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Mesías de cámara
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum. El Mesías de Georg Friderich Haendel. Lynda Russell (soprano); Robin Blaze (alto); Thomas Randle (tenor); Jonathan Gunthorpe (bajo). The Sixteen and The Symphony of Harmony and Invention. Director: Harry Christophers. Conciertos de la Tradición. Auditorio Nacional de Madrid. 11 de diciembre de 2003.
Escuchar a The Sixteen
es como escuchar a un coro de ángeles. Su presencia en Madrid siempre
reúne a lo más granado de la afición. En esta ocasión han presentado El
Mesías, una de esas obras del repertorio perteneciente a los grandes
éxitos de la música clásica. La versión ha sido exquisita y sutil, atenta
a la inteligencia de los textos, como corresponde a la música vocal del
Barroco y a un maestro como Christophers forjado al amparo de la tradición
coral británica. La orquesta, fundada por el mismo para colaborar con su
legendario coro, acompañó las voces haciendo de este servicio la más noble
empresa. Todos los participantes actuaron con entusiasmo y precisión bajo
las órdenes de un maestro nervioso y teatral, que dirige sin batuta
creando una personal coreografía, pero derrochando siempre musicalidad y
buen hacer. Desde el ataque inicial, incisivo y claro, quedó sentado cual
iba a ser el nivel de calidad de la actuación. La tensión y concentración
se mantuvieron con igual intensidad desde el principio hasta el último
acorde. Los artistas demostraron con ello no solo su profesionalidad, sino
también su entrega al trabajo que desempeñan, algo que es poco frecuente
entre las agrupaciones. Los detalles de esta versión fueron delicados y
tuvieron un cierto carácter camerístico, no solo por el contingente
reducido de participantes, sino por el talante un tanto intimista y
refinado. Las voces solistas fueron excelentes y aportaron una sutil
ornamentación. Sobresalió por su fuerza y naturalidad, el tenor Thomas
Randle. El bajo Jonathan Gundthorpe mostró calidez y brillo, el contralto
Robin Blaze claridad y la soprano Lynda Russell una particular dulzura.
Se entendió
perfectamente cada palabra que cantaron y estuvieron perfectamente
compenetrados con coro y orquesta. La técnica brilló con claridad en la
conjunción de todo: tanto en los planos sonoroso, como en los contrastes,
el timbre, la dinámica y, por supuesto, en la afinación. El solista de
trompeta fue increíble y recibió merecidos aplausos. La versión de Harry
Christophers y The Sixteen estuvo al margen de cualquier rutina y ofreció
una lectura del Mesías desprejuiciada y emotiva. Fue un placer para
los sentidos.
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