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Número 2º - Marzo 2000


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ENTREVISTA EN EXCLUSIVA A JESÚS LÓPEZ COBOS. 

Por Daniel Mateos y Anuska Requena


¿Cuál es su opinión de la Orquesta Ciudad de Málaga?

Es una orquesta con un gran potencial, y lo digo porque creo que las condiciones de trabajo que tienen, es decir, las salas de ensayo y el teatro de que disponen, no son ideales para la orquesta sinfónica y eso probablemente les frena mucho para desarrollar su labor, aunque hay muy buenos músicos en la orquesta y lo que necesitan realmente son esas condiciones de trabajo para poder desarrollarlo.

¿Por qué cree usted que en España hay más músicos extranjeros que españoles?

Sencillamente porque estamos sufriendo las consecuencias de cuarenta años, por lo menos, de la enseñanza musical, en la que ésta ha sido muy pobre en España, y sobre todo en algunos instrumentos. Perdimos toda la tradición de algunos instrumentos, especialmente los instrumentos de cuerda; con la guerra muchos músicos se marcharon fuera, también a las escuelas de monasterio, y la enseñanza oficial era la única en este país: la enseñanza privada prácticamente no existía en esos años. No ha producido músicos y entonces la realidad ha sido que cuando se han creado todas estas orquestas no ha habido más remedio que echar mano de músicos de fuera, y, bueno, es un mal menor, pero no es lo ideal; lo ideal hubiera sido que hubiéramos podido tener suficientes músicos en el país para proveer muchas orquestas.

¿Cuál es la orquesta que mejor impresión le ha causado en su larga trayectoria como director?

Hay muy buenas orquestas, hay tantísimas orquestas en este mundo... empezando por la Filarmónica de Berlín por supuesto, además yo la pude dirigir una vez cuando estaba en su mejor momento con Karajan en los años 79-80. También la orquesta de Chicago, la filarmónica de Nueva York, el Concertgebouw de Amsterdam, filarmónica de Viena, son todas fantásticas orquestas. La música no es una carrera de caballos: no puedes decir éste es el caballo que llegó antes. Dependiendo de muchos aspectos, pueden hacer fantásticos conciertos o más "flojitos".

¿Qué recuerda usted de su etapa en los coros de Madrid, de la Complutense?

Ahhhh -se sorprende alegremente de la pregunta-, para mí fue el camino para empezar. En primer lugar para mí era prácticamente un hobby, es decir, no es que me hiciera a la idea de que me pensara dedicar a la dirección coral ni orquestal. De hecho, estudiaba filosofía y letras, y para mí era simplemente un hobby porque había cantado desde pequeñito y me gustaba mucho, era el repertorio que a mí me gustaba más: la polifonía clásica. Guardo muchos recuerdos y tengo mucho cariño a esa época, que además fue muy formativa precisamente por no ir por el camino normal del Conservatorio, o sea, no estudiar oficialmente: no entré en el conservatorio (estudié por libre) hasta que empecé la composición. Todo lo demás lo aprendí con la práctica en los coros, es un camino ideal.

Me inicié en el camino de la música a través de los coros. Recuerdo como me decían que tenía condiciones, que debía tratar de ser músico…lo cual me animó a marcharme en los años 60. En esta época había muy pocas posibilidades, en España no había ninguna chance para ser director de orquesta; yo sabía que me tenía que marchar fuera, con todo lo que supone tomar una decisión así. Tardé en decidirme, y no me marché hasta el año 66 cuando había terminado la composición y las prácticas de enseñanza de filosofía.

¿Por qué la mayoría de los directores de orquesta no alcanzan la fama tan jóvenes como muchos instrumentistas, por qué se tarda tanto en reconocer su valía?

