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Número 37º - Febrero 2.003


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ENTREVISTA
JEAN YVES THIBAUDET

Entrevista realizada por Daniel Mateos Moreno.

INTRODUCCIÓN
Jean Yves Thibaudet ha venido a España para dar varios conciertos y promocionar su reciente disco con obras de Satie -véase crítica discográfica-. Esta entrevista se realizó el día 26 de Enero en Madrid, justo un día antes de su concierto en esta ciudad -véase crítica de conciertos-. Hay que destacar su amabilidad y su paciencia, ya que estuvimos más de dos horas charlando en una cafetería. Ésta es una de las entrevistas más interesantes que he tenido ocasión de realizar. Espero que disfruten leyéndola tanto como yo cuando la hice.

ENTREVISTA
Sabemos que sus padres eran músicos. ¿Cree que le debe a ellos una gran parte de lo que es ahora?
Realmente ellos no eran músicos profesionales. Les gustaba la música: mi padre tocaba el violín y mi madre un poco el piano. Es cierto que la música estaba en la familia, era parte de mi hogar y de mi vida diaria. Ellos me ayudaron mucho a pesar de no ser profesionales de este arte. Tuve unos padres maravillosos y que me apoyaron mucho.

Leyendo su biografía me percaté de que usted ha sido un prodigio desde pequeño en el piano. Actualmente tiene numerosos compromisos para tocar en conciertos, grabaciones, entrevistas, etc. ¿Lo encuentra estresante?

No, nunca. Siempre ha sido maravilloso. Empecé muy pronto y aunque podría parecer que era un niño prodigio, yo nunca me sentí así porque mis padres nunca me presionaron. Ellos eran muy tranquilos, me escuchaban siempre y me ayudaban. Tuve una niñez normal y fui a la escuela como todos los niños. Es cierto que tocaba bastante el piano, pero para mí era una diversión, nunca una obligación.

Por otro lado, las entrevistas me encantan. Sé que hay artistas que no las soportan y lo respeto porque cada uno es diferente. Sin embargo, a mí me encanta hablar con la gente.

¿Ha pensado alguna vez en tomarse unas vacaciones para leer y estudiar piano con tranquilidad?

Por supuesto. Cada año cojo dos o tres periodos de vacaciones. Algunas veces es un mes, otras tres semanas. Incluso hay veces que no toco el piano durante dos o tres semanas. Esto último es algo realmente bueno: cuando empiezo a tocar de nuevo lo hago con muchas ganas y recupero mucha frescura que se pierde con la práctica diaria. Incluso con partituras que llevo tocando durante 20 años, me gusta dejarlas descansar para retomarlas posteriormente y verlas desde un punto de vista diferente. De otra manera, se me haría aburrido.

¿Aún se siente nervioso al inicio de una actuación?

Claro que sí. Creo que si encuentras a un artista que te dice que no, es que está mintiendo. Pienso que, aún empezando joven, esa tensión es parte de la interpretación y le aporta frescura. Una interpretación es algo vivo, es una especie de comunión entre la audiencia y tú. Es normal estar nervioso. Precisamente creo que ahí reside la belleza de las actuaciones en vivo. Evidentemente, hay que aprender a controlarse, pero los nervios son inevitables y hacen que la interpretación no se haga aburrida.

Se dice que Aldo Ciccolini es el músico que más le ha influenciado. ¿Es cierto?

No sé si es el que más me ha influenciado porque es algo difícil de decir. Fue mi profesor y además una persona fantástica. Cada profesor en cada momento fue muy importante para mí. Curiosamente, me acuerdo mucho de mi primera profesora que es absolutamente desconocida, una agradable señora en Lyon que puso mis manos en el piano por primera vez.

La relación entre el alumno y el profesor es primordial. Es necesario que el alumno admire al profesor y además se sienta agusto con él. Esta profesora de Lyon fue siempre amabilísima y muy dulce conmigo, como si fuera parte de mi familia.

Por tanto, creo que cada uno de mis profesores, independientemente de su nombre, fue importante en cada momento.

