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Número 17º - Junio de 2.001


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Ópera en la Coruña
LA FLAUTA SIMPÁTICA, O PAPAGENO BEBE ALBARIÑO

Por Angel Riego Cue. Lee su curriculum.

          

Había gran expectación por contemplar la puesta en escena de la La Flauta Mágica de Mozart debida a Joan Font, del grupo Les Comediants, que se había ofrecido en Barcelona y Granada antes de llegar a La Coruña en el marco del Festival Mozart organizado por la revista "Scherzo"; el cual, como es sabido, tenía lugar en Madrid en sus primeras ediciones, pero lleva ya cuatro años celebrándose en la ciudad gallega. A juzgar por la representación a la que asistimos, el día 2 de junio, tal expectación no se ha visto defraudada, sino todo lo contrario.

Mucho se ha escrito sobre la falta de coherencia del argumento de la última ópera que estrenó Mozart, pocos meses antes de su muerte: el príncipe Tamino debe rescatar a Pamina (por encargo de la madre de ella, la Reina de la Noche) de las garras del supuestamente malvado Sarastro y sus sacerdotes de Isis, pero una vez en el templo de estos se deja convencer para convertirse en un iniciado. Las tres Damas (secuaces de la Reina) le habían recomendado a Tamino la guía de tres muchachos para que encuentre el camino del templo, pero estos chicos más adelante parecen haber cambiado de bando y estar de parte de Sarastro. Por si fuera poco, Papageno, ejemplo del hombre simple que no se preocupa por las cuestiones profundas, y que será declarado "no apto" para recibir la iniciación, parece sin embargo ser tan inteligente (o intuitivo) como para encontrar el camino del templo sin ayuda, y una vez allí canta con Pamina un dúo expresando pensamientos sublimes sobre el amor (curioso que lo haga él y no el príncipe). ¿Quizás Papageno es alguien que no desea verse implicado en religiones ni sectas, y se hace por ello el tonto? Esto puede ser querer llevar las cosas demasiado lejos, pero la sensación de que en la trama "algo no encaja" (que suele ser el preludio de ponerse a buscar "mensajes ocultos") la ha sentido mucha gente. Por otro lado no es difícil relacionar esta obra con la pertenencia de Mozart a la masonería, y pensar en los sacerdotes de Isis como una logia, algo apoyado por el uso de símbolos de los que el más conocido es el número tres.

En la presente puesta en escena, hay que agradecer en primer lugar que no se haya pretendido ninguna "originalidad" ni "transgresión" al uso tan frecuente hoy, sin renunciar por ello a la creatividad. La acción, siguiendo fielmente al libreto, se sitúa en el Antiguo Egipto, un Egipto más bien imaginado como cuna de todos los esoterismos (como se le veía en el XVIII) que históricamente real. Algunos de los detalles de vestuario podrían pertenecer a producciones del cine de Hollywood tales como Tierra de Faraones, por ejemplo en los sirvientes de Sarastro. Tamino lleva una coraza guerrera al estilo de Espartaco, y tras la iniciación aparecerá vestido sólo con una túnica blanca, señal de que se ha purificado. Para Papageno, sin embargo, se respeta la iconografía tradicional de vestirle de pájaro.

Sarastro y los sacerdotes no tienen mucho de egipcio, sus casullas doradas más bien recuerdan a obispos cristianos, posiblemente ortodoxos. Su mensaje humanista queda perfectamente explicado (y comprendemos por qué los "buenos" son ellos y no la Reina) en el aria "In diesen heil´gen Hallen" cuando Sarastro aguanta a pie firme, sin inmutarse, a Pamina que se acerca a él llevando en la mano el cuchillo que le ha dado su madre para matarle, mientras él canta que la venganza es desconocida entre ellos (Pamina terminará desistiendo). En cuanto a su archirrival, la Reina de la Noche, se nos presenta con un aspecto de mala hollywoodiense en la línea de la Cruella de Ville de 101 Dálmatas. Sus sicarias, las Tres Damas, aparecen como mujeres "liberadas", por no decir descaradas; pudiera entenderse esto como una parodia del feminismo en una obra que se destaca por sus declaraciones misóginas.

Y no sólo en la misoginia acumula esta obra méritos para que fuera considerada hoy como "políticamente incorrecta": otro motivo es que el "malo" es negro. Monostatos aparece vestido como un moro salido de El Rapto en el Serrallo, con turbante incluido: un anacronismo más si se supone que la ambientación es en el Antiguo Egipto, pero ya se ha dicho que el Egipto de esta obra no es real, sino de fábula. A su aspecto grotesco (que hace aún más ridículas sus pretensiones sobre Pamina) ayudan su enorme barriga (es el único personaje gordo que se ve en el escenario) y unos atributos masculinos considerablemente destacados. Otro anacronismo que rompe todos los esquemas (pero que resulta muy simpático) es ver aparecer a los Tres Muchachos como "pequeños Amadeus", vestidos como Mozart con peluca y todo.


