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CINE Y MUSICA: STANLEY KUBRICK
(3) BARRY LYNDON
Por Angel
Riego Cue. Lee su Curriculum.
La gran ambición de Kubrick
durante toda su vida fue llevar al cine la vida de Napoleón Bonaparte:
desde luego, todos los que conocieron al cineasta coinciden en que si hubo
un personaje histórico que se asemejara a él, este fue el emperador
francés: la mente racional que parecía no guiarse nunca por emociones,
la obsesión por el control minucioso de todos los aspectos de cualquier
empresa que se llevara a cabo, el método de atosigar a preguntas a los
expertos en un tema para "extraerles" todo lo que supieran, el
modo de tratar a sus subordinados haciéndoles competir entre sí por
ganarse su favor, todas ellas eran cualidades que compartía el director
del Bronx con el Gran Corso; incluso Kubrick llegó a copiar manías
personales de Napoleón, como el comer el postre por enmedio de los demás
platos y no al final. Recordemos también la analogía entre la dirección
de un equipo de rodaje y de un ejército, que a tantos de sus
colaboradores les hizo decir que Kubrick en otra vida debía haber sido
general.
De ahí que tras terminar el rodaje de 2001 enviase a su
colaborador Andrew Birkin por Europa, para localizar escenarios, mientras
él se quedaba en Inglaterra con un comité de expertos preparando su Napoleón.
Birkin visitó el Hôtel des Invalides, donde se guardan los objetos
personales del emperador, como su anillo y su silla de campo (que el
ayudante de Birkin rompió al sentarse en ella), y trajo a Kubrick una
copia de la máscara mortuoria de Napoleón y un puñado de tierra de
Waterloo, para que fuese igual la que apareciera en la película. Las
escenas de batalla se rodarían en Rumania, que ya había ofrecido su ejército
como "extras". En septiembre de 1969, Kubrick tenía ya escrito
un guión que envió a la Metro Goldwyn Meyer, pero por entonces la MGM
había iniciado su crisis que la llevaría a la quiebra, y el proyecto
nunca se realizó.
Sin embargo, tras dirigir La naranja mecánica;, Kubrick pensó
en aprovechar el tiempo empleado en investigar sobre la época napoleónica
para proponer a la Warner (su nueva productora) un film histórico
ambientado en aquellas fechas. Las películas históricas se consideraban
"cine de prestigio" y es posible que Kubrick quisiera quitarse
de encima la etiqueta de "iconoclasta" y "subversivo"
que tenía tras La naranja mecánica. Si conseguía realizar,
como se sabía capaz, el mejor film de época de la historia, se habría
convertido en un director respetado por todos. También, después de
anticipar el futuro en sus últimas películas, quería demostrarse capaz
de reconstruir el pasado.
El problema estaba en dónde buscar el argumento: la novela más propicia
para ser adaptada al cine de entre las que transcurriesen en esa época
era sin duda Guerra y Paz de Tolstoi, sobre el ataque de Napoleón
a Rusia; sin embargo, había otra que casi no le iba a la zaga, que era La
feria de las vanidades, de William Makepeace Thackeray, llevada
varias veces al cine, de las que la más conocida es la dirigida en 1935
por Ruben Mamoulian con el título de su protagonista (Becky Sharp).
Si Kubrick pretendía hacerse respetable en Inglaterra, nada mejor que
elegir a un autor británico; sin embargo, La feria de las vanidades
era ya muy conocida, no servía. Pero Thackeray tenía más novelas, y así
Kubrick encontró "por casualidad" (como declararía él mismo)
su segunda obra: Memorias de Barry Lyndon, Esquire, publicada en
su forma definitiva en 1856.
En ella había argumento suficiente para una película: un aventurero que
sirve en el ejército inglés durante la Guerra de los Siete Años, luego
en el prusiano, luego recorre las cortes de Europa como jugador de cartas,
luego se casa con una mujer muy rica, y después de llegar desde unos orígenes
humildes a lo más alto de la escala social, termina perdiéndolo todo.
Son evidentes los paralelismos con Napoleón, que desde un modesto origen
llegó a ser el dueño de Europa y acabó desterrado en Santa Elena; y
también es evidente lo familiar que le resultaba a Kubrick este
argumento, es decir, un plan minuciosamente trazado que sin embargo, por
circunstancias que escapan al control, termina por irse a pique:
recordemos el final de Atraco perfecto o la propia misión
espacial de 2001. La novela también contenía situaciones
enrevesadas propias de un argumento de vodevil, y a Kubrick le gustaba la
sencillez, pero esos aspectos se podían cambiar en la adaptación. El
propio Kubrick escribiría un guión, pero tal como había hecho con La
naranja mecánica, el guión se reescribía a diario y la única
referencia era la novela original; un método que aquí demostraría sus
limitaciones.
