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Ópera
en la Coruña
LA FLAUTA SIMPÁTICA, O
PAPAGENO BEBE ALBARIÑO
Por Angel
Riego Cue. Lee su
curriculum.
Había gran expectación por contemplar la puesta
en escena de la La Flauta Mágica de Mozart
debida a Joan Font, del grupo Les Comediants, que se
había ofrecido en Barcelona y Granada antes de llegar a
La Coruña en el marco del Festival Mozart organizado por
la revista "Scherzo"; el cual, como es sabido,
tenía lugar en Madrid en sus primeras ediciones, pero
lleva ya cuatro años celebrándose en la ciudad gallega.
A juzgar por la representación a la que asistimos, el
día 2 de junio, tal expectación no se ha visto
defraudada, sino todo lo contrario.
Mucho se ha escrito sobre la falta de coherencia del
argumento de la última ópera que estrenó Mozart, pocos
meses antes de su muerte: el príncipe Tamino debe
rescatar a Pamina (por encargo de la madre de ella, la
Reina de la Noche) de las garras del supuestamente
malvado Sarastro y sus sacerdotes de Isis, pero una vez
en el templo de estos se deja convencer para convertirse
en un iniciado. Las tres Damas (secuaces de la Reina) le
habían recomendado a Tamino la guía de tres muchachos
para que encuentre el camino del templo, pero estos
chicos más adelante parecen haber cambiado de bando y
estar de parte de Sarastro. Por si fuera poco, Papageno,
ejemplo del hombre simple que no se preocupa por las
cuestiones profundas, y que será declarado "no
apto" para recibir la iniciación, parece sin
embargo ser tan inteligente (o intuitivo) como para
encontrar el camino del templo sin ayuda, y una vez allí
canta con Pamina un dúo expresando pensamientos sublimes
sobre el amor (curioso que lo haga él y no el
príncipe). ¿Quizás Papageno es alguien que no desea
verse implicado en religiones ni sectas, y se hace por
ello el tonto? Esto puede ser querer llevar las cosas
demasiado lejos, pero la sensación de que en la trama
"algo no encaja" (que suele ser el preludio de
ponerse a buscar "mensajes ocultos") la ha
sentido mucha gente. Por otro lado no es difícil
relacionar esta obra con la pertenencia de Mozart a la
masonería, y pensar en los sacerdotes de Isis como una
logia, algo apoyado por el uso de símbolos de los que el
más conocido es el número tres.
En la presente puesta en escena, hay que agradecer en
primer lugar que no se haya pretendido ninguna
"originalidad" ni "transgresión" al
uso tan frecuente hoy, sin renunciar por ello a la
creatividad. La acción, siguiendo fielmente al libreto,
se sitúa en el Antiguo Egipto, un Egipto más bien
imaginado como cuna de todos los esoterismos (como se le
veía en el XVIII) que históricamente real. Algunos de
los detalles de vestuario podrían pertenecer a
producciones del cine de Hollywood tales como Tierra
de Faraones, por ejemplo en los sirvientes de
Sarastro. Tamino lleva una coraza guerrera al estilo de
Espartaco, y tras la iniciación aparecerá vestido sólo
con una túnica blanca, señal de que se ha purificado.
Para Papageno, sin embargo, se respeta la iconografía
tradicional de vestirle de pájaro.
Sarastro y los sacerdotes no tienen mucho de egipcio, sus
casullas doradas más bien recuerdan a obispos
cristianos, posiblemente ortodoxos. Su mensaje humanista
queda perfectamente explicado (y comprendemos por qué
los "buenos" son ellos y no la Reina) en el
aria "In diesen heil´gen Hallen" cuando
Sarastro aguanta a pie firme, sin inmutarse, a Pamina que
se acerca a él llevando en la mano el cuchillo que le ha
dado su madre para matarle, mientras él canta que la
venganza es desconocida entre ellos (Pamina terminará
desistiendo). En cuanto a su archirrival, la Reina de la
Noche, se nos presenta con un aspecto de mala
hollywoodiense en la línea de la Cruella de Ville de 101
Dálmatas. Sus sicarias, las Tres Damas, aparecen
como mujeres "liberadas", por no decir
descaradas; pudiera entenderse esto como una parodia del
feminismo en una obra que se destaca por sus
declaraciones misóginas.
Y no sólo en la misoginia acumula esta obra méritos
para que fuera considerada hoy como "políticamente
incorrecta": otro motivo es que el "malo"
es negro. Monostatos aparece vestido como un moro salido
de El Rapto en el Serrallo, con turbante
incluido: un anacronismo más si se supone que la
ambientación es en el Antiguo Egipto, pero ya se ha
dicho que el Egipto de esta obra no es real, sino de
fábula. A su aspecto grotesco (que hace aún más
ridículas sus pretensiones sobre Pamina) ayudan su
enorme barriga (es el único personaje gordo que se ve en
el escenario) y unos atributos masculinos
considerablemente destacados. Otro anacronismo que rompe
todos los esquemas (pero que resulta muy simpático) es
ver aparecer a los Tres Muchachos como "pequeños
Amadeus", vestidos como Mozart con peluca y todo.
