Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


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Arsonica: apuntes para una propuesta fallida

Por Ismael González Cabral. Crítico musical.

      

     Ahora que han finalizado los actos conmemorativos del X Aniversario de la Expo’92 es momento de echar la vista atrás, y valorar, el que quizás haya sido acontecimiento musical más esperado de los últimos meses. El Festival de Nuevas Tecnologías, Arsonica, nace al amparo de los presupuestos del Comité del X Aniversario, y contó con la colaboración de diferentes entidades como la Universidad Internacional de Andalucía (UIA) o el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC).

        Desde el momento en el que se dio a conocer la programación, se observaba claramente la ambiciosa vocación de Arsonica. Su planteamiento, basado en conjugar, talleres, conferencias, mesas redondas, conciertos de música experimental, de pop electrónico, techno, etc... lo emparentaban sin ningún genero de dudas con el modelo que viene sosteniendo desde hace años, el acreditado Festival Sonar de Barcelona.

        Nada que objetar a tal pretensión, máxime cuando Arsonica, como punto de partida, tenía a su favor el contar con un escenario que ya querría para sí Sonar, el Monasterio de Santa María de las Cuevas, actual Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, edificio construido en el siglo XV y restaurado a principios de los 90, donde se conjuga, arte y naturaleza – el lugar cuenta con unos enormes jardines -, y en el que casa perfectamente la idea de disfrutar de un festival de música electrónica.

        Ahora bien, los problemas comienzan cuando el programa pretende abarcar tanto que al final resulta no satisfacer ni a unos ni a otros. Por otra parte, Arsonica cuando presentó su página web se ofrecía como una actividad de entrada libre, y días antes del evento, pasó a cobrarse un considerable precio (20€) por el abono para los tres días.

        No obstante, entre tanto, hubo espacio para lo bueno y lo peor. El primer día, fue sin lugar a dudas el más interesante de los tres. Alejandra & Underwood ofrecieron el primer concierto del Festival, demostrando, como encandilar a todo un auditorio haciendo una música recogida, de hermosos pasajes, y sin desdeñar un carácter marcadamente inquieto. Lo que les perjudicó fue el continuo entrar y salir de personas a la sala - el Refectorio del Monasterio -, impidiendo concentrar toda la atención en las frágiles sonoridades que emanaban los dos ordenadores de los artistas.

          En el otro extremo se situó el concierto del prolífico artista sonoro japonés ,afincado en Barcelona, Koji Asano - que vino a última hora en sustitución de Erik M -. Fue la actuación con un planteamiento sonoro más radical de todas las que tuvieron lugar. Asano, parapetado detrás de su ordenador portátil, dispensó una intensa sesión de ruido que alcanzó los sesenta minutos. Ruido, que sin embargo, no era escaso en sugerencias y en contenidos. El elevado torrente de sonido incomodó a no pocos, que decidieron abandonar la sala, y emocionó a buen número de seguidores, que entusiasmados, recogieron con encendidos aplausos la participación de Asano en Arsonica.

        

        El segundo día se caracterizó por ofrecer conciertos, absolutamente faltos de interés y redundantes en idénticos contenidos. Así, abrió fuego Vert, quién, manejó sintetizador y portátil, con más desconcierto que atino, creando estructuras rítmicas muy breves, algunas verdaderamente naïf, y en cualquier caso, todas ellas, bajo la tiranía del tres por cuatro. No mejoró demasiado, la intervención del prestigioso artista Robert Lippok, quién, regaló al público una sesión que más tuvo que ver con el ambient y el, tan en boga, sonido chill-out, que con auténticas aspiraciones experimentales. Un lugar muy cómodo para Lippok: sonidos planeantes, nubes sonoras en transición, espontáneos estallidos de ritmo, todo ello demasiado comedido y encorsetado.

        Mucho más interesante, fue el poder contemplar la extraña película muda Film de Samuel Beckett, protagonizada por Buster Keaton. Para la ocasión, se había encargado una partitura a la compositora sevillana María de Arcos. La combinación del sonido de instrumentos acústicos y cinta, añadió una cierta atmósfera de enrarecimiento a una película, de por sí, suficientemente críptica. No imaginamos una música mejor que esta, para acompañar las expresionistas y a la par, surreales imágenes de la obra de Beckett.

       Tercer y último día. La cita más esperada de todas: la del artista sonoro Slavek Kwi, escondido tras el nombre de Artificial Memory Trace (AMT). Su concierto, combinó espectacularidad y un profundo conocimiento del medio electroacústico. Kwi, construyó, de forma bastante premeditada, y sin mucho margen a la improvisación, una suerte de paisaje sonoro electrónico, de un gran contenido musical.

       Al margen, han quedado otros conciertos también ofrecidos en el Festival, pero de menor interés desde el punto de vista experimental, y cuyas propuestas quedan bastante al margen de los límites de esta revista. Tal es el caso de Lali Puna, Gel, Oval & Eriko Toyoda, y Mouse on Mars. Estos últimos, cabezas de cartel de Arsonica, cancelaron su presencia a última hora, debido a "una huelga en el aeropuerto de Roma". El enfado del público, fue considerable, no menos grande fue su educación, al aguantar la tomadura de pelo, de proporciones desmedidas, que se orquestó para salvar el entuerto. La historia consistía en subir al escenario a la gran mayoría de los músicos que habían intervenido durante todo el Festival, y ponerlos a improvisar. Después de padecer una hora de ensayos y pruebas técnicas, el concierto en sí mismo, nunca llegó a fraguarse, limitándose a dirigir ruidos inconexos, y fuertes golpes de ritmo, abortados rápidamente, para continuar, probando a ver si de aquel invento conseguía salir algo. El público, sentado en el suelo, miraba atónito y aún con condescendencia. La mayoría optó por poner fin a Arsonica, mucho antes de lo que hubiera sido deseable.

       Tampoco pareció muy acertada la disposición de dos mesas redondas por la mañana. Si lo que se quería era imitar el modelo de Sonar, se debería haber sabido, que nadie va a acudir a una tertulia en horas matinales si no viene acompañada de un concierto a posteriori. De otro modo, pasó lo que pasó, apenas unas veinte personas de público en el mejor de los casos.

       Son necesarias muchas cosas antes de pensar en la continuidad de Arsonica, asunto este, que por el momento, está en el aire. Lo primero, sería definir claramente cuales pretenden ser las líneas de acción de este Festival. Intentar abarcarlo todo, o se hace bien, o  solo conlleva al hastío de unos y de otros. Eso sucedió. La palabra decepción era la más escuchada por boca de quienes habían pagado su entrada, y se les había mareado haciéndoles ir de un lado a otro del recinto, ofreciéndoles muy poco a cambio. La no comparecencia del grupo estrella, Mouse on Mars, terminó por apagar las esperanzas de un público heterogéneo, al que difícilmente se le podrá pedir que vuelva a depositar la confianza en un producto, que se nos antojaba, necesario y agitador de la vida cultural en Sevilla, pero a todos los efectos, mal resuelto.