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Número 29º - Junio 2.002


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EL ARTE DE CARMIGNOLA

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Sony Classical acaba de publicar dos nuevos discos del violinista Giuliano Carmignola: el primero con las Sonatas para violín y clave de J. S. Bach (SK 89469) y el segundo, centrado en Pietro Locatelli y cuatro de sus conciertos para violín pertenecientes a L’Arte del violino op 3 (SK 89729).

Compuestas durante la estancia de Bach en Cöthen, el grupo de seis sonatas BWV 1014-1019 goza de justificada fama y ha sido objeto de numerosas grabaciones entre las que podemos destacar las de Monica Huggett y Ton Koopman (Philips), Reinhard Goebel y Robert Hill (Archiv) y Sigiswald Kuijken y Gustav Leonhardt (DHM), todas ellas con instrumentos originales. 

Curiosamente en un breve espacio de tiempo hemos sido testigos de un aluvión de nuevas grabaciones que han venido a enriquecer aún más un repertorio bien representado y es que sólo con instrumentos originales hay más de quince versiones en catálogo. Parece que todos los violinistas barrocos actuales se han puesto de acuerdo para grabar estas obras. Entre las últimas versiones aparecidas podemos destacar las de Lucy van Dael y Bob van Asperen (Naxos), Fabio Biondi y Roberto Alessandrini (Opus 111), Andrew Manze y Richard Egarr (Harmonia Mundi) y la de Rachel Podger y Trevor Pinnock (Channel Classics). Ahora, hay que sumar también la que es objeto de este comentario con la que finalmente Carmignola se enfrenta a una de las grandes obras del repertorio camerístico barroco no italiano. Y podemos adelantar desde ya que su versión asciende directamente a los puestos más altos entre las recomendaciones.

Dos son las características que más llaman la atención en esta nueva grabación: en primer lugar, la absoluta compenetración entre ambos músicos que dialogan con extraordinaria fluidez, aspecto que se convierte en una de las grandes bazas de esta versión. Escúchense, por ejemplo, el Allegro final de la sonata BWV 1017 o el de la BWV 1019 en la que ambos ofrecen toda una lección de sintonía y musicalidad. No hay que perderse en esta última la forma en la que Carmignola hace la repetición del tema principal.

En segundo lugar, el violinista resalta la expresividad por encima de todo y acentúa el aspecto cantabile de la música. Atendiendo a la naturaleza de la música de Bach -al fin y al cabo Bach no es Vivaldi a pesar de las influencias italianas- Carmignola toca con sobriedad y no abusa de las ornamentaciones en una versión más contenida de lo que se podría esperar de él y lejos del carácter trasgresor que supuso la grabación de Goebel y Hill. 

Un buen ejemplo del aliento expresivo del veneciano lo encontramos en el movimiento inicial de la BWV 1017 cuyos paralelismos con el "Erbarme dich" de la Pasión según San Mateo son evidentes. El instrumento vuela con sentimiento y tristeza introduciendo al oyente en un universo sonoro de total ingravidez. También ensoñador resulta el Largo inicial de la sonata BWV 1018 donde Carmignola hace cantar un melancólico lamento al violín que es acompañado por el clave con igual expresividad.

Carmignola y Marcon son comedidos en los tempi elegidos y no buscan la provocación como Goebel y Hill (Allegro inicial de la BWV 1019). Los movimientos rápidos son ágiles pero nunca vertiginosos y los lentos son llevados con serenidad. Esto priva a la versión de cierta vitalidad aunque esta ausencia nunca se convierta en pesadez como sí ocurre a veces en la versión de Kuijken y Leonhardt.

Andrea Marcon está espléndido en el famoso solo de clave de la BWV 1019 en el que demuestra gran precisión rítmica aunque quizás le falte un punto de entusiasmo. Asimismo, es suave y acariciador en el Adagio de la BWV 1018 que pocas veces ha sonado de una forma tan musical. 

