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Número 30º - Julio 2.002


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CINE Y MUSICA: TOCAR MÚSICA CON EL CORAZÓN

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.



Muchas veces se ha escuchado el tópico de que la música "amansa a las fieras", pero parece que no creyeran en ello ni los que lo repiten una y otra vez, pues en una sociedad como la nuestra, donde la violencia de las bandas juveniles es una seria preocupación, sin embargo cuando llega la hora de recortar presupuesto la perjudicada suele ser la música ya que, como es sabido, "eso no sirve para nada".

Por todo ello, no es extraño que muchos contemplen la historia de Roberta Guaspari como un modelo a seguir. En 1981, la Guaspari comenzó a dar clases de violín a los niños de una escuela pública del barrio neoyorkino de Harlem, que en principio parecería uno de los lugares menos indicados para esa labor. Sin embargo, su éxito fue notable, consiguió despertar en cientos de niños el amor a la música (y el saber superar cualquier dificultad que se les presente) y cuando diez años después la escuela dio por terminados los cursos, debido a un recorte presupuestario, Roberta pudo continuar enseñando gracias a una fundación creada al efecto, llamada "Opus 118", que se financiaba a través de donaciones privadas y conciertos benéficos; para estos últimos ofrecieron su desinteresada colaboración artistas de la talla de Isaac Stern o Itzhak Perlman.

La actividad de la "Opus 118" y su "Programa de violín en Harlem Este" ya aparecieron en la pantalla en 1996, cuando se rodó un documental titulado Small Wonders (Pequeñas Maravillas), donde aparecía la verdadera Roberta Guaspari enseñando a sus alumnos, con observaciones de Isaac Stern, y luego la actuación de estos en el Carnegie Hall (la famosa sala de conciertos de Nueva York, generosamente cedida para estas ocasiones por influencia de Stern). Este documental, que también se conoce con otro título (Fiddlefest o Fiesta del violín), dirigido por Alan y Lana Miller, estuvo nominado a un Oscar en la categoría de mejor documental, y fue el punto de partida para el proyecto de filmar una película basada en la vida de Roberta Guaspari, que se estrenaría en 1999 con el título de Music of the Heart (Música del corazón).

La película comienza cuando el marido de Roberta, un oficial de marina, la ha dejado por otra. Roberta está desolada, se pasa todo el tiempo al teléfono suplicándole que vuelva. Por él había abandonado su carrera musical, para atender a sus dos hijos, Nick y Lexi; si bien para ser profesional de la música había empezado sus estudios ya muy mayor, al menos quería dedicarse a la enseñanza. Sin embargo, el ser esposa de un militar (con los previsibles cambios de residencia ante los nuevos destinos de su marido) hizo que apenas pudiera impartir clase de forma reglada, y tuviera que conformarse con dar algunas clases particulares y enseñar a sus hijos.

Su madre la convence de que hay que afrontar la nueva situación, de nada sirve lamentarse, y lo primero que debe hacer es buscarse un trabajo. Así, Roberta comienza a envolver paquetes en unos grandes almacenes, pero allí la descubre Brian, un antiguo compañero de estudios, y la convence de que eso no es para ella, que podría dedicarse a enseñar música a niños, que es lo que le gusta, y que conoce a la directora de una escuela pública de Harlem que la podría contratar.

Dicho y hecho, Roberta se presenta ante Janet Williams, la directora, pero esta rechaza contratarla al no tener ninguna titulación que la acredite. Roberta no se desanima, no pierde el optimismo, y a pesar del rechazo insiste en que la directora pueda escuchar a sus hijos tocando el violín con ella. La "demostración" tiene éxito, pues Janet le pregunta si puede hacer que todos los niños toquen tan bien el violín, a lo que Roberta contesta que cualquier niño puede aprender. Queda contratada como suplente.

Aún le espera lo más difícil, el saber motivar a sus alumnos. El primer día de clase encuentra la batalla habitual en las escuelas de suburbios, que estamos acostumbrados a ver en las películas: los alumnos se le rebelan, le toman el pelo, pero solamente expulsando a uno consigue imponerse a ellos. A otro alumno, DeSean, que pide que le expulse porque el violín son "cosas de nenazas" se niega a echarle. En la siguiente clase ya le prestan atención: si parecía asombroso lo fácilmente que pudo conseguir el puesto, esto ciertamente es más asombroso aún.