Obviamente Ciccolini tenía la experiencia de su propia carrera y gracias a eso me enseñó cosas nuevas para mí hasta entonces. También aprendí mucha técnica de él. Y como no, me contagié de su enorme cultura. Él estaba interesado por todas las artes, no sólo piano: literatura, ópera, filosofía, pintura, etc. Era una persona extremadamente inteligente e interesante.

¿Cuáles son sus ídolos en el piano?

Esta es siempre una pregunta difícil. Hay muchísimos. Sería una lista interminable, incluso con pianistas jóvenes actuales. Siempre digo que si tuviera que decir un sólo nombre...

Diría usted Rubinstein, ¿verdad?

¡Exacto! Para mí lo importante de Rubinstein es que no sólo era un gran pianista sino también un gran artista y una gran persona. Me encontré con él dos veces cuando era un niño y lo recuerdo con mucho cariño; era una persona extremadamente agradable. Era muy feliz de estar vivo y tocar el piano, era feliz de comer, de fumar, de beber, etc. Cuando tocaba daba esa impresión de felicidad. Tenía una mente muy abierta y una gran cultura, aparte de una inteligencia providencial. Para mí él tenía un carisma increíble. Bastaba con mirarle a la cara para darse cuenta.

Hablando de Rubinstein... yo he tenido la suerte de tener una profesora que lo conoció en persona. Permítame que le cuente una pequeña anécdota que ella me contó. En una ocasión le dijo a Rubinstein: "Señor, ¿cómo puede usted necesitar estudiar tanto aún?", a lo que él respondió cogiéndose el dedo: "Milady, aún tengo que practicar mi cuarto dedo".

Es cierto, él siempre hizo progresos incluso cuando era muy mayor.

Me pregunto por qué nunca grabó los estudios de Chopin.

Él dijo muchas veces que los tocaba todos pero que había algunos que no podía tocarlos tan bien como a él le gustaría. Creo que nosotros debemos respetar su decisión. Pienso que él tenía una idea determinada y no conseguía tocarlos según su idea. Es muy respetable.

¿Qué siente al pensar que quizás usted ha de ser uno de esos pianistas que se idolatrarán en el futuro, como Rubinstein?

Creo que es algo que no me he planteado nunca. Sólo pienso en pasármelo bien en mis conciertos y en mi vida. Estoy deseando que lleguen los conciertos para ponerme en contacto con la audiencia y para mí eso es suficiente. Cuando doy un concierto, el público está en silencio y muy pendiente de mi interpretación, creándose un ambiente de magia. Sabes que estás proporcionando placer y haciendo feliz a mucha gente, y creo que con eso hay de sobra. A veces me comentan que tienen muchos problemas en la vida pero que durante dos horas -durante el concierto- se han olvidado completamente de todo.

Con 15 años ganó el primer premio del conservatorio de París, seguido de los premios Viotti Int. Competition (Italia), Robert Casadessus Competition (Cleveland, Ohio), Busoni, Japan, etc.

Para mí los concursos no son importantes. No me preocupan en absoluto. Evidentemente, cuando era más joven claro que sí.

Si no son tan importantes para usted, entonces ¿Cómo ha alcanzado la fama?

Creo que los concursos me ayudaron mucho, está claro, esto es incuestionable. Sin embargo, también puede ser muy peligroso. Son un arma de doble filo: si tocas muy bien en un concurso entonces te ves obligado a empezar tu carrera inmediatamente en ese país, y creo que es muy difícil empezar rápido una carrera porque no es fácil prepararse para ello.

Cuando te haces muy conocido gracias a un concurso, la gente espera de ti un nivel muy alto; además, contraes una serie de compromisos que te obligan a preparar piezas rápidamente, lo que a veces puede llevar a una catástrofe. Hay casos de personas que ganaron un premio y nunca se volvió a oír hablar de ellos.

En mi caso yo tuve mucha suerte porque cada concurso me abrió una puerta: el de Tokio fue la llave de Japón, y quizás el más importante para mí, aunque no el más famoso, fue el "Young Concert Artist" de New York. Éste último me abrió el mercado norteamericano que es muy importante; incluso hoy en día el mercado norteamericano es probablemente el más importante para mí. U.S.A. es un país maravilloso, muy grande y con muchas posibilidades y oportunidades. Gracias al concurso toqué en New York, Washington, Los Angeles, etc.

