Revista mensual de publicación en Internet
Número 39º - Abril 2.003


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

EL LABERINTO DE IBERIA

 

Jerez, Teatro Villamarta. 14 de marzo. Albéniz: Suite Iberia. Guillermo González, piano. 

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

Iberia es un laberinto. Lo es por su increíble dificultad técnica, y lo es también por los intrincados caminos estéticos que en ella confluyen y se mezclan para conducir no se sabe muy bien a dónde. Tocarla entera con corrección es realmente difícil. Hacerlo en una sola noche, más aún. Convencer y conmover con los resultados queda reservado para una selecta minoría. Pues bien, Guillermo González completó la hazaña en el Teatro Villamarta el pasado catorce de marzo ante un público mucho más atento que el que hace años torturara a Rafael Orozco en Sevilla cuando se atreviera a dar este triple salto mortal.

El pianista tinerfeño despertó los elogios de la crítica con su grabación de este monumento pianístico para el sello Naxos, utilizando una edición propia, no exenta de cierta polémica, en la que afirmaba haber corregido los numerosos errores incluidos en las ediciones habituales de la partitura. En directo ha demostrado ser igualmente capaz de superar el reto, aun contando con algunos pasajes no del todo limpios (¡también Barenboim metió la pata en el Maestranza!) y determinadas caídas de tensión. Por otra parte, evidenció una gran sabiduría al mezclar los cuatro cuadernos y ofrecer las piezas en un orden mucho más llevadero para el público. Como él mismo comentaba al finalizar el recital, se alcanzan resultados más satisfactorios alternando las páginas más conocidas y "folclóricas", esto es, la de los dos primeros cuadernos, con las muy abstractas y visionarias que conforman los dos últimos, que son además las más difíciles para el intérprete.

Estéticamente su enfoque podría calificarse de ortodoxo y sintético. Sobrio en todo momento, ajeno a efectismos y apartado del tópico de la tarjeta postal, no se decanta por las mágicas y perfumadas texturas impresionistas de Alicia de Larrocha, ni por la línea digamos "lisztiana", robusta y visionaria, de Esteban Sánchez, por mencionar a los más grandes recreadores discográficos de la partitura. Tampoco por el el espontáneo sabor flamenco y latino de Barenboim, del que esperamos con ansia su visión de los dos últimos cuadernos. Es la del canario una visión objetiva y sincera, que atiende a todas las posibles facetas sin evidenciar personalismos interpretativos. Ciertamente González carece de la genialidad de los citados, pero nos hizo pasar una espléndida velada con su meritoria recreación de Iberia. Para no olvidar.