Revista mensual de publicación en Internet
Número 31º - Agosto de 2.002


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LERMA REVISITED

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Paul McCreesh vuelve a dedicar sus energías a la polifonía renacentista y, en particular, a la española de la que es un consumado intérprete. Su último trabajo para ARCHIV titulado “Música para el Duque de Lerma” es un ambicioso proyecto gestado durante años dentro y fuera de nuestras fronteras con la colaboración de varias personas, entre ellas, la del profesor y también intérprete de instrumentos renacentistas, Douglas Kirk. Este disco que incluye mayormente música de maestros españoles, fue grabado en Septiembre del año pasado (coincidiendo con el luctuoso suceso de las Torres Gemelas) y supone todo un acontecimiento por la recreación de un patrimonio músico-cultural de incalculable valor y la recuperación con todo lujo de detalles de un contexto socio-histórico de extraordinario interés.


Tradición viva, tradición perdida

El propio McCreesh aporta su comentario a esta grabación que nos ayudará a entender la fascinación por el descubrimiento de tesoros musicales y el empeño puesto en este proyecto. McCreesh se refiere a uno de los dos órganos de la Iglesia de San Pedro situados en una tribuna encima del coro hasta la que se accede por una pequeña escalera lateral: “Y entonces, de repente, la vista se detiene en un antiguo manuscrito encuadernado, cubierto de polvo. Está abierto por una de sus páginas, utilizada por una generación tras otra de organistas, y en ella se encuentra el famoso himno español Pange lingua, que sigue cantándose en la actualidad. La conservación de este manuscrito único es, por supuesto, una casualidad casi milagrosa como lo es la propia ciudad de Lerma [...] Aparecer allí una maravillosa tarde de domingo con un grupo de cantantes e instrumentistas, un auténtico cargamento de instrumentos y un buen número de partituras recién transcritas fue una experiencia a un tiempo emocionante y aterradora. Una buena parte de esta música no se había interpretado desde hacía cuatrocientos años e incluso para los músicos especialistas que participaban se trataba absolutamente de nuevo repertorio. Y esta iglesia era el lugar auténtico por excelencia para interpretarla”. (Traducción de Luis Gago)


Puede que alguno sienta cierto recelo porque sean de nuevo los ingleses quienes tengan que redescubrir nuestro patrimonio y encima con financiación española, “con el generoso apoyo de La Caja de Burgos y el Ayuntamiento de Lerma” reza en la carpetilla del disco. Pero hay que rendirse a la evidencia histórica. Los ingleses siempre han preservado con mimo la música en las iglesias pues para ellos forma parte fundamental de los objetivos principales de un lugar de oración y adoración. Todas las catedrales británicas mantienen coros en activo (ahora también coros femeninos aparte) que estudian, ensayan e interpretan a diario un ingente patrimonio coral que llega hasta nuestros días con figuras como Britten, Stanford y Vaughan Williams, por citar sólo a algunos y no de la última generación. 

Lo que puede resultarnos más curioso es que los polifonistas españoles siempre han formado parte de su repertorio junto a otros del “Continente”, como dicen ellos. Uno puede entrar en una catedral, cualquier día, durante un acto religioso (o un ensayo) y sorprenderse de escuchar un motete de Guerrero o un magnificat de Victoria entre Britten y Palestrina. No es de extrañar, por tanto, que durante décadas hayan sido ellos (muchos de los intérpretes actuales fueron coristas de niños) una referencia en la interpretación de la polifonía española y que sigan sintiendo auténtica veneración e interés por nuestra música.

Desde un punto de vista musical, en España las catedrales e iglesias han perdido todo el esplendor que tuvieron durante el siglo XVI y posteriores cuando eran un referente tanto cualitativa como cuantitativamente. Se rompió una tradición ejemplar que todavía hoy sigue siendo motivo de admiración para los estudiosos. Es cierto que sigue habiendo sitios donde ocasionalmente se puede disfrutar de aquella música y por supuesto quedan archivos con partituras por descubrir (y transcribir) y muchos órganos históricos aunque algunos necesiten restauración. Pero rota la tradición, difícil parece recuperarla. No es lugar aquí para valorar el estado de las cosas en nuestro país, ni las razones que llevaron a ignorar este patrimonio durante décadas así como los tímidos esfuerzos que se han hecho en los últimos años pero quizás este tipo de proyectos haga reflexionar a más de uno y sirvan de acicate para que aprendamos a recuperar una tradición nosotros mismos que, salvo excepciones, hoy está perdida.