Me han comentado que usted ofrece, incluso desinteresadamente, masterclasses. ¿A qué se debe esa necesidad de transmitir sus conocimientos?

Creo que es muy importante y pienso que no lo hago tanto como me gustaría. A veces cuando toco en una ciudad me piden que dé una masterclass y siempre digo que sí porque: primeramente me divierto mucho dando clases; me obliga a escuchar tocar a los demás; a veces los alumnos te preguntan cosas muy interesantes que no te cuestionarías de otra manera. En ese momento tienes que preguntarte a ti mismo cómo lo harías y luego debes intentar explicarlo. Para mí este proceso es muy enriquecedor.

Y además no cobra por ello, lo cual dice mucho de usted...

Tuve un gran ejemplo en Ciccolini, el cual nunca cobró ni un duro por sus clases. Él decía que tenía una buena vida porque ganaba bastante dinero tocando y lo hacía porque quería. Creo que es algo totalmente normal porque el piano es como un premio que tienes que devolver a la gente. También he aprendido lecciones que no tienen precio de Madam Descaves, la cual conoció a Ravel, Fauré, etc. ¡Incluso me indicaba los fallos en las partituras! Mucha gente de esa generación están muertos, por lo que los que fuimos alumnos como yo tenemos que conservar la tradición, porque si no lo hacemos nosotros nadie lo hará.

He escuchado su grabación del concierto de Ravel para la mano izquierda, y si me permite me gustaría hacerle un comentario desde mi humilde posición: su versión es extremadamente lenta.

Agradezco tu comentario. Realmente la toco muy diferente ahora. La grabación es muy lenta, me dí cuenta al escucharla en la radio. No estoy demasiado contento con esta grabación. No sé cuál fue la causa: el director, la orquesta, yo mismo... ¿quién sabe?

Usted ha confesado en alguna ocasión la dificultad que tiene para tocar Brahms, por la madurez que requiere. ¿Es por ello por lo que no ha grabado aún sus conciertos?

He grabado las variaciones sobre un tema de Paganini de Brahms y también toco regularmente piezas para piano solo, como su sonata, Opus 116 a 119. Creo que los concertos los grabaré algún día cuando me sienta preparado. No es un problema de técnica, sino de interpretación. Para mí la mejor interpretación es la de Gilels. En ellas hay un sonido grande y lleno. Gilels fue un pianista increíble y único. Desafortunadamente nunca lo escuché en persona, pero gracias a las grabaciones he podido descubrir que tiene un sonido grande, muy lleno, pero nunca rudo: es como un león que pone sus pezuñas en el piano, es increíble.

Cuando escucho sus grabaciones, sólo oigo música y no técnica. Sin embargo, leyendo otras entrevistas que le han realizado, encuentro un detalle curioso y totalmente diferente: usted habla valientemente sobre la técnica y sus problemas a la hora de tocar una pieza. ¿A qué se debe esta paradoja?

Tocar una pieza es algo muy subjetivo. Cada persona tiene sus habilidades particulares, y una pieza que puede parecer extremadamente difícil para mí, al mismo tiempo puede resultar fácil para otro pianista. Es importante conocer tus límites y mejorarlos.

Sí, pero usted habla de sus problemas técnicos, cosa que prácticamente ningún otro pianista -de fama internacional- hace en la actualidad.

Pienso que hay que ser realista y desenfadado. Es lo mismo que hacía Rubinstein con los estudios de Chopin: simplemente reconocía que no podía tocarlos como le gustaría.

También es una cuestión de carácter. Siempre he sido alguien muy abierto y franco, siempre digo lo que pienso. No es humildad, es porque somos humanos y debemos aceptar los problemas.

¿Piensa usted que Satie ha permanecido olvidado o marginado en los repertorios?

Sí, estoy totalmente de acuerdo.

¿A qué se debe?

