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Número 87º - Enero-febrero 2.008


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PRESERVACIÓN DE LA MÚSICA CLÁSICA

Por José Manuel Brea Feijóo. Licenciado en Medicina y colaborador de World Music, Etno-olk, Ir Indo, etc. 

 

RESUMEN

 Deben ser bienvenidas las propuestas en defensa de la máxima forma de expresión sonora, en clara situación de desventaja frente a las variantes de consumo, que gozan de muchas más facilidades de difusión. No hay necesidad alguna de exclusión, porque todo tiene su momento y su lugar, pero conviene mantener viva la llama de la gran música, por su valor intrínseco y efecto benefactor. Se precisa actuar, esencialmente mediante actividades de educación, acercamiento y divulgación. 

 

LA EDUCACIÓN MUSICAL  

No todo el mundo aprecia los valores artísticos de la misma manera, por lo que no debemos extrañarnos de las diferentes sensibilidades: lo que a unos emociona o subyuga, a otros espanta o deja indiferentes. Esto es bueno, porque hace posible la diversidad creadora. Si todos tuviésemos el mismo gusto y siguiésemos la misma línea sensible, permaneceríamos en un tedioso inmovilismo monocorde.  

Sin embargo, también la inclinación hacia el “buen gusto” musical se verá facilitada por el aprendizaje. La enseñanza de la música en las escuelas habrá de favorecer desde una temprana edad el entendimiento de las grandes creaciones, y su conocimiento podrá despertar la sensibilidad en los jóvenes escuchantes. La educación en este ámbito es importantísima para la consecución de la apreciación musical. 

Tras asistir a un debate sobre periodismo y crítica musical, esta idea se afianzó en quien esto subscribe, impulsándolo a la recreación escrita como Sinfonía Crítica (Filomúsica, nº 84, 2007), estructurada en cuatro movimientos virtuales; el último recoge expresamente este sentir general que, evidentemente, es el propio.  

Teniendo un temprano conocimiento del legado musical, muchos niños que de otro modo habrían de permanecer en la ignorancia, serán impulsados a profundizar en sus estudios, bien en escuelas de música o en conservatorios. La enseñanza les muestra el camino, pues enseñar es orientar a quienes, carentes de experiencia, permanecen inmóviles y expectantes o andan desconcertados. Los buenos maestros y educadores, a parte de la familia y demás agentes educativos, pueden ser decisivos al respecto.  

Con una buena orientación y adecuados estímulos, algunos alumnos que de otro modo habrían de seguir por otros derroteros, dirigirán su vida hacia la melódica senda. De poco valdrá la capacidad innata, la aptitud connatural del individuo, sino se le espolea para que adopte una actitud conveniente. Porque, como diría mi abuela, nadie ha nacido sabido. 

 

LA APROXIMACIÓN MUSICAL  

Se han venido citando tres elementos para la comprensión de la música clásica: nivel socioeconómico, educación y sensibilidad. Si bien el primero pudo –o puede todavía– conllevar al segundo, la sensibilidad es patrimonio individual e independiente. Ahora bien, si no hay para comer, menos habrá para educar; y por mucha sensibilidad innata que se tenga, poco se podrá hacer para aprovechar ese don del cielo. Es ineludible salvar el escollo de la supervivencia antes de aspirar a cotas de satisfacción espiritual.  

Con esta premisa biológica, convendrá poner los medios para desligar a la música culta del elitismo de antaño, favoreciendo la estabilidad económica, dando oportunidades a los desfavorecidos y despertando el interés por lo bueno, mediante estímulos apropiados. Entonces será posible alcanzar las metas esperadas: profesionales de la música mejor formados y convencidos y auditorios más educados y sensibles. Restará acercar la música en vivo a los ciudadanos. 

En nuestro medio, desde el punto de vista del disfrute musical, la situación ha mejorado enormemente en los últimos años, con proliferación de salas y orquestas sinfónicas. Ahora es más fácil el acceso a conciertos, próximos y asequibles para casi todos los bolsillos, en ocasiones incluso subvencionados. No obstante, continúa habiendo teatros de élite –especialmente en grandes capitales–, distantes para la mayoría y reservados para ciertos elegidos, no necesariamente de oídos más refinados. 

Por otro lado, tengamos en cuenta que las especializaciones son múltiples y que uno no puede abarcar todo el corpus musical. Habrá quien tenga querencia por la música medieval, o renacentista, o barroca, o clásica, o romántica, o contemporánea en cualquiera de sus vertientes. Habrá quien muestre eclecticismo y trate de sumergirse en diferentes aguas sonoras, pero siempre con limitaciones impuestas. De modo que, inevitablemente, existirán diferentes grupos, con sus particulares afinidades, minorías al fin y al cabo, ni mejores ni peores, que podrán ser tildados de elitistas por no alcanzar a la mayoría. 

Desde las piezas más almibaradas hasta los más indigestos ladrillos musicales, la música nos muestra su extensa gama de colores y perfumes; sin pretensiones extramusicales o con supuesto mensaje intelectual, directa al corazón o incomprensible en su simbolismo, muy fácil o extremadamente difícil de aceptar y entremedias todas las posibles variantes. Queramos o no, parte de la música estará destinada a una minoría o, mejor, será asimilada por unos pocos. Lo que no debe impedir la permanente aproximación a la mayoría, para que en todo momento conozca, discierna y elija. 

