Revista mensual de publicación en Internet
Número 33º - Octubre de 2.002


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

VICTORIA: REQUIEM PARA UNA ÉPOCA

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Mi alma está hastiada de mi vida. Daré rienda suelta a mi queja; hablaré con la amargura de mi alma. Diré a Dios: no me condenes; hazme entender por qué me juzgas así.¿Te parece bueno oprimir y desechar la obra de tus manos mientras resplandeces sobre el consejo de los malvados?¿Acaso tus ojos son humanos? ¿Acaso ves como ve un hombre?¿Son tus días como los días de un hombre; o tus años, como los de un mortal, para que indagues mi iniquidad y rebusques mi pecado?Tú sabes que yo no soy culpable, y que no hay quien me libre de tu mano.
Job X, 1-7


El Oficio de Difuntos para coro a seis voces de Tomás Luis de Victoria fue interpretado por primera vez en 1603 y publicado en Madrid dos años después. Tras haber pasado unos años cruciales en Roma donde publicó la mayor parte de su obra y donde fue ordenado sacerdote, el maestro, nacido en Ávila, volvió a España para ocupar el puesto de capellán y maestro de capilla del Convento de las Descalzas Reales en Madrid, hogar de la hermana de Felipe II, la Emperatriz María para cuyos funerales Victoria compuso esta magnífica obra. La Misa fue dedicada a su hija, la princesa Margarita.

Ya desde la Edad Media la Iglesia dio una importancia sustancial a la liturgia de difuntos. Dufay y Ockeghem fueron los primeros compositores en utilizar la polifonía para los oficios de difuntos. Sin duda, los compositores españoles y portugueses del siglo XVI y comienzos del XVII, escribieron este tipo de obras de forma casi sistemática: Pedro de Escobar, Juan García de Basurto, Cristóbal de Morales, Francisco de Guerrero, Tomás Luis de Victoria, Duarte Lôbo y Manuel Cardoso contribuyeron al florecimiento musical de este texto, particularmente dramático, que coronaba el momento más misterioso e inquietante de la vida cristiana. Es, sin duda, este segundo Requiem de Victoria el más famoso de todos, una obra cumbre de toda la literatura polifónica, y el que más atención ha despertado por su inigualable calidad musical. (Su primero para coro a cuatro voces fue publicado en 1533) 

Además de su interés meramente musical la publicación de esta obra tiene -con la perspectiva que nos da el tiempo- un especial valor simbólico pues representa un adiós no sólo a la propia vida del abulense, fue la última obra compuesta por Victoria que moriría pocos años después, sino un adiós también a la propia música renacentista y a una época de gloria para nuestras artes (literatura, pintura, música, etc) que nunca más se habría de repetir. 

Para muchos el Requiem de Victoria es la obra más representativa de la música española renacentista. Gracias a su intensidad expresiva conseguida con los medios más simples y su callado fervor emociona como pocas. La tan repetida austeridad de Victoria alienta un discurso musical fluido, sereno, equilibrado y profundamente arraigado a su Castilla natal. Una obra de arte sin más aspiraciones que la comunión espiritual con Dios y el deseo de descanso eterno.

Victoria compuso la música para la propia Misa además de un motete funerario Versa est in luctum, la Absolución Libera me, que sigue a la Misa, y la segunda lección de Maitines para los Difuntos, Taedet animam meam, a cuatro voces, inmejorable pórtico de entrada a la obra y con cuyas terribles palabras del enfrentamiento de Job con Dios hemos iniciado nuestro artículo. 

Como siempre han sido los ingleses los mejores intérpretes-vendedores de la obra: The Tallis Scholars de Peter Philips, Westminster Cathedral Choir de David Hill, Gabrieli Consort de Paul MCcreesh, Magnificat de Philip Cave, etc. Los ingleses han monopolizado la obra a pesar de que haya habido también intérpretes españoles como la Escolanía de Montserrat de Ireneu Segarra (DHM) o el coro de RTVE de Alberto Blancafort (RTVE), ambas grabaciones de los setenta y anteriores a todas las inglesas listadas antes. 

Sin embargo, la irrupción de conjuntos españoles especializados, primero la Capella Reial de Savall (que tampoco ha grabado el Requiem de Victoria aunque sí el de Morales) y, más recientemente, Musica Ficta de Raúl Mallavibarrena, han puesto el listón muy alto y han devuelto la esperanza a esta “tierra baldía” que es el campo de la polifonía en España. Mallavibarrena es un joven director, buen conocedor de nuestra tradición y también de la copiosa discografía existente de polifonía renacentista. El mismo se confiesa admirador de la versión firmada por Peter Phillips. La otra alma del proyecto, Jordi Abelló, la califica como “uno de los hitos discográficos más sonados de las últimas décadas” y añade: “mi amistad con Peter Phillips [...] me permite decirle que, aunque admiro su monumental tarea a lo largo de tantos años, creo que ya era el momento de que intérpretes españoles asumieran el reto de ofrecer una interpretación actual de una obra tan singular y significativa de nuestra herencia musical”. No podemos estar más de acuerdo. (Lo de actual hay que entenderlo como que las versiones de Segarra y Blancafort se han quedado obsoletas a pesar de que sean canónicas para algunos, especialmente, la de Segarra)

Una de las ediciones más utilizadas para la interpretación de esta obra es la preparada por Bruno Turner y publicada por Mapamundi. Turner -conocedor como pocos de nuestra música y católico en un país protestante- es un devoto intérprete de Victoria del que ha grabado muchísimas obras con su conjunto Pro Cantione Antiqua pero lamentable e inexplicablemente nunca el Requiem (Harry Christophers es otro de los grandes intérpretes de Victoria que aún no ha grabado la obra). Tanto la versión de Hill como la de Phillips siguen sus ediciones. 