Las tres horas de la película se dividen en dos partes. La primera lleva
por título "De cómo Redmond Barry adquirió el renombre y título
de Barry Lyndon", y comienza con un duelo a pistola donde muere el
padre de Redmond. Su viuda no volverá a casarse, y se dedicará a su hijo
y a la memoria de su difunto marido. Encontramos luego a Redmond, ya
"crecidito", jugando a las cartas con su prima Nora Brady quien,
para seducirle, se esconde un lazo en el seno mientras él no mira, y
luego le indica que debe encontrarlo, sabiendo que está escondido
"en una parte de mi persona"; Redmond se muestra tan torpe que
ella misma debe guiar su mano. Pero no es el primer hombre en la vida de
ella, ni será el último: poco después, una compañía de soldados
acampa en el pueblo, pues en la guerra en curso en Europa se teme un
posible desembarco francés. Los soldados desfilan ante los lugareños, y
entre ellos se halla un capitán ya maduro, John Quin, quien intercambia
miradas con Nora ante la envidia de Redmond, que desearía llevar un
uniforme como el del capitán. Nora y Quin bailan la giga en las fiestas
del pueblo, y ella le explicará luego a Redmond que si hubiera bailado
con su primo todos hubieran pensado que no tenía otra pareja. En
realidad, él la está cortejando y a ella le gusta un hombre "hecho
y derecho" como Quin, que además cobra una renta de 1.500 libras
anuales, y no un muchacho que no tiene ni un penique como Redmond.
El joven, ofendido, descubrirá ante Quin que primero Nora se había
insinuado a él, su primo (ella, por supuesto, declaraba al capitán que
no había tenido otro amor antes que John Quin) y en la cena donde se
anuncia oficialmente el compromiso, Redmond "brinda" por los
novios estrellando una copa contra la cara del capitán. Acto seguido, le
ofrece una satisfacción, esto es, batirse en duelo. En el momento del
duelo, Quin declara que aceptará las disculpas de Redmond si se va del
pueblo, pero el joven se niega y quiere llegar hasta el final; al
dispararse las pistolas, Quin cae abatido, y los "padrinos" del
duelo (los hermanos de Nora) afirman que ha muerto. Redmond debe huir de
la justicia, y su madre le da algún dinero (20 guineas) para que se
dirija a Dublín. Este dinero, y su caballo, le es robado en el camino por
el bandido conocido como "capitán Feeney" y su hijo Seamus y,
al verse sin blanca, Redmond decide alistarse en el ejército, donde al
menos le pagarán un chelín diario, y una guinea y media en el momento de
apuntarse. Allí pronto conoce lo duro de la vida militar: al quejarse de
que su jarra está sucia, otro soldado se burla de él, acaban desafiándose
a una pelea a puñetazos y vence Redmond.
La instrucción de Redmond finaliza, y se halla listo para ser enviado a
Europa a luchar en la Guerra de los Siete Años, donde Prusia se enfrenta
a Austria, Francia, Rusia y Suecia, teniendo a Inglaterra como único
aliado. Antes de partir, ve que a su regimiento se unen otras fuerzas
encabezadas por un viejo amigo suyo del pueblo, el capitán Jack Grogan,
que le había aconsejado que no se batiera con Quin. Grogan le trae
sorpendentes noticias: el duelo con Quin había sido amañado, disparando
con balas de estopa, y Quin no ha muerto, sino que se ha casado con Nora.
La familia no podía arriesgarse a perder las 1.500 libras anuales. Grogan
también le dice a Redmond que tiene dinero para él, que le entregó su
madre, y que se ocupará de que no le falte de nada. Pero en un ataque
contra una posición francesa muere Grogan. Redmond llorará desconsolado
su pérdida, y decide encontrar algún medio para escaparse del ejército
y volver a su tierra irlandesa. La ocasión se le presenta cuando soprende
una conversación entre dos soldados que se bañan en un río; uno de
ellos, aparte de declararle su amor al otro, afirma que debe partir para
una misión que les mantendrá alejados durante un tiempo: Redmond
aprovecha y se lleva el caballo y los documentos del oficial de enlace,
haciéndose pasar por él.
Viajando con la identidad del "teniente Jonathan Fakenham",
conoce a una atractiva joven alemana que vive sola, con la única compañía
de su hijo de un año, cuyo padre "está en la guerra". Se
hospeda en casa de ella y viven un romance de duración necesariamente
corta. Luego prosigue su viaje y se encuentra con una columna prusiana
mandada por el capitán Potzdorf. Al preguntar a Redmond hacia dónde se
dirige, y contestar este que a Bremen, el capitán sospecha algo, pues iba
en sentido contrario; continúan viaje juntos y más tarde, en una posada,
Redmond afirma que lleva un mensaje al general Williamson; como este
general había muerto 10 meses atrás, eso es la prueba que hace ver a
Potzdorf que Redmond es un desertor. Le da la opción de entregarlo a los
ingleses (donde seguramente sería fusilado) o alistarse en el ejército
prusiano, que recluta su tropa recurriendo al puro y simple secuestro de
hombres, una vez que se han agotado los varones disponibles en el reino de
Federico el Grande. Redmond escoge esta segunda opción, y así conoce por
dentro el ejército prusiano, mucho peor aún que el inglés, formado por
chusma reclutada (o secuestrada) por toda Europa, donde sólo quedan
prusianos los oficiales y donde son frecuentes los castigos corporales por
las faltas más nimias. Sin embargo, en un combate tiene la oportunidad de
salvar la vida de Potzdorf, con lo que es recompensado por el coronel Bülow.