Roberta comienza a enseñar canciones infantiles a los niños, y surgen los primeros problemas. La madre de Naeem, un niño negro, se niega a que su hijo toque música "de blancos muertos" y pregunta cuántos compositores de música clásica han sido de raza negra (Roberta no le supo mencionar a Scott Joplin; también podría haberse acordado de directores como Henry Lewis o pianistas como André Watts). Siguiendo el discurso típico de los líderes negros radicales, la madre de Naeem acusa a Roberta de ser de aquellas personas que quieren salvar a los que no quieren ser salvados. El problema tiene una solución también asombrosamente fácil: un día, Roberta aborda a la madre de Naeem, le argumenta qué hubiera pasado si Arthur Ash (famoso tenista negro) nunca hubiera jugado al tenis por ser un deporte de blancos, y le dice que el rostro de Naeem "se ilumina" cuando toca el violín. Poco tiempo después, su madre traerá a Naeem de vuelta a clase: así de sencillo.

Otra de sus alumnas es Guadalupe, una niña con problemas de movimiento (debe llevar una estructura de refuerzo en las piernas). Roberta enseña un día a sus alumnos la posición de un violinista, con los dos pies formando ángulo recto, de modo que aunque recibieran un empujón no perdieran el equilibrio; al recibirlo Guadalupe, se cae, y así Roberta descubre su situación y la hace tocar sentada. Guadalupe está deprimida, piensa que no será capaz de hacer lo que los demás, todos son mejores que ella, y entonces Roberta le habla de Itzhak Perlman, uno de los más famosos violinistas del mundo, que tiene los mismos problemas que ella, y le dice que la firmeza no es sólo cuestión de las piernas, también se tiene desde dentro.

Los métodos de Roberta, para exigir autodisciplina a sus alumnos, empiezan a ser denunciados por algunos padres, que creen que sus hijos reciben malos tratos cuando se enteran que la profesora les dice cosas como "vuestros padres vomitarán si os oyen tocar así de mal en el concierto de fin de curso". Hay una llamada de atención de la directora al respecto, y Roberta decide, para no perder el puesto, suavizar el tono y ser menos exigente. Los resultados no se hacen esperar, los alumnos tocan de forma horrible y ellos mismos piden la vuelta a la disciplina anterior, incluso Becky, la misma niña que se había quejado a sus padres del lenguaje "agresivo" de Roberta. Todos los problemas parece que vayan teniendo solución.

Lo más grave que se encuentra Roberta es el ambiente de delincuencia habitual en barrios como Harlem. Un día, Roberta le pregunta a una alumna, Lucy, por qué no ha practicado en casa y ella le contesta que han matado a su abuela en un atraco. Otro día es su propio hijo Nick el que casi estrangula a otro niño en una pelea, y Roberta piensa que Nick sufre carencias afectivas por no tener un padre con él. Al poco tiempo se ser abandonada, había iniciado una relación con Brian, y piensa que sería un buen padre para sus hijos; en efecto, Brian se comporta como un padre con Nick, ayudándole a recuperar el equilibrio emocional, y Roberta piensa en formar una familia con él. Pero Nick no quiere comprometerse, prefiere seguir en libertad, y por ello Roberta rompe la relación, con gran disgusto de Nick. También despide a todos los obreros que había contratado para remodelar la casa que se ha comprado en Harlem, para que sus hijos tuvieran al menos un hogar: todos ellos eran ex-presidiarios y gente que estuviera dispuesta a trabajar por poco dinero, pero su rendimiento era extremadamente bajo.

Llega por fin el día del concierto de fin de curso y es todo un éxito... hasta el punto de que 10 años después, no sólo continúan los cursos sino que ya da clase a 150 niños de 3 escuelas, y no hay número de plazas suficientes para todos los que se desean apuntar, hasta el extremo de que hay que recurrir al sorteo. Las clases de Roberta ya son objeto de atención en reportajes de la prensa.

