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Número 24º - Enero 2.002


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UN BRILLANTE ABURRIMIENTO

Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.


Puente del ayto. de Bilbao, por Veit Ebermann

Bilbao, Palacio Euskalduna, 12 de diciembre de 2.001. I Vespri Siciliani. Drama en cinco actos. Libreto: E. Scribe y C. Duveyrier. Música: G. Verdi. Estreno: Ópera de París, París, 13 de junio de 1.855. La Duquesa Elena: Susan Neves. Arrigo: Janez Lotric. Giovanni da Procida: Carlo Colombara. Guido di Monforte: Franco Vassallo. El Conde Vaudemont: Elia Todisco, Señor de Bethune: José Manuel Díaz. Ninetta: Ainhoa Zubillaga. Danieli: José Ruiz. Tebaldo: Eduardo Santamaría. Roberto: Fernando Latorre. Manfredo: Pedro Calderón. Dirección musical: Antonello Allemandi. Dirección escénica: Federico Tiezzi. Coro Easo de San Sebastián (dir: Salvador Rallo). Coro de la Ópera de Bilbao (dir: Boris Dujin). Orquesta Sinfónica de Szeged (Hungría). Producción del Teatro de la Ópera de Roma.

Se acabó, en el aspecto operístico, el año Verdi en Bilbao; y lo hizo con una obra que llevaba 25 años sin ser representada en la villa. Una obra, "I Vespri Siciliani" (o "Las Vísperas Sicilianas", como se prefiera) cuya programación conlleva una dificultad extrema, porque sacarla adelante es duro, muy duro. Y esto se debe principalmente a dos factores:

- Es una obra mediocre, compuesta, tras las gigantescas "Rigoletto", "Il Trovatore" y "La Traviata", para los franceses del XIX y, en consecuencia, al estilo de la grand-opera meyerberiana; consiste en suceder momentos de música bellos, bonitos, incluso espectaculares, pero nada más. Evidentemente no es poco, pero sin tensión, sin intensidad, sin libreto (siempre lo hay, pero este es de los malos), sin sufrimiento… no hay interés, ni musical ni dramático. Además es larga; el esfuerzo que representa tener que resistir más de cuatro horas escuchando números musicales refugiados en sí mismos es muy poderoso, y el aburrimiento está, a menudo, justificado.

- A la escasa popularidad de la obra, que desata el interés de muy pocos intérpretes, sería necesario añadir que la partitura es muy exigente, en especial para los cuatro personajes principales. Así, reunir un cuarteto protagonista adecuado se presenta, en ocasiones, imposible.

Pues bien, por si el asunto no estaba ya suficientemente difícil de afrontar, la ABAO se encontraba en el ensayo general con dos voces, las de bajo y barítono, que no figuraban en el primer cartel de la obra (G. Prestia y C. Guelfi figuraban inicialmente en dicho cartel); y a última hora, se encontraron ante la falta del tenor oriental Warren Mok. Ya empezaba el público a temerse lo peor al anunciar la organización las puertas cerradas en el ensayo general.

Pues ante estos presagios tan poco halagüeños, la sorpresa de un resultado brillante. Brillante, dentro de los cerrados límites de la partitura.

Susan Neves fue Elena, un papel que exige unas coloraturas que no pudo ofrecer la soprano estadounidense, pero su interpretación fue muy válida, no sólo porque su voz es bella, potente y rica, sino porque supo entender su rol con una gracia elegante y verdiana envidiable. Por cierto: debutaba en Bilbao.

Curiosamente, al maestro Allemandi le resultó eficaz la labor del tenor Janez Lotric, cuando éste se incorporó a última hora, falto de, teóricamente, ensayo y compenetración. En fin, el tenor esloveno vino de Viena (donde en la temporada 2.001/02 canta en la Staatsoper papeles como Cavaradossi de "Tosca", Arrigo de "I Vespri Siciliani" o Alfred en "El Murciélago") de improviso y sin vestuario, para debutar en Bilbao con éxito. Un canto apasionado, seguro, de excelente registro agudo, pero un fraseo en ocasiones brusco y mal resuelto. Sobre el escenario torpe, pero esta torpeza está, por razones evidentes de faltas de ensayo, justificada.

Una excelente noticia fue el debut del joven (de 32 años) barítono italiano Franco Vasallo, que dio vida a Guido di Monforte. En general supo utilizar su buena voz con autoridad, con una madurez interesante para su edad. Merece la pena destacar la brillantez de resolución de sus números solistas.

Y para completar el cuarteto protagonista, el bajo Carlo Colombara encarnó a Procida; correcto, sin más. Una buena voz, sobre todo en el registro más grave, que hizo lo que tenía que hacer, sin errores y sin momentos de excesivo entusiasmo.

Del resto del reparto no hay nada que destacar; sí, sin embargo, es destacable el coro, que tiene un papel de una importancia de considerables proporciones en la obra de Verdi, y que sonó grande y voluminoso, al igual que la orquesta, que al mando del maestro italiano Antonello Allemandi, ya conocido por el público bilbaíno, funcionó de principio a fin.

Respecto a la escenografía, pues aunque también fue loable, hubo ciertos detalles (los soldados franceses llevaban vestimentas del XIX, mientras que la acción se desarrolla en el siglo XIII; ¡¡o la presencia de un cuadro de Napoleón!!) a nuestro modo de ver incomprensibles, que no pueden tener repercusión positiva desde cualquier punto de vista.

Y por último, recordar que a algunos nos gusta escuchar la música, que vamos a la representación a disfrutar del momento; en consecuencia, no nos gusta escuchar sonidos desagradables de gente que, todos lo sabemos, tose por toser. La pregunta obvia es: ¿tanto cuesta amortiguar el tosido con un paño en la boca, como recomiendan los cuadernos del programa? Pues bien, más obvia es la respuesta: eso no se lee, y la prueba evidente es hay gente que no mantiene desconectado el teléfono móvil, como piden los mismos cuadernos. Si la gente se aburre, pues se le pediría que, en vez de molestar, se quedase en la cafetería un acto o un par de ellos, o que echase una cabezada en su butaca, que no pasa nada. Eso sí, que esta gente no olvide que no siempre encontramos butacas sin ocupar.