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Número 6º - Julio 2000


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NUESTRO "VIAJE" EN BARCA.

Por Cristina Gallego García.

"... Por entonces, ya empezaba a sentir esa profunda e incomprensible plenitud que produce la entrega al propio oficio. Me sumergía en mi trabajo y éste me estimulaba para emprender nuevos caminos. Cada día surgía un nuevo obstáculo y a la vez el reto de resolverlo..." En esta ocasión he querido comenzar mi artículo con las palabras de Josefina R. Aldecoa en su libro "Historia de una maestra".

Un elevado número de escritores han aportado obras de gran valía en torno al tema que voy a tratar. Puedo mencionar a Fernando Savater ("El valor de educar"), José Luis Sampedro ("La sonrisa etrusca" Salvatore, ese viejo campesino que descubre en su nieto, "el intercambio misterioso", un renacido latir que va desde la verde ramita, al viejo tronco bien arraigado en la tierra eterna; y vive también su última pasión el amor de una mujer...)

Hay momentos en la vida en los que uno se replantea lo que ha constituido su pasado, hacia donde quiere encaminar su futuro... Éste es mi caso (quizás sea porque este mes cumplo años o porque sé hasta donde quiero llegar...) pero no hablaré de ello, sólo quiero compartir algo contigo la vocación de ser maestro. Pero no, no creas que empezaré con la evolución del magisterio hasta nuestros días, o que voy a reflexionar sobre los distintos modelos de ser maestro (tradicional, tecnológico, espontaneista, investigador...). Éste no es el momento ni el lugar apropiado para hacerlo... En la música también se puede hablar de vocación y a ello me voy a referir.

Recientemente me comentaba una amiga "Hay muchos músicos que luego resulta que no lo son. Viven de la música y no para ella; funcionarios que tocan un instrumento como si el Arte fuera algo rutinario..." Estas palabras me hicieron reflexionar. La verdad es que comparto su opinión. Uno no debería dedicarse a aquello que no le gusta, o por lo menos, que no le gusta lo suficiente como para emplear en ello toda su vida.

Permíteme compararlo con el magisterio. Educar no es un oficio, ni una profesión... Uno tiene que vivirlo, y hay quien vale para ser maestro y quien no. La educación significa mucho para mí. Remontémonos a las raíces de esta palabra "Educare" (criar, nutrir, amamantar, alimentar...) y "Educere" (sacar, llevar, extraer...). El educador, guía o proporciona desde fuera, pero también encauza las potencialidades del educando, extrae desde su interior al exterior. No se limita a una simple transmisión de conocimientos.

El amor al trabajo o al estudio que desempeñes en tu vida o quieras desempeñar, es imprescindible para entregarte al máximo en ella. Debes creer en tu sueño y darlo todo para conseguirlo. No negaré que el camino es difícil, pero ¿para qué existe en el hombre la fuerza de voluntad, la capacidad de superación, la toma de decisiones propia...?

Yo no me conformo con ser uno más. No quiero ser "una barca que lleva la corriente, o que se mueve según el viento que sopla más fuerte". No, yo pongo el rumbo a mi vida y embarco en el puerto que elijo. En estos momentos vienen a mi mente las palabras que pronunciaban aquellos muchachos, al comienzo de sus reuniones, en la película "El Club de los Poetas Muertos" "...Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida; dejar de lado todo lo que no fuera la vida, para no descubrir en el momento de la muerte que no había vivido". No pretendo hacer una reflexión sobre el "Carpe Diem", está implícito...

Volviendo al tema que me ocupa diré que un compositor debe ser honrado consigo mismo. En palabras de Rachmaninoff "Lo que intento hacer cuando estoy escribiendo mi música, es expresar simple y directamente lo que está en mi corazón..." Como decía Achúcarro en la entrevista realizada en el nº 3 de Filomúsica "...Valoro al solista que entiende lo que está haciendo, y a su vez es capaz de transmitirlo a los que lo están escuchando, siendo capaz de convencerles..." O según López Cobos "...Si uno tiene la vocación sí merece la pena sacrificarlo y darlo todo por la música..."

Rachmaninoff, Achúcarro, López Cobos y muchos más músicos que no voy a mencionar son maestros. No quiero que asocies esta palabra únicamente a un profesor delante de una clase llena de niños... Para mí, es maestro quien se entrega plenamente a lo que cree ese solista que entiende "la pieza", domina la técnica y se convierte en "poeta", ha descubierto la esencia e intenta que sea parte de él y de su público; esa persona que empleando toda su energía, contribuye al desarrollo integral del niño, le ayuda en su vida diaria, le abre las puertas de un "camino" que tendrá que seguir autónomamente y le llevará al futuro que él construya...

En la Música como en el Magisterio no se trata del edificio (Conservatorio o Escuela), sino del que está ahí dentro el maestro, el alumno... Nuestra sociedad está repleta de fuentes de conocimientos, las "nuevas tecnologías" forman parte de nuestra vida diaria; pero nunca podrán suplantar a la persona.

Mi artículo va dedicado a todos aquellos que hacen más "humana" la vida en este mundo. Me refiero a los que contribuyen al desarrollo físico, intelectual, afectivo, social y moral de todas las personas, las respetan, no roban la libertad de nadie, comparten lo que saben, aprenden cuando enseñan, luchan por su ideal hasta sentirse autorrealizados...

Y ya terminaré con estas palabras que leí hace bastante tiempo, pero no las he podido olvidar. Ésta es también mi vocación.

Educar es lo mismo que poner un motor a una barca...

Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha.

Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma

un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta...

y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar mientras uno trabaja

que ese barco, ese niño, irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío, llevará nuestra carga de palabras,

hacia puertos distantes, hacia islas lejanas...

Soñar que cuando un día, esté durmiendo nuestra propia barca,

en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.