Simplemente porque el instrumentista puede practicar con su instrumento todos los días a todas las horas que quieras. El director de orquesta requiere de una labor completamente diferente: en primer lugar, necesitas un conocimiento mucho más amplio de todo (instrumentos, historia de la música, cultura general, repertorio orquestal que es inmenso), además no se puede practicar con una orquesta en casa, y la práctica es algo fundamental. Por tanto, se necesitan muchos años, y mucha experiencia para llegar a ser un buen director de orquesta. Es una profesión que no terminas nunca en toda tu vida, y que hasta que no tienes 40 ó 50 años no puedes saber si realmente vales para ser director de orquesta.

¿La dificultad estriba en la comprensión del lenguaje de la música?

Se puede hacer mucho en casa estudiando partituras y analizando, pero la realidad auténtica es luego, en la sala de conciertos, en la sala de ensayos, el contacto con las orquestas… todo eso no se puede suplantar con nada, y se lleva mucho tiempo, muchos años, por eso se tarda tanto.

¿Recuerda alguna anécdota curiosa en sus años de director?

Sí, recuerdo muchísimas cosas del mundo de la ópera. Desde tener un tenor cantando en italiano Butterfly, y de pronto cantar en alemán y olvidarse completamente de todo, quedarnos todos parados en un tres por cuatro, y yo dándole el texto desde el foso… en la ópera suelen ocurrir muchas cosas de este estilo.

¿Considerando su amplio repertorio, hay algún compositor o alguna pieza en especial que le motive para dirigir?

Mozart, siempre Mozart. En especial sus óperas, y también sus conciertos para piano, y algunas sinfonías.

¿Qué opina usted de la evolución de la música actual?

No cabe duda que estamos en un momento de transición, donde no hay un camino claro o una dirección clara hacia donde todos quieran ir. Hay compositores que han vuelto hacia atrás y escriben música romántica, melódica, y otros que escriben música serial, dodecafónica, etc.
Cada uno está intentando buscar su propio lenguaje y por tanto hay un desarrollo un poco caótico, en general y no solo en la música. Quizás sea por el fin de siglo, pero yo no lo creo. Yo opino que se trata del agotamiento de una cultura, de un lenguaje; al fin y al cabo nuestro lenguaje son 12 notas, 12 números, y llega un momento en que se llega al límite de las posibles combinaciones de estos 12 números. Al no haber originalidad la creación pierde una gran parte de su encanto; precisamente los compositores famosos fueron grandes no sólo porque sabían manejar este lenguaje, sino también porque innovaron.
Compositores de la época de los 60 o los 70 escribían a las espaldas del público. Actualmente muchos se han dado cuenta que escribir música es comunicar, no es como escribir en un papel para quedártelo en casa. Después de tantos años muchos compositores intentan acercarse de nuevo al público, por eso echan la vista atrás y tratan de congratularse con el público.

¿Entonces el compositor debe escribir para el público?

No, el compositor debe ser honrado consigo mismo. Conozco chicos jóvenes que están escribiendo con un lenguaje romántico, porque lo sienten así, y ellos no piensan que se están "vendiendo" a un público, sino simplemente escriben de la manera que ellos eligen libremente.

¿Por qué el público no acepta el repertorio actual y sí el repertorio romántico? ¿Acaso la música actual está hecha para músicos?

Una de las razones es que el público no tiene la preparación suficiente para entender muchas músicas actuales. Hay músicas muy fáciles de escuchar.
Otra de las razones es que a veces han dejado a parte uno de los elementos fundamentales de la música: el elemento del sentimiento. Por tanto, no expresan un sentimiento, sino que se desarrollan de un modo intelectual, lo cual también tiene su grandeza y puede resultar muy interesante de estudiar sobre el papel (como músicas de Xenakis o Stokhausen).
Mucha música contemporánea necesita escucharse varias veces para poder ser comprendida. El público en la sala de conciertos sólo la escucha una vez.

La música debe llegar al público sin embargo los gerentes de orquestas deben seguir programando música contemporánea junto con músicas más antiguas. Los grandes compositores no nacen todos los días, y hay que darles oportunidades y de esta manera que el público vaya escuchando estas músicas.

¿Un joven qué debe hacer para abrirse camino en el mundo de la dirección?

