Revista mensual de publicación en Internet
Número 32º - Septiembre 2.002


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NON PIANGERE, AINHOA!

 

Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.

 Bilbao, Palacio Euskalduna, 24 de septiembre de 2002. Turandot. Drama lírico en tres actos y cinco cuadros. Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni. Música: Giacomo Puccini (completada por Franco Alfano). Estreno: Teatro alla Scala de Milán, 25 de abril de 1.926. 
Turandot: Alessandra Marc. El emperador Altoum: Pedro Calderón. Timur: Erwin Schrott. Calaf: Ignacio Encinas. Liù: Ainhoa Arteta. Ping: Luis Sintes. Pang: Eduardo Santamaría. Pong: José Ruiz. Un mandarín: José Manuel Díaz. El príncipe de Persia: Pedro Carlderón. 
Dirección musical: José Collado. Dirección escénica: Nuria Espert. Coro de la Ópera de Bilbao (dir: Boris Dujin). Escolanía de Ntra. Sra. De Begoña (dir: Iosu Soldevilla ). Orquesta Sinfónica de Euskadi. Coproducción: Gran Teatre del Liceu, Theatre du Capitole de Toulouse, Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera.

        Y por fin llegó la última de las óperas del genio Puccini a Bilbao. No es que llevase demasiado tiempo sin ser representada en la villa (apenas cinco años si la memoria no me resulta traidora), pero la audición de esta partitura precisa de cierta periodicidad, para así poder recordar los aficionados el porqué de nuestra afición vehemente al arte operístico.

Turandot es el título con el que se inaugura la quincuagésimo primera temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera. La segunda jornada, la del día 24 de septiembre, estuvo marcada por la emoción y la euforia fausta, muy a pesar de las ya excesivas anécdotas de las alarmas, teléfonos móviles y toses durante la representación. El auditorio lleno a rebosar, los canapés inaccesibles en los entreactos, y la calle secuestrada por el frío.

La producción fue de las más bellas que uno recuerda haber presenciado en la villa desde la espectacular `Khovantchina´ de Mussorgski que la compañía del Mariinski de San Petersburgo expuso en Bilbao con motivo de la inauguración del Palacio Euskalduna como teatro de ópera.

Nuria Espert, encargada de la dirección escénica, tuvo como privilegiados colaboradores a los oscarizados Ezio Frigerio y Franca Squarciano como escenógrafo y encargada de vestuario respectivamente. Excelente el trabajo desarrollado por ambos, como lo fue el de Vinicio Cheli, encargado del diseño de iluminación. Todos ellos consiguieron crear una atmósfera fría adecuada al razonamiento argumental de la ópera, tanto en la oscura y gris plaza del pueblo como en el angelical y espectacular trono imperial, ubicado, como es costumbre en esta ópera, en lo alto del escenario, cercano al cielo oriental. El escenario estuvo constantemente lleno de una agradecida fuerza teatral, y por ello muchos echarían en falta que esa constancia se mantuviera hasta el instante último de la obra. Y es que en la presente producción la trama tiene como desenlace el suicidio de Turandot ante la presencia única de Calaf, privando al espectador de disfrutar una vez más del espectáculo visual que representa el pueblo reunido ante el trono imperial entonando el “O sole! Vita! Eternità!”.  

Se encargó de dar vida a Turandot la célebre soprano norteamericana Alessandra Marc, debutante en la ABAO. La suya es una voz que se adecua al papel de la gélida princesa oriental, robusta y amplia, de importante registro y potentes agudos. Una Turandot tal vez poco matizada, pero muy elogiable. Tuvo especial brillo en su intervención tras los tres enigmas, cercano ya el final del segundo acto. Una soprano dramática de referencia en estos tiempos de sequía.

El público castigó la mediocre interpretación de Ignacio Encinas como Calaf. Aun cuando mostró la entrega de quien no teme enfrentarse al peligroso rol, estuvo francamente mal de voz, sin tener ésta proyección en el agudo y con un fraseo tosco y desagradable. Un disgusto para los que esperábamos más de un leonés que ya ha actuado en los grandes templos operísticos del planeta. Tendrá, no obstante, la oportunidad de reconciliarse con el público bilbaíno esta misma temporada en las representaciones de Zigor!, del maestro Escudero, en abril de 2.003.  

Contrastó la frialdad de la acogida por parte del público al debutante Encinas con la calurosa ovación brindada a la soprano vasca Ainhoa Arteta. Marcada por la vanagloria, la interpretación de la tolosarra estuvo llena de sutiles detalles poéticos, con unos fiatos bellísimos. Destacó especialmente en el tercer acto, cuando la joven esclava se convierte en heroína y adquiere mayor peso dramático; aquí Arteta pudo lucir ese vibrato tan conquistador que ella tiene. Supo, además, exprimir al máximo las posibilidades escénicas del personaje, creando una Liù de ensueño.

Quien también debutaba en la ABAO era el joven bajo Erwin Schrott, con una propuesta de Timur alejada de lo que debería ser un anciano débil y casi moribundo, pero que ya desde su “O mio figlio! Tu! Vivo!” expuso una voz grande y clara, estilísticamente rigurosa. Su homogénea interpretación conmovió al público, que recompensó al bajo uruguayo con la segunda de las ovaciones de la noche en calor.

También rindieron a gran nivel Luis Sintes, José Ruiz y Eduardo Santamaría, encarnando, respectivamente, a Ping, Pong y Pang, los tres ministros imperiales, al igual que José Manuel Díaz y, acaso un poco menos, Pedro Calderón.

La Orquesta Sinfónica de Euskadi no logró definir su sonido hasta bien entrado el primer acto. A partir de entonces resultó brillante, con un inspirado José Collado que alargó los acordes finales de los tres actos hasta el infinito, y que optó por cerrar el aria del tenor “Nessun Dorma” en cadencia perfecta. Se llevó en su debut abaístico un gran reconocimiento por parte del público. También funcionó el Coro de la Opera de Bilbao, así como el coro de niños de la Escolanía de Ntra. Sra. de Begoña, aun cuando no faltaron los perdonables deslices.

Hubo tiempo, ya finalizada la representación, para una emotiva efeméride, pues el maestro Collado, tras saludar al respetable, dio la orden a la orquesta de hacer sonar el “Zorionak Zuri” (“Cumpleaños feliz”) ante la sorpresa de Ainhoa Arteta, que, conmovida y emocionada, recibió un ramo de flores y rompió a llorar por la felicidad del momento. Todos, público, coros y solistas, entonamos como pudimos la célebre melodía, con desigual suerte. La soprano vasca, a continuación, se fundió en un abrazo con la mujer que minutos antes había ordenado su tortura ficticia, Alessandra Marc, y los llantos de emoción llegaron incluso al público. Pero Ainhoa sabe que no le hace falta llorar; el público la quiere, y el futuro es suyo.