Revista mensual de publicación en Internet
Número 25º - Febrero 2.002


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ARROPADOS POR LA MÚSICA

Por Elisa Ramos. Lee su curriculum.

Orquesta Barroca de la Academia de Música Antigua de la Universidad de Salamanca. Director: Angel Sampedro (violín). Programa: J. B. Lully, Chacona. G. Muffat, Florilegium Primun. A. Corelli, Concerto Grosso Op. 6. núm 5. J.B. Lully, Le Bourgeois Gentilhomme. Concierto Inauguración Auguste Rodin. Universidad de Salamanca, Fundación “la Caixa”, Excmo. Ayuntamiento de Salamanca y Academia de Música Antigua. Biblioteca Antigua de la Universidad de Salamanca. 28 de enero de 2002

Una de las maravillas que nos está deparando el año de la culturalidad es la oportunidad de disfrutar de esculturas, fotografías dibujos y grabados de Auguste Rodin en diferentes espacios de la ciudad. En salas de exposiciones cerradas y al aire libre, sus obras enriquecen el arte de lugares monumentales como el Patio de Escuelas Menores de la Universidad y la Plaza Mayor. El imponente Balzac comparte nuestra vida, instalado en el centro de la plaza, dominando desde su pedestal el trasiego cotidiano.

Con su llegada la música viva entró por primera vez en la Biblioteca Antigua de la Universidad de Salamanca. La escrita había penetrado en ella hace siglos, pero ahora -como simbólico homenaje a la exposición de Rodin- acogía  un concierto de compositores del barroco italiano y francés, en torno a la figura de Lully. Fue un momento histórico y un privilegio poder disfrutar de la música en tan legendario espacio.

El acceso a la Biblioteca Antigua es muy restringido. Se conserva casi como un museo -con determinadas condiciones de temperatura (alrededor de 15º) y un alto grado de humedad ambiental- para preservar  el buen estado de las joyas que atesora entre sus muros. Sus puertas sólo se habían abierto al público por motivos muy puntuales: sendas exposiciones dedicadas a las figuras de Fray Luis de León y Miguel de Unamuno, algunas visitas guiadas en pequeños grupos, como complemento de la celebración de congresos, y otras situaciones especiales.

En esta excepcional ocasión se abrió a público y músicos. El espacio puede dar cabida a unas 250 personas, pero el aforo hubo de ser menor de su capacidad real para evitar una excesiva alteración de las adecuadas condiciones ambientales. El frío reinante se calaba hasta los huesos obligando a permanecer con el abrigo. Un frío físico, que no emocional ni sonoro. El calor lo pusieron los músicos.

La Orquesta Barroca nació en 1990 en el seno de la Academia de Música Antigua con el ideal de aproximarse al repertorio barroco a través de criterios históricos y filológicos. Sus integrantes reciben clases individuales  de cualificados especialistas aunque habitualmente su trabajo se desarrolla bajo la dirección de Ángel Sampedro y Wim ten Have. En sus actuaciones, dentro y fuera de España, ha sido dirigida también por figuras de la talla de Sigiswald Kuijken y ha acompañado a prestigiosos solistas. Hace sólo unos meses pudimos disfrutar en el Paraninfo un concierto con el maravilloso traverso de Wilbert Hazelzet bajo la dirección de Jacques Ogg.

El acierto de Ángel Sampedro consiguió, como en otras ocasiones, que los músicos nos arroparan con cálidas interpretaciones llenas de vitalidad, afecto y musicalidad. Supieron remitirnos muy bien al imaginario mundo musical de tiempos pretéritos imprimiendo un adecuado sello a las obras que escuchamos. Entre ellos, los libros y nosotros, asomaron la expresión de afectos, las sutilidades rítmicas francesas, el carácter danzable de la música y los contrastes seccionales del concerto grosso. Una sucesión apoyada  muy bien por un potente continuo que otorgó una excelente base al conjunto de la orquesta.

La temperatura fue subiendo en la dirección e intención dialogante de las secciones y frases musicales. Las cuerdas altas estuvieron al principio algo destempladas y ligeramente imprecisas en algunos ataques pero fueron ganando en sonoridad y equilibrio. Los cuidados matices hicieron acto de presencia para manifestar momentos de potencia, progresivos o súbitos contrastes sonoros y la importancia del silencio como parte expresiva de la música. Las cesuras en el aire  del concerto grosso de Corelli fueron resueltas con una intencionalidad expresiva muy lograda. Los tempi estuvieron muy bien llevados y la sucesión de danzas de El burgués gentilhombre de Lully manifestaron, una a una, su carácter contrastante con precisión rítmica buena dirección sonora y estupendos enlaces.

Los pequeños fallos puntuales en el sonido no restaron un ápice de méritos al resultado de un concierto cuyo recinto colaboró con una buena respuesta acústica. Los intérpretes tuvieron el privilegio de ser los primeros en vivir la emocionante experiencia de tocar en él. Pero también se enfrentaron al frío y al esfuerzo extra de mantener templadas las cuerdas de tripa de sus delicados instrumentos. Y, por añadidura, supieron controlar los vericuetos de la música con sus ágiles dedos.

Nos faltó poder contemplar la belleza del estrellado cielo que en lejanos tiempos decorara el techo abovedado de la biblioteca. Desde 1506 a principios del siglo XX, sucesivos problemas y abandonos dieron al traste con la mayoría de las pinturas. Hoy tenemos que conformarnos con los restos que la restauración ha conservado fuera de su lugar original. No nos queda otro remedio que contemplarlos -en una de las bóvedas de la sala del Museo Universitario del Patio de Escuelas Menores- e imaginarlos multiplicados por tres iluminando el conocimiento acumulado en los libros.