Realmente no lo sé. Incluso en su época cuando estaba componiendo no era reconocido. No era respetado como Debussy; Debussy era un Dios. Además no ganaba mucho dinero, era bastante pobre. Nunca tuvo éxito. Hasta que Ciccolini no tocó sus piezas, Satie apenas se tocaba; posteriormente desapareció de nuevo, y ahora parece que empieza a tocarse. Es bastante extraño porque para mí es un genio. Era muy moderno, incluso más que Debussy. Era un innovador: sus armonías, su estilo, la forma, etc. Él inventó el minimalismo, tal y como dijo John Cage.

Incluso pienso que el Jazz ha sido muy influenciado por Satie. Para mí, Bill Evans tiene muchos toques de Satie, sobre todo en sus armonías. Grabé un disco de Satie precisamente por su conexión con Bill Evans. Satie fue un hombre muy excéntrico, un poco loco. Su música es muy atmosférica, perfecta para el cine. La gente no conoce su música, sólo conocen dos o tres piezas. Incluso para mí fue un gran descubrimiento. Es increíble la variedad de su música: algunas son muy lentas y otras son rápidas.

También puede ser que se le haya marginado porque fue un compositor que rompió las reglas, se rio de todo y de sí mismo y no respeto ninguno de los conceptos tradicionales de la música. Era de otro planeta.

¿Tomará alguna vez la misión de descubrir nuevas músicas?

Por supuesto. Lo considero una necesidad. Cuando hay calidad, merece la pena. Además, me parece interesante descubrir cosas nuevas.

Satie no se toca en conservatorios. ¿Quizás porque no se aprende técnica tocando a Satie?

Correcto. Sin embargo, la gente tiene que entender que incluso las piezas más lentas de Satie contienen retos: no se trata de una técnica difícil, pero son muy difíciles de tocar porque son muy lentas y hay que encontrar el tempo correcto. Además, siendo tan lentas, la gama de matices dinámicos es muy amplia.

Existen dificultades añadidas. Cuando se toca muy lento es tremendamente difícil hacer el legato.

Rubinstein sabía hacer el legato como nadie, ¿verdad?

Absolutamente sí. Se dice que hacía cantar al piano. Esto es lo que se debería hacer tocando Satie. Los sonidos lentos deben formar una frase y no ser independientes.

Conozco una leyenda según la cual usted dio un concierto con calcetines rojos y como le salió tan bien decidió dar el resto de sus conciertos con los mismos calcetines. ¿Es cierto?

Sí es cierto. Fue en USA, a las 11:00 de la mañana era el concierto. Yo me levanté tarde y corría por mi habitación buscando ropa que ponerme y no pude encontrar calcetines negros, supongo que estarían todos sucios. Sólo pude encontrar calcetines rojos, y pensé que daría igual porque estábamos en USA y además ¿quién vendría a esa hora a un concierto? Total, que me los puse y la gente se rio y no paraba de hacer comentarios. Así que decidí volver a hacerlo en el siguiente concierto y volvió a ocurrir lo mismo, hasta el punto que aquello se convirtió en algo gracioso. Durante ocho años en todos los conciertos que toqué usé los mismos calcetines rojos. No tienes ni idea lo fuerte que impactó esto en el público. Guardo en la memoria una anécdota simpática: En la radio en Inglaterra, durante un concurso en el que había que adivinar quién tocaba cada pieza, pusieron un CD mío y uno de los oyentes que llamó dijo: "El pianista es ese pianista... ese que no recuerdo su nombre... ehh... ¡el de los calcetines rojos!". El presentador dio por válida la respuesta y le concedió el premio.

El 31 de diciembre de 1999, justo antes del nuevo milenio, me harté de los calcetines rojos y decidí no volverlos a usar durante los conciertos. Desde entonces, mucha gente me pregunta: "¿Por qué no se vuelve a poner los calcetines rojos? Lo añoramos". A lo que yo contesto: "Lo siento". Nunca imaginé que eso que fue un simple juego para mí, tuviera tanto impacto y se convirtiera incluso en algo serio para la gente.

Sabemos que ama el Jazz y especialmente la música de Bill Evans. ¿En qué piensa que esta música puede ayudar a la música clásica?