Hay muchos diversos caminos, no hay una fórmula concreta. Cada uno encuentra su camino de manera distinta. Muchos forman grupos y empiezan a practicar con ellos. Otros se van por el camino de la ópera, de la correpetición: empezaban por el foso y luego acaban dirigiendo.
Mi caso fue diferente… yo empecé como asistente de ópera, y tuve ocasión de sustituir un día al director cuando estaba enfermo, y esa fue mi chance.

¿Es necesario salir de este país?

Yo no lo puedo asegurar. Hoy día hay orquestas, en el país hay 29 orquestas profesionales. Al menos cuantitativamente hay muchas más orquestas que en mi época. Probablemente ahora también hay muchos más jóvenes intentando abrirse paso que en mi época. Yo no puedo juzgar si hoy hay que seguir marchándose, pero siempre es bueno salir para conocer otros horizontes, otros estilos, otras academias, otras orquestas… también es cierto que nadie es profeta en su tierra, y eso no pasa sólo en España, sino también en Alemania. Los alemanes viajan a U.S.A. para ser reconocidos, los americanos viajan a Europa; esto ha pasado siempre en todas partes.

¿En qué consiste la dirección de orquesta, impartirá usted un curso de dirección de orquesta alguna vez?

No, porque la dirección de orquesta es algo muy personal y cambia mucho de una persona a otra.
La técnica base es muy simple. Mi profesor de dirección en Viena dedicaba a la técnica un día o dos días al principio de cada año. Lo demás era todo conocimiento de la partitura y análisis, y esto es una enseñanza puramente teórica. La enseñanza práctica si no tienes una orquesta profesional a disposición no tiene sentido, porque con orquesta de estudiantes es muy diferente. Nuestra suerte en Viena precisamente es que disponíamos de una orquesta de profesionales a nuestro servicio tres veces al mes.
Tener la suerte de tener una orquesta profesional a disposición de los estudiantes es una gran suerte.
La composición es también imprescindible para la dirección de orquesta.

¿Si tuviera que elegir dos o tres directores de orquesta, con cuáles se quedaría?

Mi modelo de entre los antiguos fue siempre Bruno Walter, humanamente (a través de sus escritos y de su vida), e interpretativamente (a través de sus grabaciones). De los directores "actuales", citaría a Giulini, Claudio Abbado.

Actualmente hay muchos directores de orquesta de los que ya no se habla, pese a su valía ¿qué opina usted al respecto?

Es usual en los tiempos que corren de consumo rápido, la gente escucha mucha música, pero con el tiempo se van olvidando, y es algo muy normal que ocurra. Es ley de vida.

¿Qué destaca usted en una pieza a la hora de dirigirla?

Yo creo que la transparencia. La luz para mí siempre fue muy importante. La luz desde todos los puntos de vista, la luz desde fuera y la luz interna. A través de la interpretación la obra debe llegar claramente al que oye, y a la vez olvidarte a ti misma y ponerte al servicio del compositor. Es muy fácil hacerse protagonista de la obra, pero lo más importante es hacer olvidar al público que tú estás ahí, y hacerles presentes sólo el mensaje que una obra tiene.
Bruno Walter decía que en cada obra hay un punto culminante y cada obra hay que pensarla con respecto a ese punto.

¿Cuál es la sinfonía de todos los tiempos para usted?

Se puede afirmar que la sinfonía que ha causado más impacto para la humanidad ha sido la 5ª de Beethoven, aunque para mí es más importante la 3ª. La heroica es la sinfonía que rompe con el clasicismo y abre el camino a la música del XIX y del XX. Es una obra fundamental, aunque desde el punto de vista de "la calle" la 5ª es la más conocida.

¿Qué recomendaría a los oyentes que se están iniciando ahora en la música "clásica"?

