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Número 39º - Abril 2.003


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ENTRE LA BURLA Y LA ELEGANCIA

Por Rubén Flórez Bande

          

Pletnev baja de nuevo al piano. El que ha sido fundador, y director titular de "su" Orquesta Nacional Rusa (ahora es su director honorario) toca junto a ella, siendo acompañado por la batuta de uno de los últimos santones de la música rusa: Mstislav Rostropovich. El programa elegido son dos conciertos para piano, típicamente rusos, y los dos son terceros: el de Rachmaninov y el de Prokofiev.

Quizás sea Pletnev el pianista más "elegante" de los actuales pianistas rusos, el más europeo de ellos, pero sin perder las ideas de la escuela rusa. Por eso su Rachmaninov se destaca de sus compatriotas, no es tan brusco ni tan hiriente como los de un Gavrilov o un Askhenazy, es un Rachmaninov más melódico, dejando de lado los alardes virtuosísticos que abundan en esta partitura, toca de puntillas pero con fuerza, en ocasiones crea un sonido "místico" y dudoso, no se sabe muy bien por qué, quizás para no caer en la melancolía de este concierto (la tonalidad de Re menor, es propensa a ello) pero que no le hace perder nada de tensión. Le falta, quizás, la seguridad del propio Rachmaninov en su grabación de este Concierto, o quizás lo que ocurre es que nos quiere poner a la vista las dudas con las que el compositor afrontaba cada una de sus composiciones, siempre preocupado por los resultados finales. En resumen, es una versión muy elegante, muy lisztiana, en ocasiones recuerda a Chopin, y no es una mala opción. Aparece también la contundencia rusa en los solos antes del "attaca" del segundo movimiento. Curiosa es la forma en la que juega Pletnev con la agógica; tanto que a veces se pasa, forzando los "ritardandi" a lo dramático.

El acompañamiento de Rostropovich es ruso 100%, no es tan elegante como el solista, ni tan cuidadoso en los matices, dirige con "brocha gorda" y con contundencia, que si en ciertos pasajes está bien, como el arranque del último movimiento y el final del mismo, no lo está tanto en el "Intermezzo. Adagio" que quedan fuera de sitio, añorándose el color y el cuidado que le da a esta música un Previn. La versión del concierto es la íntegra, no la retocada por el compositor después del estreno; debió de tomarse muy en serio las críticas que decían que a este concierto le sobraban notas. Para mí posiblemente sea el mejor concierto de su producción... pero eso ya son gustos personales.

Lo mejor del disco es el de Prokofiev, que al menos a mí me sorprendió muy gratamente. Tampoco aquí nos volvemos a encontrar un piano ruso, ni mucho menos, ni con un pianista martilleante como pudiera ser una Argerich. El piano de Pletnev aquí se muestra sumamente burlón, y eso choca, Pletnev no es un extravagante del piano, tampoco estoy diciendo que toque extravagantemente, choca porque uno tiene una imagen de este pianista, como una persona seria, distante, con una media sonrisa, con algo de arrogancia... eso es lo que se percibe en sus audiciones y en sus conciertos, pero ni por los más remoto me hubiera imaginado a un Pletnev burlón.

No va a la ironía del concierto, ni a la ironía del compositor, va a la burla, en este concierto hay mucha burla y no tanta ironía, Pletnev toca como un payaso (pero en el buen sentido) con frases diáfanas, clarísimas, como si quisiera decirnos que esto lo puede tocar cualquier pianista, lo toca con mucha sencillez, exagerando (eso sí) matices, abusando del "stacatto", retardando o acelerando las escalas, ralentizando tiempos (¡que lentitud con la que empieza el tercer movimiento!), haciendo camerísticos muchos pasajes, como algunos del segundo movimiento... una lectura muy peculiar. Le falta color, pero en casi todo lo que le he oído a Pletnev, le falta eso, el color, siempre más interesando por lo técnico que por lo colorista, se nota que es compositor.

La dirección de Rostropovich aquí es perfecta. Conoce este lenguaje a las mil maravillas e intenta imitar a Pletnev en eso de darle un toque "buffo" al concierto; y lo consigue, exagerando los fortes de los clarinetes, como si fueran patos, cortando notas de los metales... pero claro está, sin perder brusquedad, que no tan bien le iba a Rachmaninov, pero que en Prokofiev en ocasiones se añora.

La orquesta es buena, pero se podría pedir más; tiene una cuerda magnífica, con un vuelo que ya quisieran muchas de las grandes, pero tiene unos metales, secos, sin color, fríos... bueno, típicamente rusos, que se podrían mejorar, digo yo: no es una Filarmónica de Berlín, pero es que todo no se puede tener. Resumiendo: Un piano analista e investigador de sonoridades, y una batuta brusca en ocasiones y con ganas de aprender en otras.




REFERENCIAS:

RACHMANINOV: Concierto para piano y orquesta No. 3 en Re menor, Op.30
PROKOFIEV: Concierto para piano y orquesta No.3 en Do mayor, Op. 28
Mikhail Pletnev, piano. Orquesta Nacional Rusa. Dir: Mstislav Rostropovich.
DG 471 576-2.