No se puede terminar el apartado de la puesta en escena sin referirse a lo más logrado de ella, que fue el trabajo excepcional de los mimos, tanto los vestidos de negro (invisibles en la escena en ciertos momentos, gracias al uso de la iluminación) como a los que representaban sirvientes de Sarastro, con cascos luminosos que brillaban en la noche como farolas, toda una metáfora de la luz que aportaban las enseñanzas de los sacerdotes. En el texto de los diálogos hubo adaptaciones y "morcillas", lo que parece perfectamnete admisible, pues demuestra que la obra sigue viva: la más celebrada por el público fue cuando en el acto II el vino que le sirven a Papageno es Albariño: se supone que en otras localidades donde se haya visto esta puesta en escena, se habrá adoptado en cada caso el nombre de un vino local.


En el aspecto musical, los mayores aplausos de la velada se los llevó María José Moreno, ídolo del público local, como la Reina de la Noche: ya después de su aria del primer acto (a pesar de algún problema de coordinación con la orquesta) recibió una ovación, y tras la del segundo acto, con una coloratura casi perfecta, parecía que el local se venía abajo de entusiasmo. Sin embargo, sería injusto no destacar como la mejor aria de esta representación el "Ach, ich fühl's" de Pamina, interpretada por Cinzia Forte, una de las cantantes italianas de la nueva generación que vienen "pegando fuerte", y no es un juego de palabras con su apellido. Su interpretación lo tuvo todo: vocalmente estuvo muy bien, y supo expresar la delicadeza y fragilidad del personaje.


Excelentes también el Sarastro de Franz-Josef Selig, únicamente se le podrían pedir graves más rotundos, pero la voz es bella, y el carácter humanista del personaje quedó magníficamente plasmado. El Monostatos de Francisco Vas, sensacional: hay que descubrirse ante un cantante que consigue conservar una respetable línea vocal en las situaciones que le exigió la dirección escénica (aparece llevando a Pamina en brazos mientras canta; más tarde, su aria la canta en parte boca abajo).

Al Papageno de Nicola Ulivieri podría pedírsele quizá una voz de mayor musicalidad, en vez de inclinarse tanto a los aspectos bufonescos, pero es un reparo menor, pues cumplió con el personaje en lo vocal, y en lo escénico fue impagable (al igual que todo el reparto de esta función). El menos afortunado vocalmente de los protagonistas fue el Tamino de Rainer Trost, con cierta tendencia a desafinar en los finales de frase, que se le puede perdonar habida cuenta de su acierto en plasmar el carácter del personaje y de su prestancia escénica.

Entre los secundarios, correctas las Tres Damas (aunque poco "seductoras", quizás como parte del concepto escénico), muy bien los Tres Muchachos, interpretados por mujeres y no por niños como ocurre otras veces, y en general muy aceptable el resto, incluyendo a un buen coro.

La Orquesta Sinfónica de Galicia, por encima de algún pequeño descontrol, demostró una vez más su gran categoría como una de las mejores de España. En cuanto a la dirección de Víctor Pablo, durante gran parte de la obra se inclinó por la visión "popular" de esta obra, sin pretender mayor profundidad: es una opción que tiene defensores muy ilustres, y seguramente sea la que está más de acuerdo con los humildes orígenes del estreno, aunque dado lo que ha llovido desde entonces creemos que números como el dúo del acto I "Bei Männern" ganan mucho más con un "tempo" amplio que permita apreciar toda su belleza. En los finales de acto, la dirección se acercó mucho más a ese ideal, así en el Acto I el dúo "Könnte jeder brave Mann" resultó sublime (lástima que los dos primeros versos quedaran tapados por los aplausos del público al número anterior), y de ahí hasta el final de acto la dirección de Víctor Pablo nos pareció la ideal para la obra.

La función fue grabada por Radio Clásica de RNE y va a ser emitida el próximo viernes, 15 de junio, a las 8 de la tarde.

En resumen, una Flauta Mágica en la que por igual nos hemos divertido con las ocurrencias graciosas de Papageno y nos hemos emocionado con los ideales humanistas de Sarastro, ¿qué más se puede pedir?

 

 

 

Ficha artística:

PALACIO DE LA ÓPERA - LA CORUÑA
Sábado, 2 de junio. 20 horas.

Die Zauberflöte
Deutsches Singspiel en dos actos, KV. 620 (1791)
Música de W. A. Mozart
Libreto de Emanuel Schikaneder

Sarastro: Franz-Josef Selig
Tamino: Rainer Trost
Orador: Josep Miquel Ramón
Reina de la Noche: María José Moreno
Pamina: Cinzia Forte
Primera Dama: María Rodríguez
Segunda Dama: Alicia Borges
Tercera Dama: Luisa Maesso
Papageno: Anton Scharinger
Papagena: Soledad Cardoso
Monostatos: Francisco Vas
Sacerdote I: Felipe Nieto
Hombre Armado I: Felipe Nieto
Sacerdote II: Francisco Santiago
Hombre Armado II: Francisco Santiago
Primer Muchacho: Fuensanta Morcillo
Segundo Muchacho: Clara Mouríz
Tercer Muchacho: Estefanía G. Nieto

Orquesta Sinfónica de Galicia
Coro de Camara del Palau de la Música de Barcelona

Dirección musical: Víctor Pablo Pérez
Dirección de escena: Joan Font (Els Comediants)
Escenografía y vestuario: Joan Guillén
Iluminación: Albert Faura
Coreografía: Montse Colomé

Nueva producción
Coproducen: Gran Teatre del Liceu de Barcelona
y Festival Mozart de La Coruña