Oír con los oídos más abiertos posibles, no cerrarse a nada, dar la chance a la música de que le hable a uno. Como en un cuadro, ver y ver y ver, en este caso, oír, oír y oír. Dejar que la música haga el efecto que debe o puede hacer en la vida de cada uno. Además esto cambia con los años y dependiendo de los momentos de la vida; puede que unos compositores te dicen más en una época que en otra. No se puede pensar que la música es un lenguaje absoluto o inmutable, sino que cambia totalmente dependiendo de tus vivencias particulares. Por ejemplo, cuando era joven Mahler me decía poco y Bruckner me decía muchísimo; luego cambié y aunque también me seguía diciendo muchísimo Brucner, Mahler me atrajo también.

¿Cree que merece la pena sacrificarlo y darlo todo por la música?

Si uno tiene la vocación sí merece la pena. Uno cuando es joven tiene que saber que hay que pagar un precio, que no es nada fácil, que hay que pagar con un gran sacrificio, sea la profesión que sea: dirección, canto, instrumentista, etc… No es nada fácil. Si uno llega a conseguir un determinado nivel, la música da muchísimas satisfacciones. Es un modo de sacerdocio, de atraer a mucha gente a través de la belleza de la música.

¿Qué recuerda de su etapa en la Orquesta Nacional en Madrid?

Los recuerdos no son muy agradables, ya lo he explicado muchas veces: yo he llegado a la Orquesta Nacional demasiado pronto. Intenté acometer reformas que no tuve ocasión de hacer, por muchas razones: no existía la idea de que había que traer músicos de fuera, la orquesta estaba constituida por empleados del estado, funcionarios, no había reglamento interno, etc. Había una serie de factores que hacían muy improbable que yo pudiera acometer las reformas que yo veía necesarias. El tiempo me ha dado la razón y muchas orquestas del territorio nacional han avanzado mucho más rápido. Fue una pena porque sacrifiqué 4 años, pero por otro lado hubo cosas positivas: se volvió a abrir el Teatro Real, se hizo un auditorio de música, y eso queda ahí. Cada uno pone su grano de arena como puede. Me dio mucha pena y me quedó un sabor amargo porque yo puse mucha ilusión, y todo quedó en agua de borrajas.
De hecho me ofrecieron la orquesta de la Suisse Romande y dije que no porque ya había aceptado la nacional. Probablemente me hubiera sido mucho mejor dirigir la Suisse Romande porque yo ya vivía en Ginebra y pensaba irme a vivir a Suiza, y en aquellos tiempos tenía un gran nivel esta orquesta.

¿Dónde está su futuro profesional como director?

Yo quiero por un periodo no ligarme a ninguna orquesta; he estado durante 22 años ligado a orquestas, y ahora tengo ganas de dejarme de burocracias y problemas internos de las orquestas. Quiero repartirme mi tiempo entre óperas, quiero hacer al menos una o dos óperas al año, empezando el año próximo en París, en la Bastilla, luego aquí en España una ópera en el Real, otra en la Maestranza de Sevilla y otra en Galicia. Me hace ilusión dividir bien mi tiempo entre sinfónico y ópera y hacer ambas cosas.
El mundo de la ópera cansa mucho, es muy agotador, mucho más que el sinfónico.
No tengo ningún proyecto de ser director titular de una orquesta nacional, porque estoy cansado de ser titular durante muchos años de orquestas, y también porque sé que en mi país todo está muy relacionado con la política, y por tanto hay que estar continuamente discutiendo y peleando. Trataré de evitarlo, pero no puedo decir que un día no lo haga. Yo ya he estado durante 14 años de titular de mi orquesta en Cincinnati, y yo he visto sólo 5 minutos en estos 14 años al alcalde de la ciudad. Allí es todo privado, por tanto nadie de la política interviene, el reglamento de la orquesta es claro, y el director no tiene que intervenir en nada, sólo en la música.
Yo en U.S.A. hice un comité de músicos de la orquesta para programar el repertorio, para que de esta manera cuando el público no asista se reparta la culpa entre todos. De hecho hay una liga de todas las orquestas americanas, y poco a poco cada vez más orquestas han adoptado este sistema de manera oficial, porque yo creo que es bueno.