Potzdorf, agradecido, al terminar la guerra ofrece a Redmond entrar a su
servicio; su tío es el ministro prusiano del Interior, y le propone una
misión: entrar a trabajar como sirviente de un curioso personaje que
acaba de llegar a Berlín y que se hace llamar Chevalier de Balibari,
aunque sospechan que es irlandés como Redmond; este no debe descubrir que
sabe inglés, y debe enterarse de todo lo que pueda acerca del Chevalier,
de quien se sospecha que es un espía. Sin embargo, cuando se halla en
presencia del Chevalier, un compatriota, Redmond se derrumba
emocionalmente y le cuenta toda la verdad, incluyendo que está ahí para
espiarle. Ambos llegan a un acuerdo de suministrar información inútil al
ministro, mientras Redmond ayuda al Chevalier a hacer trampas en el juego
de cartas, pasándole información de la jugada de sus rivales mediante un
código convenido de señales. En una de las partidas, el Chevalier gana
una fuerte suma a un príncipe de la casa real prusiana y este, suponiendo
que ha hecho trampas, le desafía a duelo. Redmond informa de estos
detalles al ministro, pero añadiendo que le parece que el Chevalier ganó
honradamente. Como es impensable que el príncipe arriesgue su vida por un
duelo, el ministro toma la decisión de expulsar del país al Chevalier.
Pero Redmond le avisa, y abandona Berlín esa misma noche. A la mañana
siguiente, a quien expulsan de Prusia es al propio Redmond, disfrazado
como el Chevalier.
A partir de entonces, Redmond comienza junto al Chevalier una carrera de
jugador recorriendo las cortes europeas, llenas de aristócratas
desocupados adictos al juego. Cuando alguno se niega a pagar (como el
afeminado Lord Ludd), Redmond se bate en duelo con él para asegurar la
reputación de la "empresa", que caería en picado si se supiera
que algún acreedor ha eludido sus deudas. Pero no es suficiente con ganar
dinero jugando, Redmond desea estabilizar su vida mediante el matrimonio
con una rica heredera, y la oportunidad se presenta cuando en un balneario
de Bélgica conoce a lady Lyndon, mujer aún joven casada con el viejo inválido
Charles Lyndon, postrado en la silla de ruedas y a quien los médicos dan
poco tiempo de vida. Aparte de su marido, ella viaja con su hijo, un niño
que ostenta el título de Lord Bullingdon, y de su capellán privado Runt,
como mujer piadosa que es. Redmond inicia el "asedio" a Lady
Lyndon, y a las 6 horas de tratarse ya está ella enamorada de él; su
cortejo no pasa desapercibido a su marido, quien le dice a Redmond que ya
sabe que está trabajando para sustituirle en su puesto. La respuesta de
este, achacando sus conversaciones con Lady Lyndon a resolver dudas de
religión, provoca una risa salvaje en Sir Charles y otros presentes a su
mesa, mostrando cuánto importaba ya entonces la religión. Nada más
despedirse Redmond diciendo "que se ría el que gane", Sir
Charles sufre un ataque y muere. El camino queda libre.
La segunda parte del film está titulada "Donde se narran los
infortunios y desastres que acaecieron a Barry Lyndon", y comienza
con la boda de Barry (le llamaremos así a partir de ahora, en vez de
Redmond) y la viuda de Sir Charles Lyndon, oficiada por el reverendo Runt,
la cual le permite a él tomar el título de Barry Lyndon; a esta boda
asiste el Chevalier, a quien ya no veremos más en toda la película, se
supone que se retira de la vida de Barry para permitirle que disfrute de
su nueva posición. Pronto se dará cuenta lady Lyndon de que ella está
destinada a ser un adorno más en la casa: su marido le es infiel con las
sirvientas, celebra orgías en su casa, la desprecia desde que en su mismo
viaje de bodas ella protestaba por el humo de su pipa, y él le lanzó el
humo a la cara; no obstante, Lady Lyndon le da a Barry un hijo, que es
bautizado como Bryan Patrick Lyndon. Su anterior hijo, Lord Bullingdon,
odia a su padrastro por el trato que da a su madre; el desprecio de que
hace gala en público por quien ha ocupado el lugar de su padre hace que
Barry le azote a menudo.
El pequeño Bryan ha cumplido ya 8 años, y se da una fiesta en su honor.
La madre de Barry hace notar a su hijo que si Lady Lyndon muriese, todo
pasaría a Lord Bullingdon, y que ni Barry ni Bryan se quedarían un solo
penique. Hace falta que Barry tenga una fuente de ingresos propia, y la
tendrá si consigue que el Rey le otorgue un título nobiliario. Para
pedir consejo va a ver a Lord Harlan, un abogado antiguo conocido de Barry
de su época de jugador, quien le recomienda que se dirija a Lord
Wendover, que goza de gran intimidad con el monarca. Barry comienza a
gastar dinero a espuertas, distribuyendo sobornos, comprando obras de arte
para ser aceptado en la alta sociedad... todo es inútil. En una recepción
real, cuando Wendover cuenta que Mr. Lyndon ha enviado una compañía a
luchar contra los rebeldes norteamericanos, Su Majestad no tiene un
comentario mejor que este: "Que mande otra y marche con ella".
Tras una disputa entre Bullingdon y el caprichoso y mimado Bryan, el mayor
pega al pequeño, lo que le ocasiona ser nuevamente azotado por Barry:
esta vez, su hijastro le amenaza con matarle si le vuelve a poner la mano
encima. Y habrá otra ocasión donde lo haga: durante un concierto
organizado en la mansión de los Lyndon, los dos hermanastros entran súbitamente
en la sala, el mayor descalzo, y el pequeño calzando los zapatos del
grande, metiendo tanto ruido que hace parar la música. Una vez sobre el
escenario, Bullingdon increpa a Barry, y afirma que lo mejor para Bryan
sería que él estuviera muerto, para dejar al pequeño como único
heredero; anuncia también que abandona el hogar familiar. Entonces Barry
se levanta y le golpea delante de toda la aristocracia británica. Nunca
lo hubiera hecho; tras ese lamentable espectáculo, toda la nobleza le da
la espalda, ni siquiera Wendover vuelve a acudir a su mansión (pone todo
tipo de excusas para declinar su oferta), incluso no desea que le vean
comiendo con Barry.
