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Número 30º - Julio 2.002


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NUEVO DISCO DE MIDORI 

 

Por "Don Profondo". 

 

La bella portada de este disco esconde un contenido musical no menos hermoso, por las obras seleccionadas y por la interpretación de la fenomenal Midori, no tanto por la labor del pianista Robert McDonald, como siempre muy correcto pero un tanto rígido y escaso de aliento poético. Sea como fuere, el nivel es altísimo por obra y gracia de la violinista de Osaka.

Asombra su ya dilatada trayectoria si tenemos en cuenta que hace poco que alcanzó la treintena. A los tres años tocaba el violín, a los seis daba recitales en público, a los diez le prestaron el fabuloso Guarnerius del Gesú "ex-David" que es ahora de su propiedad, en 1982 fue la sorpresa ofrecida por Zubin Mehta en el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Nueva York, y siete años después llegaba su gran consagración internacional. Nos referimos al asombroso registro de los 24 Caprichos de Nicolo Paganini: no sólo logró la perfección en el reto de extrema dificultad que supone tocarlos, sino que fue capaz -lo dijo en su momento el crítico Luis Gago en las páginas de Ritmo- de sacar música de donde casi no la hay.

No podemos decir que desde entonces hasta ahora la artista haya avanzado considerablemente, pues estando en lo más alto es difícil hacerlo, pero sí que se ha reafirmado como una de las violinistas más importantes, y eso en un momento en el que no estamos precisamente escasos de monstruos del violín. Sin embargo, su discografía -en exclusiva para Sony Classical- ha alcanzado una aceptación desigual, en función de la calidad de sus acompañantes. Recordemos en todo caso los Conciertos de Dvorák, Sibelius y Bartók con Metha (muy alabados por la crítica los del húngaro), por un lado, y el recital en el Carnegie Hall y las Sonatas de Elgar y Franck por otro.

El disco que ahora presentamos fue grabado en mayo de 2001 tras llevar de gira las obras a registrar, como suele ser habitual para muchos artistas; precisamente en España pudimos escucharle las Sonatas de Poulenc y Debussy, a las que se una ahora la Primera de Saint-Saëns (lástima que no se incluya la menos popular Segunda, que hubiera cabido por los pelos). La magnífica toma de sonido cuenta con el nuevo sistema desarrollado por Sony DSD (Direct Stream Digital), del que también se beneficia el disco Yo-Yo Ma Plays John Williams, que comentamos en este mismo número.

El contenido, ya lo dijimos arriba, es bellísimo, y si pierde algo es por las referidas limitaciones del habitual acompañante de Midori. Pero la violinista se muestra tan virtuosa como siempre y especialmente inteligente en el enfoque adoptado pues, sin recurrir a la heterodoxia, se aparta todo lo que puede de ese hedonismo evanescente y un tanto superficial que se corresponde con el tópico de "lo francés" en materia musical. Por el contrario, ofrece interpretaciones tensas e intensas, altamente comprometidas.

Así, su Saint-Saëns tiene chispa, elegancia y vuelo lírico, sin caer en la indolencia "de salón". Su Debussy resulta misterioso y rabiosamente moderno -es la última partitura del autor-, mas no frío ni inmerso en brumas. Su Poulenc combina un aristado y violento dramatismo -la obra está dedicada a la memoria de Lorca- con el irónico sentido del humor que caracteriza al compositor. Todo ello mediando una gran belleza sonora que, insistimos, no se acerca al narcisismo ni al amaneramiento.

Dada la relativamente escasa competencia discográfica (no tanto en Debussy como en Saint-Saëns y, sobre todo, Poulenc) y el espléndido sonido de este disco, la compra alcanza elevado interés para todo amante de la música de cámara en general y del repertorio francés en particular.

 

POULENC: Sonata para violín y piano. DEBUSSY. Sonata para violín y piano. SAINT-SAËNS: Sonata nº 1 para violín y piano.
Midori, violín. Robert McDonald, piano. 53'19.
Sony Classical SK 89699.