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HOMENAJE A ITZHAK PERLMAN
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Cuando estas
líneas salgan publicadas, habrá tenido lugar la entrega anual de los
premios que concede el Kennedy Center de Washington a figuras destacadas
de las artes como el cine o la música, y uno de cuyos galardonados este
año es el violinista israelí Itzhak Perlman. Con tal motivo, el sello EMI
ha publicado una edición de 15 CD's llamada "The Perlman Edition", que
recupera una parte de las grabaciones más célebres de este artista. Se da
la circunstancia de que en 1995, al cumplir el violinista 50 años, la
propia EMI ya había publicado otra edición en 20 CD's, entonces llamada
"Itzhak Perlman Collection", varios de cuyos títulos se repiten aquí.
Desde hace más dos décadas, decir Itzhak Perlman es sinónimo de decir "el
violinista más famoso del mundo". Discípulo de Isaac Stern, ha sabido
convertirse en el ídolo del público norteamericano, que le considera el
sucesor de Jascha Heifetz. Perlman es el violinista de técnica perfecta
por antonomasia, su afinación siempre es impecable, resuelve con facilidad
los pasajes más enrevesados y su musicalidad es intachable, sin asomo de
excesos de mal gusto. ¿Se podría pedir algo más? Quizás lo que más se le
reprocha a veces es no tener una personalidad tan definida como otros
violinistas mucho menos perfectos que él, pero cuyas interpretaciones se
salen de "lo estándar" más que las de Perlman. Por mencionar solamente
violinistas actuales, nombres como Maxim Vengerov, Gil Shaham o
Anne-Sophie Mutter pueden representar el mayor desafío al "trono" que
sigue ocupando Perlman, un "reinado" que de momento no presenta trazas de
terminar.
La figura de Itzhak Perlman trasciende el campo de la "música clásica" por
diversos motivos, desde el ejemplo que ha supuesto en lo personal el saber
sobreponerse a la poliomelitis que le dejó inválido a los cuatro años (el
artista se desplaza con muletas y ha de tocar sentado) hasta su apoyo a la
causa judía, cuyo ejemplo más conocido es la grabación de la parte del
violín en la banda sonora de la película La lista de Schindler.
Pero aquí nos vamos a centrar en las grabaciones de esta edición de EMI,
de la que nos han llegado dos ejemplos.
El Concierto de Tchaikovsky grabado en 1978, ya incluido en la
colección de 1995, es uno de los discos más famosos de Perlman, y de los
que más contribuyó a cimentar su fama como el heredero de Heifetz o Stern.
Las cualidades mencionadas antes se encuentran aquí en su máxima
expresión: imposible encontrar una parte solista de este concierto tocada
con un sonido más bello, con una afinación más perfecta (incluyendo el
dificilísimo pasaje a solo, que muy raramente se podrá escuchar con tanta
limpieza como aquí) o con mayor exquisitez. Lo que no encontraremos aquí
será una personalidad como la de Oistrakh, con una "melancolía eslava" que
se reconoce inmediatamente (además de una técnica igualmente portentosa),
y que nos ha dejado la verdadera versión de referencia de este concierto
en su grabación de 1959 con la Orquesta de Filadelfia dirigida por
Ormandy.
Los mismos acompañantes habían participado el año anterior en la grabación
de este concierto con el maestro de Perlman, Isaac Stern, y volverían a
grabarlo con el propio Perlman, todo un símbolo de que el violinista
israelí "tomaba el relevo" de los grandes. La dirección de Ormandy hace
honor a su fama como traductor de esta pieza, y es la más sosegada y
lírica de las tres que grabó, aunque el útimo movimiento, para no perder
la costumbre, acabe "al galope" (aunque mucho menos que con el impulsivo
Stern, con el cual el "galope" dura casi todo el movimiento). Con todo,
esta grabación hizo historia desde el momento de su aparición, colocándose
entre las grandes versiones de este Concierto, y alcanzando una fama que
no ha tenido la posterior grabación de Perlman para EMI con Mehta
(incluida en el disco "Perlman in Russia") ni tampoco sus tempranas
grabaciones con Gibson y Leinsdorf. Es de agradecer que EMI no se haya
olvidado de incluir el acoplamiento original, la Serenata melancólica
del propio Tchaikovsky, en una versión igualmente de gran belleza.
El disco se completa con el Concierto de Mendelssohn grabado en
1972 con la dirección de Previn al frente de la Sinfónica de Londres, una
de las pocas ocasiones donde a Perlman no se le escucha con su brillantez
habitual, tal vez debido a que con 27 años no había alcanzado aún su
completa madurez, o en parte al tempo tan lento que marca Previn, que
permite "saborear" muchos detalles de la música, sobre todo en el primer
movimiento, pero que da poca "cancha" para exhibiciones de virtuosismo. En
ese sentido, la segunda grabación que hiciera Perlman en EMI, dirigida por
Haitink (y aún tiene una tercera con Barenboim, en Teldec), puede que
convenza más a sus seguidores, pues el violinista tiene ahí mayores
oportunidades de lucimiento, aunque por otra parte la dirección sea más
"estándar", y podría quedar bien situada entre las versiones hechas en la
era digital. En cuanto a la grabación comentada, con Previn, está hecha
con suma corrección y no defraudará, pero tampoco es que entusiasme,
quedaría muy lejos del lamento "elegíaco" que lograba Menuhin
(especialmente en su grabación con Furtwängler) o del virtuosismo
arrebatador "a la Paganini" de un Francescatti (con Mitropoulos), por
citar dos referencias para esta obra.