Pero las desgracias en el hogar de los Lyndon no han hecho más que
empezar. Para su décimo cumpleaños, Bryan ha pedido a su papá que le
compre un caballo; al enterarse que ya lo ha comprado y que está siendo
domado en una cuadra, el pequeño se escapa una mañana (antes del día de
su aniversario) para montarlo, con el resultado de que el caballo le
derriba, y cuando Barry se entera y corre en su busca, sólo encuentra a
un grupo de hombres que lo llevan en unas parihuelas. Avisados los médicos
más afamados, todos coinciden en que no tiene salvación; el único
consuelo es que no sentirá dolor, pues tiene rota la espina dorsal. Su
agonía durará un par de días, durante los cuales exhortará a sus
padres a no pelearse más, porque así no los volverá a ver: los que se
pelean no van al cielo. En las últimas horas que pase en este mundo, su
padre le acompañará contándole sus hazañas en la guerra, como había
hecho tantas veces, siempre exagerándolas mucho... Su muerte es un golpe
brutal para el matrimonio: ella se refugiará en la religión y él en la
bebida. La madre de Barry toma entonces el gobierno de la casa, y decide
despedir al capellán Runt, achacándole parte de la responsabilidad en la
depresión de su señora, que acabará en un intento de suicidio por
envenenamiento.
Al enterarse de esta noticia, regresa Lord Bullingdon y desafía a duelo a
Barry, exigiendo una satisfacción por su ofensa en público de tiempo atrás.
Y el duelo a pistola se celebrará en una iglesia abandonada, que parece
servir ahora como pajar; las reglas marcan que primero ha de disparar uno
y luego el otro, siendo el orden de disparo determinado por una moneda
lanzada a cara o cruz. Bullingdon gana el derecho a hacer fuego en primer
lugar, pero es tan torpe que el arma se le dispara al amartillarla; le
toca el turno a Barry. Bullingdon no tiene valor para soportar lo que le
viene encima, y comienza a vomitar. Quizás por recordarle a él mismo en
la época en que se batía con el capitán Quin, Barry siente lástima y
dispara al suelo, esperando que Bullingdon se dé por satisfecho, pero el
joven no sabrá apreciar tal gesto de nobleza, pide el segundo disparo (al
que tiene derecho una vez que ha disparado su rival) y alcanza a Barry en
una pierna. Trasladado a una posada, recibe la visita de un médico que
declara que es necesario amputarle la pierna para salvarle la vida. Y en
la misma posada recibe un mensaje de Lord Bullingdon, a través de su
criado Graham, ofreciéndole una modesta pensión vitalicia si abandona
Inglaterra y nunca vuelve a ver a su mujer. Barry no tiene más remedio
que aceptar, y vuelve al continente en compañía de su madre y con una
pierna menos. Allí se nos dice que reanudó su profesión de jugador,
aunque sin el éxito de antaño, y en la última escena vemos a una lánguida
Lady Lyndon firmando varios pagarés, uno de los cuales es la pensión
para su marido.
Como epílogo de la película se nos presenta el siguiente rótulo:
"Fue durante el reinado de Jorge III que los personajes mencionados
vivieron y altercaron. Buenos o malos, hermosos o feos, ricos o pobres,
todos son ahora iguales". Esta frase está adaptada de otra que
aparece en el capítulo 1 de la novela, donde Redmond Barry, que es el
narrador, se refiere a una anécdota de su familia ocurrida cien años
antes; pero situada así, al final, parece querer decirnos que tanto da lo
que hubiera hecho cada uno en esta vida, el tiempo todo lo borra, no hay
cielo para unos ni infierno para otros pues lo que interpretamos como
bondad o maldad fue más bien que cada uno hizo lo que pudo en el papel
que le tocó jugar.
El cambio de narración en primera persona (novela) a tercera persona (película)
es uno más de los muchos que sufrió la obra de Thackeray en su adaptación
al cine. Los duelos inicial y final, que le dan al argumento una cierta
"simetría", están añadidos por Kubrick: en la obra de
Thackeray, el padre de Redmond ha muerto por causas naturales, y no existe
el duelo con Lord Bullingdon donde Barry pierde una pierna. En su lugar el
argumento es mucho más enrevesado, se le hace ir a Londres con el engaño
de prometerle un préstamo y allí es detenido, su mujer (que le acompañaba)
declara que su marido la mantenía en casa secuestrada y que ya había
intentado fugarse, y se le hace comprometerse a irse de Gran Bretaña y no
volver nunca; lo incumple y, aparte de una paliza que le da Bullingdon,
pasa en la cárcel los últimos 20 años de su vida, donde se supone que
está escribiendo esas memorias.
