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Número 21º - Octubre 2.001


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ADIOS A ISAAC STERN

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

El pasado 22 de septiembre moría en Nueva York el violinista Isaac Stern, que había nacido en Ucrania en 1920, pero cuando tenía un año de vida emigró junto a sus padres a San Francisco, USA. Era uno de los músicos más queridos en Estados Unidos y en su día fue considerado un "rival" de Yehudi Menuhin (ambos fueron los dos primeros violinistas importantes formados en América, y ambos judíos), aunque sus estilos fueran bien distintos. Sin embargo, Stern nunca llegó a ser tan apreciado por la crítica europea al mismo nivel que otros grandes como Menuhin, Oistrakh o incluso su propio discípulo Perlman. Tal vez se debiera a que Stern no se dedicó en exclusiva al violín, sino que se embarcó en multitud de otras causas que le honran, aunque le restasen tiempo. La más conocida fue la campaña para salvar en 1960 de la demolición al Carnegie Hall de Nueva York; también es conocido su constante apoyo a jóvenes músicos: tanto los violinistas Ithzak Perlman, Pinchas Zukerman, Shlomo Mintz, Sergiu Luca, Joseph Swenson y Cho-Liang Lin, los pianistas Emanuel Ax y Yefim Bronfman o el cellista Yo-Yo Ma recibieron una ayuda decisiva de Stern en el comienzo de sus carreras.

Un aspecto sin el que no se entiende la figura de Isaac Stern es su constante apoyo a la causa del Estado de Israel; como presidente de la Asociación Cultural Americano-israelí sus esfuerzos fueron reconocidos en 1990 por el "Jerusalem Post": "No hay ningún otro músico vivo que haya hecho más por la educación musical en Israel". Durante las guerras de los Seis Días (1967) y del Yom Kippur (1973) canceló todos sus compromisos para estar en Israel, y es conocida la anécdota de 1991, durante la guerra del Golfo, cuando siguió tocando en la sala pese a la amenaza de un ataque iraquí con misiles Scud. También trabajó para su país de adopción, Estados Unidos, dando conciertos durante la Segunda Guerra Mundial, o siendo el primer artista norteamericano que actuaba en la URSS tras la Guerra Fría, en 1956, como embajador de buena voluntad. Por el contrario, siempre se negó a tocar el Alemania como muestra de repulsa por el asesinato la práctica totalidad de la rama rusa de su familia durante la segunda guerra mundial, y sólo en 1999 aceptaría dar clases magistrales en Colonia para los estudiantes, aunque no interpretar en público.

Isaac Stern hizo incursiones en el cine: en 1953 intervino en la película Tonight we sing (que era una biografía del "manager" Sol Hurok), interpretando al famoso violinista belga Eugene Ysaye. Es curioso que este violinista haya sido el "ídolo" de Stern, o con el que más se haya identificado (Stern llegó a decir que Ysaye y Paganini son los dos más grandes de todos los tiempos), cuando seguramente no tuvo la oportunidad de escucharle en vivo, pues Ysaye murió cuando Stern tenía 11 años, y en su última década solamente dirigía, ya no tocaba o apenas lo hacía. Todo aficionado al cine recuerda además que Stern fue quien grabó la parte de violín en el musical El violinista en el tejado, que mostraba la vida de los judíos en la Rusia zarista; y también el documental de 1980 De Mao a Mozart, Isaac Stern en China, que llegó a ganar un Oscar de la Academia de Hollywood en su categoría, donde se veía a Stern dando clase a jóvenes chinos y comprobando los estragos educativos que había causado en ellos la llamada "Revolución Cultural" maoísta. Más recientemente, le hemos visto en el documental El arte de dirigir (The Art of Conducting), hablando sobre Fritz Reiner. En la TV americana era un personaje muy popular, con apariciones incluso en programas como Barrio Sésamo. El año pasado se había publicado su autobiografía, con el título de Mis primeros 79 años.

Su legado discográfico, cosa rara en estos tiempos, fue grabado en exclusiva para un único sello discográfico, CBS, luego Sony Classical, para el que comenzaría a grabar en 1945. Como premio a su fidelidad, la compañía le proclamó su "artista laureado" y en 1995, coincidiendo con su 75 aniversario, le dedicó una edición bastante completa de sus grabaciones, al menos en cuanto a obras (de las que había grabado varias veces sólo se incluía una versión). En ella habría que destacar sobre todo su apoyo a la música de su tiempo: no sólo se le podía oír el concierto de Stravinsky dirigido por el compositor, sino una gran cantidad de obras encargadas y estrenadas por él: el Concierto de Barber (dirigido por Bernstein), la Serenata para violín y orquesta del propio Bernstein (basada en El Banquete de Platón), y conciertos de Penderecki (el 1º), Rochberg, Dutilleux (El árbol de los sueños) y Maxwell-Davies. También se podían escuchar obras muy infrecuentes, como la Sonata para violín y piano nº 3 de Enescu, la de Hindemith, la de Copland (con el autor al piano), la de Bloch o la suite Baal Shem de este último autor.

Dejando a los compositores del siglo XX y pasando al llamado "gran repertorio", ahí su aportación se enfrenta a una competencia mayor. Por ejemplo, sus grabaciones de conciertos célebres para violín y orquesta, dirigido por Bernstein y Ormandy son buenas, pero casi nunca se consideran de referencia. Algo parecido ocurre con sus grabaciones de sonatas para violín y piano con su acompañante habitual durante tantos años, Alexander Zakin, o de la música de cámara para trío con el conjunto estable que formó Stern con el pianista Eugene Istomin y el cellista Leonard Rose. De todo ese legado, lo más destacable puede ser el concierto de Mendelssohn dirigido por Ormandy, el de Tchaikovsky en la apasionada grabación que hizo dirigida por Rostropovich, el Mozart dirigido por Barenboim (Concertone para 2 violines y la Sinfonía Concertante para violín y viola K 364) y, pasando a la música de cámara, del trío Stern-Istomin-Rose los 2 Tríos de Mendelssohn (no hay para estas obras mucha competencia) y los Tríos y cuartetos con piano de Brahms. Aparte de la edición Stern, hay verdaderas joyas en la música de cámara, como el Divertimento-Trío para cuerdas K 563, con Zukerman y Rose, lo que puede desmentir el tópico de que el carácter "arrebatado" de las interpretaciones de Stern no era el más adecuado para servir a Mozart.

Isaac Stern declaró en una ocasión que "Ninguna sociedad puede llamarse civilizada sin cuidar de las artes, no como un adorno ocasional, sino como una necesidad básica". En 1990 declararía "No puedo imaginarme un mundo sin Leonard Bernstein", tras la muerte del famoso compositor y director norteamericano. Ahora nos corresponde a nosotros imaginarnos un mundo sin Isaac Stern: es posible que la amargura de presenciar los recientes atentados que han dejado destrozada a la ciudad por la que tanto luchó haya precipitado su final.