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Número 1º - Febrero 2000


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 LA SECCIÓN DEL APÓCRIFO

Por Antonio Pérez Vázquez

Si alguien prestó atención a los slogans que acompañaban al primer boceto de la revista, estará pensando qué leches hace un apócrifo en una revista "hecha íntegramente por músicos". La respuesta es bien sencilla: Soy amigo del jefe. Así de claro. Escribo esta sección porque el caballero que se encarga de llevar la revista es un viejo conocido mío.

Espero no haber herido los sentimientos de nadie con esta declaración tan desgarradora, a partir de ahora serán ustedes, los lectores, los que juzguen si esta sección es merecedora de formar parte de la revista o por el contrario debe ser desterrada a causa del trato de favor del que he sido objeto.

Esta sección tiene como objetivo (quizás utópico) el hacer comprender a todo aquel que la lea que para poder apreciar y disfrutar de la música no es necesario ser músico. Por más que se quiera decir que sobre gustos no hay nada escrito, la verdad es que hay cosas que gustan mas y otras que gustan menos. El caso es tener la capacidad de percepción suficiente para captar lo que se nos quiere transmitir a través del sonido.

  Para alguien que no entiende nada de música es imposible llegar a comprender la música, se carece de conceptos que definen una pieza, no tienes herramientas para hacer una disección de lo que se oye y poder dar un veredicto. En contraposición nos queda algo que puede suplir la carencia de conocimiento teórico: la sensibilidad.

  La sensibilidad forma parte del hecho de ser humano y es un regalo precioso del que debemos sacar partido cuanto más mejor. Un ejemplo de esto puede ser la banda sonora de una película dramática. Si nos ponen unos auriculares y nos dejan oírla sin ver las imágenes, podemos sentir la pena y el desamparo que puede llegar a sentir el protagonista de la historia. Eso no se puede remediar.

  La música clásica tiene la cualidad de transmitir sentimientos en estado puro, casi se podría decir que se inyecta al corazón. Si prestas atención puedes llegar a reír o llorar durante la audición de una pieza, si bien es verdad que no todas son igual de expresivas. Pero sí que contienen una historia dentro de sí. Una historia que pertenece a la vida del compositor y que éste comparte con el publico, una especie de comunión de almas en torno a la música. Seres humanos con sentimientos humanos.

Esta es mi opinión, la opinión de un apócrifo.