Revista mensual de publicación en Internet
Número 47º - Diciembre 2.003


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HOMENAJE A ITZHAK PERLMAN 

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

Cuando estas líneas salgan publicadas, habrá tenido lugar la entrega anual de los premios que concede el Kennedy Center de Washington a figuras destacadas de las artes como el cine o la música, y uno de cuyos galardonados este año es el violinista israelí Itzhak Perlman. Con tal motivo, el sello EMI ha publicado una edición de 15 CD's llamada "The Perlman Edition", que recupera una parte de las grabaciones más célebres de este artista. Se da la circunstancia de que en 1995, al cumplir el violinista 50 años, la propia EMI ya había publicado otra edición en 20 CD's, entonces llamada "Itzhak Perlman Collection", varios de cuyos títulos se repiten aquí.

Desde hace más dos décadas, decir Itzhak Perlman es sinónimo de decir "el violinista más famoso del mundo". Discípulo de Isaac Stern, ha sabido convertirse en el ídolo del público norteamericano, que le considera el sucesor de Jascha Heifetz. Perlman es el violinista de técnica perfecta por antonomasia, su afinación siempre es impecable, resuelve con facilidad los pasajes más enrevesados y su musicalidad es intachable, sin asomo de excesos de mal gusto. ¿Se podría pedir algo más? Quizás lo que más se le reprocha a veces es no tener una personalidad tan definida como otros violinistas mucho menos perfectos que él, pero cuyas interpretaciones se salen de "lo estándar" más que las de Perlman. Por mencionar solamente violinistas actuales, nombres como Maxim Vengerov, Gil Shaham o Anne-Sophie Mutter pueden representar el mayor desafío al "trono" que sigue ocupando Perlman, un "reinado" que de momento no presenta trazas de terminar.

La figura de Itzhak Perlman trasciende el campo de la "música clásica" por diversos motivos, desde el ejemplo que ha supuesto en lo personal el saber sobreponerse a la poliomelitis que le dejó inválido a los cuatro años (el artista se desplaza con muletas y ha de tocar sentado) hasta su apoyo a la causa judía, cuyo ejemplo más conocido es la grabación de la parte del violín en la banda sonora de la película La lista de Schindler. Pero aquí nos vamos a centrar en las grabaciones de esta edición de EMI, de la que nos han llegado dos ejemplos.


El Concierto de Tchaikovsky grabado en 1978, ya incluido en la colección de 1995, es uno de los discos más famosos de Perlman, y de los que más contribuyó a cimentar su fama como el heredero de Heifetz o Stern. Las cualidades mencionadas antes se encuentran aquí en su máxima expresión: imposible encontrar una parte solista de este concierto tocada con un sonido más bello, con una afinación más perfecta (incluyendo el dificilísimo pasaje a solo, que muy raramente se podrá escuchar con tanta limpieza como aquí) o con mayor exquisitez. Lo que no encontraremos aquí será una personalidad como la de Oistrakh, con una "melancolía eslava" que se reconoce inmediatamente (además de una técnica igualmente portentosa), y que nos ha dejado la verdadera versión de referencia de este concierto en su grabación de 1959 con la Orquesta de Filadelfia dirigida por Ormandy.

Los mismos acompañantes habían participado el año anterior en la grabación de este concierto con el maestro de Perlman, Isaac Stern, y volverían a grabarlo con el propio Perlman, todo un símbolo de que el violinista israelí "tomaba el relevo" de los grandes. La dirección de Ormandy hace honor a su fama como traductor de esta pieza, y es la más sosegada y lírica de las tres que grabó, aunque el útimo movimiento, para no perder la costumbre, acabe "al galope" (aunque mucho menos que con el impulsivo Stern, con el cual el "galope" dura casi todo el movimiento). Con todo, esta grabación hizo historia desde el momento de su aparición, colocándose entre las grandes versiones de este Concierto, y alcanzando una fama que no ha tenido la posterior grabación de Perlman para EMI con Mehta (incluida en el disco "Perlman in Russia") ni tampoco sus tempranas grabaciones con Gibson y Leinsdorf. Es de agradecer que EMI no se haya olvidado de incluir el acoplamiento original, la Serenata melancólica del propio Tchaikovsky, en una versión igualmente de gran belleza.


El disco se completa con el Concierto de Mendelssohn grabado en 1972 con la dirección de Previn al frente de la Sinfónica de Londres, una de las pocas ocasiones donde a Perlman no se le escucha con su brillantez habitual, tal vez debido a que con 27 años no había alcanzado aún su completa madurez, o en parte al tempo tan lento que marca Previn, que permite "saborear" muchos detalles de la música, sobre todo en el primer movimiento, pero que da poca "cancha" para exhibiciones de virtuosismo. En ese sentido, la segunda grabación que hiciera Perlman en EMI, dirigida por Haitink (y aún tiene una tercera con Barenboim, en Teldec), puede que convenza más a sus seguidores, pues el violinista tiene ahí mayores oportunidades de lucimiento, aunque por otra parte la dirección sea más "estándar", y podría quedar bien situada entre las versiones hechas en la era digital. En cuanto a la grabación comentada, con Previn, está hecha con suma corrección y no defraudará, pero tampoco es que entusiasme, quedaría muy lejos del lamento "elegíaco" que lograba Menuhin (especialmente en su grabación con Furtwängler) o del virtuosismo arrebatador "a la Paganini" de un Francescatti (con Mitropoulos), por citar dos referencias para esta obra.


