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Número 30º - Julio 2.002


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DANIEL BARENBOIM:
UNA SEMBLANZA DISCOGRÁFICA 

 

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

  No cabe duda de que Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) está de moda en España. Aún tenemos recientes sus intervenciones en Festival de Verano del Teatro Real, que han suscitado entre la crítica -con alguna previsible excepción- un entusiasmo aún superior al de las dos anteriores temporadas. Estas actuaciones han venido acompañadas de un importantísimo descuento (que podía llegar al 60%) de su catálogo disponible en Warner, esto es, Teldec y Erato, lo que ha hecho que muchos aficionados se lanzaran a por su discografía. A esto hay que sumar la llegada a tierras andaluzas de la cuarta edición de su West Eastern Divan, proyecto de colaboración anual entre jóvenes músicos israelíes y palestinos del que es cabeza visible junto con el candidato a Premio Nóbel de la Paz Edward W. Said.

El maestro llegará al antiguo seminario de la localidad aljarafeña de Pilas a mediados de agosto, para preparar junto a estos jóvenes músicos (a los que se sumarán marroquíes y andaluces, otorgando así mayor significación al evento) la Leonora III, el Concierto para tres pianos de Mozart y la Quinta Sinfonía de Beethoven, páginas que ofrecerán primero en Ronda, luego en el Teatro de la Maestranza de Sevilla (sábado 24), y finalmente en Lübeck y Berlín. Un proyecto sin duda admirable desde el punto de vista musical y desde el político, que se podría repetir en Andalucía los próximos cuatro años si se alcanza ahora suficiente éxito y apoyo.

Pues bien, dada la actualidad de la figura de Daniel Barenboim vamos a realizar un repaso por su ingente legado discográfico que pueda servir de orientación a quienes se estén empezando a introducir en el conocimiento de esta relevante figura del piano y la dirección musical. Relevante y controvertida, toda vez que su modus operandi puede no ser del gusto de algunos. Éste se distingue por su intensidad dramática y su radical -mas no caprichosa- subjetividad.

Su sonido (orquestal o pianístico) empastado, denso y profundo, “germánico” si se quiere, no ofrece concesiones al hedonismo. Sus interpretaciones, tensas y rebeldes, se encuentran con frecuencia al borde del abismo emocional, hasta tal punto que la perfección técnica o la propiedad estilística pueden verse arrolladas por la furia no siempre controlada -sobre todo en directo- de los sentimientos De esta manera, quienes busquen en la música pasar ratos placenteros, degustando plena belleza formal dentro de un saludable equilibro emocional, podrán no sentirse cómodos ante el universo sonoro de Barenboim. Preferirán a pianistas como la Pires o a directores como el Abbado de hoy, por ejemplo.

Por el contrario, quienes deseamos dejarnos llevar por el torbellino de la emoción, por agria y terrible que ésta pueda ser, reflexionar sobre la existencia desde la angustia y la desesperación si es necesario, le consideramos insuperable -aun contando con inevitables irregularidades- a la hora de profundizar en un repertorio extraordinariamente amplio, trátese de Mozart, Brahms, Wagner, Schönberg o Berio. Realizada esta reflexión previa, necesaria para advertir al lector de la postura que adoptamos a la hora de valorar al artista, pasamos a relacionar los principales hitos de su discografía. Para ello vamos a dividir su trayectoria en cuatro etapas.

 

Los años de EMI

Es decir, sus primeras grabaciones importantes, realizadas en la segunda mitad de los sesenta y buena parte de los setenta. Aunque no estén aquí sus más geniales logros, los registros realizados para el sello británico por el por entonces jovencísimo artista son aún los que despiertan con mayor unanimidad la admiración de la crítica. De hecho, hasta los antibarenboinianos más furibundos reconocen el carácter referencial de su primera integral de las Sonatas de Beethoven, o de los Conciertos para piano del mismo autor bajo la dirección de Klemperer, por no hablar de las Sonatas para violín junto a su amigo Pinchas Zukerman, de las Sonatas para violonchelo junto a su esposa Jacqueline du Pré, o los Tríos con la complicidad de los mismos.

También ya entonces mostraba un muy especial interés hacia Mozart, otro de sus caballo de batalla, grabando sus últimas Sinfonías, el Réquiem, los Conciertos para piano y, ya en los años setenta, Las Bodas de Fígaro y Don Giovanni. En todos los casos, la labor de la English Chamber Orchestra garantizaba la excelencia de los resultados bajo una batuta vehemente y dramática, apartada de viejas tradiciones pero también muy alejada de los aires de renovación que pronto iban a llegar de mano de Marriner y de los historicistas.

Aunque podríamos hacer referencia a muchas otras grabaciones de estos tiempos (lieder de autores diversos con Fischer-Dieskau o la Baker, Conciertos de Brahms con Barbirolli), terminamos recordando los Conciertos de Haydn, Schumann y Dvorák acompañando a la llorada Du Pré, o las Sonatas de Brahms junto a la misma, impagables testimonios de una de las artistas más excepcionales que se han conocido.