Victoria sorprende con las omisiones de la línea musical para el verso “Hostias et preces” y para la repetición del texto de “Quam olim Abrahe” del Ofertorio. El abulense no facilita ni canto llano, ni polifonía alguna. Bruno Turner deriva el canto llano del primer Requiem de Victoria y completa así la liturgia. Phillips, a pesar de usar la edición de Turner, piensa que tal solución no es musicalmente convincente y omite el verso completo, lo cual, en nuestra opinión, resulta aún menos convincente pues despoja a la parte de una intensa frase protagonista y de gran efecto musical. Afortunadamente, Mallavibarrena la incluye lo cual resulta muy gratificante en especial cuando se canta con la delicadeza y musicalidad que lo hace la voz asignada aquí.

La misa está escrita para seis voces: dos sopranos, un alto, dos tenores y un bajo. Sin embargo, la cosa aparentemente sencilla plantea problemas de interpretación ya que la dos sopranos y los dos tenores no tienen la misma tesitura. Turner soluciona el problema transportando la obra un tono alto. Según Abelló, esta solución sacrifica “la sólida e implacable gravedad sonora que el Officium presenta de un modo casi permanente”. 

Mallavibarrena plantea la interpretación de la obra en su tono original, utilizando un conjunto mixto, mujeres y hombres, de trece voces (similar a Phillips con doce y diferente a McCreesh que utiliza falsetistas incluso para el canto llano). Asigna  a dos sopranos la voz del Cantus I y la del Cantus II, a soprano y mezzo. Dos contratenores reforzados por una contralto para el Altus. Análogamente a las sopranos, utiliza dos tenores para el Tenor I y tenor y barítono para la voz de Tenor II. Finalmente, dos bajos “puros” para el Bassus doblados por órgano y bajón, siguiendo la práctica común de la época en España. 

McCresh usa un coro masculino, las voces de sopranos quedan en manos de falsetistas y contratenores, y como suele ser habitual en él hace una reconstrucción litúrgica añadiendo canto llano a la polifonía. Esto hace que la obra tenga un color diferente, un sonido monástico y mayor solemnidad. Hill, por su parte, con un coro (hombres y niños) de efectivos considerables se aleja del intimismo conseguido por otros conjuntos más pequeños. Su versión que bajo el tutelaje de Turner añade el "Cántico de Zacarías" a los maitines es espectacular, imponente, catedralicia aunque algo apresurada.

Sin duda alguna, la versión de Tallis Scholars que usa coro mixto es la más adecuada para una comparación con la de Mallavibarrena. Una diferencia es que Phillips no usa ningún instrumento doblando las voces bajas lo cual también es perfectamente defendible: el entretejido polifónico fluye con mayor libertad, las líneas son más transparentes y etéreas y el equilibrio entre las voces parece más conseguido que en la de Mallavibarrena. El uso del bajón efectivamente añade solemnidad y gravedad pero aporta un sonido en exceso pétreo y ronco a la voz baja. Óigase, por ejemplo, el final del Versa est in luctum. Seguramente sea el efecto deseado pero no siempre parece sentar bien a la obra. También el órgano, especialmente presente al inicio de las frases, puede llegar a cansar.

Por lo demás, la versión de Musica Ficta es excelente desde cualquier punto de vista. Aporta una lectura muy humana frente a la a veces irrealidad de los Tallis. El texto está mejor servido con una atención expresiva mucho mayor. Hay serenidad e intensidad unidas a una ejemplar claridad de líneas y un tempo firme, sostenido, relajado, sin apresuramientos, que permite desplegar toda la belleza de las amplias líneas de Victoria. Musica Ficta no ostenta la perfección y limpieza de emisión de Tallis Scholars pero su calor expresivo aproxima la obra al oyente y consigue envolverle y enredarle en toda la hermosura de la partitura. Su dicción es ejemplar: óigase la repetición del "et lux perpetua" donde la palabra verdaderamente se revela luminosa. Nunca la obra ha sonado tan cercana como aquí.

Una obra de tal belleza e importancia no puede circunscribirse a una sola lectura, a una sola versión, pues diferentes versiones siempre hechas desde “la humildad y el respeto” (Bruno Turner) iluminarán la obra de un modo diferente. La versión de Musica Ficta no desbancará a otras pero se hace hueco entre las grandes con un plus de autenticidad. Cualquier recomendación de la obra deberá incluir ahora la versión de Musica Ficta. 

El disco se completa con el exigente motete Vadam et circuibo civitatem, novedoso acoplamiento a la Misa de Difuntos. Excelente toma de sonido y libreto con artículo y textos en español. Un disco, por tanto, ganador. 


T. L. DE VICTORIA: Officium Defunctorum; Vadam et circuibo civitatem. Musica Ficta. Raúl Mallavibarrena . ENCHIRIADIS EN 2006.

Musica Ficta: 
CANTUS I: Ruth Rosique, Henar Álvarez, sopranos. CANTUS II: Raquel Andureza, soprano. Marta Rodrigo, mezzo. ALTUS: Jordi Abelló, Luis Badosa, contratenores. Alicia Ramonet, contralto. TENOR I: Miguel Bernal, Felipe Nieto, tenores. TENOR II: José Manuel López, tenor. Amadeo Lloris, barítono. BASSUS: Tomás Maxé, Ismael González, bajos. Bárbara Sela, bajón. Ignasi Jordá, órgano. Grabado en la Iglesia de Santa Eufemia de Cozollos (Palencia) en Agosto 2002. 

Distribuidor en España: Diverdi. E-mail: diverdi@diverdi.com