Revista mensual de publicación en Internet
Número 29º - Junio 2.002


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El inabarcable caudal sonoro de Lindberg

Por Ismael González Cabral.

          En un corto espacio de tiempo Sony Classical se ha apuntado tres tantos a su favor con la publicación de varias grabaciones consagradas a la creación contemporánea, las tres encomendadas al director estrella de la casa, Esa-Pekka Salonen. Si el compañero Ángel Riego meses atrás realizara un acertado acercamiento a los discos con obras de Kaija Saariaho y del propio Salonen, es turno ahora de hacer lo propio, con el nuevo registro que contiene obras del compositor finlandés, Magnus Lindberg (1958), todas ellas ofrecidas como primeras grabaciones mundiales.

         No por azar, la portada de la carpetilla del compacto viene ilustrada con una fantástica escultura de Andy Goldsworthy, que parece querer invocar el difícil equilibrio de la música de Lindberg, pero también lo aristado a veces de su escritura orquestal y su continua invocación, más explicita o menos, a la morfología de la naturaleza. Sin embargo la de Lindberg no es una posición en absoluto acomodaticia para con el tratamiento del material sonoro, pero no se engañe el lector, tampoco es la suya una música que juegue a la especulación y la experimentación desaforada. He ahí la gran personalidad del músico que por algo se  ha convertido en muy poco tiempo, en uno de los creadores más difundidos e interpretados por las mejores orquestas del mundo, léase, Cleveland Orchestra o Los Angeles Philarmonic...

         A veces se comete el error de estrechar lazos estéticos entre los dos grandes compositores finlandeses de la actualidad, Saariaho y Lindberg. Sin embargo los parecidos en la mayoría de los casos se detienen en sus respectivas procedencias geográficas. Y es que Lindberg a diferencia de aquella, prefiere edificar monumentos sonoros menos sutiles y más explícitos en sus contornos, en sus definiciones. Gusta de tomar la forma clásica, por ejemplo, de un poema sinfónico del siglo XIX al estilo de Sibelius o Nielsen o más modernamente Madetoja o Sallinen - por circunscribirnos a creadores nórdicos - para elaborar un discurso que sin renegar de la abstracción otorga al oyente los suficientes puntos de apoyo como para seguir el proceloso y atormentado caudal sonoro que emanan sus composiciones. A este respecto, escuchen en el presente compacto, Parada (2001-2) o Fresco. Si en la primera el desarrollo es más conciso, apenas unos trece minutos, la segunda la podemos considerar como una pieza epigonal en el catálogo de su autor. Fresco (1997) pertenece a esa clase de obras que ganan a cada escucha, y que en una primera audición parecen ser inasibles. Nada más lejos. En sus algo más de veinte minutos apreciamos la genial escritura orquestal de su autor, las suculentas combinaciones tímbricas, los vertiginosos cambios de tiempo, y en fin, la capacidad de estar contando cosas nuevas continuamente.

         Cantigas y el Cello Concerto representan a la escritura concertante de su autor. La segunda, interpretada aquí por el violonchelista Anssi Karttunen, discurre por unos inmejorables niveles de calidad interpretativa. No en vano, el mismo violonchelista  fue quién en su día estrenara y grabase, Zona (1983, rev.1990), también de Lindberg. Entre aquella composición, y el Cello Concerto (1997-99) no existen grandes diferencias estructurales. Sí se aprecia como la escritura solista del compositor ha ido ganando en sofisticación. En el Concierto, violonchelo y orquesta parecen guardar un inestable equilibrio que no llega a romperse, pero a diferencia de ese gusto por muchos compositores de hoy por tratar a solista y orquesta como si de antagonistas se trataran, aquí se opta por integrar a ambos a lo largo de un discurso austero, orgánico como el propio Lindberg lo define y muy nivelador en lo que atañe a las dos voces: la solista y la orquestal.

         Es de esperar que Cantigas (1998-99) obtenga  un predicamento igual al menos al que cuentan sus composiciones puramente orquestales, y es que, de los muchos registros en el mercado dedicados a la obra de Lindberg, es la pieza que ahora comentamos, la que nadie debería dejar de conocer. En ella percibimos, como el paso del autor por las clases Rautavaara le ha permitido conocer en profundidad los mecanismos del funcionamiento de una gran orquesta, de las lecciones del inglés Ferneyhough lejos de sumirle en una música más o menos academicista, recoge lo mejor, el gusto por la forma, y la complejidad en la escritura instrumental, de Kraft seguramente su buen entendimiento con los directores que acometen su música, y en lo que nosotros apreciamos, la opción por un material no beligerante para con los instrumentos, etc, etc... Pero a estas alturas, Lindberg ya ha asumido todas esas posibles influencias, y despliega en Cantigas una sonoridad mucho más luminosa y expresiva que la del Cello Concerto pero que no cae en absoluto en un resultado tradicional. Tonalidad, atonalidad, modalidad, se dan citas en una obra, donde el oboe tiene reservado un importante papel sin llegar a convertirse nunca en solista.

          La versión de Salonen de estas músicas es electrizante, los profesores de la Philharmonia responden con idéntico entusiasmo en unas versiones que gozan la excelencia. Y este disco - de generosa duración 79'37'' - está llamado tarde o temprano a ser considerado una referencia. De aquí además pueden atreverse y partir a conocer otro Lindberg, por ejemplo, el camerístico, mucho más experimental, y arriesgado en las formas (Ablauf, Related Rocks), aunque por el momento, las cuatro obras reunidas en este disco dan para quedarse en ellas mucho tiempo.

REFERENCIA:

Magnus Lindberg: Cantigas, Cello Concerto, Parada, Fresco.                     Philharmonia. Esa-Pekka Salonen, director.

Sony Classical SK 89810