No se puede terminar el apartado de la puesta en escena
sin referirse a lo más logrado de ella, que fue el
trabajo excepcional de los mimos, tanto los vestidos de
negro (invisibles en la escena en ciertos momentos,
gracias al uso de la iluminación) como a los que
representaban sirvientes de Sarastro, con cascos
luminosos que brillaban en la noche como farolas, toda
una metáfora de la luz que aportaban las enseñanzas de
los sacerdotes. En el texto de los diálogos hubo
adaptaciones y "morcillas", lo que parece
perfectamnete admisible, pues demuestra que la obra sigue
viva: la más celebrada por el público fue cuando en el
acto II el vino que le sirven a Papageno es Albariño: se
supone que en otras localidades donde se haya visto esta
puesta en escena, se habrá adoptado en cada caso el
nombre de un vino local.
En el aspecto musical, los mayores aplausos de la velada
se los llevó María José Moreno, ídolo del público
local, como la Reina de la Noche: ya después de su aria
del primer acto (a pesar de algún problema de
coordinación con la orquesta) recibió una ovación, y
tras la del segundo acto, con una coloratura casi
perfecta, parecía que el local se venía abajo de
entusiasmo. Sin embargo, sería injusto no destacar como
la mejor aria de esta representación el "Ach, ich
fühl's" de Pamina, interpretada por Cinzia Forte,
una de las cantantes italianas de la nueva generación
que vienen "pegando fuerte", y no es un juego
de palabras con su apellido. Su interpretación lo tuvo
todo: vocalmente estuvo muy bien, y supo expresar la
delicadeza y fragilidad del personaje.
Excelentes también el Sarastro de Franz-Josef Selig,
únicamente se le podrían pedir graves más rotundos,
pero la voz es bella, y el carácter humanista del
personaje quedó magníficamente plasmado. El Monostatos
de Francisco Vas, sensacional: hay que descubrirse ante
un cantante que consigue conservar una respetable línea
vocal en las situaciones que le exigió la dirección
escénica (aparece llevando a Pamina en brazos mientras
canta; más tarde, su aria la canta en parte boca abajo).
Al Papageno de Nicola Ulivieri podría pedírsele quizá
una voz de mayor musicalidad, en vez de inclinarse tanto
a los aspectos bufonescos, pero es un reparo menor, pues
cumplió con el personaje en lo vocal, y en lo escénico
fue impagable (al igual que todo el reparto de esta
función). El menos afortunado vocalmente de los
protagonistas fue el Tamino de Rainer Trost, con cierta
tendencia a desafinar en los finales de frase, que se le
puede perdonar habida cuenta de su acierto en plasmar el
carácter del personaje y de su prestancia escénica.
Entre los secundarios, correctas las Tres Damas (aunque
poco "seductoras", quizás como parte del
concepto escénico), muy bien los Tres Muchachos,
interpretados por mujeres y no por niños como ocurre
otras veces, y en general muy aceptable el resto,
incluyendo a un buen coro.
La Orquesta Sinfónica de Galicia, por encima de algún
pequeño descontrol, demostró una vez más su gran
categoría como una de las mejores de España. En cuanto
a la dirección de Víctor Pablo, durante gran parte de
la obra se inclinó por la visión "popular" de
esta obra, sin pretender mayor profundidad: es una
opción que tiene defensores muy ilustres, y seguramente
sea la que está más de acuerdo con los humildes
orígenes del estreno, aunque dado lo que ha llovido
desde entonces creemos que números como el dúo del acto
I "Bei Männern" ganan mucho más con un
"tempo" amplio que permita apreciar toda su
belleza. En los finales de acto, la dirección se acercó
mucho más a ese ideal, así en el Acto I el dúo
"Könnte jeder brave Mann" resultó sublime
(lástima que los dos primeros versos quedaran tapados
por los aplausos del público al número anterior), y de
ahí hasta el final de acto la dirección de Víctor
Pablo nos pareció la ideal para la obra.
La función fue grabada por Radio Clásica de RNE y va a
ser emitida el próximo viernes, 15 de junio, a las 8 de
la tarde.
En resumen, una Flauta Mágica en la que por
igual nos hemos divertido con las ocurrencias graciosas
de Papageno y nos hemos emocionado con los ideales
humanistas de Sarastro, ¿qué más se puede pedir?
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