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Número 25º - Febrero 2.002


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UNA DELICIOSA
VELADA OPERÍSTICA

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 13 de febrero de 2002. F. J. Haydn: Lo speziale, drama jocoso en tres actos sobre texto de Carlo Goldoni, estrenado en el castillo de Esterházy en 1768. M. Beltrán Gil, A. Mateu, J. Morales, M. Arruabarrena. Orquesta Barroca de Sevilla. P. Halffter Caro, director musical. P. Mailler, dirección escénica, escenografía y vestuario. Producción del Teatro de la Maestranza.

En el Teatro de la Maestranza quedó claro el pasado 13 de febrero que para montar una buena función de ópera no es necesario contar con grandes presupuestos ni con divos de renombre; basta con lúcidas direcciones musical y escénica, un puñado de cantantes voluntariosos dispuestos a trabajar duramente en equipo y, claro está, una obra de calidad por delante. La función, desgraciadamente única, ofrecida en el coliseo sevillano de Lo Speziale de F. J. Haydn fue un modelo casi perfecto en este sentido.

Ante todo habría que destacar el trabajo del director escénico, Patrick Mailler. Contando con un espacio reducido (el centro del escenario de la sala grande, en torno al cual se disponía un graderío con trescientas butacas) y unos decorados mínimos, ofreció una versión claramente planteada a la manera de la Comedia del Arte -formidable el  vestuario, tan grotesco como atrevido- que no olvidó ni el autor del que se trataba ni su contexto histórico. Hubo bufonería, sí, pero sin caer en ningún momento en lo chabacano ni en el humor fácil, y dejando paso a la transparencia lírica propia de los tiempos del Clasicismo. Un hallazgo la participación del público en determinados momentos de la acción trabada por Goldoni, por lo demás convencional y divertida: el joven ayudante de boticario Mengone tiene que vencer no sólo la resistencia que le opone su amada Griletta, sino también el acoso que a ésta someten un rico pretendiente y su propio jefe, a la sazón tutor de la muchacha.

La modélica dirección de actores, estudiadísima, fue perfectamente seguida por los cantantes. Muchos grandes divos deberían tomar ejemplo de estos jóvenes, dicho sea de paso. Vocalmente ellas fueron las triunfadoras: Assumpta Mateu (Grilletta) y la jordisavalliana Maite Arruabarrena (Volpino) no sólo se desenvolvieron perfectamente en el estilo y en los requerimientos técnicos -incluidas las agilidades-, sino que demostraron una gran sensibilidad. Muy digno Manuel Beltrán Gil (Mengone), y tan sólo discreto Julio Morales (Sempronio, el boticario). No obstante, el formidable trabajo conjunto facilitó que el resultado fuera sólido y homogéneo. Todos ellos recibieron justos aplausos, como el que se merece el Maestranza por permitir finalmente a jóvenes voces españolas -aunque sea en este tipo de producciones de pequeño formato- demostrar su talento en papeles de extensión y cierta exigencia.

En el foso, la notabilísima Orquesta Barroca de Sevilla, que viene desarrollando desde hace años una importante labor local en pro de la interpretación “con instrumentos originales”, no del todo respaldada por público y administración. No dirigía esta vez su fundador, Barry Sargent (gran interprete de Haydn a tenor de sus Siete Palabras, que próximamente publicará en cedé una entidad bancaria). La batuta la empuñaba el controvertido Pedro Halffter Caro, una opción a priori disparatada, pero a la postre en modo alguno censurable: el hijo de Cristóbal dirigió con entrega y gran corrección, ofreciendo una lectura sólida y bien trazada, a despecho de ciertos desajustes e inseguridades por parte de algunos instrumentistas. Sin duda a él corresponde parte del éxito de esta formidable producción. ¡Y qué placer disfrutar, en directo y en estas condiciones, de una música que trasmite tan sana alegría de vivir! ¿Será posible que algunos sigan discutiendo el genio de Haydn?