 

LA DIVULGACIÓN MUSICAL  

La difusión de la música clásica, mediante la palabra viva (conferencias, seminarios, cursos), libros y revistas especializados (en soporte de papel u on-line) y, desde luego, a través de grabaciones y del poderoso alcance de las ondas, viene a ser una parcela más de la educación general a la que debe aspirar el hombre –y la mujer– sapiente. Y tiene su interés la relativamente reciente creación de foros en la red, donde se discute sobre el valor intrínseco de obras musicales y se hacen valoraciones interpretativas. Se aprende mucho de comunicadores anónimos que, no en pocos casos, demuestran un buen conocimiento de la materia que tratan. 

Los medios, atentos a los índices de audiencia y a los lógicos beneficios, en general ayudan poco a una música que no mejora la cuenta de resultados.  Una apuesta arriesgada para los entes privados, un lujo que sólo se puede permitir la empresa sufragada con el dinero de los contribuyentes. Y aun aplicándole el teórico demérito, es de encomiar la labor divulgadora de la radio pública, en particular, a través del programa Clásicos Populares de RNE - Radio Clásica. Un veterano ya, un verdadero clásico de la radiodifusión, que comenzó con lo más básico o asimilable por el público no versado y que acabó adentrándose en creaciones musicales más complejas. Eso sí, con una audiencia fiel que ha ido madurando a través de los años. 

Sobre la popularización de la música clásica puesta en práctica por directores de orquesta e intérpretes, vocales o instrumentales, existen posturas encontradas. Las reelaboraciones o “arreglos” consiguen acercar algunas obras a oyentes de oídos poco adiestrados, aligerando las partituras a costa muchas veces de desvirtuar la esencia de la propia música. Si esto sirve como paso previo para afrontar las grandes composiciones en estado puro, no debiera ser mirado con recelo. Si el medio se convierte en fin y lo vulgar prevalece sobre la obra artística, habrá que desaprobar tales prácticas de divulgación o acercamiento a las masas. 

Lo cierto es que el tiempo se impone como decisivo. La buena música lo exige y la sociedad de la prisa, del agobio, dificulta los sosegados acercamientos placenteros al arte supremo. Las obras serias son más largas que las canciones comerciales de consumo y en consecuencia más exigentes en la escucha; cierto que los lieder pueden tener la brevedad de las cancioncillas intrascendentes, o menos incluso, pero generalmente exigen una mayor atención. Y una sinfonía requiere mantener el hilo del discurso para entender la unidad de su construcción. 

Bienvenidos sean los proyectos que procuren la desaceleración del ritmo social y, sobre todo, los destinados a difundir por el orbe la gran música que, desde cualquier rincón del planeta, el ser humano ha creado. 

 

LA PRESERVACIÓN MUSICAL 

A pesar de los logros sociales –que han propiciado el acercamiento de la cultura al ciudadano– y de los teóricos avances educativos, se ha alertado sobre la progresiva pérdida de audiencia, criticándose además la profusión de orquestas sinfónicas sin crecimiento proporcional en la demanda de un público interesado. Hemos pasado en pocos años de una sequía casi absoluta a una abundancia tal que, al decir de los más tremendistas, podría hacer morir de éxito a la gran música. En otra dimensión, podrá afirmarse que vale más estar ahítos que con el panorama desolador de otro tiempo, pero encontrar las salas de conciertos medio vacías –o medio llenas– obliga a replantearse el futuro.  

Puede que sean las programaciones, quizás la escasa difusión de los acontecimientos, tal vez los precios de las entradas, acaso otros argumentos que impliquen diferentes intereses o invoquen al mismo Cronos. Estudios foráneos apuntan hacia factores sociológicos, ligados al trajín contemporáneo derivado, en suma, de la competitividad y de la manipulación de las conciencias. Lo cierto es que la oferta supera en mucho a la demanda y de seguir así se haría difícil, o imposible, mantener el actual número de orquestas; las menos sostenibles estarían tristemente abocadas a la desaparición. 

Se habla de audiencias envejecidas, de la falta de interés de los más jóvenes. Y volvemos a implicar cuestiones de índice social: el mudar de los tiempos, los nuevos hábitos de consumo, la indolencia extrema, la pérdida de valores que parecían inquebrantables. Esperar que un cambio de moda coloque a la música clásica en situación ventajosa es una frivolidad. Al contrario, pronosticar su desaparición es una necedad; supondría el final mismo de nuestra cultura. 

Preservar viva la música culta requiere el esfuerzo de quienes la aman y, desde luego, de los organismos e instituciones implicados. Es de lamentar la que se ha perdido por desidia o por olvido; más todavía la que ni siquiera ha nacido porque, desgraciadamente, nunca ha llegado a estrenarse. ¡Cuántas dificultades encuentran las nuevas composiciones para salir a la luz! Fruto de un inmovilismo inexplicable que conlleva la reiteración de un manido repertorio; preservar la música no significa detener su curso evolutivo, sino todo lo contrario. Y pensar que múltiples bazofias se difunden por doquier, puestos a su servicio los mayores avances tecnológicos… 

Habremos de mantener un deseable optimismo que nos dé en afirmar que siempre existirá la gran música, porque siempre habrá intérpretes que le den vida y sensibles receptores del arte supremo. Aunque sólo supongan una loca minoría. 

 

Dedicatoria 

A mi padre, in memoriam, que con su añorada sensibilidad me sacó de la ignorancia musical.

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Fuente de inspiración: foros on-line de música clásica.