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La música
folclórica noruega (I): Por
Juan Castillo. Periodista y
Musicólogo (Madrid). La
música popular tiene que abandonar los museos Sigbjørn Bernhoft Osa (1910-1990)
Como característica común a cualquier tipo de
folclor, la música popular en Noruega se asienta en una longeva base de
tradición oral. Ninguna obra musical fue transcrita a partitura antes de
mediados del siglo XIX, y sólo en los últimos tiempos esta situación de
abandono ha cambiado. Este hecho ha propiciado, obviamente, que la manera
en la cual las canciones antiguas han llegado hasta nosotros sea, de
alguna manera, diferente a como éstas fueron concebidas en un principio,
ya que el trabajo de recopilación de material no fue tomado realmente en
serio hasta la década de 1840[2],
cuando tuvieron lugar los notables trabajos de compilación y transcripción
de Ludvig Mathias Lindeman. Si atendemos a la historia globalmente,
podemos observar que el surgimiento de este interés por la música folclórica
noruega coincide en el tiempo con la época de las tendencias artísticas
nacionalistas en otros países de Europa. Los compositores noruegos
trataron así de adaptar su propio idioma musical a las tradiciones
populares y a la vez a la herencia de los estilos europeos[3]. Hasta el siglo XIX casi toda la música producida en Noruega era música folclórica anónima transmitida por tradición oral. Esto podría, de alguna manera, ser consecuencia del largo período de dominación danesa. Como dice Börre Qvamme: “Tras la caída de la monarquía en el siglo XIV, Noruega no tenía ni corte ni aristocracia, ni siquiera una clase media boyante que pudiera mantener un arte nacional.”[4]
Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que la canción
tradicional, debido a su restringido área de difusión y a ésta su
condición de ‘tradicional’, ha mantenido peculiaridades musicales
realmente antiguas. Dando
esto por sentado, podemos aproximarnos al origen de la música folclórica
noruega, o al menos de la que tenemos noticia. Como es de prever, no es fácil
fijar con exactitud este origen, pero sí que podemos decir que el
repertorio más longevo parece tener sus raíces en el final de la Edad
Media (siglo XIII) o incluso antes. Otros factores que nos ayudan son la
antigüedad de los textos a los que se ponía música y las características
tonales y melódicas de la misma. Uno de los principales rasgos que han
servido para preservar la tradición ha sido la función social de la música.
Las canciones pastoriles (seter)
cuyo legado es hoy muy escaso, constituyen un buen ejemplo. Claro que las
formas de cuidar a los animales de la granja ha cambiado mucho, de modo
que las seter se han ido perdiendo poco a poco con el tiempo. Otro
problema con el que nos encontraremos es el de las clasificaciones. A
menudo tendemos a establecer una división entre música vocal y música
instrumental, pero en este campo es complicado obrar así. Como afirma
Nils Grinde: “No es raro encontrar slaatt
[melodías de danza con características concretas] para ser cantadas, y
los muchos ejemplos de slaattstev
[una ‘stev’ es una poesía popular
monoestrófica con patrones métricos específicos y que se adapta
a melodías tradicionales muy antiguas] asociadas a ciertas slaatt
nos muestran que la música de estas últimas formó también parte de un
repertorio vocal. Por supuesto, tampoco es extraño encontrar melodías
vocales interpretadas por instrumentos”[5].
En este sentido, parece que la diferencia entre música instrumental y
vocal muchas veces es difusa, ya que en aquellos tiempos nadie quiso poner
límites entre medias. Chris Goertzen añade: “Muchas melodías para Hardanger
fiddle[6]
se basan en otras que en cuyo origen tuvieron naturaleza religiosa o eran,
por ejemplo, canciones de cuna. También algunas melodías de danza podían
cantarse utilizando construcciones convencionales de sílabas sin sentido
cuando no había instrumentos; esta práctica recibe el nombre de tralling.”[7]
Otros investigadores han optado por clasificaciones cimentadas en la
funcionalidad de la música o en los contextos en los que ésta era y es
interpretada.
