Revista mensual de publicación en Internet
Número 29º - Junio 2.002


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VISIÓN DE FUTURO

 Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 28 de mayo. Recital de Krystian Zimerman (piano). Obras de Brahms: Klavierstücke, Op. 118, Sonata nº 2, Op. 2 y Sonata nº 3, Op. 5.

Lo más gratificante del recital ofrecido por Krystian Zimerman en el Teatro de la Maestranza, en la que ha sido su segunda visita a Sevilla, estuvo en el público: hubo muchos, muchísimos jóvenes que acudían a escuchar al genial pianista polaco, buena parte de los cuales guardaron -guardamos- paciente cola durante media hora para obtener un autógrafo del artista. Aunque hemos de suponer que no pocos eran estudiantes de piano, su evidente entusiasmo ante la presencia de tan relevante figura nos hace olvidar la discreta taquilla obtenida por otros grandes nombres de la música a orillas del Guadalquivir. Es con la presencia de todos ellos, y no con la de los abonados de avanzada edad -que constituyen el grueso habitual del público- con lo que se garantiza el futuro.

Zimerman, por su parte, volvió a corroborar que se trata del mejor pianista de la actualidad. Puede haberlos aún más deslumbrantes en el plano técnico (Pollini), también quizá aún más apasionados y creativos (Barenboim), pero en el polaco se da tan asombrosa conjunción de virtuosismo y musicalidad que su liderazgo resulta incontestable. O casi: ahí está el increíble Kissin, cada vez más arrollador.

En este monográfico Brahms, Zimerman deslumbró con su consabida capacidad para extraer del piano una poderosísima gama dinámica y una variedad de colores raramente escuchadas, así como con su admirable claridad. Pero lo que convirtió una ejecución deslumbrante en una gran interpretación fue la musicalidad innata del intérprete: intensidad, perfecto equilibrio entre introversión y extroversión, atentísima matización, concentración absoluta en los momentos más delicados y ausencia de cualquier tipo de retórica fueron sus mejores armas. Lógicamente, hubo momentos más logrados que otros -la Sonata nº 3, antológica-, pero el nivel medio fue altísimo.

Resultó muy interesante además el punto de vista adoptado, no heterodoxo pero sí alejado en cierta medida de la tradición romántica, esto es, no tan interesado por el drama psicológico y la reflexión filosófica como por la relación abstracta entre melodía, armonía y timbre, con todo el juego de tensiones que entre estos aspectos se plantea. En este sentido quizá podríamos considerarle como un pianista "moderno", en cuanto que aborda el hecho interpretativo desde un arriesgado -por menos comercial- compromiso con la evolución de la música en el último siglo.

En suma, que aun sin olvidar a otros grandes brahmsianos, como puede ser el fabuloso Achúcarro -de sonido quizá aún más adecuado, y en absoluto inferior al polaco en su recreación de las visionarias Klavierstücke Op. 118-, se trató de un memorable recital. ¡Ah! Zimerman desea hacer saber a los lectores de Filomúsica que en noviembre aparece su disco con los conciertos de Bartók dirigido por Boulez. Como sea tan extraordinario como el que grabaron de Ravel, nos encontraremos ante un nuevo hito discográfico.