 

Nuevos aires con Deutsche Grammophon

Su colaboración con D.G. a partir de 1972, in crescendo hasta principios de los ochenta (y coincidente con algunos trabajos para RCA y CBS), iba a ofrecer testimonio de la titularidad de la Orquesta de París y el comienzo de un romance con la Sinfónica de Chicago. Con la primera grabaría ante todo repertorio francés: Sinfonía Fantástica, Beatriz y Benedicto, el Réquiem y otras páginas de Berlioz, compositor quizá por "germanizado" más afín a su temperamento, y obras diversas de Franck, Saint-Saëns (Sansón y Dalila), Debussy o Ravel, entre otros, en los que mostró una decidida heterodoxia y, en ciertos casos, cierta inmadurez e inadecuación.

Con la orquesta norteamericana grabó su primera integral de las Sinfonías de Bruckner, hoy sin duda superada por la más reciente, pero en aquél momento extraordinariamente renovadora por presentar un espíritu mucho menos "católico" y más agnóstico, es decir, menos confiado y más inquietante, que el de la gran tradición interpretativa, Furtwängler aparte. También con Chicago grabó piezas angulares del repertorio sinfónico como pueden ser el Concierto para violín de Beethoven (con un maravilloso Zukerman), las Sinfonías de Schumann o las más famosas páginas orquestales de Tchaikovsky, estas últimas con óptimos resultados que años más tarde no lograría repetir.

Con la English Chamber realizaría una última colaboración: seis de las Sinfonías Sturm und Drang de Haydn -hoy sólo disponibles en una colección de quiosco española-, intensísimas y admirablemente realizadas, amén de muy centradas en lo estilístico (historicismo aparte, claro). Pero fue sin duda en su faceta de pianista donde dio lo mejor de sí. Ahí están hitos como su Viaje de Invierno de Schubert con Fischer-Dieskau, la totalidad Lieder de Brahms con el gran barítono y Jessey Norman, las Canciones sin palabras de Mendelssohn, los Nocturnos de Chopin y, sobre todo, su segunda integral de las Sonatas de Beethoven, más arriesgada y visionaria -por tanto, también más controvertida- que la primera. Lástima que tras semejantes éxitos llegara la ruptura con la discográfica de Karajan.

 

Años de peregrinaje

Buena parte de los ochenta vieron a Barenboim retornar a sellos con los que ya había trabajado, EMI y CBS. Junto a un reciente amor llamado Filarmónica de Berlín (que terminaría dándole calabazas para optar por el mucho menos interesante Simon Rattle), ofrecería sensacionales realizaciones como una nueva Fantástica, la integral de las Sinfonías de Schubert y, sobre todo, más Beethoven: el Concierto para violín (ahora con Perlman, con quien también graba el de Brahms) y los Conciertos para piano. En estos últimos se dirigiría a sí mismo, obteniendo unos resultados diferentes -y complementarios- a los que logró con Klemperer.

Como pianista, y dejando al margen realizaciones menores, vería la luz por fin, una integral de la obra para piano solo de Mozart. Su concepto, opuesto al de una Pires o un Brendel, no la hacen plato para todo los paladares, pero no se le puede negar la seriedad y coherencia de su concepto y su capacidad para revelar los aspectos más avanzados de esta admirable música. Para quienes compartan los puntos de vista de Barenboim, imprescindible.

 

Artista Warner

A partir de 1986 comenzaría una fructífera colaboración con el grupo Warner, es decir, con Teldec y Erato, que culminaría con un contrato en exclusiva que está en estos momentos a punto de concluir. Las primeras realizaciones serían irregulares, incluyendo una Consagración de la Primavera decididamente mediocre, pero en poco tiempo llegarían los grandes logros, centrados en la maduración de obras ya llevadas al disco, en la grabación de páginas muy trabajadas en directo pero aún no registradas, y en la indagación en nuevos repertorios. Eso sí, situándose más en el podio que en la banqueta del piano, y con la complicidad de un instrumento de primerísima magnitud como es la Sinfónica de Chicago, cuya titularidad ostenta.