En 1976, Perlman grabó otro de los discos que le lanzaron a la fama, el Concierto de Brahms dirigido por Giulini: de inmediato se convirtió en una de las versiones más celebradas de la era stereo, junto a la de Oistrakh y Klemperer de 1960 y alguna otra; la dirección de Giulini creaba una atmósfera de "serenidad del Olimpo" a la que contribuía el violín de Perlman con su parte, realizada de forma verdaderamente exquisita. Aquella grabación ya fue incluida en la edición de 1995, y ahora se ha preferido la segunda versión de Perlman para EMI, grabada en vivo, en un concierto de 1992 con la Filarmónica de Berlín, dirigida por Daniel Barenboim.

Barenboim también ha grabado esta obra varias veces, desde una temprana toma de su época de París con Zukerman (con una dirección aún no del todo madura, que no llega a "calar hasta el fondo" la obra), pasando por esta de Perlman de 1992 y posteriormente otra de 1997 con Vengerov como solista. Si en esta última Barenboim se inclinaba por una dirección más reposada, más equilibrada, sin embargo en la grabación de 1992 aquí presentada encontramos una contundencia "germánica", al estilo "kapellmeister", con acordes "cargados". Se le podría reprochar que deje poco lugar para el misterio, y quede todo demasiado "explícito"; así, también Furtwängler, en su histórica grabación de 1949 con Menuhin (una de las referencias indiscutibles de todos los tiempos para este Concierto) presentaba esas características de "densidad germánica", pero le añadía una pasión febril, enloquecida, que la hacía enormemente atractiva, y que aquí no se encuentra, como tampoco se encuentra la monumentalidad de Klemperer o, en otro sentido, la claridad con que explicaba Szell muchos más matices, por recordar a algunos de los grandes traductores de la parte orquestal.

El cambio del "oasis de paz" de Giulini a la mayor crispación y agresividad que 15 años después marca Barenboim no le supone a Perlman ningún problema, antes al contrario, la facilidad pasmosa con la que resuelve las dificultades del primer movimiento (incluyendo la cadencia de Joachim), pueden dejar frío a algún oyente, pues la música parece algo trivial cuando "no cuesta esfuerzo". En el Adagio posiblemente se llegue a lo mejor de esta interpretación, pues hay un lirismo muy intenso de la mejor ley, mientras que en el Allegro giocoso final, Perlman vuelve a dejar constancia de su virtuosismo a toda prueba. En conjunto, esta grabación puede ponerse a la altura de las grandes de la era digital pero quedaría por debajo de las versiones mencionadas antes, incluyendo la del propio Perlman con Giulini.

El disco se completa con varias piezas para violín y piano de Brahms, con el acompañamiento al piano de Vladimir Ashkenazy, provenientes del álbum de 2 LPs con las 3 sonatas para violín, y que quedaron fuera al reeditarse las sonatas en un CD: concretamente, el Scherzo de la "Sonata FAE" y las Danzas Húngaras nºs 1, 2, 7 y 9. El Scherzo suena demasiado virtuosístico (pueden ser preferibles Zukerman y Barenboim, con algo más de hondura) y por contra, las Danzas quizás puedan pecar de "demasiado serias"... Desde luego, no se encontrarán aquí los manierismos de la Mutter cuando toca estas obras, con esos "rubatos" exageradísimos. Con todo, estas de Perlman y Ashkenazy acaban convenciendo.

En resumen, dos discos útiles para conocer a quien aún puede seguir llamándose "el violinista" de la actualidad.



REFERENCIAS:

TCHAIKOVSKY: Concierto para violín y orquesta. Serenata melancólica, para violín y orquesta. MENDELSSOHN: Concierto para violín y orquesta nº 2.
Itzhak Perlman, violín.
Orquesta de Filadelfia. Director: Eugene Ormandy (Tchaikovsky)
Orquesta Sinfónica de Londres, Director: André Previn (Mendelssohn)
EMI 7243 5 62591 2 6


BRAHMS: Concierto para violín y orquesta. Scherzo de la Sonata FAE. Danzas húngaras 1, 2, 7, y 9.
Itzhak Perlman, violín.
Vladimir Ashkenzay, piano (Scherzo y Danzas).
Orquesta Filarmónica de Berlín.
Director: Daniel Barenboim
EMI 7243 5 62598 2 9