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EL OYENTE COMPETENTE: El ARTE DE SABER
ESCUCHAR
Por
Ernesto Oviedo Armentia. Diplomado en Educ. Musical (Soria).
A buen seguro, que en estas fechas pasadas, habremos
tenido oportunidad de escuchar diversas agrupaciones corales o
instrumentales que han tratado de deleitar nuestros oídos con lo mejor de
su repertorio.
Obras de Haendel, Corelli, Bach, Mozart o incluso de Shostakovitch han
estado circulando por los programas de conciertos de Navidad de numerosas
localidades de España.
Se me ocurre pensar que quizás no hayamos sido conscientes de toda la
riqueza musical que hemos escuchado. Y es que las obras musicales son
temporales y una vez que las hemos escuchado sólo quedan en nuestra
memoria si es que han llegado a impactarnos de una manera especial. Por
esto creo que sería interesante que revisásemos nuestra forma de escuchar
y de apreciar estas obras de arte musicales que, como tales, pertenecen al
museo imaginario de la música culta occidental.
Este museo, al cual pertenecen las obras musicales que conforman el canon
del repertorio concertístico de nuestros días, se empezó a conformar en el
siglo XIX, dejando de lado otras obras que perfectamente podrían haberse
incluido ahí y no están, ya que eran desconocidas en esa época por la
mayoría del público que empezaba a acudir a las salas de conciertos
pagando una entrada en la taquilla.
Sin embargo, cuando asistimos a un concierto para escuchar el Aleluya del
Mesías de Haendel, ¿estamos escuchando el mismo Aleluya que en sus
orígenes concibió Haendel?, ¿es la partitura que están interpretando el
coro y la orquesta la “original” que compuso Haendel en el siglo XVIII? o
¿es una edición crítica de esa obra que se ha reconstruido a partir de
varios manuscritos de esa obra?, ¿sonarían así los instrumentos musicales
en el siglo XVIII? o ¿sería necesario para acercarnos a una interpretación
más auténtica, en el sentido de original, el que se usasen instrumentos
originales de la época en la que se compuso dicha obra?. Y si es la misma
obra ¿todos los oyentes percibimos de igual manera el Aleluya de Haendel?,
¿no habrá tantas partituras del Aleluya de Haendel como oyentes hay en la
misma sala de conciertos?
Tenemos que pensar que la notación musical occidental sólo se ha
preocupado de registrar mediante una serie de símbolos la altura, la
duración, la intensidad y el timbre de los instrumentos que intervenían en
la composición, sin embargo otros parámetros del sonido no han quedado
registrados, por ejemplo en la música antigua un La4 se afinaba a 415
Hercios o vibraciones por segundo, mientras que en la música actual el
diapasón del La4 está en 440 Hz, así mismo hay otros aspectos de la praxis
interpretativa de cada época que sólo han quedado recogidos en los
manuales de teoría musical, éstas prácticas interpretativas estaban
formadas por constricciones de una época determinada y que con el paso del
tiempo y la mejora técnica de los instrumentos han ido cayendo en desuso.
Otra observación sería que la posibilidad de reproducción sonora de una
manera ilimitada a través de distintos medios electrónicos sólo estuvo
disponible en el último tercio del siglo XIX con el invento del fonógrafo
por Edison, con lo cual las obras musicales anteriores a la fecha del
invento no sabemos -ni podremos saberlo nunca- cómo sonarían.
A pesar de esto, la música ha quedado ahí y podemos seguir disfrutándola
con la frecuencia que uno quiera, y no solamente la música culta
occidental sino también la “otra” música, la popular, la no-culta, la
no-occidental, la que ha estado discriminada durante muchos siglos.
Dicho esto, ¿cómo tendría que escuchar un oyente competente una obra
musical?. No hay fórmulas mágicas e infalibles que hagan de una persona el
mejor oyente competente del mundo, a escuchar se aprende escuchando, pero
lo que sí que es obvio es que una persona con conocimientos musicales,
tanto prácticos como teóricos, podrá obtener mayor provecho de una
audición, podrá encuadrar una obra musical dentro de un periodo histórico,
conocer detalles de la vida de un compositor, qué gustos predominaban en
una época determinada, quién demandaba y consumía esas obras, para qué
instituciones trabajaban los compositores, etc.
Así mismo es importante no olvidarse del texto documental que es la obra,
es decir saber hacer una audición estructural distinguiendo unos temas de
otros, las cadencias, las armonías que se utilizan, la forma que tiene esa
obra, distinguiendo cuando hay modulaciones a otras tonalidades distintas
de la principal, etc. Por supuesto que esta audición estructural es
perfectamente aplicable a la música no-culta occidental.
Por último creo que sería muy conveniente una audición previa de las obras
antes de asistir al acto social del concierto ya que esto nos ayudará a
reconocer y asimilar mejor lo que vamos a escuchar.
Así es la música y así creo que deberíamos de entenderla.
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