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Número 36º - Enero de 2.003


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BELCANTO ALLA FLEMING

Por Paco Bocanegra

          

La carrera de la primadonna norteamericana Renée Fleming, reconocida internacionalmente por sus papeles de Haendel, Mozart, Strauss, Massenet, Dvorak... no se ha asociado hasta ahora de manera inmediata al belcanto italiano de Rossini, Bellini y Donizetti. Sin embargo, su aproximación a este repertorio no es reciente, valga el ejemplo de su exitosa Armida del Rossini Opera Festival de Pesaro en 1993, su Lucrezia Borgia en La Scala o la reciente y más controvertida Imogene de Il Pirata en el Théâtre du Châtelet de Paris y el MET neoyorquino.

Fleming parece haber puesto especial intención en este recital belcantista, como si personalmente le otorgara una significación relevante. En sus propias palabras: "Cuando comencé a estudiar canto, tuve la impresión de que el estilo y repertorio que conocemos como belcanto estaba en el punto de mira del repertorio de las artistas (...) Maria Callas, Joan Sutherland, Monserrat Caballé y Beverly Sills recuperaron este repertorio y centraron su carrera en él (...) Estaba subyugada por la naturaleza romántica de la música, las heroínas de los librettos y el pathos de sus trágicas escenas de la locura (...) desde entonces el estilo belcantista representa para mí la culminación de todos los elementos del gran canto"

Renée Fleming lo tiene todo para ser una gran belcantista y lo demuestra en esta grabación: voz amplia, bien timbrada, sólida técnica, buena dicción italiana, temperamento y, en definitiva, conciencia del estilo. Se advierte que ha estudiado a fondo el legado de esa prestigiosa lista de la que paradójicamente ha omitido a dos indiscutibles como Leyla Gencer o Renata Scotto, mas sin menoscabo de su individualidad como intérprete. Muy al contrario, la versión de Fleming es tan personal que, a despecho de su excelencia canora, no deja de producir desconcierto al degustador avezado de Belcanto.

"Debemos utilizar nuestra propia inteligencia musical e imaginación para hacer revivir esta música. Para alguien como yo, entrenada como una cantante de jazz, esto llega como una revelación liberadora", añade más adelante. Efectivamente, a pesar de la escrupulosidad y cierta intelectualización que preside todo el registro -labor concienzuda y algo acomodaticia con la soprano de P. Summers al frente de la Orchestra of St. Luke´s y las revisiones de P. Gosset- este belcanto no deja de tener expresivamente una componente exótica, que procede de las particulares entrega y sensibilidad de Fleming.

Si personalmente retengo que su Rossini en Armida ("D´amor al dolce impero") o Semiramide ("Bel raggio lusinghier") alcanza un gran nivel, las escenas finales de La Sonnambula e Il Pirata de Bellini, con estar cantadas con una autoridad difícilmente igualable hoy día, adolecen de un manifiesto manierismo en los recitativos y secciones cantabile. Es un pecado por exceso -en las elaboradas cadencias de Gosset o los excesivamente enfatizados cambios de color, por poner dos ejemplos- que se repite, en menor medida, en el Donizetti de Maria Padilla (escena y cavatina acto I) o su rondó final de Lucrezia Borgia. El difícil camino de la espontaneidad y simplicidad siempre ha sido connatural a las grandes figuras del repertorio italiano más exigente y a Fleming, probablemente, sólo le resta un ejercicio de depuración para convertirse en la gran belcantista que se insinúa en este interesante disco y el público espera.



REFERENCIAS:

Renée Fleming: Belcanto
DECCA 467 101-2