Realmente resulta difícil señalar hitos, toda vez que la mayor parte de lo grabado alcanza extraordinarias alturas o, al menos -caso de sus acercamientos a Mahler o Verdi-, indica fructíferas vías para el futuro del artista. La realización más representativa de esta etapa es el registro de todas las óperas importantes de Richard Wagner, con la excepción de Holandés, que no sabemos si está por venir. Grabando a veces en estudio con la Filarmónica de Berlín o con la Staatskapelle de la misma ciudad, o bien en directo en el Festival de Bayreuth, la alta calidad media de sus realizaciones y la novedad de sus propuestas le han convertido en el gran wagneriano de nuestros días. Tristán e Isolda está considerado con unanimidad como su mejor logro, si bien quien esto suscribe no duda al poner a su altura el Parsifal, de nuevo con la espléndida pareja Sigfried Jerusalem-Waltraud Meier. El Anillo, muy bien dirigido, se ve lastrado por un Wotan y una Brünnhilde insuficientes. El resto es notabilísimo, siempre dentro de una vertiente más lírica que épica, pero su desmitificador -y discutible, que duda cabe- enfoque de títulos como Tannhäuser y Maestros le ha propiciado más de un varapalo crítico por quienes prefieren acercamientos más tradicionales, menos "políticamente comprometidos".

En directa relación con estas realizaciones wagnerianas habría que poner su nueva integral Bruckner, esta vez no con Chicago sino con Berlín, que cuenta con logros importantísimos como la Primera, la Tercera y la Séptima. No menos destacables son sus Sinfonías de Beethoven, que conforman la integral más importante de la era digital, al menos de entre las entroncadas con la línea filosófica de un Furtwängler; con una toma de sonido portentosa y un precio de lo más ventajoso, su disfrute permite al mismo tiempo apreciar las cualidades de la Staatskapelle de Berlín, cuyo sonido resulta de lo más adecuado para este repertorio.

Para Teldec y Erato ha grabado otros muchos discos importantes. Brillan con especial fulgor sus nuevas realizaciones de la Sonata en Si Menor de Liszt (ya tenía una para D.G.), su tercera (!) grabación de las Variaciones Diabelli de Beethoven y de la Sinfonía Fantástica, un personal disco Boulez, la trilogía Mozart-Da Ponte, algunos de los principales poemas sinfónicos de Strauss -falta Zaratustra-, diversos Conciertos para piano de Mozart (la serie está por completar), los Conciertos para violín de Sibelius y Nielsen con Maxim Vengerov, la Sonata nº 3 de Brahms junto al mismo violinista, una muy celibidachiana integral de las Sinfonías de este autor y su Réquiem Alemán, de nuevo La Consagración (esta vez con geniales resultados), los dos primeros cuadernos de Iberia de Albéniz, etc.

Sumemos a todo ello los Conciertos de Brahms, Schumann y Tchaikovsky junto a Celibidache, sólo en video: un apabullante testimonio de cómo se pueden compenetrar dos temperamentos bien diferentes e igualmente geniales. Señalemos finalmente la grabación de diferentes productos "crossover", entre los cuales el disco de tangos fue un verdadero hito de ventas a escala internacional y logró la difusión del nombre de Barenboim en ámbitos por completo ajenos al mundo de la clásica.

 

La era del DVD

La crisis discográfica que vivimos va a poner punto y final al contrato de Barenboim con Warner. No sabemos qué ocurrirá entonces (se dice que podría retornar a EMI), pero lo cierto es que ese maravilloso formato que es el DVD está deparando realizaciones portentosas. Así, Arthaus Musik ha lanzado un Lago de los cisnes y un Cascanueces que no dudo en calificar como las más arriesgadas y reveladoras interpretaciones tchaikovskianas que jamás he escuchado. Extraordinaria altura alcanzan el Concierto de Sibelius con Vengerov y las Noches en los jardines de España de Falla bajo la dirección -al menos en teoría- de Domingo, muy interesante la Quinta de Mahler y divertidísimo el Concierto de Nochevieja de la Staatsoper de Berlín. Sensacional Las bodas de Fígaro, con un referencial René Pape al frente del reparto.

TDK también ha publicado maravillas. Entre ellas, el concierto veraniego del Waldbühne de la Filarmónica de Berlín (Noche latinoamericana) o los del 1 de mayo de 1992 y 1997 de la misma orquesta (en El Escorial y Versalles respectivamente, especialmente memorable el primero). Pero destaca, sobre todo, un concierto en Colonia en el año 2000 donde ofrece frente a la Sinfónica de Chicago versiones insuperables de las Notations I-IV de Boulez, La Mer de Debussy y El sombrero de tres picos de Falla.

Como parece de momento difícil que salgan en este nuevo formato los importantes fondos videográficos de Teldec (algunas Sonatas de Beethoven, el Anillo y el Tristán e Isolda en Bayreuth, Parsifal, los conciertos con Celibidache), confiemos al menos en que nos sorprendan con algunas de sus realizaciones televisivas, cuyos derechos tienen compañías como Unitel o Arthaus, entre otras: Te Deum de Berlioz, nueva y reciente integral de las Sonatas de Mozart, primer libro de Preludios de Debussy, su primer Tristán (con puesta en escena de Jean-Pierre Ponelle, editado en su momento por Philips) y sus recientes Maestros Cantores de nuevo en Bayreuth, unas Variaciones Goldberg de 1992, etc. Por lo pronto, se anuncia Otello.