Carmignola y Marcon han optado por presentar únicamente las seis sonatas sin versiones alternativas (como suele ocurrir en otras grabaciones) con lo que los dos discos son de escasa duración. Esto no ha de ser motivo para no hacerse con esta gran versión que pide sitio en las estanterías de cualquier aficionado a la música de Bach. Hermosa acústica la del monasterio benedictino de San Jorge de Venecia donde se realizó la grabación en Octubre de 2000. Muy recomendable.

L’Arte del violino op 3 de Locatelli es una colección de doce conciertos para violín que refleja todas las posibilidades técnicas del instrumento en tiempos del compositor. La estructura de movimientos es la habitual en Vivaldi, rápido-lento-rápido pero con un curioso elemento: cada concierto incluye un capricho para violín solo que se toca “ad libitum” cuya duración a veces excede la del propio movimiento y casi siempre va seguido de una cadencia improvisada. Naturalmente los caprichos muestran la destreza y el virtuosismo del solista que ha de enfrentarse a considerables dificultades técnicas. Sin duda, esta pionera colección de Locatelli sirvió de modelo al conjunto de 24 Capricci op 1 que un Paganini compusiera cien años después.

Carmignola nos presenta un total de cuatro conciertos de la colección: los núms. 1, 2, 10 & 11. Como ya comentamos en otras ocasiones, calidez, virtuosismo y una cierta extravagancia son características de este extraordinario violinista italiano que una vez más despliega todas sus habilidades en unas obras que le vienen como anillo al dedo. Ocurre con frecuencia que muchas de estas partituras tan vistosas se quedan en meros ejercicios de pirotecnia por parte del solista. Carmignola no sólo es capaz de superar todas los dificultades técnicas sino que también da muestra de una gran musicalidad huyendo de la superficialidad del mero virtuosismo. 

La violinista Elizabeth Wallfisch que grabara la obra completa es, sin duda, el referente para estas obras. Su grabación con la Raglan Baroque Orchestra y Nicholas Kraemer sigue siendo hoy una buena opción, especialmente para quienes deseen tener la obra completa. Pero Carmignola y la Venice Baroque Orchestra han superado al conjunto inglés en prácticamente todo. Carmignola es técnicamente tan perfecto como Wallfisch pero añade esa dimensión de profundidad no siempre presente en la australiana. Además, trata la obra de Locatelli con mimo y fantasía haciendo, por ejemplo, unas entradas rebosantes de imaginación. Sólo hay que comparar a ambos músicos en la entrada del violín en el Largo del concierto nº 2 para saber quién de los dos cree más en la música del italiano. Carmignola entra como en un susurro y hace crecer el sonido lentamente con ligeras disonancias para luego encarar con gran expresividad la frase inicial. Wallfisch por su parte hace una entrada mucho más prosaica y sin nada de magia.

La Venice Baroque Orchestra hace un acompañamiento perfumado, de gran dulzura en los movimientos lentos y robustez e ímpetu en los rápidos. Aquí los ingleses poco tienen que hacer frente a la musicalidad de los italianos. Sirva como ejemplo el Allegro del Concierto nº 11 en el que Kraemer además de elegir un tempo demasiado lento da muestras de una pesadez de la que la música se resiente. Por su parte, Marcon hace que la orquesta suene con una fuerza y vigor contagiosos, la música despega, vuela y sirve una introducción ágil y chispeante para que Carmignola empiece su viaje por el registro más agudo del instrumento sin sacrificar nunca la musicalidad de la obra.

En conclusión, no puede haber mejor introducción a la opus 3 de Locatelli que la de Carmignola y Marcon, servidores del mejor barroco italiano en interpretaciones cálidas e intensas. Excelentes sonido y presentación con un interesante artículo firmado por Fulvia Morabito de la Fondazione Pietro Antonio Locatelli que preside el musicólogo Albert Dunning, autor de la edición crítica de la obra de Locatelli.