Otros numerosos detalles se han cambiado de novela a película, buscando
siempre una mayor simplicidad argumental, y suprimiendo situaciones
rocambolescas que sonarían excesivamente enrevesadas: así, en la novela
Redmond no es atracado por el "capitán Feeney", sino que es
invitado a la casa de un estafador que dice ser noble y que le convence
para despilfarrar su dinero en compras de ropa y artículos de lujo; la
suplantación por Redmond de la identidad del teniente Fakenham en la
novela es mucho más enrevesada, pues Redmond llega a la casa de la joven
alemana acompañando al herido Fakenham, que necesita un lugar donde
restablecerse, luego Redmond se finge loco y por último, suplanta la
personalidad del teniente, afirmando que si el convaleciente afirma que es
el teniente, es porque ese tal cabo Barry está loco; la solución de
Kubrick fue mucho más sencilla, el robo del caballo mientras Fakenham
declara su amor a otro soldado. También se omiten episodios enteros, como
cuando Redmond está a punto de conseguir casarse con una rica heredera
alemana y su plan se frustra por la infidelidad conyugal de su
"aliada", la princesa heredera (que debía convencer a su marido
para que diera el consentimiemto a la boda, pero cae en desgracia y es
decapitada). Asimismo, la relación entre Sir Charles Lyndon y Redmond
Barry es mucho más amistosa en el libro, advirtiéndole el viejo de en qué
berenjenal se va a meter, y también se llevan mucho mejor que en la película
los hermanastros Bullingdon y Bryan. También se suprimen coincidencias
que parecen increíbles para una mentalidad actual, como por ejemplo que
los antepasados de los Lyndon fueran los que hubieran apropiado de los
terrenos que poseían los antepasados de los Barry, o que el Chevalier de
Balibari no sólo sea compatriota de Redmond sino su mismísimo tío.
Pero el cambio más fundamental es el del carácter del propio
protagonista. En la novela, es un cínico desengañado, de ideas
reaccionarias, que recuerda cómo era Europa antes de la Revolución y de
Napoleón, maldiciendo la degradación presente, donde ya no quedan damas
como las de antes ni caballeros que sepan bailar el minué. Comparado con
él, el Redmond Barry de la película es un "buenazo", un
personaje típicamente kubrickiano, alguien que, a pesar de vivir en un
mundo pestilente, de algún modo continúa conservando una cierta pureza
original: un personaje así es el Recluta Joker ("Bufón") de La
chaqueta metálica, o también era esa la visión que se había
pensado dar sobre el ministro nazi Albert Speer en el proyecto de rodar
una biografía suya.
Para interpretar a Redmond Barry, Kubrick había pensado incialmente en
Robert Redford, pero después de algún tiempo de negociaciones, el actor
prefirió rodar otro proyecto (El carnaval de las águilas) y,
dado que la Warner había pedido que hubiera grandes estrellas en el
reparto, se eligió finalmente a Ryan O'Neal, en aquella época el segundo
actor más taquillero del mundo tras su éxito en Love Story. No
cabe duda de que el guión sufrió retoques para adaptarse al actor, como
hubiera sufrido otros distintos si el protagonista hubiera sido Redford, y
que O'Neal da muy bien el tipo de "chico bueno" que, después de
todo lo que ha vivido, aún tiene la generosidad de perdonar la vida a
Bullingdon disparando al suelo, una debilidad que le resulta fatal en un
mundo tan implacable. La voz en "off" que narra la historia en
tercera persona describe (con frases tomadas de la novela) la evolución
de Redmond desde la ingenuidad hasta el carácter más
"canalla", pero lo que se ve en las imágenes es a Ryan O'Neal
que no pierde nunca la cara de "chico bueno"; quizás esta
evolución hacia la maldad habría sido inalcanzable para sus limitaciones
como actor. Añádase el problema de la edad del personaje (que Kubrick ya
había tenido en Lolita y en La naranja mecánica),
Redmond se supone que tiene 15 años al comienzo de la acción y Ryan
O'Neal parece algo "talludito" para que la escena con Nora Brady
sea su primera experiencia amorosa.
Hay que destacar otros nombres en el reparto: Marisa Berenson, elegida
para encarnar a Lady Lyndon por su porte aristocrático que recuerda los
retratos de damas del siglo XVIII que pintaron Reynolds o Gainsborough,
compone un personaje estático, al que sólo queda languidecer de la forma
más elegante posible cuando su marido le deja de prestar atención, al
poco de casados; una visión de la mujer como mero adorno, típicamente
machista (y quizás la que tuviera el propio Kubrick; el crítico Gavin
Lambert, que fue colaborador suyo, dijo que la escena donde Barry le tira
el humo a la cara a su mujer retrataba muy bien el carácter del
director). También se eligió a Hardy Krüger para interpretar al capitán
Potzdorf por ser un intérprete típico de papeles de oficial alemán,
especialmente en películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. En
cuanto a León Vitali, que interpretaba a Lord Bullingdon ya
"crecidito", su relación con Kubrick continuó por otros
caminos después de Barry Lyndon, pues pasó a ser el director de
"casting" de sus siguientes películas. Excelente impresión nos
queda también de Marie Kean como la madre de Redmond, o de Gay Hamilton
como su prima Nora.
Kubrick era cada vez más reacio a hacer "castings" para
contratar nuevos actores, de ahí que prefiriera contratar a nombres
conocidos que hubieran aparecido en anteriores películas suyas. Por eso
encontramos en el reparto de Barry Lyndon tantos actores que
también aparecían en La Naranja Mecánica: Godfrey Quigley
pasaba de ser el capellán de la prisión de Alex a encarnar al Capitán
Grogan; Philip Stone, que fue el padre de Alex DeLarge, ahora era el
criado Graham y en El Resplandor sería Delbert Grady, el
anterior vigilante del Hotel Overlook; el afeminado jugador "Lord
Ludd", al que Barry vence en duelo, fue Steven Berkoff, antes
sargento de policía en la comisaría donde detienen a Alex; Anthony
Sharp, antes Ministro del Interior, aparece brevemente como Lord Harlan
(mismo apellido que el de soltera de la mujer de Kubrick, y el del hermano
de esta, productor ejecutivo de la película), quien le sugiere a Barry
los caminos para conseguir un título nobiliario. Pero, reconociendo que
todos ellos logran sólidas composiciones de sus personajes, merece una
mención especial Patrick Magee, que pasa de ser el escritor al que Alex
deja inválido a encarnar al Chevalier de Balibari. Y, aunque no aparecía
en La naranja mecánica sino en 2001 (donde encarnaba a
un científico ruso que conversa brevemente con Heywood Floyd en la estación
espacial), también hay que destacar la memorable composición que hace
del capitán Quin el actor cómico Leonard Rossiter, a quien mucha gente
hoy sólo recuerda por la serie de TV Caída y auge de Reginald Perrin.
