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ALICIA
DE LARROCHA:
PUNTO Y FINAL EN JEREZ
Jerez. Teatro Villamarta. 29 de
noviembre. F. Chopin: Nocturno Op. 32 Nº 1; Barcarola Op. 60;
Berceuse Op. 57; Polonaise Fantasía Op. 61. I. Albéniz:
Evocación, El Puerto, Almería. Falla: Fantasía Bética.
Alicia de Larrocha, piano.
Por
Fernando López Vargas-Machuca.
La
noticia no es oficial, por lo que podría haber alguna sorpresa en el
futuro, pero lo que ha llegado a nuestros oídos es que es voluntad de
Alicia de Larrocha que el recital que ofreciera el sábado 29 de noviembre
en el Teatro Villamarta de Jerez quede como el punto y final de su ya
dilatadísima carrera. Un acontecimiento no por esperado menos triste para
los que somos admiradores de esta artista singular, rigurosa en lo
artístico y exigente en su carácter, que no sólo ha brillado como la mayor
figura del piano español de la segunda mitad del siglo XX, sino como una
de las grandes intérpretes del repertorio tradicional, como bien demuestra
-con sus más y sus menos- la recomendabilísima caja de siete compactos
recientemente reeditada por Decca.
Es el suyo un pianismo de corte
digamos clasicista, que busca ante todo el equilibrio y la belleza sonora
pero que no rehuye, antes al contrario, la tensión interna. Por ello su
Mozart o su Beethoven, a pesar de situarse tan lejos del de un Barenboim,
nada tienen que ver con el preciosismo narcisista y la blandura de una
Pires, por citar ejemplos bien conocidos para el aficionado. Y si su
Schubert o su Liszt pueden no resultar del todo convincentes, ya que a
nuestra artista el dramatismo más negro le resulta un tanto insincero y
artificial, en autores de principios del XX como Ravel, Khachaturian y
-por descontado- Falla su sensibilidad para el color y su proverbial
sentido rítmico le garantizan resultados de primera magnitud.
Presentaba en Jerez un bellísimo
programa integrado por Chopin en su primera parte y por Albéniz y Falla en
la segunda, más propinas de Mompou y Granados. ¿Cómo está de dedos esta
señora? No del todo bien, pero muchísimo mejor de lo que se puede exigir a
una persona con ochenta años de edad. ¿Y de concentración? Algo irregular.
Así las cosas en el concierto hubo de todo, desde lo simplemente bueno
(siempre dentro de un altísimo nivel de musicalidad) hasta lo excepcional:
pese a algún que otro desliz a la hora de sortear las terroríficas
dificultades de la partitura, su Fantasía Bética, llega de tensión,
garra y duende, fue la que sólo un genio del piano es capaz de ofrecer. El
público que abarrotaba el teatro aplaudió a rabiar al finalizar una velada
llena de emoción. Doña Alicia, la echaremos a usted mucho de menos.
Página del Villamarta:
http://www.villamarta.com
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