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Número 1º - Febrero 2000


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AVE, MOZART.

Por José Juan

       Pocas obras hay en el repertorio coral tan conocidas, tan interpretadas y tan sobadas como el "Ave verum" de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart (nombre con el que fue bautizado). Pues apuesto el dedo meñique -y conste que soy pianista- que la relación  nº de interpretaciones habidas y por haber/ nº de interpretaciones de gran calidad, es la más desastrosa de cuantas pueda haber en el mundo de la música (contando conciertos y grabaciones). ¿Qué pasa pues, con este aparentemente sencillo motete?

           Comenzaremos por donde todo el mundo suele hacerlo, por saber que fue escrito en 1791, el año de la muerte del insigne compositor que tuvo lugar el 5 de diciembre. Acabada el 18 de junio, fue dedicada a su amigo Anton Stoll, director del coro de la parroquia de Baden, una pequeña aldea con estación termal a 25 km. de Viena, donde Konstanze, por su delicado estado de salud, pasó algunas temporadas desde noviembre de 1789. Esto contribuyó a empeorar los constantes problemas económicos que tenía la familia, en la cual, sólo dos de los seis hijos que tuvieron desde 1783 llegaron a la adolescencia.

           A pesar de ser una obra en la que se respira paz y religiosidad de la clave a la doble barra, y donde el autor pretende crear un remanente de luminosidad reveladora, clara y cristalina, hay varios momentos donde se transluce un radical desasosiego, producto en parte de los problemas que sufrían en la familia. Para crear esta tensión musical conjuga hábilmente tres tipos de recursos, a saber: resoluciones excepcionales (compás-13,14 donde pasa de 7ª de dominante de La a 7ª disminuida de Fa#m; c-26,27, de un +4 [¿quién llama a esto más cuatro?] de un hipotético Do a una 7ª dism. de Re m, resuelta en un VI en 6; c-40-41, de una 7ª de domin. en primera inversión de La a un +4 de Re M); oportunos alejamientos de la tonalidad principal [para muchos enfatizaciones] (c-39,40, con una escapada a la dominante de la dominante) y, por último, estratégicas notas mantenidas en el agudo precedidas por saltos melódicos ascendentes de 4ª y 5ª en momentos de silencio del resto de la polifonía que responde más tarde (c-14,15 y c-37,38, éstos últimos precedidos por una importante cadencia V-VI). Para situar mejor estos puntos importantes, conviene tener una visión general de la obra: está dividida en dos bloques separados por la intervención de las cuerdas en los c-18 al 21. En el primero aparecen la tonalidad principal (Re M) y la del V grado (La M). En el segundo hay como dos secciones, la primera un corto desarrollo (no podría se de otra forma), y la segunda que restablece la tonalidad principal con una secuencia imitativa in crescendo que desemboca en la cadencia V-VI.

           La perfección del tejido polifónico y del tratamiento armónico, conjugados en un cálido e intimista equilibrio con un melodismo repleto de un aroma popular austríaco, no se despegan en todo momento ni un ápice del significado e intención de la letra. Nótese cómo por casualidad, todos los puntos de tensión que he señalado antes coinciden perfectamente con los del texto ( "inmolatum", "in cruce", "unda fluxit cum sanguine", "in mortis"). Pero no es sólo esto sino la forma de llegar a ellos y pasar de éstos a relajaciones parciales o total y la forma de conjugarlo con la letra lo que resulta realmente brillante en obra de Mozart. Completamente injustas (que denotan una gran ignorancia de su música) son las críticas de Wagner que vierte sobre él en "Ópera y drama", ya que fue manifiesta la preocupación que Mozart puso en sus óperas a partir de "Idomeneo", aplicando su fino instinto teatral, pensando muy a fondo los temas a los que había de poner música y discutiendo con los libretistas e incluso aconsejándoles. 

           Por todo lo anterior es un obra que merece ser estudiada antes de ser interpretada pero sin confundir las intenciones: Si queremos transparencia y claridad, ello no significa que debamos tapar la boca a los bajos, como proponen el Berliner Mozart Chor en la firma "Diamond" o, en menor grado, el Kosice Teacher´s Choir en "Naxos". Y con la mala suerte, que les sale una sonoridad excesivamente espesa dadas las características de la obra. En el primer caso además, realizan una interpretación completamente plana. Ya se que los matices en la época eran menos exagerados de lo que son hoy, y que, como mi compañero de revista, el señor Cisneros, señala, debemos tener en cuenta el constructo de emociones que configuran un estilo y una época a la hora de realizar una interpretación. ¿ Pero ello significa que debemos ignorar nuestra época, nuestro constructo de emociones?. Debemos saber conjugar en nuestras interpretaciones basándonos en el conocimiento del público del pasado pero también del público del presente sin que ello nos lleve al libertinaje, que suele estar basado en la ignorancia. Mis limitaciones en el presupuesto no me permiten extenderme en referencias discográficas, pero añadiré una par de cosas. Para los malagueños, tengan en cuenta el coro "Carmina Nova" si quieren escuchar una buena versión. Para el resto, tengan en cuenta el famoso Requiem (ambas son obras de madurez de la misma época), a ser posible en una versión como la del Coro y Orquesta Filarmónica de Viena en "Deutsche Grammophon", si quieren enfrentarse al motete de forma convincente.

           Un compositor demuestra plena madurez en un estilo, cuando con un mínimo de recursos consigue un máximo de rendimiento musical.