La fotografía de Barry Lyndon, a cargo de John Alcott, merece
una mención muy especial. Kubrick estaba decidido a rodar a la luz de las
velas, sin utilizar focos; sin embargo, no se conocían lentes que
pudieran impresionar una película con tan poca luz. Después de tres
meses de búsqueda, Kubrick halló un modelo de lente Zeiss de 50 mm
utilizado por la NASA en las exploraciones lunares, y que podía trabajar
con muy escasa luz. A cambio, su enorme abertura sacrificaba la
profundidad de campo, y por ello las escenas de Barry Lyndon
parecen tantas veces "planas" o sin perspectiva, lo que importa
poco si consideramos la enorme belleza de las imágenes que se nos
ofrecen. Una belleza que no está reñida con un ritmo narrativo
trepidante, al contrario que tantas producciones en las que la cuidada
fotografía parece ser un fin en sí mismo, y no un medio al servicio de
la acción dramática. Las velas (de cera de abeja) fueron adquiridas a
una empresa que las fabricaba para la Iglesia Católica. El rodar a la luz
de las velas es recordado por los actores que participaron como un
verdadero infierno, aguantando un calor insoportable con el maquillaje y
las pelucas propias del siglo XVIII; en especial, se recuerda como lo peor
el rodaje de las escenas de juegos de cartas con Barry y el Chevalier.
La dirección artística también proporcionó quebraderos de cabeza al
equipo de Barry Lyndon por la exigencia de Kubrick de no
construir decorados, sino rodar en casas de la época, y a ser posible que
no estuviesen muy lejos de su residencia. Sus asesores afirmaban que cerca
de Londres quedaban pocas mansiones del siglo XVIII, que la mayoría era
de la época victoriana, y él siempre pedía que se le demostraran esas
afirmaciones. Todas las noches se proyectaban diapositivas de edificios y
había un debate sobre los que podrían ser adecuados; Kubrick llegó al
extremo de conceder un minuto a cada colaborador para que expusiera sus
tesis, al cabo del cual sonaría una campana y debería callarse. Otra
muestra de su perfeccionismo la tuvo Bob Anderson, entrenador del equipo
olímpico británico de esgrima, contratado como asesor para las escenas
de duelos a espada: Anderson se quedaría de piedra al oír a Kubrick que,
ya que los duelos se celebraban a primera hora de la mañana, el de
Redmond Barry contra Lord Ludd quería rodarlo a esa hora, con rocío y
neblina naturales. Anderson ideó el final del duelo, con el florete de
Barry apuntando al corazón de Lord Ludd, quien no tiene otro remedio que
decir: "Pagaré hoy mismo".
La música tiene en Barry Lyndon un protagonismo como en muy
pocas películas, hasta el punto de que muchas escenas que podrían
resultar frías "funcionan" gracias a la música: ¿qué sería
del coqueteo entre Nora y Redmond, o entre este y Lady Lyndon sin la música
que las acompaña? La adecuación de la banda sonora es aún más
asombrosa al considerar que no se compuso nada expresamente para la película,
sino que todo lo elegido fue música clásica, con la única excepción de
la música tradicional irlandesa que acompaña las primeras escenas del
film. Kubrick había declarado que si se trataba de música instrumental
(no de canciones), no se podría contratar a ningún músico que igualara
a Mozart o a Beethoven, y en Barry Lyndon lo puso en práctica.
Sin embargo, se contrató a un músico profesional como Leonard Rosenman
para hacer las adaptaciones necesarias: una curiosa elección, la del
compositor que se había dado a conocer como autor de las bandas sonoras
de las películas de James Dean (Al Este del Edén, Rebelde
sin causa) y cuyo trabajo compositivo más respetado sería la
excelente música que escribiría en 1978 para la versión en dibujos
animados de El Señor de los Anillos, una obra que hace pensar
que su fama es mucho menor de lo que merecería; no en vano fue discípulo
nada menos que de Arnold Schoenberg. En cuanto a las adaptaciones que
realizó para Barry Lyndon, fueron de un modélico buen gusto,
aunque puede sospecharse que trabajase, como todo el equipo, bajo la
supervisión directa de Kubrick.
La pieza musical más famosa de Barry Lyndon, y con la que se
asocia inmediatamente a la película, es la Sarabande de la Suite para
clave nº 11 de Haendel, que en la película aparece orquestada al
menos de tres formas diferentes: una, reducida casi exclusivamente a
percusión, con mínimo de otros instrumentos, en los momentos de
"suspense", generalmente mientras hay un duelo en curso; otra,
basándose casi exclusivamente en la cuerda, que le da un tono "elegíaco",
y que se puede escuchar cuando el niño Bryan se aproxima a su triste
destino al pedirle a su papá un caballo, o cuando Barry convalece en la
posada de la herida que le causó Bullingdon; finalmente, la versión con
orquesta completa resuena como un estallido de dolor en la comitiva fúnebre
que va a enterrar al pequeño Bryan. La importancia de esta pieza, que
parece representar el destino de Barry Lyndon que se va cumpliendo
inexorablemente, queda resaltada por ser la música de los títulos de crédito
iniciales y finales.
