Revista mensual de publicación en Internet
Número 39º - Abril 2.003


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EL BRUCKNER VIENÉS DE HAITINK
 

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

En los años 60-70 se hicieron justamente célebres los ciclos de sinfonías de Bruckner y de Mahler grabados por el director holandés Bernard Haitink, al frente de la orquesta de la que era titular, la del Concertgebouw de Amsterdam, para el sello Philips; en una época en que las grabaciones disponibles de ambos ciclos completos eran muy escasas (Jochum para Bruckner, Bernstein o Kubelik para Mahler), las versiones de Haitink, caracterizadas por una transparencia que permitía oír el conjunto de la obra y que resultaban por ello muy "didácticas", estuvieron entre las pioneras en dar a conocer esta música a mucha gente.

Con la llegada del sonido digital en los años 80, parecía que era la oportunidad para que Haitink volviese a grabar ambos ciclos al frente de su orquesta holandesa, con la que había obtenido sus mayores triunfos. Sin embargo, y tras algunas sinfonías vueltas a grabar en digital (las dos últimas de Bruckner y varias de las de Mahler), Haitink sorprendió a muchos aficionados recomenzando a grabar ambos ciclos con las dos orquestas más prestigiosas de Europa: la Filarmónica de Berlín para Mahler, y la de Viena para Bruckner; un proyecto típico de una época en la que la producción del disco "clásico" vivía de espaldas a la realidad, sin reparar en costes. El resultado era de esperar: cuando en los 90 llegó la época de "vacas flacas", la crisis de ventas de las grandes compañías discográficas, ambos proyectos (Bruckner y Mahler) fueron abandonados sin completarse.

Ahora Philips nos ofrece en su serie Duo los "restos del naufragio", por lo que a Bruckner se refiere, consistiendo en las sinfonías que llegaron a grabarse, las nºs 3, 4, 5 y 8, comprimiendo en 4 CD's de precio económico lo que antes ocupaba 6 CD's de precio alto, y quedando fuera únicamente el Te Deum que completaba originalmente a la 5ª sinfonía; con esta sensible rebaja de su precio, quizás estas versiones de Haitink tengan otra oportunidad.

Escuchando estas interpretaciones brucknerianas podemos comprender por qué despertaron tan escaso entusiasmo entre su potencial público: aparte del indudable aliciente de escuchar a la Filarmónica de Viena, Haitink construye correctamente cada sinfonía, todo está en su sitio, pero eso no basta, la dirección se muestra "demasiado moderada", nunca se "lanza", el tempo es en general monótono y con ello más de un oyente puede aburrirse.

Dentro de esta línea hay también sus más y sus menos, y las versiones más logradas son precisamente las primeras en grabarse. Así, el mayor acierto de estas grabaciones será seguramente la Cuarta (de 1985), una interpretación de una serena belleza que convencerá a los que gusten de un Bruckner digamos "contemplativo"; no es que se pueda parangonar a la referencia absoluta que grabó Karl Böhm en 1973 (como algún crítico entusista afirmó cuando salió al mercado) pero al menos no desmerece de lo mejor que se puede encontrar actualmente con sonido digital, como las grabaciones de Barenboim (cuya versión adolece de cierta precipitación en la coda del primer movimiento y de un Scherzo irregular, aunque el resto es más interesante que la de Haitink) o de Wand, ambos con la Filarmónica de Berlín.

Algo menos lograda está la Quinta (de 1988) que la acompaña en el primero de los dobles reseñados: tras un primer movimiento que en algunos momentos parece tener un enfoque "colosalista", o un Adagio muy delicado, casi frágil, el Scherzo resulta bien poco "demoníaco" (como parece que deben ser los Scherzos de Bruckner) y el Finale llega sin acelerarse nunca, manteniendo el tempo de forma impertérrita. Aun reconociéndola como una interpretación solvente, dentro de las grabaciones digitales parecen preferibles Celibidache-EMI o Solti-Decca (y, dentro de las analógicas, la de Furtwängler de 1942 y la de Jochum de 1964 con el Concertgebouw).

A finales de 1988 se grabó la Tercera, donde aparte de la corrección y solvencia generales poco más puede aportar Haitink, como no sea un Adagio muy íntimo y la curiosidad de incluir la Coda del Scherzo que figura en la Edición Nowak de la partitura de 1877: cuando acaba el Scherzo conocido "de toda la vida" hay 35 segundos más de una rimbombante música, que poca gloria aportará a Bruckner (y que hizo bien en suprimir en otra revisión), pero que será toda una novedad para quien no la haya oído nunca. La partitura fue publicada por Nowak en 1981, con lo que solamente después de esa fecha se ha podido oír la Coda en algunas grabaciones (y no en todas: Solti, Sinopoli o Harnoncourt también la incluyen, pero no así la de Barenboim en Teldec). Dentro de las grabaciones digitales nos quedaríamos antes con Karajan o Solti, y en general la referencia sería Kurt Sanderling en su grabación para Berlin Classics con la Gewandhaus, así como alguna de las tomas históricas protagonizadas por Hans Knappertsbusch.

La Octava, grabada en 1993, es el punto más bajo de este "semiciclo" Bruckner; el sonido es muy preciosista, muy "vienés", y la solvencia y la corrección se le presuponen a Haitink, pero falta fuerza en el Scherzo, falta profundidad en el Adagio, el Finale es anodino... en general falta vida, todo es demasiado monocorde. Esta versión no es rival para la de Giulini, entre las digitales, ni siquiera para la blandengue última grabación de Karajan, no digamos ya para históricos como Furtwängler-1944 (los tres con la misma Filarmónica de Viena).

En resumen, unas interpretaciones que, a pesar de contar con la excelente orquesta vienesa, quedan por debajo de las lecturas de Haitink en su etapa con el Concertgebouw, y que pertenecen a una época cercana en el tiempo pero cuyos criterios de producción de discos parecen haber quedado muy atrás.





REFERENCIAS:


BRUCKNER: Sinfonías nºs 4 y 5
Philips Duo 470 537-2 (2 CDs)

BRUCKNER: Sinfonías nºs 3 y 8
Philips Duo 470 534-2 (2 CDs)


En ambos:
Orquesta Filarmónica de Viena
Director: Bernard Haitink