Pienso que el Jazz puede servir muchísimo a la música clásica. Los músicos suelen olvidarse del Jazz y minusvalorarlo. El Jazz es tan importante como la música clásica. Para mí los compositores como Bill Evans y Duke Ellington son grandes compositores como Ravel o cualquier otro nombre clásico. En el siglo XIX y anteriormente no existía el Jazz y no había distinciones entre los tipos de música. Chopin o Liszt en sus días eran tan populares como lo es actualmente Michael Jackson. Toda la música viene de lo popular y del folklore. Las distinciones actuales entre el Jazz, el Pop y la música clásica son la cosa más estúpida del mundo. Para mí la música es un concepto muy amplio que lo engloba todo: música del Brasil, tangos, y cualquier forma de expresión musical que exista. Está claro que algunas son buenas y otras son malas. Pero las que son buenas lo son independientemente de estas absurdas clasificaciones.

¿Le gusta algún grupo Pop?

Por supuesto, muchos. Hay muchos artistas Pop que admiro porque en lo que hacen son fantásticos y los mejores. No se los admira por tener la voz de María Callas, sino por su personalidad, por su profesionalidad, por como bailan, por como hacen los shows, etc. Incluso algunos son realmente buenos músicos y tienen voces bonitas.

Especialmente el Jazz nació de la música clásica y está muy influenciado por la misma, y también el Jazz tiene una gran influencia en la clásica. En el siglo XX no hay un solo compositor que no haya sido influenciado por el Jazz. Es normal porque los compositores son gente inteligente que conoce las fascinantes posibilidades del Jazz. Las armonías en Jazz son fantásticas.

¿Pidió alguna vez a algún pianista clases de Jazz?

Sí. Incluso actualmente necesito clases de Jazz. También es importante escuchar mucho Jazz y trabajar solo en casa buscando las armonías. Hay muchas reglas que se deben conocer antes: Jazz es un sistema musical muy ordenado. Existen dos niveles: El nivel inferior, la base, consiste en una estricta organización sistémica de las armonías y los sonidos; en el nivel superior hay mucha libertad y se pueden usar todo tipo de adornos y de notas, pero nunca de una manera aleatoria. Es un arte real que se basa en la improvisación. No aprendemos improvisación en los conservatorios y pienso que deberíamos; antes era parte de la educación musical. En tiempos de Mozart las cadencias eran improvisadas en todos los casos. Actualmente no hay nadie que pueda hacer eso. ¿Puedes tú?

¡Yo diría que sí!

¿Y cómo lo consigues?

Tengo la suerte de que el padre de mi chica ha tocado en bares y cafeterías y gracias a ella he aprendido a improvisar.

¡Fantástico! ¿Entonces sabes tocar Jazz?

Bueno, realmente Jazz no. Sólo tocan música latinoamericana.

Para mí la música sudamericana es fantástica también. Me encantan los tangos. Llevo cinco años pensando en grabar un disco de tangos. He ido a Argentina muchas veces y lo que más me gusta allí es ir a bares turísticos, oscuros, donde tocan y bailan tangos.

La música brasileña para mí es probablemente la más sensual que existe. Se me ponen los vellos de punta. También me encanta la música gitana, puedo escucharla durante horas sin cansarme. Hay tanta música diferente y se puede aprender tantísimo...

Especialmente en el Jazz: con la improvisación aprendes cómo ser libre, ya que los músicos de hoy en día somos muy rígidos con la partitura, al revés de cómo eran Liszt y Chopin. Es lo mismo que ocurre con las ediciones Urtext: En todos los conservatorios se piensa que son la biblia y que todo debe hacerse tal y como Urtext dice. Estoy totalmente en contra de ello, y ese tipo de rigidez es la que actualmente existe en la música clásica.

El Jazz también te aporta una concepción rítmica especial. Se necesita tener un tictac especial dentro del cuerpo. No sé si alguna vez conseguiré ser un pianista de Jazz, tengo problemas con el ritmo de Jazz. El ritmo Jazzístico es muy riguroso; lo paradójico es que, al mismo tiempo, está lleno de libertad. Por ejemplo, en muchos casos la mano derecha tiene valores irregulares y la izquierda valores regulares, lo cual es muy difícil para nosotros -los occidentales-.

