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Número 6º - Julio 2000


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"Sencillez en la forma, severidad en el conjunto, nobleza sin arrogancia, majestad sin ostentación"
Reseña de un concierto

Por Juan Luis de la Montaña Conchina

Aunque es una frase atribuida a Felipe II con la que definía el estilo herreriano del momento, representa una de las concepciones musicales que se fusionaba con otra corriente que ostentaba la riqueza ornamental visible en la arquitectura, el arte en general y la música en particular. Dos concepciones, dos formas de entender el arte, pero ninguna excluyente. Este es quizá una de las mejores expresiones que puede sintetizar la globalidad del concierto del que tuvo oportunidad de gozar el público de la ciudad de Badajoz la noche del pasado 29 de junio en los jardines del Museo de Bellas Artes, organizado por dicha institución y la Diputación Provincial, dentro de un ciclo de conciertos dedicado al centenario de Carlos V.

El recital, del que fue protagonista el “Grupo de Música Antigua”, formado por profesores y especialistas del conservatorio de Badajoz, resultó ser una auténtica delicia para los sentidos. Bajo un programa bien articulado, coherente en la forma y el fondo, titulado “Carlos V: música y sociedad”, se pudieron escuchar músicas surgidas de los distintos ambientes sociales del momento. De esta forma, y tras una presentación que introducía al oyente en el marco social de la época en que se crearon esas músicas, se hizo un recorrido que abarcó desde los ambientes populares pasando por los clericales, cortesanos, para acabar con una auténtica remembranza a la memoria del Emperador. Todo ello bien representado con conocidas piezas como Propignan de melior, Pavana de Alexandre, Recercada sobre O Felici Occhi Miei, Paseábase el Rey Moro, y, especialmente, Mille Regretz, conocida en la Castilla de la primera mitad del siglo XVI como Canción del Emperador, por ser una de las piezas favoritas del primero de los Austrias que ostentó la corona castellana.

El conjunto “Grupo de Música Antigua”, aunque de reciente formación, presenta excelentes maneras a la hora de recrear las músicas pertenecientes a nuestro Patrimonio Histórico del Siglo de Oro. Conformado por Ismael Ruiz de Infante (violín), Melitón Cuadrado (flauta de pico), Sara Ruiz (vihuela de arco o viola de gamba) y Juan Manuel Nieto (vihuela y laúd), “Grupo de Música Antigua” supo dar forma a un repertorio exigente tanto en su interpretación como en su concepción, aspecto éste último en el que muchas formaciones no reparan en exceso. Pero si los aspectos conceptuales ligados a los criterios históricos de interpretación de estas músicas son decisivos, no menos meritorios fueron aspectos técnicos sabiamente resueltos por la formación, como son la propia colocación de los instrumentistas (los solistas ocupando ambos extremos), y la siempre difícil afinación de instrumentos delicados en un clima seco y caluroso como es el que acompaña a esta ciudad en los largos meses de estío.

Los resultados fueron excelentes en el plano sonoro del conjunto. Así, se pudieron escuchar hermosas piezas sabiamente glosadas como el villancico ¡Ay triste, que vengo! o arreglos de piezas polifónicas como Pastor, quien madre virgen de Francisco Guerrero. Excelentes fueron las recercadas del toledano Diego Ortiz que recreara en su tratado fechado en Roma en 1553, interpertadas tal y como fueron concebidas, es decir, con la vihuela de arco o viola de gamba y acompañamiento de laúd, o con un instrumento solista soprano como es la flauta de pico.

No menos sorprendentes fueron las versiones ofrecidas por el grupo del Qu’es de ti, desconsolado del salmantino del Enzina, y la Pavana VI del valenciano Luis Milán, pues en ambos casos se nos ofrecieron series de “glosas” que, sin disminuir la austeridad original de la composición, ornamentaron sendas piezas sin arrogancia y con indescriptible serenidad, al margen de la habilidad técnica y de los conocimientos desplegados por los intérpretes en el difícil arte de la glosa renacentista.

En el plano individual las interpretaciones rozaron el virtuosismo. En el dulce sonido de la vihuela sonaron piezas como Fantasía de consonancias y redobles de Luis Milán y Paseábase el rey moro del genial Luis de Narváez. El melancólico sonido de la viola recreó la recercada primera sobre el madrigal O Felici Occhi Miei, y el brillante sonido de la flauta de pico hizo lo propio con la recercada segunda del citado madrigal de Arcadelt.

Resultado de todo ello, fue un recital de gran hermosura, evocador de sentidos y brillante en los matices, sencillo en la forma y el conjunto, pero noble y majestuoso en el fondo. En resumidas cuentas, un auténtico brindis por la memoria del Emperador.