Un Grande de España y sus agasajos al Rey 

El Duque de Lerma, don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, fue valido de Felipe III durante más de veinte años y una figura con fama de despilfarrador e intrigante, entre otros adjetivos, todos igual de edificantes. Sin embargo, fue un hombre apasionado por el arte. En 1601 el Duque ordenó reconstruir su pueblo haciendo construir iglesias, palacios y conventos dotándolos de organistas, cantores y ministreles. También hizo ampliar y reformar la famosa Iglesia Colegial de San Pedro en su Lerma natal.

El Duque fue anfitrión del rey en varas ocasiones organizando numerosos espectáculos para él y su corte. La última ocasión y, según parece, la más memorable tuvo lugar en Octubre de 1617. El rey y todo su séquito fueron obsequiados con dos semanas de eventos que incluían comedias, corridas de toros, fuegos artificiales y liturgias especiales. Uno de tales eventos fue el Traslado del Santísimo Sacramento a la Iglesia Colegial de San Pedro para su nueva consagración donde se cantaron las Primeras Vísperas durante una misa pontifical. Al día siguiente, se celebró una gran procesión que culminó con el canto del himno Pange lingua gloriosi y el servicio de la Salve después de las Segundas Vísperas donde se cantó, entre otros, el Salve Regina que representaba el momento central de la liturgia. 

No extraña que haya sido McCreesh el protagonista de resucitar esta ocasión pues cuenta en su haber con varias reconstrucciones similares, todas grabadas para ARCHIV. Basándose en manuscritos, inventarios del archivo musical de la iglesia y crónicas de la corte, Paul McCreesh y su Gabrieli Consort han recreado estas celebraciones en su contexto histórico, es decir, en la propia Iglesia Colegial de San Pedro donde tuvo lugar la grabación que ahora nos ocupa. Para más datos sobre la figura del Duque, las fuentes, las corrientes interpretativas en los servicios religiosos de la época y las obras elegidas, léase el extenso pero interesantísimo artículo de Douglas Kirk incluido en el libreto del disco.


Música para el Duque de Lerma

Lo primero que sorprende es la variedad de obras y autores elegidos. El doble disco comprende obras polifónicas corales además de un buen número de antífonas, canto llano y piezas instrumentales. Tanta variedad que puede restar homogeneidad al disco y hacerle caer en una cierta dispersión, sirve para emular fielmente aquellos servicios religiosos que de haber sido así, demostrarían la riqueza e importancia que se daba a la música en las iglesias y catedrales españolas de la época*. Junto a compositores de la categoría de Guerrero y Victoria, tenemos otros como Alonso Lobo (no confundir con el portugués Duarte Lôbo), Mateo Romero, Juan de Urreda, Philippe Rogier, etc. 

Lugar de honor tendrían las obras para órgano de Cabezón y de Juan de Urreda interpretadas en los dos órganos de San Pedro de hermoso sonido, cálido y solemne a la vez, como se puede apreciar en los fabordones Tono II de Cabezón. El disco también recoge una de las tradiciones españolas más importantes de la época: el alternatim, es decir, canto llano alternado con un instrumento o grupo de instrumentos. En el caso de la obra de Cabezón, canto llano y órgano interpretados alternativamente, seguido después por otra pieza de Rogier que alterna canto llano con un intimista conjunto de violines a 5. Quizás la obra instrumental más interesante sea los fabordones a6/a4, tono VIII de Guerrero para cornetas tapadas, bajoncillos españoles (especialmente construidos para la grabación), bajones y flautas dulces. 

También destacaremos en el apartado instrumental las piezas de Rogier, Lobo y Urreda que conforman “La Procesión” y que suponen una bella muestra de la riqueza instrumental y sonora de los famosos ministreles españoles (conjunto de instrumentistas de viento formado por cornetas, sacabuches, chirimías, bajones y flautas dulces). Sin olvidar las breves piezas para arpa española doble interpretada con gusto y delicadeza por Siobhan Armstrong.

Además de varios motetes y el ya mencionado himno Pange Lingua, hay dos composiciones de Tomás Luis de Victoria que brillan con luz propia y que vienen a ser la parte central de cada uno de los servicios: el Salve Regina a 8 y el Magnificat a 12, tono VI

Sin querer entrar en demasiados detalles, existen varias corrientes interpretativas en cuanto a música polifónica renacentista y de todas tenemos muestras en los diferentes conjuntos especializados que la cantan. Desde la más tradicional con coro de hombres y niños  pasando por coros mixtos de mujeres y hombres hasta coros formados únicamente por hombres con contratenores o falsetistas tomando las voces tiple como es el caso del Gabrieli Consort. Para esta grabación, 4 falsetistas, 3 tenores, 2 barítonos y 4 bajos, uno de ellos el lector o celebrante. También suele variar el número de voces que puede ir desde un nutrido número de coristas hasta una sola voz por parte.