Uno de sus actuales alumnos es un niño hispano llamado Ramón, que se toma muy en serio el practicar en casa para superarse, teniendo que luchar con sus familiares, que solamente quieren ver tranquilamente los programas deportivos de la TV y no oír los maullidos del violín del niño; llegará a poner en la puerta de su habitación un cartel de "Manténganse afuera". Su identificación con la profesora hace que cuando otro niño, Justin, interrumpe una clase tirando un atril al suelo, Ramón le desee que se muera. Poco después, Justin muere en un tiroteo y Ramón se siente culpable; Roberta le convencerá que él no ha tenido nada que ver, que "no es tan poderoso".

Otra alumna es Vanessa, que parece hija de "familia bien", y se olvida traer el violín a clase. Al ser reprendida por Roberta, su padre la disculpará diciendo que es hija de padres divorciados, ya se sabe, en los continuos traslados se pierden cosas: una situación que Roberta comprende perfectamente porque es la suya propia. También está Rachel, una niña negra de gran talento para la música a la que Roberta quiere recomendar para que estudie con una beca en la prestigosa Juilliard School; por desgracia, la madre de Rachel es maltratada por su marido hasta el punto que madre e hija deben esconderse fuera de la ciudad, y perder esa oportunidad.

Los propios hijos de Roberta quieren encontrarle pareja: para ello no se les ocurre mejor idea que insertar un anuncio de búsqueda de relaciones, describiendo a su madre como guapa, violinista, con 30 y tantos, etc. y añadiendo frases del tipo de "Con mi violín saciaré tu alma". Roberta se enterará cuando vea que le llegan montones de cartas, y decide contestar a una de ellas, por lo que conoce a Dan Paxton, un caballero de aspecto respetable que es profsor de periodismo, con el que comienza a salir, aunque sin saber si desea formalizar una relación.

Cuando faltan 10 días para el concierto de fin de curso, Roberta se entera que la han despedido. Al ir a exigir explicaciones a la directora, Janet, esta le dice que han sufrido un recorte presupuestario y que han tenido que suprimir su clase, ya que ella siempre fue "suplente". La plaza fija de profesor de música la tenía un estúpido llamado Dennis Rausch, que no ha conseguido nunca motivar a sus alumnos más allá de una mera rutina, dentro de la enseñanza "oficial" de la flauta. Roberta está dispuesta a luchar porque su clase continúe, y recibe el apoyo de Janet para conseguir, ya que no recortar el presupuesto por otra asignatura, que aparezca por algún sitio una financiación para las clases de violín.

Durante el concierto de fin de curso, Roberta se dirige a los padres para advertir que puede ser el último que haya, debido a los recortes, y más tarde los invita a su casa para pensar en una solución. De momento, gracias a la influencia de Dan, el caso ha saltado a la prensa. La madre de una de las alumnas de Roberta, que es fotógrafa, se negó una vez a cobrarle unas fotos a la profesora de su hija, como agradecimiento por lo que hacía por la niña; hablando con ella, Roberta descubrió entonces que era la esposa de Arnold Steinhardt, el primer violín del Cuarteto Guarneri (en el doblaje español, que debe estar hecho "al oído", Roberta dice "Cuarteto Ganeri"). Pues bien, la esposa de Steinhardt propone en la reunión recaudar fondos mediante un concierto benéfico donde podría tocar su marido e invitar a otro violinista amigo suyo que es nada menos que... ¡ Itzhak Perlman !

Los preparativos para el concierto son arduos: los niños ensayan sábados y domingos, deben presentar un contrato firmado por sus padres para que garanticen que no podrán faltar a ningún ensayo, aprenden obras algo más "serias" que las canciones infantiles que tocan habitualmente, ya se han impreso los programas que anuncian a Perlman y Steinhardt... cuando surge un nuevo imprevisto, el teatro que pensaban alquilar para la ocasión ha quedado inutilizado por una inundación y no hay ningún otro disponible en la zona. La solución a este contratiempo parece propia de los cuentos de hadas: la mujer de Steinhardt ha recurrido, a través de un amigo común, a Isaac Stern y este les ha cedido nada menos que el Carnegie Hall, la sala de conciertos más famosa de Nueva York, que en 1960 se salvó de la demolición gracias a una campaña protagonizada por el propio Stern. Además, Stern pide a Roberta que le deje tocar en el concierto e invitar a "algunos amigos" a que también toquen.