En 1976, Perlman grabó otro de los discos que le lanzaron a la fama, el
Concierto de Brahms dirigido por Giulini: de inmediato se
convirtió en una de las versiones más celebradas de la era stereo, junto a
la de Oistrakh y Klemperer de 1960 y alguna otra; la dirección de Giulini
creaba una atmósfera de "serenidad del Olimpo" a la que contribuía el
violín de Perlman con su parte, realizada de forma verdaderamente
exquisita. Aquella grabación ya fue incluida en la edición de 1995, y
ahora se ha preferido la segunda versión de Perlman para EMI, grabada en
vivo, en un concierto de 1992 con la Filarmónica de Berlín, dirigida por
Daniel Barenboim.
Barenboim también ha grabado esta obra varias veces, desde una temprana
toma de su época de París con Zukerman (con una dirección aún no del todo
madura, que no llega a "calar hasta el fondo" la obra), pasando por esta
de Perlman de 1992 y posteriormente otra de 1997 con Vengerov como
solista. Si en esta última Barenboim se inclinaba por una dirección más
reposada, más equilibrada, sin embargo en la grabación de 1992 aquí
presentada encontramos una contundencia "germánica", al estilo
"kapellmeister", con acordes "cargados". Se le podría reprochar que deje
poco lugar para el misterio, y quede todo demasiado "explícito"; así,
también Furtwängler, en su histórica grabación de 1949 con Menuhin (una de
las referencias indiscutibles de todos los tiempos para este Concierto)
presentaba esas características de "densidad germánica", pero le añadía
una pasión febril, enloquecida, que la hacía enormemente atractiva, y que
aquí no se encuentra, como tampoco se encuentra la monumentalidad de
Klemperer o, en otro sentido, la claridad con que explicaba Szell muchos
más matices, por recordar a algunos de los grandes traductores de la parte
orquestal.
El cambio del "oasis de paz" de Giulini a la mayor crispación y
agresividad que 15 años después marca Barenboim no le supone a Perlman
ningún problema, antes al contrario, la facilidad pasmosa con la que
resuelve las dificultades del primer movimiento (incluyendo la cadencia de
Joachim), pueden dejar frío a algún oyente, pues la música parece algo
trivial cuando "no cuesta esfuerzo". En el Adagio posiblemente se llegue a
lo mejor de esta interpretación, pues hay un lirismo muy intenso de la
mejor ley, mientras que en el Allegro giocoso final, Perlman vuelve a
dejar constancia de su virtuosismo a toda prueba. En conjunto, esta
grabación puede ponerse a la altura de las grandes de la era digital pero
quedaría por debajo de las versiones mencionadas antes, incluyendo la del
propio Perlman con Giulini.
El disco se completa con varias piezas para violín y piano de Brahms, con
el acompañamiento al piano de Vladimir Ashkenazy, provenientes del álbum
de 2 LPs con las 3 sonatas para violín, y que quedaron fuera al reeditarse
las sonatas en un CD: concretamente, el Scherzo de la "Sonata FAE"
y las Danzas Húngaras nºs 1, 2, 7 y 9. El Scherzo suena
demasiado virtuosístico (pueden ser preferibles Zukerman y Barenboim, con
algo más de hondura) y por contra, las Danzas quizás puedan pecar
de "demasiado serias"... Desde luego, no se encontrarán aquí los
manierismos de la Mutter cuando toca estas obras, con esos "rubatos"
exageradísimos. Con todo, estas de Perlman y Ashkenazy acaban
convenciendo.
En resumen, dos discos útiles para conocer a quien aún puede seguir
llamándose "el violinista" de la actualidad.
REFERENCIAS:
TCHAIKOVSKY: Concierto para violín y orquesta. Serenata
melancólica, para violín y orquesta. MENDELSSOHN: Concierto para
violín y orquesta nº 2.
Itzhak Perlman, violín.
Orquesta de Filadelfia. Director: Eugene Ormandy (Tchaikovsky)
Orquesta Sinfónica de Londres, Director: André Previn (Mendelssohn)
EMI 7243 5 62591 2 6
BRAHMS: Concierto para violín y orquesta. Scherzo de la
Sonata FAE. Danzas húngaras 1, 2, 7, y 9.
Itzhak Perlman, violín.
Vladimir Ashkenzay, piano (Scherzo y Danzas).
Orquesta Filarmónica de Berlín.
Director: Daniel Barenboim
EMI 7243 5 62598 2 9
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