La segunda pieza musical más conocida de la película es el "Andante
con moto" del Trío con piano nº 2 de Schubert; con esta
obra se introduce un anacronismo, pues no sería compuesta hasta 50 años
después de los hechos que narra la película, y su estilo es ya
plenamente romántico. Sin embargo, no parece que la intención de las
ilustraciones musicales fuera la de ser fiel a lo que pudiera escucharse
en esa época, sino la de servir para narrar la acción lo mejor posible:
la quietud y sosiego del balneario donde Barry conoce a Lady Lyndon, y el
primer acercamiento entre ambos, sin palabras. Esta escena recibió
generales alabanzas, siendo considerada incluso como la mejor de la película,
y queriendo verse en ella un homenaje a los procedimientos del cine mudo:
en este primer acercamiento, tras intercambiar una mirada en la mesa de
juego, sale Lady Lyndon al exterior "a tomar el aire", tras ella
sale Redmond; él se acerca a ella, que se vuelve, y le toma la mano,
acercándose cada vez más, hasta besarla con delicadeza. Un ritual lleno
de convencionalidad, y ejecutado sin necesidad de una sola palabra. Otra
escena donde escuchamos el Trío de Schubert es al final cuando se separan
para siempre, y él vuelve ya cojo a su antigua "profesión" de
jugador, y en la última escena, mientras una lánguida Lady Lyndon firma
los pagarés.
Siguiendo con los anacronismos, encontramos otro Schubert, la Danza
Alemana nº 1 en do mayor (de las 5 Danzas Alemanas D 90), que
ilustra los momentos de mayor optimismo en el ascenso social de Barry
Lyndon: el espectáculo de magia el día del octavo cumpleaños del pequeño
Bryan, o las intrigas de Barry para procurarse un título nobiliario.
Tampoco estaba compuesta la ópera Idomeneo de Mozart (faltaban
dos décadas) cuando escuchamos su Marcha en dos ocasiones: cuando acabada
la guerra Barry se establece en Berlín y entra al servicio del Ministro
del Interior prusiano; y cuando abandona Berlín disfrazado como el
Chevalier. Y faltaba algo más de una década para que Paisiello
compusiera su Barbero de Sevilla, cuya Cavatina es la música que
acompaña las escenas de juego del Chevalier y Barry; primero en Berlín,
donde Barry finge ser un mero sirviente y donde suena en arreglo
orquestal; más tarde, cuando ambos desarrollan su carrera de tahúres por
las cortes europeas, la escuchamos cantada. A pesar de todos estos
anacronismos musicales, es difícil imaginarse otras músicas más
adecuadas para la acción que se narra.
Sí estaban compuestas las obras de Vivaldi y Bach que aparecen en el
film, aunque es improbable que fueran conocidas e interpretadas por
entonces: así, en la mansión de los Lyndon vemos que un pequeño
conjunto interpreta el Adagio del Concierto para 2 claves BWV
1060 de Bach antes de la aparición ruidosa de Bryan de la mano de
Bullingdon y en los zapatos de este. En cuanto a Vivaldi, tiene mucha
importancia en la película su Largo (3er mov.) del Concierto para
cello en mi menor R 409, pues expresa a la perfección la desolación
que se abate sobre Lady Lyndon al comprobar, al poco de casados, qué tipo
de vida le espera junto a Barry; más tarde ilustrará las infidelidades
de él contempladas por ella, y la soledad que siente Barry cuando toda la
nobleza le vuelva la espalda.
Para los ejércitos inglés y prusiano, se utilizan las marchas militares
más conocidas y típicas de ambos: en el caso del inglés, Los
Granaderos Británicos, a veces atribuida a Thomas Arne, y el anónimo
Liliburlero. La primera suena en el desfile de los "casacas
rojas", al principio de la película, donde se intercambiarán
miradas Nora Brady y el capitán Quin, y también cuando el regimiento
inglés de Barry avanza hacia el combate donde morirá su amigo el capitán
Grogan; La segunda, cuando Barry acaba de completar su instrucción como
soldado y va a partir hacia el continente. El ejército prusiano está
representado musicalmente por la Hohenfriedberger Marsch cuya
composición se atribuye a veces a Federico II el Grande de Prusia, el
mismo rey al que sirvió Barry Lyndon (y que era un reconocido aficionado
a la música, como demuestra el que Bach escribiera para él su Ofrenda
Musical): la escuchamos cuando Barry sale a caballo disfrazado de
oficial británico, cuando reanuda su viaje tras la "pausa" con
la joven alemana y se encuentra con Potzdorf, y en la batalla en la que
salva la vida a este. Curiosamente, algunas de estas marchas no aparecen sólo
en las versiones adaptadas por Rosenman, sino cantadas por la soldadesca:
los Granaderos Británicos la escuchamos cantar en una orgía en
la mansión de los Lyndon, a la que se supone que Barry ha invitado a
antiguos compañeros de armas; la Hohenfriedberger la cantan los
soldados prusianos en la posada donde la impostura de Barry será
descubierta por Potzdorf.