Los instrumentos típicos en relación con la tradición de las seter
son el lur[8],
el bukkehorn[9], y la flauta. En las
granjas, las canciones de cuna ocupan un lugar preponderante, así como
las baladas, canciones religiosas y los stev juegan un papel muy importante en la vida cotidiana y en
celebraciones festivas. [1]
La traducción es mía. [2]
Como experiencia pionera, Chris Goertzen en su obra Fiddling
to Norway, revival and identity, habla de un libro de música que
fue comenzado a escribir en 1679 y que estuvo en posesión de un tal
Peter Bang, de Kristiania (antiguo nombre del actual Oslo). Este libro
contiene tablaturas para laúd y guitarra, y dos terceras partes del
mismo pertenecen al siglo XVIII. [3]
El problema de transcribir un tipo de música que fue creada más para
ser interpretada que para ser leída o estudiada fue el principal con
el que se tuvieron que enfrentar los musicólogos durante el revival
de la música popular en el siglo XIX. Así lo dice Kristian
Lange: “Cuando, más o menos hace cien años, comenzó la tarea de
transcribir nuestra música folclórica, los editores se enfrentaron
con dificultades desde el principio. Ellos eran hábiles músicos,
acostumbrados a la armonía convencional y a los habituales modos
mayor y menor. Pero en la música folclórica hallaron tipos
diferentes de tonalidad e interválica. En el desarrollo de esta
expresión musical, los intervalos naturales desempeñaron un papel
muy importante –en ellos estaban basadas las notas del lur y de
otros instrumentos de viento […] Mientras las tonalidades mayores y
menores tienen tonos y semitonos, el lur incluye también intervalos
de tres cuartos de tono, que se empleaban en lugares donde en música
‘convencional’ encontraríamos semitonos”. (Lange,
Kristian: Norwegian music a
survey, pag. 14-15. La
traducción es mía). [4]
Qvamme, Börre: Norwegian music
and composers, pag. 8. La
traducción es mía [5] Grinde, Nils: A History of Norwegian Music, pag. 74. la traducción es mía. [6]
Este instrumento es uno de los más representativos del folclor
noruego, pero su origen es controvertido: algunos afirman que guarda
relación con instrumentos europeos como el violín y la viola
d’amore, mientras otra teoría mantiene que la Hardanger fiddle
(Hardingfele) constituye un estado desarrollado de instrumentos de
arco medievales como la fídula. Las áreas donde la Hardanger fiddle
tiene mayor relevancia son Vestland, Telemark, Numedal, Hallingdal,
Veldres y Setesdal; y su característica más llamativa es el conjunto
de cuatro o cinco cuerdas de resonancia por simpatía que posee bajo
el diapasón y que vibran cuando se tocan las cuerdas fijas. Esta técnica
da como resultado un sonido típico muy apropiado para la danza. Además,
el puente es plano, por lo que es fácil tocar dos o más cuerdas
simultáneamente. Recientemente se ha estandarizado la práctica de
tocar la Hardanger fiddle en ensembles. [7]
Goertzen, Chris: Fiddling to
Norway, revival and identity, pag. 13. La traducción es mía. [8]
El lur es otro instrumento tradicional cuya apariencia es la de un
tipo de trompa sin agujeros para los dedos. [9]
Este instrumento se puede hallar en muchas partes del mundo, lo usaban
tradicionalmente los pastores de las montañas al menos desde época
medieval. Hay dos tipos
fundamentales de bukkehorn, el más común tiene un agujero plano como
embocadura, se sopla como los intrumentos de viento-metal y tiene
entre tres y ocho agujeros. El otro tipo se llama tungehorn, se toca
como el clarinete y posee una lengüeta de corteza de abedul o de
enebro.
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