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Número 5º - Junio 2000


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ANDREW PARROTT, NUEVO ARTISTA

DE SONY CLASSICAL

Por Ignacio Deleyto Alcalá.

Andrew Parrott, uno de los pioneros de la interpretación con instrumentos originales, ha aterrizado en Sony Classical convirtiéndose en una de las estrellas del sello. De la mano de sus inseparables Taverner Choir & Consort con los que realizara numerosas grabaciones en los años setenta y ochenta, Parrott llega a Sony con el propósito de explorar nuevos caminos en su ya dilatada carrera.

Empecemos por J.S. Bach. En la interpretación de su música coral, Parrott ha reconocido la deuda para con las ideas del polémico director americano Joshua Rifkin que defiende el uso de una sola voz por cada parte y por tanto rechaza el uso de grandes coros. Hay que decir que aunque esta teoría haya sido rebatida por la mayoría de los directores y musicólogos, sí ha conseguido insuflar nuevos aires a esta música acercándose así a las ideas interpretativas del propio compositor. Este espíritu inquieto ha servido principalmente para ofrecer diferentes posibilidades al aficionado al que debiera resultarle secundario quién es más fiel al Bach de la época.

El disco (SK 60155) presenta así un Bach de carácter intimista donde cada parte adquiere una mayor presencia y protagonismo. Los solistas están arropados por un cuidado acompañamiento instrumental que ofrece una variada paleta de colores y matices: en la Oda además de cuerda y varios instrumentos de viento como el melancólico oboe d’amore, el continuo incluye dos violas da gamba, dos laúdes (construidos especialmente para esta grabación) además de órgano y clavecín.

Es conocida la aversión de Andrew Parrott por los contratenores para este repertorio, voces masculinas que cantan en falsete (otra polémica que no tendrá fin); los solistas, especialistas en este repertorio, buscan una mayor expresividad aunque las voces femeninas pequen de cierta frialdad. No así el barítono o el tenor, Charles Daniels, que en su aria hace una interpretación redonda convirtiéndola en uno de los mejores momentos de todo el disco. Con tempi, en general, lentos el resultado es de un gran recogimiento que va muy bien con el carácter funerario del programa. En definitiva, un disco con un enorme trabajo filológico detrás que supone una muy digna tarjeta de presentación para el director inglés.

El segundo disco (SK 60713) es un viaje musical a lo largo de diferentes épocas con la Navidad como hilo conductor. Y como todo viaje largo es preferible no hacerlo de una sola vez. Parrott ha realizado un original trabajo de recopilación y, entre otras cosas, nos ofrece: coros a capella, piezas del folklore irlandés y galés, antífonas anónimas medievales, obras con instrumentos poco usuales como el arpa galesa o la concertina, (un tipo de acordeón) junto a clásicos contemporáneos (Holst, Britten y Maxwell Davies, etc) quizás lo más interesante por ver como estos autores han adaptado la música medieval al lenguaje de nuestro siglo. Todo ello orientado a satisfacer los gustos más variados.

Este trabajo pretende descubrir al aficionado música desconocida y a pesar de la diversidad, el programa tiene un planteamiento coherente. Alejado de tópicos es un disco, que en pequeñas dosis, resulta muy estimulante y que seguro no duplicará contenidos de otros discos navideños.

Llegamos al Dido & Eneas de Purcell (SK 62993), una de esas obras imprescindibles en cualquier discoteca. Considerada por muchos como la mejor obra del maestro inglés, ya en la primera escena tenemos una buena muestra de la intensidad y variedad que recorre los pentagramas de esta partitura. En poco menos de una hora el compositor alterna sencillas canciones, alegres o melancólicas, en la mejor tradición inglesa (en la cual fue un maestro, digno heredero de Dowland, Morley o Byrd) con páginas de gran profundidad como el intenso "Lamento de Dido" seguido por uno de los coros más tristemente bellos de todo el Barroco "With drooping wings...". Todo ello en una obra que rezuma modernidad por los cuatro costados con un lenguaje armónico muy avanzado para su tiempo.

Como queda dicho, no es la primera vez que el director inglés se acerca a esta obra. Su pionera grabación, allá a comienzos de los 80, está considerada como una de las grandes del movimiento historicista junto a las de Hogwood, Pinnock, Harnoncourt o Christie I.

Para empezar hay que decir que la nueva lectura no defrauda. Aún más que en su versión anterior, Parrott reduce el coro y la cuerda a mínimos históricos (sólo igualado por Christie II). Sorprende como tan pocos instrumentos pueden arropar de forma tan expresiva a las voces tocando con precisión y equilibrio a lo largo de la obra. Un mérito del director británico es dar un papel preponderante al acompañamiento instrumental que sugiere todos los estados de ánimo que inundan la partitura sin caer en la monotonía. El efecto (que ya hizo en su grabación anterior) de introducir tras el coro final la repetición en la cuerda del tema coral resulta fascinante.

