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Ramón Carnicer triunfa Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
Elena e Constantino. Ópera semiseria en dos actos. Versión de concierto. Música de Ramón Carnicer. Libreto de Andrea Leone Tottola. Intérpretes: Ruth Rosique (Elena), Robert McPherson (Constantino), Saimir Pirgu (Edmondo), Eduardo Santamaría (Arlés), Lorenzo Ragazzo (Carlo), Mariola Cantarero (Anna), David Menéndez (Urbino). Director musical: Jesús López Cobos. Director del coro: Jordi Casas Bayer. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Teatro Real, Madrid, 12 y 14 de marzo de 2005. Rossini fue el astro que alumbró la ópera de las primeras décadas del siglo XIX, dando luz y calor, a veces abrasando. Su maravillosa inspiración influyó en muchos, para bien y para mal. Ramón Carnicer (1789-1855), célebre en su época como compositor de óperas y primer profesor de composición del Real Conservatorio de Música de Madrid, fue el músico español más rossiniano de aquella época, y lo fue con mucho talento. El Teatro Real nos ha ofrecido la oportunidad de escuchar, en interpretación de concierto, su ópera Elena e Constantino, estrenada en 1822 en el Teatro de la Santa Cruz de Barcelona, teatro que regentó el propio autor. La recuperación ha servido para comprobar las excelentes cualidades de este creador, en el que podemos advertir un gran conocimiento de bel canto y una feliz inspiración musical y dramática. Fue, sin duda, un fino artista, culto, sensible e internacional. El libreto está en italiano y lo firma Andrea Leone Tottola. La magnífica partitura ha sido interpretada por un reparto que, inicialmente, encabezaba Isabel Rey, a quien finalmente la gripe impidió estar en el concierto. Fue sustituida por Ruth Rosique, que abordó con valentía y seguridad la interpretación de Elena, papel que tuvo que preparar con tanta urgencia como eficacia. Rosique es una soprano de excelente línea y preciosa voz, delicada y un poco pequeña. Su pareja en escena fue Robert McPherson, como Constantino, en un papel igualmente lírico y muy bien cantando. La contrarréplica más dramática estuvo a cargo de Saimir Pirgu, que interpretó con hondura al torturado Edmundo. El tono más desenfadado de está ópera, calificada como semi-seria, estuvo a cargo de la pareja constituida por una maravillosa Mariola Cantarero, que cosechó los más cálidos y merecidos aplausos de la velada con algunas deliciosas intervenciones, y Lorenzo Regazzo, que no se quedó corto. El reparto se completaba con las valiosas participaciones de David Menéndez y Eduardo Santamaría, cuyas voces, como las demás, se avenían perfectamente al estilo y talante de la obra. El Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real acompañaron con brío y entusiasmo, protagonizando bellos momentos, con participaciones sobresalientes de los vientos y, particularmente, de Pilar Constancio luciendo un bello sonido en la flauta. La versión de concierto prescinde de la puesta en escena, pero tiene como ventaja el mejor aprovechamiento de la preciosa acústica del Teatro Real. La orquesta y el coro suenan estupendamente en el escenario cerrado con la caja de conciertos y los cantantes, que actúan en la corbata, se oyen de maravilla, sin dejar perderse ni una nota ni una sílaba. A pesar de tratarse de la recuperación de una ópera olvidada, decimonónica y de una autor español, el teatro llenó las dos únicas funciones ofrecidas con un público cada día más fiel, cuya curiosidad y expectación quedó plenamente satisfecha. Las recuperaciones históricas entrañan un cierto riesgo y no suelen ser tan afortunadas como esta. Con este reestreno el Teatro Real se apunta un golazo de los grandes. Esperamos tener pronto la grabación en disco y, ojalá, una puesta en escena.
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