En todas las grabaciones mencionadas se utilizan las adaptaciones de
Rosenman dirigiendo a la National Philharmonic Orchestra, con algunas
excepciones: las marchas militares no están interpretadas por la orquesta
sino por un conjunto de "tambores y pífanos"; el concierto de
Vivaldi está tomado de una grabación comercial de la Deutsche
Grammophon, con Pierre Fournier al cello y el Festival de cuerdas de
Lucerna, dirigido por Rudolf Baumgartner; también el concierto de Bach
figura en el disco de la banda sonora como otra grabación de la DG, con
Karl Richter dirigiendo a la Orquesta Bach de Munich, y con él mismo y
Hedwig Bilgram como solistas de clave, aunque la versión que vemos en la
película (interpretada por un conjunto con Lady Lyndon al clave y Runt a
la flauta) suena algo más rápida. El Trío con piano nº 2 de Schubert
fue grabado en su versión original para trío por Ralph Holmes (violín),
Moray Welsh (cello) y Anthony Golstone (piano).
Por último, y saliendo de la música clásica, es también fundamental en
la película la música tradicional irlandesa interpretada por el grupo
The Chieftains (Paddy Moloney y Sean Potts, música seleccionada por Sean
O'Riada): la pieza con el título Mujeres de Irlanda es la que
acompaña el primer amor de Barry y Nora, y escuchándola nos da la
impresión de una Irlanda idílica, de un paraíso rural idealizado; la
escuchamos luego cuando ella le da explicaciones de por qué bailó con
Quin y no con él, en la cena donde se anuncia el compromiso y, más
tarde, en el idilio de Barry con la joven alemana. También son dignas de
recordarse la Giga que bailan Nora y Quin (Piper's Maggot Jig),
la música con la que se despide de su madre al huir a Dublín (The
Sea-Maiden, "La Sirena"), que también suena cuando Redmond
planea huir del ejército británico, o la que ilustra su desagradable
encuentro con el "capitán Feeney" (Tin Whistles,
"Silbatos de hojalata").
Los colaboradores de Kubrick le habían recomendado rodar en Irlanda, pues
pues gran parte de la acción se desarrolla allí, y también allí se
conservan más mansiones del XVIII que en Inglaterra; finalmente, la
producción se comenzaría a rodar en los estudios Ardmore, cerca de Dublín,
el 17 de septiembre de 1973. Pronto se hizo patente que el rodaje avanzaba
muy despacio, debido a la técnica de Kubrick de trabajar sin guión
preestablecido, y a la manía perfeccionista de repetir una y otra vez las
tomas (Ryan O'Neal decía que cada escena era rodada 25 veces). Tras una
pausa navideña para dejar descansar al equipo, se reanudó el rodaje para
ser poco después interrumpido por supuestas amenzas del IRA, tal vez
descontento con ver las praderas del condado de Kilkenny llenas de
soldados británicos con casacas rojas: eran los años más violentos en
el Ulster, desde el "Domingo Sangriento" de 1972, en el que los
soldados británicos mataron a 13 civiles en Londonderry, y en tres años
se llegó fácilmente a la cifra de 500 muertos en atentados y
represalias. Kubrick no se lo pensó dos veces, y reembarcó con toda su
familia para Inglaterra, usando nombres falsos.
Finalmente, el rodaje de Barry Lyndon llevaría 300 días,
convirtiéndose en la película que más tiempo había tardado en filmarse
hasta el momento, y superando en 11 millones de dólares el presupuesto
previsto. Kubrick tranquilizó a los ejecutivos de la Warner (a los que
negó incluso un pase previo, para mantener el secreto) diciéndoles que
cuando su película ganase el Oscar, se haría tan famosa que "saldría
por el tejado". Sin embargo, Kubrick no ganaría ningún Oscar por Barry
Lyndon, a pesar de estar nominado como productor, director y
guionista, y de que la película obtuvo 4 Oscar, a la mejor fotografía,
banda sonora, dirección artística y vestuario. El Oscar a la mejor película
se lo llevó Alguien voló sobre el nido del cuco, protagonizada
por Jack Nicholson, precisamente el actor a quien Kubrick le había
ofrecido interpertar a Napoleón.
Barry Lyndon fue un fracaso de público y crítica, porque no se
parecía a otras películas históricas. En lugar de frases grandiosas se
encontraba en ella recogimiento, intimismo; ni siquiera las escenas de
guerra dan "espectáculo". La crítica habló de "Tres
horas de cuadros", de que en vez de recrear el pasado "lo
embalsamaba"... La gran paradoja de este tratamiento estático,
pausado, como debía ser la vida de entonces, es que consigue presentarnos
un siglo XVIII vivo, próximo, algo que nunca ha vuelto a ocurrir en películas
ambientadas en esa época, y donde encontramos que la gente de entonces
era como nosotros, su sociedad era muy similar a la nuestra pese a no
haber ocurrido aún la Revolución Francesa. Una sociedad racional,
perfectamente ordenada, donde los personajes, atrapados por las
convenciones, se mueven como ordenadas piezas del ajedrez. El fracaso económico
fue rotundo (recaudó sólo 9'5 millones de dólares en el mercado
norteamericano, hubieran sido necesarios 30 para que diera beneficios)
pero Kubrick consiguió lo que se propuso: "A los 45 años es ya
tiempo de haber rodado mi obra maestra". Si en un futuro el mito de 2001
fuera remitiendo, es posible que la posteridad considere a Barry
Lyndon como la obra maestra de Stanley Kubrick.
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