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Número 24º - Enero 2.002


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CADA DÍA MEJOR

Por Elisa Ramos. Lee su curriculum.

Salamanca, 18 de Diciembre de 2001. Palacio de Congresos de Castilla y León. Sociedad de Conciertos de Salamanca. Ciclo B 3. W. A. Mozart: Sinfonía nº 36 en Do mayor, K 425 Linz. P. I. Chaikovski: Sinfonía nº 5 en Mi menor, op. 65. Orquesta Sinfónica del Conservatorio Superior de Música de Salamanca. Director: Lutz Köhler. Directora artística: Isabel Vilá. Preparación de la orquesta por los profesores: Isabel Vilá, Thuan Dominh, Iagoba Fanlo, David Tomás, Jennifer Maureau, Marius Díaz, David Quiglle, Magdalena Martínez, Richard Casero y Jonatan Camps. Análisis del programa: Benet Casablancas.

Es de agradecer que la Sociedad de Conciertos se decante por los músicos de casa incluyendo una de las orquestas salmantinas en la programación de la temporada. Agradecimiento doble por brindar a nuestros jóvenes artistas la ocasión de demostrar sus progresos y por darnos a los oyentes la satisfacción de comprobar que no siempre lo de fuera es lo mejor.

Hemos tenido ocasión de escuchar a otras orquestas extranjeras de un nivel aceptable aunque muy mejorable. No es cuestión de patriotismo ciudadano, sino la simple percepción de que en ocasiones no es preciso viajar al lejano Este para ofrecer resultados que pueden darnos orquestas mucho más cercanas.

La orquesta del Conservatorio Superior de Música de Salamanca mejora día a día. Cada vez que se la escucha de nuevo, se notan los frutos de la labor conjunta de docentes y alumnos. Un trabajo continuado en un esfuerzo común que toma cuerpo finalmente en la puesta a punto de los conciertos bajo la dirección de Lutz Köler. Un exigente director, en opinión de algunos de los músicos de la orquesta, que les hace trabajar duro para extraer todas esas cosas que el frío papel de la partitura no dice a primera vista.

Sin embargo, algo de esa frialdad notamos en la interpretación de la sinfonía Linz. Una partitura que, a pesar de haber sido compuesta precipitadamente, manifiesta una vez más la facilidad y el talento de Mozart con los pentagramas. Hubo algunos momentos brillantes pero la orquesta no acabó de alcanzar ese toque de gracia de la música mozartiana.

El carácter marcial con el que se introduce el Adagio se mantuvo con cierta precipitación mostrando un Allegro poco spiritoso. Los ritornelos resaltaron excesivamente haciendo sombra a los variados juegos instrumentales por los que discurren los temas y su desarrollo. Un poco más de equilibrio entre fuerza y melodiosidad y, tal vez un tempo más tranquilo hubieran redundado en beneficio de un fraseo más depurado.

Mejor resultado obtuvieron al transmitir la belleza del Andante y su carácter danzante a ritmo de siciliana. Cuerdas y vientos ensamblaron con delicadeza el melódico y cromático canto, secundados por los episodios de contrabajos y fagotes, y el desarrollo final en tono menor de los violines. Pequeñas imprecisiones en algunas entradas no alteraron la continuidad conseguida en la expresividad musical. El contraste Menuetto-Trio y el Presto final transcurrieron con corrección, pero sin lograr del todo esos difíciles mátices que transmiten la aparente, sólo aparente, facilidad de la que emanan algunas de las maravillas de Mozart.

Tras el descanso el ambiente se caldeó mucho más con la música de Chaikovski. No sólo por el sentido trágico y pasional implícito en la partitura, sino por la lectura que los músicos lograron extraer de ella. El tema del Destino, reflejo musical del drama personal de un compositor hipersensible, fue mostrado por la orquesta con una espléndida riqueza de matices. Se notó una mayor identificación con esta música en cuidados fraseos, contrastes adecuados sin caer en el exceso y expresividad a raudales. Sentimiento, musicalidad melódica y fuerza fueron desgranados con una equilibrada dirección sonora que mantuvo la tensión a lo largo de toda la obra. En los abundantes diálogos del Andante cantabile vientos y metales engarzaron muy bien sus intervenciones.

Mención especial merece el solista de trompa Angel Lasheras. Un intérprete con excelente técnica que, a pesar de su juventud, capta el trasfondo de la música y la hace emerger de su instrumento en un sonido matizado con altas cotas de capacidad expresiva.

En la dirección de la obra de Mozart creímos advertir que los ademanes de Lutz Köhler, marcando con excesiva amplitud gestual, tiraban de la orquesta. En Chaikovski, sin embargo, nos pareció que la comunión entre músicos y director se hacía más estrecha. Flotaba en el ambiente mayor fluidez, una orquesta más dúctil, con una dirección más relajada a pesar de la tensión del resultado sonoro.

El concierto fue a más según transcurrían los minutos, a semejanza del camino de consolidación que va adquiriendo la orquesta. Junto a las espinas del trabajo diario deseamos que en su periplo por otros escenarios recojan muchas rosas. Tantas, al menos, como las que simbólicamente recibieron aquí con los prolongados aplausos del público.