unida, pero el príncipe manifiesta su rotundo escepticismo ("Esto durará uno o dos siglos y cuando cambie será a peor") y declina el nombramiento de senador. Según explica al funcionario, "los sicilianos viven en un sueño y odian a quien los quiera despertar". El vivir en una tierra que parece el Paraíso Terrenal ha traído la consecuencia de la dejadez absoluta: si son (o se creen) dioses, ¿para qué molestarse en cambiar nada? ¿Para qué intentar salir algún día de la miseria? "Los sicilianos no harán nada por superarse, su vanidad es más fuerte que su miseria".

Y la película termina con la famosa "Escena del baile", una recepción en el palacio Ponteleone a la que son invitadas las familias importantes de Sicilia, tanto de la antigua aristocracia (como los Salina) como algunos de la nueva clase dirigente (la familia de Calogero Sedara). Aunque el espectador medio puede sentirse aburrido ante la perspectiva de 50 minutos de película dedicados "solamente" a un baile, sabiendo leer entre líneas se adivinan muchas cosas, no en vano ha pasado a la historia como la secuencia más emblemática del cine de Visconti (tardó 48 días en rodarse, con un equipo técnico que incluía cientos de personas entre costureras, electricistas, peluqueros...), y su estudio es habitual en los manuales de cinematografía.

En el baile de El Gatopardo se dan la mano el presente, el pasado y el futuro, formando el río de la vida que fluye sin cesar. El pasado aparece al saludar a las familias nobles allí congregadas, a algunas de las cuales hacía años que no veía: la endogamia de los matrimonios entre primos, ha terminado por producir ejemplares tan degenerados que, según lo ve él, su comportamiento parece simiesco. El príncipe se siente fatigado, cosas de la edad (Uno no se da cuenta de lo viejo que es "hasta que tenga hijos en edad de enamorase",había dicho antes al cura), y se retira del gran salón donde tiene lugar el baile hasta otro donde contempla un cuadro (la Muerte del justo, de Greuze) que representa la muerte de un personaje en su lecho, rodeado por familiares y amigos; se pregunta si la suya, cuando le llegue en el futuro, será así. De estos lúgubres pensamientos lo saca la novia, invitándole a bailar un vals con ella: el pasado de la vieja aristocracia y el futuro burgués bailan cogidos de la mano.

Ese baile es además el "canto del cisne" de la antigua sociedad, su postrero esplendor, pero también la presentación de otra nueva, la de los Sedara, la que aplasta las esperanzas revolucionarias: los militares comentan que a la mañana siguiente se fusilará a los que se han rebelado siguiendo al mismo Garibaldi, ahora descontento con la nueva monarquía (aunque el propio Garibaldi sería indultado y volvería a luchar para los Saboya): primero fueron garibaldinos, como Tancredi, pero ahora pertenecen al flamante ejército de Víctor Manuel, y nada quieren saber de aquella chusma. En la práctica, nada ha cambiado, sólo que el rey antes se llamaba Borbón y ahora se llama Saboya. Suenan las descargas mientras los invitados vuelven de madrugada a casa en carruaje, excepto el príncipe de Salina, quien ha preferido ir a pie: contempla a Venus y piensa en la hora de su muerte, "la cita que concertaré contigo un día, en tu reino de certidumbres eternas".

Para el reparto de El Gatopardo, era de primordial interés encontrar a un actor capaz de interpretar al príncipe de Salina, y Visconti buscaba una estrella del cine norteamericano que garantizara la difusión comercial de la película, pues parte de la financiación de esta superproducción corrió a cargo de la 20th Century Fox. Tras barajar nombres como Marlon Brando, Laurence Olivier o Anthony Quinn, el elegido fue Burt Lancaster, que consiguió aquí una de las mejores interpretaciones de toda su carrera, en un registro totalmente distinto a los papeles que le habían lanzado a la fama (pirata, cow-boy, etc.). El cambio obrado en el antiguo trapecista de circo fue tal que pasó a comportarse en su vida privada como su personaje. Otros nombres eran ya conocidos desde Rocco y sus hermanos: Alain Delon fue aquí Tancredi Falconeri, y Claudia Cardinale interpretó a Angelica Sedara. Otros "históricos" del cine italiano que aparecen haciendo memorables composiciones son Romolo Valli como el padre Pirrone, y Paolo Stoppa (el empresario de boxeo que contrató a Rocco Parondi) como Don Calogero.

En la fotografía, Rotunno consiguió otro de sus trabajos magistrales, y lo mismo puede decirse de la partitura escrita por Nino Rota, que utiliza además un vals inédito de Giuseppe Verdi (de su época juvenil) para ilustrar la escena final del baile. Hay también referencias operísticas: a la llegada de la familia Salina a Donnafugata, la banda de música toca el "Noi siamo zingarelle" de La Traviata, y al entrar en la iglesia para escuchar un solemne "Te Deum", el organista interpreta el tema del "Amami, Alfredo" de la obertura de dicha ópera. Antes de la partida, en la casa de Palermo, Tancredi ha invitado a una recepción a otros militares del nuevo ejército del rey Víctor Manuel, entre ellos el Conde Cavriaghi, futuro pretendiente de Concetta (que, por cierto, es interpretado por el actor Mario Girotti, más conocido luego por el seudónimo de "Terence Hill"), y que interpreta acompañado al piano el aria "Vi ravviso" del Acto I de La Sonnambula de Bellini: al igual que en La terra trema, estamos en Sicilia, luego parecía necesaria la referencia a un compositor siciliano.

El Gatopardo ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes de 1963, entre otros premios, pero la oposición le llegó esta vez, más que de instancias gubernamentales, del propio Partido Comunista, que tenía motivos para escandalizarse ante una visión tan poco "progresista" como la del Príncipe de Salina, y su escepticismo rotundo a que las cosas pudieran mejorar (ya en 1956 hubo otro conflicto con el PCI al firmar Visconti una carta de protesta contra la invasión soviética de Hungría). Pero la película también tuvo defensores en el partido, como su propio secretario general, Palmiro Togliatti, que declaró que no había que suprimir en ella ninguna escena. La visión de Salina coincidía en gran parte con las del propio Visconti, que no podía dejar de sentir simpatía por un representante de su propia clase, aunque con ello se hacía más patente su contradicción de ser comunista y al mismo tiempo conde, que vivía en una mansión con sus criados. Años después Claudia Cardinale recordaba esta "sintonía" entre el director y su personaje, refiriéndose a la generosidad de Visconti, que hacía a sus actores regalos caros hasta el derroche: "Fue uno de los últimos príncipes. Él fue el Gatopardo".