Lo que he aprendido del Jazz lo uso en la música clásica, incluso sin ser consciente de ello, simplemente está en mi cabeza.

¿Cómo está evolucionando la técnica pianística en la actualidad?

Ahora hay demasiados standards. Se exige un nivel muy alto de técnica. Si comparamos cómo se tocaba el piano en tiempos de Cortot con la actualidad, observaremos que, ciertamente, ahora el nivel técnico es mucho más alto. Sin embargo, se ha perdido toda la carga de personalidad y la identidad. Y si no... ¿Cuántos pianistas en la actualidad pueden ser reconocidos simplemente escuchando sus grabaciones, sin leer las carátulas de los CD’s? Quizás dos o tres. Sin embargo, basta escuchar a Michelangeli, Samson François o Cortot para saber casi inmediatamente que son ellos. Hay algo especial, quizás el toque, que los distingue del resto de los pianistas.

Normalmente voy a conciertos y escucho a gente muy distinta tocar. A veces salgo muy asombrado de la técnica, pero son pocas las veces que salgo pensando que he sido transportado a otro mundo, incluso con un menor nivel técnico del intérprete. Precisamente eso es lo que quiere la gente, vivir una experiencia; si se trata de escuchar una obra técnicamente perfecta, basta con coger un CD.

Para ganar concursos exigen unos estándares y unas piezas muy específicas que sólo contribuye a perder la personalidad propia. Actualmente la gente quiere contentar a todo el mundo con todo lo que hace; nos estamos olvidando de que hay multitud de opiniones y puede que lo que hagas les guste a muchos y no les guste a muchos otros. El arte es bastante subjetivo y por ello debemos hacer lo que creemos.

He escuchado muchas veces su grabación del cuarto concierto de Rachmaninoff, y las variaciones sobre tema de Corelli. Creo que su grabación es comparable a la del propio Rachmaninoff. ¿Lo pretendió?

Te contaré algo interesante: yo no conocía las grabaciones de Rachmaninoff hace 10 ó 15 años. Incluso pensaba que la música rusa consistía en tocar muy rápido y muy fuerte, ya que la mayoría de la gente la toca así. Entonces un día escuché a Rachmaninoff y fue el gran Shock de mi vida: él era tan refinado, un toque tan cuidado, un sonido precioso, claridad, muchísima libertad y rubato. Fue una auténtica revelación. Nadie lo toca así hoy en día. Me hubiera encantado haberlo podido escuchar en directo. Mucha gente que he encontrado en USA y con los que he tocado, especialmente en Philadelphia, suelen contar con orgullo cómo ellos tocaron con Rachmaninoff, y también lo buena persona, lo elegante y lo amable que era con todos.

La mejor alabanza que he recibido fue de un músico de Los Angeles Philarmonic, tras un concierto donde toqué las variaciones sobre un tema de Paganini de Rachmaninoff, el cual me dijo: "Yo toqué con Rachmaninoff en el estreno de esta pieza. Escuchándole he podido sentir el alma de Rachmaninoff viva de nuevo".

¿Por qué no ha grabado música española?

Hace varios años Decca me lo pidió. A mí me encanta la música española y la conozco muy bien. Sin embargo, sé que nunca podré hacerlo como Alicia de Larrocha, incluso esforzándome al máximo, ni me acercaría a su grabación. Por tanto, he abandonado este proyecto porque sería una pérdida de tiempo.

A través de esta entrevista, estoy descubriendo que usted mantiene vivo ese amor por los exotismos, tan característico de la cultura francesa del siglo XX.

Absolutamente sí. Amo Asia. Me encanta Japón, Corea, Taiwan, Singapour. Procuro pasar un mes al año por aquellas tierras.

¿Normalmente escucha sus propias grabaciones?

