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Número 31º - Agosto de 2.002


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 A MAYOR GLORIA DEL CONTRABAJO 

Por Don Profondo. 

 

He aquí un disco maravillosamente interpretado. La Saint Paul Chamber Orquesta vuelve a revelarse como una soberbia formación, y la batuta de Hugh Wolff evidencia su capacidad para obtener grandes resultados en cualquier terreno. Joshua Bell demuestra que es, como ya se ha explicado en Filomúsica, un violinista muy a tener en cuenta. Yo-Yo Ma exhibe su asombroso talento para sacar música de las piedras. El contrabajista Edgar Meyer, figura central de este registro, se mueve en el mismo admirable nivel de su reciente disco consagrado a Bach. Pues bien, a pesar de lo dicho y de la soberbia calidad de la toma sonora, el compacto no resulta fácil de recomendar con entusiasmo.

El problema está en el repertorio, integrado por páginas de irregular inspiración a cargo de dos virtuosos del contrabajo: Giovanni Bottesini (1821-1889) y el propio Meyer. Artista ecléctico e inquieto donde los halla, el instrumentista norteamericano ofrece dos obras, el Doble concierto para violonchelo y contrabajo y el Concierto para contrabajo y orquesta, en las que mezcla sin prejuicio alguno elementos populares, fundamentalmente de la música country, con otros puramente clásicos, sean de tradición europea (no oculta su deuda con respecto a la Sinfonía concertante de Mozart en el Doble) o de sabor norteamericano, digamos "a lo Copland".

Un punto de partida del todo respetable, pues, en el que coinciden la personalidad musical de Meyer y aspiraciones puramente comerciales: ya se sabe lo que gusta a un amplio sector del público este tipo de experimentos. Nada que reprochar en este sentido. Desgraciadamente la inspiración resulta más bien discreta, y si no fuera por la excelsitud de la labor interpretativa, la escucha resultaría tediosa.

Interesan más, aun sin llegar a entusiasmar, las obras del italiano. Tanto el Concierto nº 2 como el temprano Gran dúo concertante (escrito para dos contrabajos, aunque aquí se ofrece en la trascripción para violín de una de las partes realizada por un discípulo de Paganini) presentan una fina inspiración melódica puramente meridional; claro que, a tenor de su conservadurismo formal, es de explicar que no hayan pasado a ocupar un lugar relevante en la Historia de la Música. Ni que decir tiene que Meyer nos contagia con una efusividad y un sentido de la cantabilidad encomiables, y nos impresiona con un virtuosismo prodigioso. Esto último parece interesarle especialmente, lo que le lleva a sustituir la cadencia del primer movimiento del Concierto por una de su invención para demostrar todas sus habilidades.

¿A quién recomendar este disco? A curiosos musicales sin prejuicios, a aficionados al crossover y, sobre todo, a estudiantes y profesionales del contrabajo. Los demás pueden prescindir de él sin problemas. A destacar la completísima web dedicada a este lanzamiento, como es norma en Sony Classical. Ahí va el enlace, por si desean echar un vistazo y, de paso, comprobar personalmente a qué suena la música compuesta por ese excepcional instrumentista que es Edgar Meyer.

http://sonyclassical.com/music/60956/splash-f.html

 

MEYER: Doble concierto para violonchelo y contrabajo; Concierto para contrabajo y orquesta.
BOTTESINI: Concierto nº 2 para contrabajo y orquesta; Gran dúo concertante.
Joshua Bell, violín. Yo-Yo Ma, violonchelo.
Edgar Meyer, contrabajo.
The Saint Paul Chamber Orquesta, dirigida por Hugh Wolff.
Sony Classical, SK 60956.