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Número 3º - Abril 2000


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EMMANUEL PAHUD, UN JOVEN FLAUTISTA EN EL PRIMER ATRIL DE BERLÍN

Por Ignacio Deleyto Alcalá.

La Filarmónica de Berlín es para muchos la mejor orquesta del mundo (sólo Viena y alguna americana pueden discutirle el título). En la actualidad esta élite berlinesa es cada vez más joven. Sólo hay que fijarse en cualquiera de sus múltiples apariciones en TV para ver músicos que difícilmente superan los 30 años. De la época Karajan ya sólo queda un puñado de músicos lo cual quiere decir que durante el mandato de Abbado, la orquesta se ha regenerado, como si una de una etapa de transición se tratara, dando paso a una nueva formación que entra en el nuevo milenio con una nueva cara aunque ya sin Abbado. Este se jubila voluntariamente abandonando el puesto directorial más codiciado del mundo. Simon Rattle, que recibirá el testigo de Abbado en el 2002, ya ha hablado de cambios en el repertorio; cambios aplaudidos por los jóvenes valores que le votaron mayoritariamente.

Entre estos nuevos valores se encuentra uno que desde hace tiempo brilla con luz propia. Nos estamos refiriendo al suizo de 29 años, Emmanuel Pahud. Este flautista que tuvo como profesor a otro ex-filarmónico, Auréle Nicolet, fue nombrado primer flauta de la Filarmónica con tan sólo 22. Hoy es uno de los músicos de la orquesta con mayor proyección internacional y con una apabullante carrera de solista a sus espaldas, especialmente desde que firmara un contrato en exclusiva para EMI CLASSICS. Además de sus intervenciones en la orquesta aquí y allá, ofrece entre 50 y 60 recitales al año a lo que hay que sumar sus crecientes compromisos en los estudios de grabación. Si a ello sumamos las horas de ensayos y estudio de nuevas obras puede uno pensar que Pahud va demasiado rápido, ese mal que aqueja a los artistas de nuestro tiempo. Quizás algún día, siguiendo el ejemplo de otro ilustre ex-filarmónico, James Galway, renuncie a la orquesta y dedique todos sus esfuerzos a su carrera como solista. El tiempo lo dirá. Por ahora, hablaremos de tres recientes grabaciones para EMI.

"Paris" (EMI CDC 56488) es el título genérico del primer disco dedicado a siete maestros franceses de nuestro siglo. El programa es variado y coherente pues todo él gira en torno a compositores (profesores) que trabajaron o escribieron en el Conservatorio de París o simplemente vivieron en esa ciudad. No es un repertorio fácil pues se pasa de la más absoluta calma a momentos de angustia o incluso violencia. No hace falta decir que Pahud es un instrumentista excepcional con un tono firme y un sonido bien proyectado. Se defiende con igual soltura en los registros bajos como en los altos. Y lo más interesante de todo, técnica aparte, es que sabe recrear la partitura. Tiene elegancia y suavidad en los ataques pero también sabe resaltar lo agresivo de la música con un sonido afilado y viril si es preciso. Tras escuchar alguna de estas obras me quedo con la impresión de que la interpretación es mejor que la obra (algunas fueron meros ejercicios compuestos para exámenes en el conservatorio) lo cual habla en favor del intérprete.

También hay obras de indudable interés como la Sonata de Poulenc que abre el disco con un tercer movimiento de una gran belleza o "el Mirlo Negro" de Messiaen, compositor muy interesado en la naturaleza y en el canto de los pájaros en particular, donde toma como punto de partida el canto de este pájaro para crear una obra con moderadas disonancias. Aquí secciones a modo de cadencias para la flauta se combinan con otras acompañadas de piano. Una vez más Pahud es el intérprete ideal desplegando una gran variedad de recursos interpretativos al igual que en la obra de Jolivet que cierra el disco, partitura misteriosa de una gran carga emocional, donde los elogios hay que hacerlos extensivos al pianista acompañante, Eric Le Sage. En definitiva, un disco excelente con una portada que no hace honor a la calidad de lo que hay en su interior.