Nunca. Sólo las escucho una vez tras grabarlas y luego pongo el CD con el resto en mi archivador de CD’s. Sin embargo, sí que hay un disco mío que pongo mucho: el de Bill Evans. Es el único que escucho usualmente porque me encanta esa música, me da mucho placer y alegría escucharla. Es muy divertido porque cuando la escucho no me escucho a mí mismo tocar, me parece que es otra persona totalmente distinta.

Ahora una pregunta Naiff: ¿Cuál es su compositor favorito?

La respuesta también será Naiff: Mi compositor preferido es el que toco en cada momento. Es como cuestionarte cuál es tu comida preferida: en mi caso, el chocolate. Sin embargo, no puedo estar comiendo chocolate en todo momento, hay que comer mucha comida diferente.

Tengo un gran problema entre Ravel y Debussy que no consigo resolver, aunque pueda parecer una pregunta estúpida: ¿Quién es mejor, quién me gusta más, Ravel o Debussy? Cuando escucho a Ravel me parece que es el mejor, y cuando escucho a Debussy pienso que es Debussy.

Quizás la respuesta es que cada uno es el mejor haciendo lo que hace.

No lo sé, pero creo que no: durante un tiempo pensaba que Ravel era el rey de la orquestación; luego escuché obras orquestales de Debussy y realmente son igual de fantásticas.

¿Qué recuerda usted de Bernard Gavoty?

Conocí muy bien a Gavoty -dice emocionado-. Él escribió una crítica sobre mí cuando tenía 11 años y era un amigo cercano de mi profesor de piano por aquel entonces. Él escribía muy bien, era como literatura. Sé muy bien que si se le atravesaba alguien, entonces lo criticaba muy satíricamente. Por ejemplo, el caso de Martha Argerich.

¿Ha renunciado a muchas cosas por llevar la vida que lleva usted ahora?

No tengo familia y es difícil mantener relaciones y amistades. Sin embargo, creo que no podría llevar otra vida diferente. Me encanta mi vida, conozco sitios nuevos y gente muy diferente continuamente. Mi vida es un poco bohemia y me divierte. Es cierto que tengo algunos sacrificios y mucha disciplina. Tengo que tener mucho cuidado: en cuanto noto que mi nivel baja me pongo a practicar. Actualmente estudio mucho más de lo que he estudiado nunca. Cada día toco más.

¿Cuántas horas toca a diario?

Depende. Si estoy en París y dispongo de tiempo, puedo estar perfectamente 6, 7 ó 8 horas sentado al piano. Se me pasan en un plis-plas.

¿Con qué audiencia se siente más cómodo?

No tengo una preferencia especial. El público Español es fantástico. El Italiano también. En USA igual. Japón no es menos. Etc. Quizás el público español sea el más ardiente y el más agradecido.

¿A qué se deberá esta opinión que todos los pianistas comparten?

A que son mediterráneos.

¿No será más bien que no tienen ni idea de música?

Mejor para ellos. Recuerdo perfectamente un concierto en una villa pequeña de USA donde la audiencia estuvo silenciosa y muy pendiente de mí; sin embargo, luego toqué en New York, donde se supone que hay más entendidos, y el público no paraba de toser y de moverse. A veces el mejor concierto es el que se da en una pequeña ciudad donde la gente no va nunca a los conciertos. En las grandes ciudades la gente está muy acostumbrada a los conciertos hasta el punto de llegar a aburrirse.

Veo que usted tiene una concepción romántica de la música. Parece como si no estuviera de acuerdo con la famosa aseveración de Stravinsky, según la cual la música no tiene por qué ser transmisora de sentimientos.

Es muy difícil encontrar el punto medio entre los sentimientos y el equilibrio de la pieza. El propio Ravel no quería que se tocase su música sentimentalmente; quería que fuera muy clara, muy elegante, muy sofisticada. Era un hombre muy frío, tenía problemas con la sociedad, era muy introvertido. Muy poca de su música es sentimental. Por ello hay muy pocos clímax en sus obras: no más de cuatro o cinco en cada una. Él juega con ese hecho: se va acercando a un clímax y justo antes de llegar vuelve a alejarse.

Bien, esto es todo. Muchas gracias por su deferencia hacia Filomúsica.