Naturalmente estamos ante una versión de cámara, muy intimista, no apta para un teatro de ópera actual. Su dirección relajada e imaginativa también resalta el contraste entre las diferentes escenas. Parrott explica la maldad de las brujas con atrevidas disonancias en la primera escena para luego hacer uso de una cuerda dulce apoyada de guitarra barroca en la segunda (con truenos y cantos de pájaros incluidos). Otro momento conseguido es el famoso coro de los marineros cuyo comienzo nunca ha sonado tan "auténtico" como aquí cantado por el extrovertido Douglas Wooton (en otro tiempo director de The City Waites) y no el tenor engolado de otras versiones. Sin grandes estrellas en el reparto, el conjunto vocal es uniforme; voces ligeras y ágiles con una Emily van Evera (Dido) que dibuja una reina joven de suficiente expresividad. Mención especial para el violín de Andrew Manze. En definitiva, una versión de altura que hace justicia a esta obra maestra del Barroco cuyo único defecto es su brevedad.

Bajo el título "Out of the Night" (SK 61753), Parrott reúne varias obras de los compositores contemporáneos Arvo Pärt y John Tavener. Este último se hizo conocido para el gran público con su "The Protecting Veil" que permaneció en las listas británicas de música clásica durante diez meses en la grabación de Steve Isserlis. Para este artista compuso "Threnos", obra para cello solo que encontramos en este nuevo disco. La música de Tavener, de marcada influencia oriental y misticismo, se revela austera y pobre en ideas. Una de las obras más interesantes aquí recogidas es "Canticles of the Mother of God" para soprano y coro con textos en griego y hebreo en la que la voz solista (una estupenda Claron McFadden) debe poseer sobrados recursos interpretativos para acometer la parte que se inspira en técnicas vocales del canto litúrgico ortodoxo.

Aunque en un principio el estonio Arvo Pärt tenía como principal fuente de inspiración la liturgia de la iglesia católica, en los últimos años su preocupación por aspectos de la espiritualidad ortodoxa ha cobrado fuerza y queda reflejada en las obras compuestas en los años 90. De ellas destacamos el contemplativo Magnificat y las Siete Antífonas-Magnificat, obra que contiene un tratamiento único del contraste tonal y la disonancia, en la línea del último Stravinsky. El Taverner Choir (cuyo nombre deriva del gran compositor renacentista inglés) demuestra estar en gran forma y canta con dedicación e intensidad bajo la excelente dirección de Andrew Parrott.

El último disco publicado (SK 62977) nos devuelve a una de las especialidades del director inglés, la polifonía renacentista de la que en otro tiempo realizara grabaciones modélicas como la Misa Gloria Tibi Trinitas de John Taverner.

Parrott centra su atención esta vez en la polifonía italiana del aristócrata Carlo Gesualdo cuya truculenta vida ha dado pie a todo tipo de conjeturas y fantasías. Algunos hechos, no obstante, parecen ser verídicos: tras descubrir a su mujer en flagrante adulterio, no sólo mandó asesinarla junto a su amante, el Duque de Andria, sino que ordenó que sus cuerpos fueran mutilados! También mató a un hijo sobre cuya paternidad dudaba, enfermó tras la muerte de otro de sus hijos, se hacía flagelar a diario puesto que, al parecer, el dolor le reconfortaba y acabó sus días en una especie de melancolía cercana a la locura.

Su fama musical se debe fundamentalmente a sus Seis Libros de Madrigales (un séptimo, apareció póstumamente) en los que su atrevido cromatismo llegó a cotas desconocidas hasta entonces. Este nuevo disco nos presenta una interesante reconstrucción de los Responsorios de Tinieblas para el Viernes Santo donde el canto llano comparte protagonismo con los nueve motetes a seis partes de Gesualdo. Esta obra, comparable a los Responsorios de Tomás Luis de Victoria, se caracteriza por el uso de recursos cromáticos y por repentinos cambios de tempo que refuerzan el efecto teatral del texto. Estos cambios de tempo (por ejemplo, en el nº 6 "Animam meam dilectam") son servidos con maestría por Parrott que resuelve así uno de los aspectos más complicados de esta obra. Como era de esperar, Parrott asigna cada parte a una sola voz solista lo cual refuerza el carácter intimista de la interpretación. El Taverner Consort que demuestra una compenetración y afinación ejemplares está formado por varios de los mejores cantantes ingleses del momento. A lo largo de esta bellísima obra, nos entregan frases maravillosamente dibujadas como la "Deus meus, ut quid me dereliquisti" del nº 5, donde expresan toda la angustia del texto dentro del marco general de recogimiento y contención de esta lectura.

Estamos, pues, antes una soberbia lectura de esta obra de Gesualdo en un disco que ningún aficionado a la polifonía se debe perder.