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SHOSTAKOVICH
POR PREVIN: UN BINOMIO LEGENDARIO
Por Ignacio
Deleyto Alcalá
La serie "double fforte"(inicialmente
llamada forte) está sirviendo para rescatar
importantes grabaciones del enorme catálogo de EMI
Classics con una presentación digna y a un precio
atractivo. Entre lo más destacable está la publicación
de los registros de las sinfonías de Shostakovich por
André Previn con Londres y Chicago. Ya que se acaba de
cumplir el vigésimo quinto aniversario de la muerte del
compositor, dedicaremos nuestro artículo al comentario
de dos dobles que reúnen las sinfonías Nos 4, 5, 10 y
13.
Curiosamente Previn nunca llegaría a completar el ciclo
sinfónico a pesar de haber sido uno de los directores
occidentales más asociados con la obra sinfónica del
compositor ruso. Tampoco lo hizo para otros sellos con
posterioridad insistiendo en algún título ya registrado
en su época al frente de la Sinfónica de Londres, como,
por ejemplo, la octava sinfonía. Digamos de paso que
todavía hoy EMI sigue sin tener un ciclo íntegro del
corpus sinfónico de Dmitri Shostakovich; Mariss Jansons
parece ser el destinado a completarlo, con ocho de las
quince sinfonías ya en su haber, aunque el ciclo ha
progresado poco en los últimos años.
Este primer doble (EMI 72658 2) reúne Cuarta y Quinta
extrañamente acopladas con música de Britten. La Quinta
pasa por ser la más grabada de las sinfonías de
Shostakovich junto a la Décima. Recordemos la anterior
versión de Previn para RCA con la Sinfónica de Londres
que sigue manteniendo plena validez. Previn conoce la
partitura como nadie y, aunque sabe expresar toda su
amargura, la versión peca de cierta frialdad, de un
distanciamiento que perjudica a la obra. Hay, sin
embargo, momentos extraordinarios como el largo primer
movimiento que va creciendo en densidad e intensidad
hasta el espectacular clímax. Los ecos mahlerianos son
evidentes en el juguetón scherzo conducido con gracia y
socarronería por Previn.
La Cuarta es una sinfonía más "dura"
que la Quinta. Los efectivos orquestales son de asustar:
a una cuerda de ochenta y cuatro músicos se añaden,
entre otros instrumentos, ocho trompas, cuatro trompetas,
tres trombones, dos tubas, doble percusión y dos arpas.
Los tutti son a veces ensordecedores y violentos. Previn
realiza una lectura incandescente, nerviosa y desolada.
Como más adelante nos encontraremos en su lectura de la
Décima, Previn pasa por alto los guiños grotescos y
"chirriantes" en la música de Shostakovich
resaltando, por su parte, otros de mayor carga emocional.
De todos modos, estamos ante una gran versión de la obra
que junto a una buena Quinta hacen este doble
perfectamente recomendable.
El segundo doble (EMI 73368 2) nos presenta dos
sinfonías más del "compositor mercenario",
como algunos lo han llamado, nacido en Leningrado. Aunque
el mismo Shostakovich afirmara que estaba escribiendo una
"apoteosis"con referencia a su Novena sinfonía,
cuando se estrenó la obra, Stalin literalmente
enfureció y se sintió ofendido por los resultados.
Esperando como estaba por una gran sinfonía en la línea
de la emblemática Novena de Beethoven, se encontró con
una obra sin coro, sin solistas, sin grandeza y sin
dedicatoria... Shostakovich no escribiría más
sinfonías hasta la muerte de Stalin. Sin embargo, una
vez muerto Stalin en 1953, Shostakovich puso manos a la
obra con su Décima sinfonía, quizás, la más popular
de todas. El propio compositor confesó años después
que la sinfonía era sobre Stalin y los años de
estalinismo, siendo el scherzo un retrato musical del
propio mandatario. Independientemente de la
interpretación política que se le pueda dar, estamos
ante una obra de gran belleza y fuerza expresiva. Para no
perder la costumbre, la sinfonía no fue recibida sin
pocas críticas: "compleja",
"sombría", etc. Se llegó a conclusiones de lo
más absurdo como cuando el Sindicato de Compositores
Soviéticos debatió si la sinfonía era lo
suficientemente optimista. Tras varias discusiones, la
obra fue oficialmente descrita como la expresión de
"un optimismo de índole pesimista".