Sorprende en el siguiente disco (EMI CDC56577) que todavía aparezca Haydn en la portada como autor del Concierto de Flauta en re mayor. Durante muchos años atribuido a Haydn, hoy día su autoría es ya rechazada en favor de la de Leopold Hoffmann, prolífico compositor vienés, contemporáneo de Haydn y hoy prácticamente desconocido. Su concierto es una obra amable de corte clásico sin grandes aspiraciones. El concierto de J. M. Haydn es una obra más inspirada que la anterior, recuerda a las serenatas del joven Mozart, aunque sin que esto suponga mayores dificultades para el intérprete. A lo largo del disco Pahud toca con exquisitez y refinamiento sin ser empalagoso. Subraya cada uno de los detalles con expresividad y frasea con fluidez. Su virtuosismo queda demostrado en el Allegro molto del concierto de Hoffmann que le sirve de lucimiento personal con su brillante final.

Más interesantes son los Scherzandi de Haydn que forman la parte central del disco. Vienen a ser sinfonías en miniatura muy agradables al oído con algunos movimientos muy bellos. Están escritos para dos violines, bajo continuo, dos oboes, dos trompas sustituidas por la flauta en los tríos de los minuetos. La orquesta -formada por músicos de la Filarmónica- arropan al solista en todo momento con una cuerda brillante y precisa. El programa de este disco demuestra lo reducido que es el repertorio para flauta desde el barroco hasta nuestro siglo. En el Clasicismo pocas son las obras importantes para flauta y menos aún en el Romanticismo. De ahí que los flautistas a la hora de confeccionar sus programas tengan que recurrir a lo que hay disponible, en la mayoría de los casos, obras menores. Estamos, pues, ante un disco interpretado magistralmente pero que no enriquecerá gran cosa la discoteca del aficionado.


Y llegamos a Mozart y sus cuartetos para flauta y cuerdas (EMI CDC 56829). Una vez más (y parece una constante en los discos de Pahud) la portada resalta el "físico" del artista con una foto propia de cualquier modelo publicitario. Las compañías piensan que hay que abrir mercado como sea y están en su derecho. Lo que me extraña es que los artistas se presten a ello (véase también la portada del último disco de la Mutter).

Sus cuartetos para flauta son obras delicadas que aunque no se encuentran entre lo mejor de su producción camerística sí contienen suficiente valor musical. Prueba de ello es la cantidad de grabaciones actualmente en catálogo. Y, por supuesto, siempre que hablamos de una obra del salzburgués, hablamos de momentos de gran belleza e inspiración. Estos son algunos ejemplos de la maravillosa música que encierran estas obras: el melancólico adagio del cuarteto en re mayor con la flauta por encima del pizzicato de las cuerdas, el efervescente allegro que concluye el cuarteto, el bellísimo andante del K 285a y el Tema y variaciones del cuarteto en do mayor que es casi idéntico al sexto movimiento de la Serenata para trece instrumentos de viento K 361 (¡una de esas obras que uno se llevaría a una isla desierta!)

Esta nueva versión cuenta con la colaboración de tres excelentes instrumentistas perfectamente compenetrados (Ch. Poppen, H. Schlichtig y J.G. Queyras). Las cuerdas dialogan entre sí con fluidez, las texturas son transparentes, la flauta se acopla sin brusquedades. Pahud demuestra una vez más su control de las líneas, su excelente fraseo y una emisión delicada. ¿Lo mejor del disco...? el primero de los cuartetos donde al buen entendimiento entre los músicos se suma una interpretación que convence de principio a fin; chispeante en los allegros y ensoñadora en el adagio. Puede que en algún momento se eche de menos un poco más de carácter, más gracia y entusiasmo, pero, en general, es una versión muy equilibrada y sobretodo, muy bien interpretada. A nadie defraudará.