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Número 36º - Enero de 2.003


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UNA BUTTERFLY INOLVIDABLE

Por Ismael González Cabral. Crítico Musical.

Córdoba, 29 de noviembre de 2003. Gran Teatro. G. Puccini: Madame Butterfly. Mina Tasca, M Butterfly. Annamaria Popescu, Suzuki. Mª Dolores García, Mrs Pinkerton. Alfredo Portilla, B.F. Pinkerton. Antonio Salvadori, Sharpless. Eduardo Santamaria, Goro. Antonio Gandía, Principe Yamadori. Alfonso Echevarría, el tio Bonzo. Lindsay Kemp, dirección escénica y vestuario. Giuliano Spinelli, escenografía. Quico Gutierrez, iluminación. Coro de Ópera "CajaSur". Alexandre Dolgov, director del coro. Orquesta de Córdoba. Angelo Cavallaro, director. Una coproducción del Palacio de Festivales de Cantabria y Gran Teatro de Córdoba con la colaboración del Palau Altea.

Tuvieron suerte los que pudieron contemplar esta Madame Butterfly. Tanto los cordobeses, como los santanderinos, han tenido la oportunidad de ver en sus respectivas ciudades, una de las grandes producciones operísticas de la temporada. Desde luego, en lo que atañe a Córdoba, esta Butterfly quedará, seguramente por mucho tiempo, como una cima a superar.

Acometer el montaje de una ópera no es una tarea sencilla. Son muchos los involucrados, y muy delicadas las tareas de cada uno. Hacer que todo, absolutamente todo, funcione, como sucedió aquí, no es algo, que pase con frecuencia.

Si hay algo, que por encima de otras consideraciones, merezca figurar en primer plano a la hora de hablar de esta producción, es la dirección escénica y la escenografía, de Lindsay Kemp y Giulano Spinelli, respectivamente. El primero, más conocido como coreógrafo y hombre de danza, vislumbró una Butterfly sumamente estilizada y poética. Sin caer en los tópicos pero sin despreciar la arraigada personalidad del drama y los personajes, Kemp, dibujó, y añadiríamos, encerró, en unas pocas escenas toda la poesía de la ópera. En los momentos más celebres, optó por pasar a un segundo lugar, y dejar a los cantantes en primerísimo plano, casi sin escenario a sus espaldas. Otro ejemplo de su maestría lo encontramos en la resolución del acto II: la noche cae lentamente, Butterfly y su hijo, acompañadas de Suzuki, esperan con ilusión y temor la llegada de Pinkerton. A lo lejos, se pueden ver unos barcos que muy lentamente avanzan hacia el puerto.

Claro que no hay ópera que valga lo suficiente, sin buenos cantantes. Aquí los hubo. Empezando, y esto es importantísimo, por los encargados de los roles principales. Mina Tasca fue una Butterfly excepcional, corroborado además, por la cerrada ovación que el público le dedicó. Además de cantante, es una actriz tremenda, capaz de pasar de momentos de aparente ingenuidad, a otros en los que su drama nos es transmitido en toda su fuerza.

Lo mejor de Annamaria Popescu, encarnando el papel de Suzuki, fue la increíble relación dramática que guardó con Butterfly. Su voz, moldeable y amplio centro vocal, compartió protagonismo, sin rivalizar nunca, con la de Mina Tasca, y ambas ofrecieron algunos de los momentos canoros más álgidos de toda la representación.

Entre los papeles masculinos, es de razón, destacar a Alfredo Portilla, que fue un Benjamin Franklin Pinkerton, de robusta voz y gran expresividad. Su actuación fue ganando enteros conforme se hacía más protagónica su presencia en el escenario. Por su parte, Eduardo Santamaría encarnó a Goro, y lo hizo de forma tal, que relegó del personaje su carácter burlón y bufonesco, en favor de un talante mucho más hiriente. Sin abusar de la gestualidad y sin caer en el histrionismo, su interpretación bien mereció los aplausos recibidos.

¿Y la orquesta? La agrupación cordobesa, es un buen instrumento, que sin embargo, ha pasado, en fechas no muy lejanas, por unos momentos de indefinición e inestabilidad. La marcha de Leo Brouwer, condicionó la llegada a la dirección musical de Gloria Isabel Ramos. Con ella, parece que la Orquesta de Córdoba esta retomando la disciplina que una agrupación como ella, debe mantener, si quiere consolidarse como orquesta. Claro que a ello no ayuda demasiado, la escasa presencia que tiene en su propia ciudad. Su temporada de abono resulta paupérrima, y su presencia fuera de Córdoba es casi más habitual que su trabajo dentro de la misma. Consideraciones aparte, en la producción que les comentamos, la formación se mostró como una correcta orquesta de foso. No podía ser de otra manera, ya que estuvo en todo momento atendida por el Maestro Angelo Cavallaro. Éste, supo realizar una muy digna labor concertadora, extrayendo momentos de gran belleza orquestal.