La Décima siempre ha sido considerada uno de los mayores
aciertos de Previn en Shostakovich y razones no faltan.
Llama la atención, por ejemplo, la capacidad del
director para construir un edificio sinfónico de tal
magnitud con pulso firme, sin desfallecimientos, ni
medias tintas. La orquesta, impresionante, está a la
altura del director y da una lección de virtuosismo y
compenetración. Pero es al comparar su lectura con la de
Mravinsky -director ruso que estrenara la obra- cuando se
echa de menos, entre otras cosas, el aspecto grotesco en
la música de Shostakovich: por ejemplo, en el Scherzo o
en el final del Allegretto con ese violín que suena
incisivo e irritante en manos de Mravinsky y casi
inocente y aséptico en las de Previn. Y es que Previn se
pone muy serio al dirigir Shostakovich e ignora los
aspectos más extravagantes de su música. De todas
maneras, su versión es recomendable dentro del llamado
"shostakovich no ruso" junto a Karajan en
cualquiera de sus dos grabaciones con la Filarmónica de
Berlín.
La sinfonía Nº 13 "Babiy Yar" no se
podría recomendar como introducción al sinfonismo de
Shostakovich por su longitud y la inclusión de textos de
principio a fin. Para eso debiéramos ir, quizás, a la
Quinta, Séptima o Décima sinfonías. Sin embargo, es
una obra que engancha enseguida por su lenguaje directo,
sin ambages, en consonancia con la claridad y
contundencia de los textos. Debe su nombre a un tétrico
lugar a las afueras de Kiev en el que fueron asesinados
más de cien mil judíos a manos de los nazis. Esta obra
es, por tanto, un monumento sinfónico contra el
antisemitismo y no sólo al de ideología nazi sino
también al estalinista, uno de los más feroces, como se
sabe. La obra compuesta en 1962 y orquestada para bajo
solista, coro masculino y gran orquesta, usa poemas de
Yevgeny Yevtushenko, poeta socialmente comprometido.
Está dividida en cinco movimientos, los tres últimos
sin solución de continuidad. La obra explica y denuncia
diferentes aspectos del estilo de vida soviético. El
tercer movimiento, por ejemplo, describe la
"fatalidad" de ser mujer en la Unión
Soviética y el último ve con sarcasmo a los burócratas
que mantienen el sistema en pie. Como no podía ser de
otra manera, las autoridades soviéticas vieron la obra
con recelo por sus textos subversivos.
En esta versión, dirigida por Previn con una ligereza
que se agradece, coro y solista se erigen en los
verdaderos protagonistas de la obra por encima de la
orquesta. El coro dirigido por Richard Hickox está
soberbio y Dimiter Petkov aporta el tono eslavo con lo
que la versión gana en autenticidad. A pesar de no
desbancar a las versiones de Kondrashin, es probablemente
la mejor de un director occidental, ligeramente superior
a la de Haitink.
Dos referencias, por tanto, que incluyen dos de sus
sinfonías más populares en versiones aplaudidas por la
crítica desde su publicación y que no han perdido un
ápice de su interés original con el paso del tiempo
aunque con las reservas antes mencionadas. Confiamos que
aparezcan en próximos lanzamientos las sinfonías Sexta
y Octava, también grabadas por Previn por aquellos
años, para que el aficionado pueda disponer de todo el
Shostakovich sinfónico de André Previn en tres dobles
de la misma serie.
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