El día del concierto en el Carnegie Hall supone para Roberta un reencuentro con el pasado: vuelve a ver a Brian, quien le dice que "sabía que llegarías a tocar aquí"; además, antiguos alumnos suyos de su primer año en la escuela, como Naeem, Guadalupe DeSean o Lucy, han regresado para tocar en la orquesta. A todos les da esta instrucción: "Tocad con el corazón" (lo que da título a la película). No hará falta decir que el concierto resulta un éxito apoteósico. La película termina recordándonos que Roberta Guaspari continúa dando sus clases en la actualidad, que el concierto del Carnegie Hall (que se dio en 1993) sirvió para costear el programa durante 3 años, y que en la actualidad esa tarea la lleva a cabo una fundación, la "Opus 118".


La secuencia del concierto en el Carnegie Hall ofrece una de las mayores reuniones de músicos célebres que se hayan visto en la pantalla en mucho tiempo. Además de Perlman y Stern (tocando codo a codo con los pequeños Ramón o Vanessa) y Steinhardt, tenemos a otro célebre violinista, aunque más joven, como Joshua Bell; a Mark O'Connor, violinista famoso como intérprete de sus propias composiciones, basadas en el folklore norteamericano y que podríamos encuadrar en el género normalmente conocido como "crossover"; Michael Tree, también del Cuarteto Guarneri; otros violinistas de estilo "crossover" como Karen Briggs, Charles Veal Jr. (que recibió clases nada menos que de Heifetz), Sandra Park o Diane Monroe, o el pianista Jonathan Feldman, que ha grabado discos acompañando al violinista Gil Shaham. Todos ellos se interpretan a sí mismos, y no participan en los diálogos. Sólo hay dos excepciones: se ve a Steinhardt cuando telefonea a Perlman para proponerle tocar en el concierto benéfico ("Itzhak, soy Arnold...") y también podemos ver a Isaac Stern dirigirse a Roberta, dentro del Carnegie Hall, para recordarle el pasado esplendor de la sala: allí han tocado Tchaikovsky, Rachmaninov, Heifetz, Horowitz...


Aparte de estos músicos famosos, en el reparto encontramos algunos nombres de tanto prestigio como el de Meryl Streep, que da vida a Roberta Guaspari (en la película usa a veces como nombre de casada "Roberta Demetras"; en la realidad, el apellido de su marido era Tzavaras, y como Roberta Tzavaras aparece en el documental de 1996). Seguramente el nombre de la Streep (que acumula 2 Oscar a la mejor actriz y otras 10 nominaciones, una de ellas por esta interpretación) habrá abierto muchas puertas a la distribución de la película, y a su éxito, que no hubiera tenido si Roberta se hubiera interpretado a sí misma.

Por otra parte, cabe preguntarse cuánto hay en su personaje de Roberta Guaspari y cuánto de Meryl Streep, que en todo caso sabe expresar muy bien el registro optimista de su personaje, esa energía que no se arredra ante las dificultades. Un mérito indudable que hay que reconocer a la Streep (y que casi le valdría el Oscar) es haber aprendido a tocar el violín para la película, siguiendo el mismo camino que los niños a los que se la veía dar clase, de piezas fáciles a obras de Bach.

Otro nombre famoso del reparto es el de Angela Bassett, conocida por películas de gran éxito como Esperando un respiro y nominada una vez el Oscar, que interpreta a la directora del centro, Janet Williams. Aidan Quinn (nada que ver con Anthony Quinn) es Brian y es obligatorio citar también como la madre de Roberta (Assunta Guaspari) a la veterana Cloris Leachman, nombre habitual en las películas de Peter Bogdanovich, como La última sesión o Texasville, donde interpretaba a Ruth Popper: la primera de ellas le valió en 1972 el Oscar a la mejor actriz secundaria.

