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Número 58º - Noviembre 2.004


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ULTIMA VIOLETTA, PRIMER ALFREDO 

Jerez, Teatro Villamarta. 5 de noviembre de 2004. Verdi: La Traviata. Cristina Gallardo-Domâs, Ismael Jordi, Genaro Sulvarán, Marina Pardo, Inmaculada Salmoral, Francisco Heredia, Isidro Anaya, Pedro Farrés, Francisco Santiago. Coro del Teatro Villamarta, dirigido por Ángel Hortas. Orquesta Filarmónica de Málaga. Enrique Patrón de Rueda, director musical. Francisco López, director de escena. Producción del Teatro Villamarta.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

 

Cristina Gallardo-Domâs abandonaba su emblemático rol de Violetta en Munich en julio de 2002. Decisión honesta y prudente, porque a pesar de su amplísima experiencia en el mismo (ha triunfado con él en casi todos los grandes templos de la ópera, de Viena a Nueva York pasando por Berlín, Venecia, Milán y París), la lógica e inevitable transformación de su instrumento vocal no le permite ya abordar con soltura las terribles trampas del primer acto. Sin embargo, cual Amfortas presionado por los fieles del Grial, ha cedido a las súplicas de encarnarlo "zum letztenmal", "por última vez", aun a costa de dejarse la piel en el camino. La buena voluntad de su marido Justo Garzón para ofrecer a su ciudad natal una presencia tan relevante, así como la oportunidad de grabar para RTVE Música la actuación, han sido incentivos para retomar el dificilísimo papel, aunque sin duda el elemento clave para animarla a satisfacer tales ruegos ha sido acompañar al joven jerezano Ismael Jordi en su debut como Alfredo. Finalmente las dos funciones ofrecidas en el Teatro Villamarta han supuesto un rotundo éxito de público y crítica, así como la más clamorosa ovación que haya recibido soprano alguna en los ocho años que lleva funcionando dicho coliseo desde su reapertura.

En nuestra opinión se dieron motivos para estar satisfechos, pero sólo moderadamente. Hubo en esta producción manifiestos desequilibrios y desigualdades, algunos de los cuales bien podían haberse evitado. Así por ejemplo, resulta incomprensible de cara a la edición del disco compacto que se haya contado con un Gastone tan caprino como el del muy mediocre Francisco Heredia, un Duphol tan mermado como el del entrañable pero ya más que veterano Pedro Farrés, un Marqués D'Obigny tan tosco como el del joven Isidro Anaya o una Annina tan poquita cosa como la de Inmaculada Salmoral (sólo se salvaban la Flora de Marina Pardo y el Grenvil de Francisco Santiago, correctos). Pero a nuestro juicio el gran error ha sido el de contratar a Genaro Sulvarán, Nabucco hace dos temporadas en el propio Villamarta, para el decisivo papel de Giorgio Germont. La voz del barítono mexicano es espléndida, pero como intérprete resulta plano, monótono y aburrido, amén de lucir una línea bastante más verista que verdiana. Su dúo con Violetta, una de las cumbres de la inspiración del de Busseto, no tuvo la menor entidad dramática, alcanzando su "Di Provenza" una discreta e insuficiente corrección.

El muy talentoso Ismael Jordi ofreció el interesantísimo borrador de lo que será dentro de poco un magnífico Alfredo. La voz es preciosa en todos sus registros, la técnica absolutamente irreprochable y el buen gusto su mejor arma. Eso sí, en el primer acto -en el que evidenció algunas vacilaciones fruto quizá del nerviosismo en la función del viernes- suena demasiado aún a Donizetti; tan preocupado de la depuración y elegancia de su fraseo, el tenor no termina de insuflar credibilidad al personaje. En el segundo ofrece un aria muy belcantista y aborda la cabaletta con suficiente empuje, aunque resulte discutible la musicalidad del muy prolongado agudo que la remata. A partir de ahí sube el nivel: del todo convincente tanto en lo vocal como en lo dramático la dificilísima escena en casa de Flora, y musicalísimo y muy emocionante en el dúo del tercer acto, rematando una interpretación que fue de menos a más y que, insistimos, habrá de ser de gran relevancia en el futuro.

Claro que la gran protagonista y triunfadora fue la Gallardo-Domâs. Nuestra referencia a Amfortas no era gratuita: en el primer acto sangró la herida del terrible "Sempre libera", cuya vocalidad no le es ya cómoda. Pero claro, no había más remedio que pasar antes por el sacrificio para redimirse y transfigurarse después con una sensible y emocionante encarnación de la desdichada cortesana. Ciertamente su Violetta se halla algo escorada hacia el mundo de Puccini, lo que es lógico en quien es hoy una extraordinaria Butterfly y una no menos referencial Suor Angelica, pudiendo su visión del personaje resultar un tanto frágil y lánguida para determinadas sensibilidades. Pero no se le puede regatear la belleza de su voz; ni la elegancia y musicalidad de una muy matizada línea de canto, en la que hizo uso de bellísimos reguladores (aunque tendente, eso sí, a quebrarse en los pianísimos); menos aún su comunicativa expresividad a flor de piel. Su entregada labor fue un ejemplo de canto al servicio de la emoción. Su "Addio del passato", delicado pero no carente de rebeldía ni desesperación, quedará para el recuerdo.

No le sonó bien la Filarmónica de Málaga -que debería realizar una purga entre sus integrantes- a Enrique Patrón de Rueda. Sin embargo, el maestro mexicano convenció con una lectura musical e intensa, especialmente en el gran cierre del segundo acto; a tenor de lo que le hemos escuchado en otros títulos, los concertantes parecen ser especialidad de la casa. Hubo detalles en el fraseo muy inteligentes por su parte. Evidenció además una gran habilidad para extraer lo mejor del coro, que realizó en esta ocasión una labor francamente estimable a la que tampoco son ajenos los esfuerzos de su director, Ángel Hortas, y de la maestra de canto Emelina López. A destacar la  a priori lujosa presencia del reputadísimo bailaor jerezano Antonio El Pipa en el coro "español" del segundo acto; lástima que no lograra coordinarse bien con el foso y que terminara siendo algo más femenino de lo que se espera en el torero Piquillo.

Muy notable la producción escénica, que estrenara en su momento una electrizante Ángeles Blancas y protagonizara más tarde una en exceso artificial Ainhoa Arteta. Frente a aquellos que transforman Traviata en un católico y conservador cuento moralizante -el de la prostituta arrepentida-, Francisco López devuelve a sus orígenes una obra que no es sino un virulento ataque a la hipócrita doble moral de la burguesía, reivindicando la pasión sincera y defendiendo la libertad que ésta demanda frente a cualquier tipo de cortapisa. Lástima que en esta ocasión la dirección de actores, que López suele cuidar al detalle, no estuviese todo lo trabajada que debiese en los personajes principales. Ortodoxa y muy correcta, dentro de sus evidentes limitaciones presupuestarias, la escenografía de Jesús Ruiz. El hermosísimo vestuario diseñado por el mismo artista otorgó brillantez adicional a una buena noche de ópera que podía haber resultado mejor de haberse atinado más en la elección del elenco, pero en la que no obstante se confirmó el brillante futuro de un tenor que va a seguir dando mucho que hablar y, sobre todo, nos despedimos de la que ha sido una de las grandes Violettas de los últimos años. Esperamos verla pronto de nuevo por aquí. De momento, infinitas gracias por su presencia.

 

Web del Villamarta: www.villamarta.com

Web de Gallardo-Domâs: http://www.gallardo-domas.com/

Web de Ismael Jordi: http://www.ismaeljordi.net/