|
|
GIULIANO CARMIGNOLA: UN VIOLÍN EN IMPARABLE ASCENSO Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
El sello SONY CLASSICAL presenta dos importantes registros de la mano de uno de los violinistas barrocos más inquietos y de mayor proyección en el momento, el italiano Giuliano Carmignola del que no hace mucho comentamos su excelente versión de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi (Filomúsica, Julio 2001). En el primer disco Carmignola y el laudista alemán, Lutz Kirchhof, otro de los valores estables del sello, han unido sus fuerzas para presentar un original trabajo que reclama el uso de la improvisación -tan importante en el Barroco- como método compositivo (SK 51351). La obra de mayor interés e inédita hasta ahora en esta forma es una composición supuestamente realizada a dúo por dos de los grandes maestros del Barroco alemán, J. S. Bach y L. Weiss. Siempre se ha dudado de la autenticidad de la Sonata en La mayor para violín y clave BWV 1025 ya que el nombre del compositor fue añadido con posterioridad por Emanuel Bach y la primera fuente que se conserva lleva la caligrafía del joven Johann Christoph Friedrich Bach junto a la de su padre. Por ello y, según Christoph Wolff, es perfectamente imaginable que estamos ante una obra del segundo hijo de Bach. Además, la parte de clave es atípica de Bach lo cual ha supuesto mayores dudas a la hora de adjudicar la pieza a Bach. Según el propio Lutz Kirchhof, el misterio de esta obra se resolvió cuando se comparó con una Sonata para laúd de Weiss y se descubrió que eran prácticamente iguales. Kirchhof continua diciendo que lo más probable es que ambos maestros -durante una de sus veladas musicales en casa de Bach- tocaran juntos y empezaran a improvisar sobre la obra de uno de ellos. Así pudo ocurrir en este caso y así nos la presentan ahora los dos músicos. Obra ambiciosa con un total de siete movimientos y de casi media hora de duración que recibe aquí una interpretación cuidada hasta el más mínimo detalle. Además de ésta, el disco incluye otras obras de compositores menos conocidos: Kropffganss, Kohaut y Rust con los que Kirchhof trata de recuperar el protagonismo que tenía el laúd como instrumento solista y mostrarnos la riqueza de la literatura concertística para laúd. En el libreto nos explica el término de “liutho concertato” que brevemente se podría definir como una parte armónica y melódicamente completa para laúd a la que se añade dos voces más (la tercera aquí la del violonchelo de Francesco Galligioni). Varias muestras de estos compositores ilustran este tipo de composición que floreció en el barroco tardío y ya bien entrado el clasicismo. La interpretación es -como era de esperar en dos grandes músicos- formidable con una perfecta conjunción entre ambos. Carmignola es el violinista que conocemos: sensible, imaginativo, atrevido y Kirchhof se deja a veces contagiar de ese ímpetu y nos ofrece lecturas vitalistas y cálidas por igual. El disco es delicioso de principio a fin y obligatorio para los amantes del bello instrumento de cuerda punteada. Un breve apunte final. Siempre hemos alabado el cuidado en la producción y presentación de los discos de SONY CLASSICAL pero esta vez debemos lamentar un error en el master original que produce un molesto chasquido en la pista 10 del disco (3'53). Confiamos sea eliminado en posteriores ediciones. En el segundo disco, Carmignola vuelve a insistir en Vivaldi de la mano de Andrea Marcon y su Venice Baroque Orchestra. El programa recoge un total de seis conciertos para violín y orquesta nunca hasta ahora publicados y que suponen primera grabación mundial (SK 89362). En el libreto del disco el director Andrea Marcon trata de reivindicar el enfoque interpretativo de los italianos en el repertorio barroco frente a lecturas de conjuntos ingleses, alemanes y holandeses. Es arriesgado meter en el mismo saco a lo que se ha hecho durante tantos años dentro de la corriente de la música antigua y calificarlo
como hace Marcon de “aséptico". Estas generalidades suelen responder en todo caso a parte de la verdad.
Es evidente que los conjuntos italianos han traído al repertorio barroco italiano nuevas ideas, nuevas sonoridades y en general una bocanada de aire fresco. Pero hablando de Vivaldi no se puede calificar de frío, ni seco, el sonido de conjuntos que en nuestra opinión han hecho un excelente Vivaldi y que todavía suponen una dura competencia al de los italianos. Piénsese en el Vivaldi de Trevor Pinnock: cálido, rico,
fogoso e impecablemente tocado. El tiempo pondrá las cosas en su sitio pero, en todo caso, estas afirmaciones no dejan de tener un cierto olor a corporativismo
alimentado además por muchos "conversos" que piensan que
los italianos son los únicos que pueden interpretar fielmente a
Vivaldi. Andrea Marcon nos entrega un Vivaldi de sonoridades robustas, de gran fuerza rítmica, exuberante y barroquizante con un colorista e improvisado bajo continuo al que siempre presta particular atención. En esta ocasión formado por dos claves, órgano y archiláud. Carmignola es imaginativo y nunca cae en la rutina. Es digno de mención el espectro dinámico en su instrumento así como sus particulares acrobacias que nunca parecen gratuitas. Calidez, emoción, virtuosismo y una cierta extravagancia son características de este extraordinario violinista italiano. No estaría de más que Carmignola tras sus éxitos en Vivaldi se decidiera a hacer incursiones en otros maestros del barroco (y no sólo los italianos) para así poder medir sus lecturas con las de otros grandes violinistas barrocos. Recursos y medios no le faltan, ni tampoco el apoyo de una importante casa discográfica cosa no muy habitual en los tiempos que corren. En definitiva, disco importante que se añade al catálogo de la obra del veneciano y que aporta no sólo obras hasta ahora ignotas sino interpretaciones de altura. |