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Número 27º - Abril 2.002


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 VIVALDI Y BIONDI, SIN COMPLEJOS

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Para el aficionado Vivaldi ya no es sólo el compositor de decenas y decenas de conciertos. Su música vocal ha cobrado protagonismo en los últimos años, un protagonismo merecido por su riqueza y valor musicales. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer especialmente en cuanto a su corpus operístico se refiere que en su mayoría sigue siendo terra incognita. No se debe olvidar que Vivaldi era un hombre muy vinculado al teatro y la ópera uno de los géneros a los que prestó mayor atención con una producción ingente desde Ottone in villa (1713) hasta Rosmira (1738). 

Algo parecido, aunque menos, ocurre con su obra religiosa cuyo redescubrimiento ha dado ya numerosos frutos discográficos a la cabeza de los cuales están los siete volúmenes de la serie completa “Vivaldi Sacred Music” de Robert King (Hyperion) además de la pionera de Vittorio Negri (Philips), esta última con instrumentos modernos.

Virgin Classics presenta ahora un interesante disco que recoge tres conocidas obras sacras del veneciano: el famoso Stabat Mater RV 621, el salmo 126 Nisi Dominus RV 608 y el motete Longe mala, umbrae, terrores RV 629 (Virgin Veritas 7243 5 45474 23).

El Stabat Mater está previsto para voz solista, cuarteto de cuerdas y bajo continuo aunque generalmente se interpreta con una cuerda más nutrida. Es, sin embargo, esta versión de cámara la que nos ofrece Fabio Biondi y su Europa Galante. Aquellos acostumbrados al estilo de Biondi van a encontrar numerosas razones para hacerse con este disco. Biondi hace todo un alarde de imaginación con interesantes ornamentaciones que sientan de maravilla a la obra: "Quis est homo" el final de "Fac ut ardeat" o "Eja Mater" que recuerda tanto a L’Estro Armonico del que Biondi tiene una gran versión en Virgin Classics. (Veáse crítica: Filomúsica, Marzo 2000). 

El contratenor americano David Daniels de voz envolvente, cálida y expresiva es menos contemplativo de lo que sería deseable, salvo en el primer movimiento, y revela un instrumento más apropiado para la ópera barroca que para la música religiosa. En partes claves de la obra no consigue transmitir sentimientos de ternura, piedad o dolor tan inherentes a la obra. Dicho de otro modo, no hay pathos en su interpretación.

Andreas Scholl -que ha firmado con Chiara Banchini una de las grandes versiones de esta obra (Harmonia Mundi)- aunque frío como el mármol tiene mayor delicadeza y refinamiento que Daniels. Scholl es la elegancia personificada de emisión perfecta y voz esmaltada. Daniels hace una lectura escorada hacia lo dionisiaco frente a la apolínea versión de Scholl, mucho más adecuada al espíritu de la partitura. Eso sí, Biondi es oro refulgente comparado con Bianchini, monótona e imperfecta. 

El Nisi Dominus compuesto alrededor de 1717 es un auténtico regalo para la voz con momentos de gran belleza. Sólo hay que escuchar la frase final del "Surgite" en la que calla la cuerda y sólo queda el laúd y ver como Daniels mantiene largamente la nota final sobre la última sílaba de "Doloris" con un ligero y bellísimo vibrato, un detalle de categoría. Igual de espléndido está en una de las arias más increíbles, "Cum dederit dilectis", de hipnóticas sonoridades en el que el obsesivo acompañamiento de Biondi resulta ideal para la matizada lectura del solista. También destacaremos la plateada viola d’amore de Biondi en la cadencia del "Gloria Patri". Hay que lamentar que el bajo continuo, especialmente el órgano, acapare demasiado protagonismo.

Pero lo que convierte a este disco en singular es el terremótico motete final, Longe mala, umbrae, terrores RV 629. Aquí, tanto director como solista firman una versión ganadora en todos los aspectos. El movimiento inicial con un Biondi desmelenado y apasionado y un solista que supera las dificultades de la coloratura con vehemencia y brillantez, es sensacional. Seguidamente, el aria central, "Descende, o coeli vox" de efecto balsámico donde el contratenor demuestra belleza, lirismo y gran control en la respiración para rematar con el "Alleluia" final donde Daniels ornamenta con insolente facilidad, buen gusto y autoridad. Biondi pone la rúbrica a una versión que supera con creces a la de Robert King (Hyperion) de pesada grandiosidad.

En resumen, disco extraordinario cuyos aspectos positivos casi hacen olvidar los negativos. Confiemos en que Virgin encargue a Fabio Biondi más Vivaldi vocal. Hasta entonces nos quedaremos con este recomendable trabajo que nos brinda la oportunidad de disfrutar del Vivaldi menos trillado.