|
EL PIANO DE SOKOLOV
Por
Rubén Flórez
Bande
El sello Naïve
saca de los fondos heredados de "Opus 111" algunos de los (pocos)
registros fonográficos del pianista ruso Grigory Sokolov, todos ellos
obtenidos de interpretaciones en vivo, puesto que al artista no le gusta
pisar los estudios de grabación. El conjunto del álbum son cinco discos
que comentamos a continuación:
El primero de ellos está dedicado a Beethoven y lo forman íntegramente las
Variaciones Diabelli Op. 120, grabadas en un concierto celebrado
en Junio de 1985 en San Petesburgo. Aquí, el piano del que fuera Premio
Tchaikovsky en 1966 (a los 16 años) no tiene nada que ver con el intimismo
y serenidad de un Arrau, ni con la literalidad de un Serkin y ni siquiera
con la ironía y la arrogancia de un Gulda, esta interpretación está más en
consonancia con su paisano Richter, con claridad de planos, el fraseo
preciso, sutil y contundente a partes iguales, uso moderado del pedal,
etc. No tiene la trascendencia de Sviatoslav, ese "algo más", ese toque
personal, que conseguía el maestro ucraniano, pero ello no desluce una
interpretación, en lo general, muy buena.
Los siguientes dos volúmenes los integran dos sonatas de Franz Schubert,
respectivamente la D 894 y la D 960, tomadas en un concierto celebrado en
el Festival de Helsinki en 1992.
La Sonata en Sol Mayor nº18 D 894 , de grandes juegos
polifónicos, es servida por Sokolov con ese fin, darnos a ver las
distintas voces de cada mano y las sutilezas de las distintas frases, algo
emborronadas por la rapidez con la que aborda los pasajes más
"apasionados" donde se confunde todo con una amalgama de sonidos,
dejándonos un sabor algo desagradable. Una interpretación clara y sin
pretensiones, en un estilo más mirando al hacia el clasicismo que hacia el
romanticismo al que derivaba la música de Schubert. Nada que ver con el
puro romanticismo de Arrau.
La otra sonata es la nº21 en Si Bemol, D 960, que en palabras de
la autora francesa Brigitte Masin era "el verdadero adiós" de Schubert, su
verdadero testamento musical, donde se nos muestra toda la angustia del
compositor. Sokolov intenta hacernos escuchar esa sensación, pero sin
trascendencia, más preocupado en ocasiones en llegar a los pasajes
angustiados, y exprimirlos y diseccionarlos, pero despreocupándose del
entorno, con cierta dejadez. Lo mejor, sin duda, es la forma en la que
resuelve el "Andante sostenuto" construyéndolo con un misticismo y
delicadeza muy notables, pero aun así no redondea la versión, que está a
años luz de la agonía y sensación de fin que transmitía, aquí otra vez,
Richter... aunque lo intente.
El cuarto volumen es un monográfico Chopin, formado el disco por la
Sonata nº2 Op. 35 y los Estudios Op. 25, grabado entre París
y San Petersburgo en los años 1992 y 1985 respectivamente.
La Sonata nº2 está magníficamente expuesta y resuelta, sin caer
en la superficialidad, Sokolov la construye como una gran obra, quizás
peque de trascendental, pero al menos la dignifica sin necesidad de
recurrir a los "arrebatos románticos" de una Argerich ni a la
"construcción matemática" algo fría de un Pollini. En la versión se
respira y se agradece cierta humanidad.
Los Estudios Op.25 están entendidos como una unidad, como un
todo, y no desgranados estudio por estudio como si fuesen células
individuales; unidad y coherencia que no le vienen mal a las obras.
El quinto y último volumen está dedicado a compositores rusos, como
Scriabin, Prokofiev y Rachmaninov, grabado entre 1984-1988 en conciertos
celebrados en San Petersburgo.
De Scriabin, Sokolov interpreta la Sonata nº3 y la Sonata nº9
(la "Misa Negra"). En la primera, si bien está más enlazada con
el mundo romántico, ya aparece cierta evolución hacia el lenguaje personal
de Scriabin, empezando por esa idea de angustia que vuela por toda la
obra. En cambio, Sokolov se la toma con cierta ligereza, limitándose a
hacernos escuchar una "sensación de preocupación" pero que no va más allá.
La "Misa Negra", muy bien construida, con el apasionamiento
justo, decae en el último "crescendo", como queriendo pulirla, o darnos
una sensación de falta de aliento, pero que a la larga no emborrona la
interpretación.
La Sonata nº8 de Prokofiev, la última de las "Sonatas de Guerra",
es resuelta por Sokolov, otra vez, con cierta irregularidad; los dos
primeros andantes suenan bastante insulsos, como si no se creyera lo que
está tocando, en cambio el último suena al más puro estilo Richter,
salvaje y amargo a la vez, aunque no sirve para corregir el resultado.
La última pieza, el breve Preludio nº4 Op.23 de Rachmaninov,
perfectamente tocado, más sentido que hedonista, nos lleva otra vez al
mundo chopiniano.
En definitiva, un álbum con ciertas cosas de interés como el Beethoven y
el Chopin, que nos acerca a una de las figuras más huidizas del piano
actual.
REFERENCIAS:
"GRIGORY SOKOLOV"
NAÏVE/OPUS 111 30388 (5 CD´s).
Página web:
www.naiveclassique.com
|