Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


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Morty detrás de una pantalla

Por Ismael González Cabral. Crítico Musical.

 

          A veces, sucede que uno cree conocer lo bastante bien a un compositor como para llegar a pensar que es capaz de adivinar cualquier obra suya, o incluso, aventurar lo que debería haber hecho y no hizo o el terreno en el que nunca debió entrometerse.

         Vistas así las cosas, este es el disco de un entrometido. ¡¡Gloriosa osadía!!

         Cualquiera que conozca mínimamente a Morton Feldman (1926-1987) - Morty para sus amigos -, sabrá que el genial mundo sonoro del compositor de Buffalo, poco o nada, tiene que ver con las demandas de la música funcional. Un compositor tal, que es capaz de extasiarnos durante más de cinco horas con su Segundo Cuarteto de Cuerdas, emocionarnos hasta la lágrima con una sencilla célula melódica repetida pausada e incesantemente en For Bunita Marcus, llevarnos a un estado de calma e inquietud sin parangón en la fascinante For Samuel Beckett - también en Kairos (CD 0012012KAI) -, o antojársenos intenso y genial en unas sencillas piezas aleatorias en su primera época... En efecto, difícilmente, comprendemos a un músico así, lidiando con las demandas de ningún productor cinematográfico.

       Lejos queda el mundo pictórico del expresionismo abstracto, tan caro a la poética de Feldman, de la música fílmica. Casi tan distante, como todo el ambiente creativo de la Black Mountain Collegue, donde se hicieron grandes algunas de las mentes más luminosas del siglo musical pasado. No sólo Feldman, sino también, John Cage, Christian Wolff o el recientemente desaparecido Earle Brown.

       Pero ya saben lo que dice el dicho; ver para creer; en este caso, escuchar. El prestigioso sello vienés Kairos, fundado en 1999, por Barbara Fränzen y Peter Oswald, trae al oyente interesado (¡que deberían ser muchos!) una magnífica y genial rareza de Feldman. Nada menos, que su música para películas, de las cuales cinco de las siete piezas que recopila el disco, se nos presentan como primeras grabaciones mundiales.

       Claro que la cosa no es tan sencilla, no lo fue ni siquiera para el propio compositor. El gozoso y enteramente feldmaniano diálogo entre trompeta, celesta y cuarteto de cuerdas en Something Wild in the City: Mary Ann's Theme (1960), fue sustituido, por el director del film, Jack Garfein, por una partitura de Aaron Copland. Y es que la historia de una colegiala secuestrada, con un infeliz alcohólico de por medio, no parecía casar muy bien, con la caricia musical compuesta por nuestro protagonista. Sin embargo, no debió Feldman, guardarle mucho rencor a su sucesor en el puesto, cuando veintiún años después, le dedicara una emotiva pieza para violín solo, For Aaron Copland.

      De la partitura escrita para la ignota película Samoa (1968), podemos decir, que los conocedores de la obra de Feldman quedarán pasmados ante la musicalidad desplegada por el autor americano en los escasos once minutos que duran los cinco cortes, no titulados, de la obra. Encontramos desde un tema principal, pasando por la reexposición del mismo, momentos de acción, y leit-motiv.  Años antes, ya había escrito música para otras dos cintas de difícil recuperación. En 1960 escribe lo que se conoce como [Untitled film music] para una película, al parecer, desconocida. Y sólo un año después, hace lo propio, escribiendo The Sin of Jesus para un film de Robert Frank, que nunca llegó a titularse. En ambos casos, un Feldman, aquí sí, desconocido, se pliega a dibujar una partitura atonal, compuesta de sonidos dispuestos en un espacio, cuya función, no había de ser otra, que la de acompañar unas imágenes, que lamentablemente, no conocemos.

      Con Jackson Pollock (1950-51) nos hallamos ante una críptica música, escrita para dos chelos, con la intención de acompañar un documental protagonizado por el más famoso pintor del expresionismo abstracto norteamericano, dirigida por Hand Namuth y Paul Falkenberg. Hará bien el lector de estas líneas e hipotético oyente de tan interesante música, en contemplar cualquier reproducción de una obra de Pollock y atender de fondo la rica  y vibrante composición de Feldman. En De Kooning (1963), nuestro autor regresa al mundo de la pintura, y lo hace en otro documental de los mismos directores que el anterior. La diferencia, es que aquí, ya nos hallamos ante una obra vital y de considerable peso en su catálogo. Los sonidos agónicos en un espacio al borde del vacío, el apasionante juego tensión/calma, la constatación de una música sin pasado ni futuro, donde solo importa el aquí y ahora, son ya apreciaciones extraíbles de la audición de esta pieza, que cierra un disco, sencillamente ejemplar.

    Prácticamente sin competencia - De Kooning ya la grabó el Ensemble Avantgarde en Wergo con desiguales resultados -, el prestigioso Ensemble Recherche firma unas versiones, que por mucho tiempo - estamos seguros de ello - permanecerán como referenciales. Es una música menor, no negaremos tal cosa, pero es a la vez, una música que no debería dejar pasar por alto ningún aficionado a Feldman, nadie que se precie de disfrutar y conocer la música escrita en la segunda mitad del siglo XX, y por supuesto, que deben saber apreciar, mejor que muchos, los profundos amantes de la banda sonora.