Además, unos conjuntos cantan a capella mientras que otros deciden doblar las voces con instrumentos como se supone era costumbre entonces. Los instrumentos elegidos pueden variar también proporcionando un color y una atmósfera diferentes. Unas versiones pueden buscar una mayor autenticidad, ser más o menos solemnes, devocionales, íntimas o contemplativas. La elección final dependerá como siempre del criterio del director, muchos de los cuales han investigado por su cuenta las fuentes originales y su adaptación a los medios vocales y recursos interpretativos actuales. 

Por ejemplo, se cree que el Salve Regina a 8 era interpretado en el Convento de las Descalzas Reales de Madrid en tiempos de Victoria con acompañamiento de órgano en el coro I y bajón doblando los bajos en el coro II, como en la versión de Bruno Turner y Pro Cantione Antiqua (PCA). McCreesh, sin embargo, hace acompañar al coro I de 2 cornetas, 2 sacabuches, órgano y arpa y al coro II de 2 bajoncillos, 2 bajones, órgano y arpa. La diferencia entre ambas versiones es, como se puede suponer, enorme aunque ambas agrupaciones estén formadas por voces masculinas. Si además cogemos la versión de Jordi Savall y su Capella Reial de Catalunya nos encontramos con voces femeninas y masculinas y un rico acompañamiento que, como no, incluye conjunto de violas además de cornetas, trombones y órgano. ¿Qué versión es la mejor? Difícil respuesta, es más, se podría decir que “la pregunta no ha lugar”. 

La de PCA es una versión más atenta al texto que favorece el protagonismo de las voces individualmente, cada parte se proyecta con mayor claridad aunque por momentos deja traslucir cierta tosquedad. La versión se inclina por la austeridad normalmente asociada con Victoria pero con toques de pasión o fervor religioso, según se prefiera. El acompañamiento  es discreto y no interfiere con las amplias líneas de Victoria. La de Savall es más intimista, más cálida, no sólo por las voces femeninas y las violas sino por la suave forma de terminar las frases que tiene Savall. En conjunto, resulta más terrenal y el acompañamiento aún siendo nutrido, no molesta. Sin embargo, hay cierta rigidez en el registro alto que le resta belleza. 

La versión de McCreesh es la más brillante de todas, las más pulida, con un sonido mucho más perfecto que las anteriores; se favorece el conjunto más que el protagonismo de cada parte y el despliegue de instrumentos, no siempre bien equilibrados, transforma el espíritu de la obra especialmente al final, a partir de “O Clemens” donde la interpretación gana en intensidad. Al contrario que Savall, y en menor medida que Turner, McCreesh subordina la expresión a la técnica constructiva de Victoria. Así todo resulta una versión que sabe ser contemplativa y ceremoniosa. 

El Magnificat a 12 recibe una interpretación luminosa con un registro alto bien proyectado y de gran belleza así como un tempo más vivo. El acompañamiento está limitado a un instrumento por coro: órgano 1 & 2 y arpa lo cual redunda en un mayor protagonismo de las voces. El Gabrieli Consort consigue una versión rica, de amplias líneas y contrastada, más propia de una catedral que de una pequeña iglesia de pueblo. El final es poderoso con un "Amén" resonante  majestuosamente respondido por el órgano que cierra la parte. Seguidamente y en estimulante contraste, escuchamos el tierno y cálido O quam suavis est, Domine a 6 de Alonso Lobo dulcemente acompañado por el arpa. Estamos ante una música de indescriptible belleza contemplativa capaz de crear un atmósfera de absoluto recogimiento.

En definitiva, todo un acontecimiento discográfico en el campo de la polifonía que nadie medianamente interesado en ella debiera dejar escapar. La presentación es de auténtico lujo con un cuidado libreto de más de ochenta páginas y una excelente reproducción del imponente retrato ecuestre del Duque de Lerma de Rubens (Museo del Prado, Madrid) con detalle interior del rostro en el que se puede apreciar la al mismo tiempo noble y sagaz mirada del Duque. Muy recomendable.

 

MÚSICA PARA EL DUQUE DE LERMA: obras de Cabezón, Guerrero, Lobo, Rogier, Romero, Urreda, Victoria, etc. Gabrieli Consort & Players. Paul McCreesh, director. ARCHIV PRODUKTION 471 694-2. 2 CDs.

*Un clásico sobre el tema es el estudio de Robert Stevenson titulado La Música en las catedrales españolas del Siglo de Oro publicado en castellano por Alianza Editorial en su colección Alianza Música.