Todos los niños que aparecen en la película tocando el violín han sido, lógicamente, alumnos de Roberta en la vida real. En cuanto al repertorio que tocan, en sus primeros conciertos se limitada a piezas como la canción infantil Twinkle, twinkle, little star, que es la misma que la que se conoce en francés como Ah vous dirai-je, maman (y sobre la que Mozart escribiría unas famosas variaciones) y en español como Campanitas del lugar. En esta pieza, Roberta hacía a sus alumnos introducir un "rallentando", antes de lo que serían los dos últimos versos de la canción, que causaba un gran efecto entre el público, preguntándose a qué venía esa detención: un detalle tomado de la vida real (puede verse en el documental), pero por supuesto mucho más exagerado en la película.

En la época en que Roberta es despedida de la escuela, podemos oír en varios momentos cómo sus alumnos tocan de modo bastante lento la música conocida como "el can-can de la Obertura de Orfeo en los Infiernos de Offenbach", que no es un can-can sino galop, y tampoco fue incluido por Offenbach en esa Obertura, sino acoplado posteriormente; pese a todo, así es como se conoce. En uno de esos momentos, cuando están ensayando en plena calle solos, sin su profesora, un transeúnte les echa algunas monedas en una caja de violín abierta en el suelo.

Cuando surge la idea del concierto "de verdad", el que se acabará celebrando en el Carnegie Hall, es preciso aprender un repertorio nuevo, pues según dice Roberta "la gente va a pagar mucho dinero y no querrán oír Campanitas". De ahí que les haga ensayar lo que ella llama "El Minueto nº 1 de Bach" (que originalmente pertenece al Libro de Anna Magdalena Bach, sin ser uno de los más conocidos). En el concierto final, con la orquesta llena de músicos famosos, escucharemos el primer movimiento del Concierto para 2 violines de Bach.

Aparte de estas músicas, en la película suenan otras muchas y gran parte de ellas no son música clásica: parece como si el carácter "universal" que se buscara de las enseñanzas del film hiciera que todas las tendencias musicales debieran estar representadas en él. Así, podemos encontrar un Trío de Haydn que están tocando Roberta y sus dos hijos, Nick (cello) y Lexi (piano), cuando reciben la primera visita de Dan, que viene "por lo del anuncio"; o antes, a Nick ensayar en solitario el Preludio de la Suite para cello nº 1 de Bach. Pero cuando el Carnegie Hall en pleno ovaciona a Roberta y a sus alumnos lo que escuchamos es la banda sonora totalmente convencional compuesta por Mason Daring; y en los créditos finales escuchamos una canción pop compuesta para ser "la canción de la película": su título, Music of My Heart; su autora, Diane Warren; y su intérprete, la famosa cantante cubano-americana Gloria Estefan, quien de paso interpreta un pequeño papel en el film, el de una profesora del colegio que apoya a Roberta desde el principio, y que supone su debut en la pantalla (no interpretándose a sí misma, se entiende).


El mensaje que nos trae Música del Corazón es el ya conocido de que es posible superar las dificultades que uno se encuentra en la vida si se lucha lo suficiente. En el concierto del Carnegie Hall, la directora del colegio pronuncia unas palabras preliminares, donde no dice que a lo largo de estos 10 años haya habido 1.000 alumnos que aprendieran a tocar el violín, sino que "han ampliado su visión de lo que es posible en la vida". De hecho, de los alumnos que han pasado por las clases de Roberta, alguno tiene ya el título de médico o al menos es un estudiante aventajado en la Facultad. Lo que nos quiere decir la película es que posiblemente nunca hubieran llegado tan lejos de no haber aprendido a superarse a sí mismos con un simple violín.

Es posible que este tipo de mensajes parezca excesivamente conservador, al descargar la responsabilidad en el individuo y no en la sociedad, que debe ser más justa y dar más oportunidades, pero por muy justa que pueda ser la sociedad una parte del éxito del individuo siempre tendrá que ver con su propio esfuerzo. Aunque algunos problemas se resuelvan en la película con una facilidad que parece excesiva, en cualquier caso nos encontramos ante un producto bastante superior a otros que insistían en una línea parecida, como Billy Elliot, comentado en el pasado número, y cuyas trampas del guión eran mucho más visibles. Un mérito el de Música del Corazón que habrá que atribuir, al menos en parte, a su director, Wes Craven, extrañamente alejado aquí de su habitual especialidad, el cine de terror (recordemos Pesadilla en Elm Street o la serie Scream), para realizar una película de esas que puede ver junta toda la familia.