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DON GIOVANNI VUELVE A LA VIDACórdoba, Gran Teatro. 15 y 16 de mayo de 2006. Mozart: Don Giovanni. Marco Vinco (Don Giovanni), Stefano de Peppo (Leporello), Yolanda Auyanet (Doña Ana), Ana Ibarra (Doña Elvira), Luis Dámaso (Don Octavio), Beatriz Lanza (Zerlina), David Rubiera (Masetto), Stefano Palatchi (Comendador). Coro de Ópera Cajasur. Orquesta de Córdoba Falla. Dirección musical: Manuel Hernández Silva. Dirección escénica: Francisco López. Producción escénica del Teatro Villamarta. Producción musical del Gran Teatro de Córdoba. Por Fernando López Vargas-Machuca. En mayo de 2005 hacíamos una valoración poco entusiasta de la nueva producción de Don Giovanni que presentaba el Teatro Villamarta. Pues bien, esta misma producción se ha presentado ahora en el Gran Teatro de Córdoba con un elenco en el que repetían cuatro voces de las en aquella ocasión congregadas, pero consiguiendo esta vez un resultado francamente satisfactorio para un teatro que, como el jerezano, presenta graves limitaciones presupuestarias. ¿Cómo es esto posible? Pues sencillamente porque ahora sí ha funcionado lo que, mal que les pese a los amantes de las voces, es la pieza más importante para al éxito de una velada operística: la dirección musical. ¡Y de qué manera! Y es que en Jerez se ocupó del asunto un director que hundió la producción con su flácida, rutinaria y aburridísima labor, mientras que en Córdoba hemos contado con una batuta musical y llena de vida, quizá no muy ominosa en los momentos más visionarios ni especialmente creativa, pero sí perfectamente equilibrada entre los aspectos dramáticos y humorísticos de la partitura, centradísima en el idioma y desbordante de teatralidad, entusiasmo, vuelo lírico y pasión. El autor de tan espléndida labor en este dificilísimo título ha sido el venezolano Manuel Hernández Silva, a quien no habíamos tenido hasta ahora la oportunidad de escuchar y que parece ser un extraordinario fichaje como titular de la Orquesta de Córdoba, formación que por cierto se comportó francamente bien a despecho de unos violines no del todo disciplinados. Muy inteligente al mismo tiempo el acompañamiento en los recitativos de Carlos Aragón, quien además en determinados momentos con orquesta quiso incluir su clave como bajo continuo. A última hora hubo que reemplazar al barítono venezolano Juan Tomás Martínez, accidentado durante los ensayos, por el joven Marco Vinco. Su Don Giovanni no fue seguramente el que deseaba el director de escena, porque no había tiempo material para prepararlo, pero el sobrino del célebre Ivo Vinco se desenvuelve maravillosamente sobre las tablas, tiene el tipo perfecto para encarnar a un chulo seductor y, tras unos comienzo algo rutinarios y dubitativos, logró sacar buen partido de su no muy interesante ni adecuado instrumento vocal; ya que no profunda ni matizada, fue la suya una recreación musical muy digna y solvente del protagonista. Su compatriota Stepano de Peppo fue un Leporello notabilísimo en lo canoro -su buena voz se mueve ahora con más comodidad que hace justo nueve años, cuando ofreció este rol en Jerez- e irreprochable en lo interpretativo, manejando todos los resortes expresivos del personaje. Su éxito personal a la hora de los aplausos se lo tuvo merecidísimo. Yolanda Auyanet mejoró, a pesar de soportar una afección vocal, la elegante y apasionada Donna Ana que ofreció en el Villamarta, solo que en esta ocasión su robusta y homogénea voz se desenvolvió quizá mejor en el “Or sai chi l'onore” que en el “Non mi dir”. Con toda la razón fue la más aplaudida del elenco. Menos afortunada estuvo Ana Ibarra, también enferma, pues aunque se ha notado una importante recuperación con respecto su Donna Elvira jerezana el instrumento vocal sigue estando algo tocado y la técnica se resiente; quizá la soprano valenciana no resulta adecuada para Mozart, porque en otros repertorios se le han escuchado cosas mucho mejores. Luis Dámaso repetía su Don Octavio cálido y de elegantísima línea sin evidenciar los problemas que tuvo en el Villamarta; lástima que la voz no corriera del todo bien y que se echara de menos un poco más de variedad expresiva. David Rubiera volvió a decepcionar con su Masetto de voz en exceso clara y no muy centrado en Mozart. Un estilo cuyas sutilezas también le resultan ajenas a Beatriz Lanza, que en Córdoba sustituía a una hospitalizada Ruth Rosique; por fortuna la santanderina tiene unas tablas extraordinarias -su experiencia en zarzuela es abundante- y supo hacer en lo teatral una Zerlina llena de frescura y picardía. Y una lástima que Stefano Palatchi no se encuentre en su mejor momento, aunque en cualquier caso su Commendatore fue digno y no arruinó -como ocurre tantas veces- el momento cumbre de la partitura. El Coro de Ópera Cajasur estuvo cumplidor sin más. La producción escénica de Francisco López sigue sin terminar de convencer por diferentes razones, entre ellas ciertas incoherencias entre música y escena y el no llevar hasta las últimas consecuencias determinados planteamientos. Sea como fuere en esta reposición cordobesa resultó bastante más satisfactoria que sen su estreno jerezano. Quizá se debiera en parte a un mucho más sólido trabajo de masas y de actores, que lo hubo, pero sin duda ha sido la presencia de una dirección musical no cadáver sino llena de vitalidad lo que le ha quitado la pátina de tristeza y pesadez que pesaba sobre ella y ha devuelto a la vida a este Don Giovanni. Sólo queda imaginar lo mucho que hubiera mejorado la floja intervención de Carlos Álvarez en Jerez si hubiera tenido junto a él al magnífico Manuel Hernández Silva y no al director que el malagueño se empeñó en tener. Estos divos…
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